Nota: Cuando la Ascensión del Señor se celebra el domingo siguiente, en este domingo VI de Pascua pueden leerse la segunda lectura y el Evangelio asignados al séptimo domingo.
PRIMERA LECTURA
Les impusieron las manos
y recibieron el Espíritu Santo
Lectura de los Hechos de los Apóstoles 8, 5-8. 14-17
En aquellos días:
Felipe descendió a una ciudad de Samaría y allí predicaba a Cristo. Al oírlo y al ver los milagros que hacía, todos recibían unánimemente las palabras de Felipe. Porque los espíritus impuros, dando grandes gritos, salían de muchos que estaban poseídos, y buen número de paralíticos y lisiados quedaron curados. Y fue grande la alegría de aquella ciudad.
Cuando los Apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que los samaritanos habían recibido la Palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan. Estos, al llegar, oraron por ellos para que recibieran el Espíritu Santo. Porque todavía no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que solamente estaban bautizados en el nombre del Señor Jesús. Entonces les impusieron las manos y recibieron el Espíritu Santo.
Palabra de Dios.
SALMO Sal 65, 1-3a. 4-7a. 16. 20
R. ¡Aclame al Señor toda la tierra!
O bien:
Aleluia.
¡Aclame al Señor toda la tierra!
¡Canten la gloria de su Nombre!
Tribútenle una alabanza gloriosa,
digan al Señor: «¡Qué admirables son tus obras!» R.
Toda la tierra se postra ante ti,
y canta en tu honor, en honor de tu Nombre.
Vengan a ver las obras del Señor,
las cosas admirables que hizo por los hombres. R.
El convirtió el Mar en tierra firme,
a pie atravesaron el Río.
Por eso, alegrémonos en él,
que gobierna eternamente con su fuerza. R.
Los que temen al Señor, vengan a escuchar,
yo les contaré lo que hizo por mí:
Bendito sea Dios,
que no rechazó mi oración
ni apartó de mí su misericordia. R.
SEGUNDA LECTURA
Entregado a la muerte en su carne,
fue vivificado en el Espíritu
Lectura de la primera carta del apóstol San Pedro 3, 15-18
Queridos hermanos:
Glorifiquen en sus corazones a Cristo, el Señor. Estén siempre dispuestos a defenderse delante de cualquiera que les pida razón de la esperanza que ustedes tienen. Pero háganlo con suavidad y respeto, y con tranquilidad de conciencia. Así se avergonzarán de sus calumnias todos aquellos que los difaman, porque ustedes se comportan como servidores de Cristo. Es preferible sufrir haciendo el bien, si esta es la voluntad de Dios, que haciendo el mal.
Cristo murió una vez por nuestros pecados -siendo justo, padeció por los injustos- para llevarnos a Dios. Entregado a la muerte en su carne, fue vivificado en el Espíritu.
Palabra de Dios.
ALELUIA Jn 14, 23
Aleluia.
Dice el Señor: El que me ama será fiel a mi palabra,
y mi Padre lo amará e iremos a él.
Aleluia.
EVANGELIO
Yo rogaré al Padre,
y Él les dará otro Paráclito
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según San Juan 14, 15-21
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
«Si ustedes me aman, cumplirán mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre, y él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes: el Espíritu de la Verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce. Ustedes, en cambio, lo conocen, porque él permanece con ustedes y estará en ustedes.
No los dejaré huérfanos, volveré a ustedes. Dentro de poco el mundo ya no me verá, pero ustedes sí me verán, porque yo vivo y también ustedes vivirán. Aquel día comprenderán que yo estoy en mi Padre, y que ustedes están en mí y yo en ustedes.
El que recibe mis mandamientos y los cumple, ese es el que me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él.»
Palabra del Señor.
José María Solé-Roma, C.F.M.
HECHOS 8, 5-8. 14-17:
Es una página hermosa de la expansión del Evangelio más allá de Jerusalén y de Judea:
— Y precisamente la persecución en la que ha perdido la vida Esteban servirá de ocasión providencial para que los mensajeros del Evangelio lleven la luz de la fe a nuevas zonas. Les había dicho el Maestro: «Os entregarán a los tribunales, os azotarán en las Sinagogas. Cuando os persigan en una ciudad huid a otra» (Mt 10, 17. 23).
— Fieles a esta norma del Maestro, los perseguidos en Jerusalén «se dispersaron por las regiones de Judea y Samaria; e iban de un lugar a otro predicando la Palabra» (v 4). El diácono Felipe, el más cercano a Esteban (Act 6, 5) en ideología y en espíritu, huyendo de la persecución de Jerusalén se encamina a Samaria. Con su predicación y los milagros que la acompañan gana a los samaritanos a la fe en Jesús-Mesías (5-8). No será ésta la única vez en la historia de la Iglesia en que un plan de persecución y exterminio proyectado por los hombres queda trocado por la Providencia de Dios en plan de gracia y salvación. El Mensaje del Evangelio toma otros caminos. Los mensajeros se desinstalan porque el ímpetu del Espíritu los impele a nuevas conquistas.
— Aquella vez la persecución no iba directamente contra los Apóstoles (8, 1). Estos, más respetuosos con la Ley Mosaica y las Tradiciones que los helenistas, no son molestados en aquel motín que costó la vida a Esteban. Pedro, en su calidad de Pastor supremo, gobierna e inspecciona los nuevos núcleos ocomunidades cristianas que van surgiendo. Conocedor de los éxitos del diácono Filipo en Samaria, se dirige con Juan a la nueva Comunidad para administrar a los neófitos la Confirmación (16), completar la organización y desarrollo de la nueva Comunidad cristiana.
1 PEDRO 3, 15-18:
San Pedro adoctrina a los neófitos y les da normas de conducta para con los perseguidores.
— Bien que la persecución nace de la malicia o de la ignorancia de los perseguidores; mediante ella Dios realiza sus planes salvíficos (17) y trueca en bien lo que los hombres planean para mal. En la persecución se acrisola el cristianismo y brilla con destellos más fúlgidos la fe.
— Cuanto al comportamiento que el cristiano debe tener frente a los enemigos y perseguidores, San Pedro nos proporciona este magnífico programa:
-
- a) Fe consciente, luminosa y radiante: «Siempre dispuestos a dar respuesta a quien os pregunte acerca de la esperanza que profesáis» (15). El cristiano no tiene otras armas que la verdad. Él la expone a vista de todos con hidalguía. Sin orgullo y sin complejos. El mensaje, del Evangelio presentado con nitidez desarma a quienes por ignorancia o prejuicios persiguen a los cristianos. b) A la vez deben proceder con «suavidad y respeto (16a). La verdad se expone, no se impone. El buen cristiano, teólogo, apologista, misionero, testigo, mártir, a los no cristianos y aun a los que ni aceptan el Evangelio ni respetan a los fieles, él debe siempre amarlos y respetarlos. c) Conducta intachable: «Proceded siempre con buena conciencia» (16 b). Tal debe ser la luz de nuestra vida cristiana, que ella por sí sola disipe la niebla de todas las calumnias. Si nos atenemos a este programa seguro que la persecución no será dañosa a los fieles. La primera persecución, la que causó la muerte de Esteban, produjo al poco como fruto la conversión de Saulo, sin duda el más fiero de cuantos se oponían al Protomártir. El Concilio nos recuerda: «Más aún, la Iglesia confiesa que le han sido de mucho provecho y le pueden ser todavía de provecho la oposición y aun la persecución de sus contrarios (G. S. 44). La Iglesia sabe por fe y por experiencia de siglos: Etianpluresefficimurquotiesmetimur a vobis; semen est sanguis cristianorum. (Ter Apolog 5, 103.)
— Notemos también en la pericopa que hoy leemos dos testimonios que nos da Pedro de la divinidad de Cristo: a) Aplica a Cristo-Jesús lo que Isaías (8, 12) dice de Yahvé (15). b) Distingue en Jesús la doble naturaleza: la mortal de su carne y la Divina de su Espíritu (18).
JUAN 14, 15-21:
En el Discurso de despedida Jesús hace a sus discípulos preciosas promesas:
— Promesa de enviarnos el Espíritu Santo: Reitera Jesús esta promesa y denomina con varios títulos al divino Espíritu que el Padre nos dará y que morará siempre en nosotros (16). Es el Espíritu Paráclito: Consolador-Abogado-Defensor. Es el Espíritu de la Verdad (17). Es el Espíritu Santo (26). En el corazón de la Iglesia de Cristo y en el corazón de cada uno de sus fieles mora este divino Espíritu que es luz y verdad, gozo y vigor, santidad y vida inmaculada. Al impulso de este Espíritu la Iglesia y los fieles buscan y alcanzan metas de santidad y de expansión ilimitadas: QuiaDominusJesus, peccatitriumfater et mortis, ascenditsummacoelorum, Mediator Dei et hominum. (Praef.) El Resucitado asiste y está presente a su Iglesia. La victoria del Resucitado garantiza la fe de la Iglesia.
— Promesa de la presencia de Cristo: A la presencia sensible sigue una presencia espiritual y mística, más rica aún que la sensible: «No os dejaré huérfanos; vuelvo a vosotros» (18). Jesús vive glorificado. Y por la fe, el amor y, sobre todo por la Eucaristía, vive en nosotros. Este círculo de amor, de gozo y de vida nunca se interrumpirá: «Yo en el Padre—Vosotros en Mí—Yo en vosotros» (20).
— Promesa del amor del Padre: «El que me ama será amado por mi Padre» (21). El amor del Padre nos llega por Cristo. Un amor tan sincero, seguro y cálido que el Padre hace de nuestras almas su cielo, su más gozosa morada (23).
SOLÉ ROMA, J. M., Ministros de la Palabra. Ciclo A, Herder, Barcelona, 1979, pp. 125-128
San Juan Pablo II
- Promesa y revelación de Jesús durante la Cena pascual
- Cuando ya era inminente para Jesús el momento de dejar este mundo, anunció a los apóstoles « otro Paráclito » (Jn.14,16).16 El evangelista Juan, que estaba presente, escribe que Jesús, durante la Cena pascual anterior al día de su pasión y muerte, se dirigió a ellos con estas palabras: « Todo lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo… y yo pediré al Padre y os dará otro Paráclito para que esté con vosotros para siempre, el Espíritu de la verdad » (Jn.14,13.16ss).17
Precisamente a este Espíritu de la verdad Jesús lo llama el Paráclito, y Parákletosquiere decir « consolador », y también « intercesor » o « abogado ». Y dice que es « otro » Paráclito, el segundo, porque él mismo, Jesús, es el primer Paráclito, 18 al ser el primero que trae y da la Buena Nueva. El Espíritu Santo viene después de él y gracias a él, para continuar en el mundo, por medio de la Iglesia, la obra de la Buena Nueva de salvación. De esta continuación de su obra por parte del Espíritu Santo Jesús habla más de una vez durante el mismo discurso de despedida, preparando a los apóstoles, reunidos en el Cenáculo, para su partida, es decir, su pasión y muerte en Cruz.
Las palabras, a las que aquí nos referimos, se encuentran en el Evangelio de Juan. Cada una de ellas añade algún contenido nuevo a aquel anuncio y a aquella promesa. Al mismo tiempo, están simultáneamente relacionadas entre sí no sólo por la perspectiva de los mismos acontecimientos, sino también por la perspectiva del misterio del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, que quizás en ningún otro pasaje de la Sagrada Escritura encuentran una expresión tan relevante como ésta.
- Poco después del citado anuncio, añade Jesús: « Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo he dicho » (Jn.14,26).19 El Espíritu Santo será el Consolador de los apóstoles y de la Iglesia, siempre presente en medio de ellos—aunque invisible—como maestro de la misma Buena Nueva que Cristo anunció. Las palabras « enseñará » y « recordará » significan no sólo que el Espíritu, a su manera, seguirá inspirando la predicación del Evangelio de salvación, sino que también ayudará a comprender el justo significado del contenido del mensaje de Cristo, asegurando su continuidad e identidad de comprensión en medio de las condiciones y circunstancias mudables. El Espíritu Santo, pues, hará que en la Iglesia perdure siempre la misma verdad que los apóstoles oyeron de su Maestro.
- Los apóstoles, al transmitir la Buena Nueva, se unirán particularmente al Espíritu Santo. Así sigue hablando Jesús: « Cuando venga el Paráclito, que yo os enviaré de junto al Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí. Pero también vosotros daréis testimonio, porque estáis conmigo desde el principio » (Jn.15,26).20
Los apóstoles fueron testigos directos y oculares. « Oyeron » y « vieron con sus propios ojos », « miraron » e incluso « tocaron con sus propias manos » a Cristo, como se expresa en otro pasaje el mismo evangelista Juan (1Jn.1,1-3; 4,14).21 Este testimonio suyo humano, ocular e « histórico » sobre Cristo se une al testimonio del Espíritu Santo: « El dará testimonio de mí ». En el testimonio del Espíritu de la verdad encontrará el supremo apoyo el testimonio humano de los apóstoles. Y luego encontrará también en ellos el fundamento interior de su continuidad entre las generaciones de los discípulos y de los confesores de Cristo, que se sucederán en los siglos posteriores.
Si la revelación suprema y más completa de Dios a la humanidad es Jesucristo mismo, el testimonio del Espíritu de la verdad inspira, garantiza y corrobora su fiel transmisión en la predicación y en los escritos apostólicos, 22 mientras que el testimonio de los apóstoles asegura su expresión humana en la Iglesia y en la historia de la humanidad.
- Esto se deduce también de la profunda correlación de contenido y de intención con el anuncio y la promesa mencionada, que se encuentra en las palabras sucesivas del texto de Juan: « Mucho podría deciros aún, pero ahora no podéis con ello. Cuando venga el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir » (Jn.16,12ss).23
Con estas palabras Jesús presenta el Paráclito, el Espíritu de la verdad, como el que « enseñará » y « recordará », como el que « dará testimonio » de él; luego dice: « Os guiará hasta la verdad completa ». Este « guiar hasta la verdad completa », con referencia a lo que dice a los apóstoles « pero ahora no podéis con ello », está necesariamente relacionado con el anonadamiento de Cristo por medio de la pasión y muerte de Cruz, que entonces, cuando pronunciaba estas palabras, era inminente.
Después, sin embargo, resulta claro que aquel « guiar hasta la verdad completa » se refiere también, además del escándalo de la cruz, a todo lo que Cristo « hizo y enseñó ».24 En efecto, el misterio de Cristo en su globalidad exige la fe ya que ésta introduce oportunamente al hombre en la realidad del misterio revelado. El « guiar hasta la verdad completa » se realiza, pues en la fe y mediante la fe, lo cual es obra del Espíritu de la verdad y fruto de su acción en el hombre. El Espíritu Santo debe ser en esto la guía suprema del hombre y la luz del espíritu humano. Esto sirve para los apóstoles, testigos oculares, que deben llevar ya a todos los hombres el anuncio de lo que Cristo « hizo y enseñó » y, especialmente, el anuncio de su Cruz y de su Resurrección. En una perspectiva más amplia esto sirve también para todas las generaciones de discípulos y confesores del Maestro, ya que deberán aceptar con fe y confesar con lealtad el misterio de Dios operante en la historia del hombre, el misterio revelado que explica el sentido definitivo de esa misma historia.
- Entre el Espíritu Santo y Cristo subsiste, pues, en la economía de la salvación una relación íntima por la cual el Espíritu actúa en la historia del hombre como « otro Paráclito », asegurando de modo permanente la trasmisión y la irradiación de la Buena Nueva revelada por Jesús de Nazaret. Por esto, resplandece la gloria de Cristo en el Espíritu Santo-Paráclito, que en el misterio y en la actividad de la Iglesia continúa incesantemente la presencia histórica del Redentor sobre la tierra y su obra salvífica, como lo atestiguan las siguientes palabras de Juan: « El me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo comunicará a vosotros » (Jn.16,14).25 Con estas palabras se confirma una vez más todo lo que han dicho los enunciados anteriores. « Enseñará …, recordará …, dará testimonio ». La suprema y completa autorrevelación de Dios, que se ha realizado en Cristo, atestiguada por la predicación de los Apóstoles, sigue manifestándose en la Iglesia mediante la misión del Paráclito invisible, el Espíritu de la verdad. Cuán íntimamente esta misión esté relacionada con la misión de Cristo y cuán plenamente se fundamente en ella misma, consolidando y desarrollando en la historia sus frutos salvíficos, está expresado con el verbo « recibir »: « recibirá de lo mío y os lo comunicará ». Jesús para explicar la palabra « recibirá », poniendo en clara evidencia la unidad divina y trinitaria de la fuente, añade: « Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho: Recibirá de lo mío y os lo comunicará a vosotros » (Jn.16,15).26 Tomando de lo « mío », por eso mismo recibirá de « lo que es del Padre ».
A la luz pues de aquel « recibirá » se pueden explicar todavía las otras palabras significativas sobre el Espíritu Santo, pronunciadas por Jesús en el Cenáculo antes de la Pascua: « Os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito; pero si me voy, os lo enviaré; y cuando él venga, convencerá al mundo en lo referente al pecado, en lo referente a la justicia y en lo referente al juicio ».27 Convendrá dedicar todavía a estas palabras una reflexión aparte.
- Padre, Hijo y Espíritu Santo
- Una característica del texto joánico es que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son llamados claramente Personas; la primera es distinta de la segunda y de la tercera, y éstas también lo son entre sí. Jesús habla del Espíritu Paráclito usando varias veces el pronombre personal « él »; y al mismo tiempo, en todo el discurso de despedida, descubre los lazos que unen recíprocamente al Padre, al Hijo y al Paráclito. Por tanto, « el Espíritu … procede del Padre » 28 y el Padre « dará » el Espíritu.29 El Padre « enviará » el Espíritu en nombre del Hijo, 30 el Espíritu « dará testimonio » del Hijo.31 El Hijo pide al Padre que envíe el Espíritu Paráclito,32 pero afirma y promete, además, en relación con su « partida » a través de la Cruz: « Si me voy, os lo enviaré ».33Así pues, el Padre envía el Espíritu Santo con el poder de su paternidad, igual que ha enviado al Hijo,34 y al mismo tiempo lo envía con la fuerza de la redención realizada por Cristo; en este sentido el Espíritu Santo es enviado también por el Hijo: « os lo enviaré ».
Conviene notar aquí que si todas las demás promesas hechas en el Cenáculo anunciaban la venida del Espíritu Santo después de la partida de Cristo, la contenida en el texto de Juan comprende y subraya claramente también la relación de interdependencia, que se podría llamar causal, entre la manifestación de ambos: « Pero si me voy, os le enviaré ». El Espíritu Santo vendrá cuando Cristo se haya ido por medio de la Cruz; vendrá no sólo después, sino como causa de la redención realizada por Cristo, por voluntad y obra del Padre.
- Así, en el discurso pascual de despedida se llega —puede decirse— al culmen de la revelación trinitaria. Al mismo tiempo, nos encontramos ante unos acontecimientos definitivos y unas palabras supremas, que al final se traducirán en el gran mandato misional dirigido a los apóstoles y, por medio de ellos, a la Iglesia: « Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes », mandato que encierra, en cierto modo, la fórmula trinitaria del bautismo: « bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo ».35 Esta fórmula refleja el misterio íntimo de Dios y de su vida divina, que es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, divina unidad de la Trinidad. Se puede leer este discurso como una preparación especial a esta fórmula trinitaria, en la que se expresa la fuerza vivificadora del Sacramento que obra la participación en la vida de Dios uno y trino, porque da al hombre la gracia santificante como don sobrenatural. Por medio de ella éste es llamado y hecho « capaz » de participar en la inescrutable vida de Dios.
- Dios, en su vida íntima, « es amor »,36 amor esencial, común a las tres Personas divinas. EL Espíritu Santo es amor personal como Espíritu del Padre y del Hijo. Por esto « sondea hasta las profundidades de Dios »,37 como Amor-don increado. Puede decirse que en el Espíritu Santo la vida íntima de Dios uno y trino se hace enteramente don, intercambio del amor recíproco entre las Personas divinas, y que por el Espíritu Santo Dios « existe » como don. El Espíritu Santo es pues la expresión personal de esta donación, de este ser-amor.38 Es Persona-amor. Es Persona-don. Tenemos aquí una riqueza insondable de la realidad y una profundización inefable del concepto de persona en Dios, que solamente conocemos por la Revelación.
Al mismo tiempo, el Espíritu Santo, consustancial al Padre y al Hijo en la divinidad, es amor y don (increado) del que deriva como de una fuente (fonsvivus) toda dádiva a las criaturas (don creado): la donación de la existencia a todas las cosas mediante la creación; la donación de la gracia a los hombres mediante toda la economía de la salvación. Como escribe el apóstol Pablo: « El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado » (Rm.5,5).
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16Allonparakleton: Jn 14, 16.
17Jn 14, 13. 16 s.
18 Cf. 1 Jn 2, 1.
19Jn 14, 26.
20Jn 15, 26 s.
21 Cf. 1 Jn 1, 1-3; 4,14.
22 « La revelación que la Sagrada Escritura contiene y ofrece ha sido puesta por escrito bajo la inspiración del Espíritu Santo », por lo tanto la misma sagrada Escritura « se ha de leer con el mismo Espíritu con que fue escrita »: Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Dei Verbum, sobre la divina revelación, 11. 12.
23Jn 16, 12 s.
24Act 1, 1.
25Jn 16,14.
26Jn 16, 15.
27Jn 16, 7s.
28Jn 15, 26.
29Jn 14, 16.
30Jn 14, 26.
31Jn 15, 26
32Jn 14, 16.
33Jn 16, 7.
34 Cf. Jn 3, 16 s., 34; 6, 57; 17, 3. 18. 23.
35 Mt 28, 19.
36 Cf. 1 Jn 4, 8. 16.
37 1 Cor 2, 10.
38 Cf. S. Tomás De Aquino, SummaTheol. Ia, qq. 37-38.
39Rm 5, 5.
San Agustín
TRATADO 74
ACERCA DE LAS PALABRAS: “SI MB AMÁIS, OBSERVAD MIS MANDATOS”,
HASTA: “PERMANECERÁ CON VOSOTROS Y ESTARÁ DENTRO DE VOSOTROS”
- En la lectura del evangelio hemos oído estas palabras del Señor: Si me amáis, observad mis mandatos, y yo rogaré al Padre y os dará otro consolador para que esté con vosotros eternamente: el Espíritu de verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no le ve ni le conoce. Pero vosotros le conoceréis, porque morará con vosotros y estará dentro de vosotros. Muchas son las cosas que hay que indagar en estas breves palabras del Señor; pero mucho es para nosotros buscar todas las cosas que hay que buscar en ellas o hallar todas las cosas que en ellas buscamos. No obstante, prestando atención a lo que nosotros debemos decir y vosotros debéis oír, según lo que el Señor se digna concedernos y de acuerdo con nuestra capacidad y la vuestra, recibid, carísimos, lo que nosotros os podemos decir, y pedidle a Él lo que nosotros no os podemos dar. Cristo prometió el Espíritu Santo a los apóstoles, pero debemos advertir de qué modo se lo ha prometido. Dice: Si me amáis, guardad mis mandatos, y yo rogaré al Padre y os dará otro consolador, que es el Espíritu de verdad, para que permanezca con vosotros eternamente. Este es, sin duda, el Espíritu Santo de la Trinidad, al que la fe católica confiesa coeterno y consustancial al Padre y al Hijo, y el mismo de quien dice el Apóstol: La caridad de Dios ha sido derramada en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado. ¿Por qué, pues, dice el Señor: Si me amáis, guardad mis mandatos, y yo rogaré al Padre y os dará otro consolador, cuando dice que, si no tenemos al Espíritu Santo, no podemos amar a Dios ni guardar sus mandamientos? ¿Cómo hemos de amar para recibirlo, si no podemos amar sin temerlo? ¿O cómo guardaremos los mandamientos para recibirlo, si no es posible observarlos sin tenerle con nosotros? ¿Acaso debe preceder en nosotros el amor que tenemos a Cristo, para que, amándole y observando sus preceptos, merezcamos recibir al Espíritu Santo a fin de que no ya la caridad de Cristo, que ha precedido, sino la caridad del Padre se derrame en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo, que nos ha sido dado? Perversa es esta sentencia. Quien cree amar al Hijo y no ama al Padre, no ama verdaderamente al Hijo, sino lo que él se ha imaginado. Porque nadie, dice el Apóstol, puede pronunciar el nombre de Jesús si no es por el Espíritu Santo. ¿Y quién dice Señor Jesús del modo que dio a entender el Apóstol sino aquel que le ama? Muchos lo pronuncian con la lengua y lo arrojan del corazón y de sus obras, conforme de ellos dijo el Apóstol: Confiesan conocer a Dios, pero con sus hechos lo niegan. Luego, si con los hechos se niega, sin duda también con los hechos se habla. Nadie, pues, puede pronunciar con provecho el nombre del Señor Jesús con la mente, con la palabra, con la obra, con el corazón, con la boca, con los hechos, sino por el Espíritu Santo; y de este modo solamente lo puede decir el que ama. Y ya de este modo decían los apóstoles: Señor Jesús. Y si lo pronunciaban sin fingimiento, confesándolo con su voz, con su corazón y con sus hechos; es decir, si con verdad lo pronunciaban, era ciertamente porque amaban. Y ¿cómo podían amar sino por el Espíritu Santo? Con todo, a ellos se les manda amarle y guardar sus mandatos para recibir al Espíritu Santo, sin cuya presencia en sus almas no pudieran amar y observar los mandamientos.
- No nos queda más que decir que el que ama tiene consigo al Espíritu Santo, y que teniéndole merece tenerle más abundantemente, y que teniéndole con mayor abundancia, es más intenso su amor. Ya los discípulos tenían consigo al Espíritu Santo, que el Señor prometía, sin el cual no podían llamarle Señor; pero no lo tenían aún con la plenitud que el Señor prometía. Lo tenían y no lo tenían, porque aún no lo tenían con la plenitud con que debían tenerlo. Lo tenían en pequeña cantidad, y había de serles dado con mayor abundancia. Lo tenían ocultamente, y debían recibirlo manifiestamente; porque es un don mayor del Espíritu Santo hacer que ellos se diesen cuenta de lo que tenían. De este don dice el Apóstol: Nosotros no hemos recibido el espíritu de este mundo, sino el Espíritu que procede de Dios, para conocer los dones que Dios nos ha dado. Y no una, sino dos veces les infundió el Señor manifiestamente al Espíritu Santo. Poco después de haber resucitado, dijo soplando sobre ellos: Recibid al Espíritu Santo. ¿Acaso por habérselo dado entonces no les envió después también al que les había prometido? ¿O no es el mismo Espíritu Santo el que entonces les insufló y el que después les envió desde el cielo? De aquí nace otra cuestión: por qué esta donación, que hizo manifiestamente, la hizo dos veces. Quizá en atención a los dos preceptos del amor: el amor de Dios y el amor del prójimo; y para que entendamos que al Espíritu Santo pertenece el amor, hizo esta doble manifestación de su donativo. Y si otra causa hubiera de buscarse, no por eso hemos de prolongar esta plática más de lo conveniente, con tal que tengamos bien presente que, sin el Espíritu Santo, nosotros no podemos amar a Cristo ni guardar sus mandamientos, y que tanto menos podremos hacerlo cuanto menos de El tengamos, y que lo haremos con tanta mayor plenitud cuanto más de El participemos. Por consiguiente, no sin motivo se promete no sólo al que no le tiene, sino también al que le tiene: al que no le tiene, para que le tenga, y al que ya le tiene, para que le tenga con mayor abundancia. Porque, si uno no pudiera tenerle más abundantemente que otro, no hubiera dicho Elíseo al santo profeta Elías: El Espíritu, que está en ti, hágase doble en mí.
- Cuando Juan Bautista dijo que Dios no da el Espíritu con medida, hablaba del mismo Hijo de Dios, al cual no le fue dado con medida, porque en El habita toda la plenitud de la Divinidad. Ni aun el hombre Cristo Jesús sería el mediador entre Dios y los hombres sin la gracia del Espíritu Santo, pues El mismo afirma que en Él tuvo su cumplimiento aquel dicho profético: El Espíritu del Señor ha venido sobre mí; por lo cual me ha ungido y me ha enviado a evangelizar a los pobres. La igualdad que tiene con el Padre, no la tiene por gracia, sino por naturaleza; pero la elevación del hombre a la unidad de persona en el Unigénito no es efecto de la naturaleza, sino de la gracia, como lo atesta el Evangelio, diciendo: Mas el Niño crecía y se fortalecía lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba en El. A todos los demás se les da con medida, y después de dado se les vuelve a dar, hasta llenar en cada uno la medida de su perfección. Y por esta razón exhorta el Apóstol a no saber más de lo que conviene saber, sino saber con moderación según la medida de la fe que Dios ha distribuido a cada uno. No se divide con esto el Espíritu; se dividen los dones dados por el Espíritu, porque hay diversidad de dones, pero el Espíritu es siempre el mismo.
- Con estas palabras: Yo rogaré al Padre y Él os dará otro paráclito, declara que también Él es Paráclito, que en latín quiere decir abogado. Y de Cristo se ha dicho que tenemos por abogado ante el Padre a Jesucristo, justo. Y en este sentido dijo que el mundo no era capaz de recibir al Espíritu Santo, conforme lo que estaba escrito: La prudencia de la carne es enemiga de Dios, porque no está ni puede estar sometida a la ley; como si dijera que la injusticia no puede ser justa. Llama mundo en este lugar a los amadores del mundo, cuyo amor no procede del Padre. Y, por lo tanto, el amor de Dios, derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado, es contrario al amor de este mundo, que tratamos de disminuir y desterrar de nosotros. El mundo, pues, no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce, porque el amor mundano no tiene esos ojos espirituales, sin los cuales no es posible ver al Espíritu Santo, que es invisible a los ojos de la carne.
- En cambio, dice: Vosotros lo conoceréis, porque permanecerá con vosotros y estará dentro de vosotros. Estará dentro de ellos para permanecer con ellos; no permanecerá con ellos para estar en ellos, porque primero hay que estar en un lugar para permanecer en él. Pero para que entendiésemos que, al decir que permanecerá con vosotros, no era una permanencia semejante a la de un huésped en la casa, explicó esa permanencia añadiendo que estará dentro de vosotros. Es invisiblemente visible y no podemos conocerlo si no está dentro de nosotros. De este modo vemos dentro de nosotros nuestra propia conciencia; vemos el rostro de los otros, pero no vemos el nuestro; vemos, en cambio, nuestra conciencia y no vemos la de los otros. Pero la conciencia no tiene existencia fuera de nosotros, y el Espíritu Santo existe también sin nosotros y se da para estar dentro de nosotros. No obstante, no podemos verlo y conocerlo como debe ser visto y conocido si no está dentro de nosotros.
SAN AGUSTÍN, Tratados sobre el Evangelio de San Juan (t. XIV), Tratado 74, 1-5, BAC Madrid 19652, 335-41
Guión del Domingo VI de Pascua – Ciclo A
14 de Mayo 2023
Entrada:
Unámonos al Corazón de Cristo en esta Santa Misa y recojamos su Palabra de Verdad, la consoladora promesa de su Espíritu Santo, Don que nos conduce hasta la vida Eterna.
Liturgia de la Palabra
1° Lectura: Hechos 8, 5- 8. 14- 17
Los samaritanos reciben la predicación de los apóstoles con entera docilidad, por eso reciben al Espíritu Santo por la imposición de las manos.
Salmo Responsorial: 65
2° Lectura: 1 Pedro 3, 15- 18
El cristiano tiene que dar razón de la esperanza de la que goza, y así confesar el Nombre de Cristo, aún en medio de la persecución.
Evangelio: Juan 14, 15- 21
Cristo promete al Paráclito. Es el Espíritu Santo consolador que está con nosotros para hacernos comprender la íntima relación entre el Padre, el Hijo y nosotros.
Preces:
Hermanos, confiando en las cosas admirables que hace el Señor por los hombres nos animamos a decirle:
A cada intención respondamos cantando:
+ Por la extensión de la Santa Iglesia, para que abrace nuevos pueblos en la fe de su Señor Resucitado. Oremos
+ Por todas las almas que buscan a Dios, para que se abran a sus inspiraciones que su Divina misericordia les envía para su salvación eterna. Oremos.
+ Por todos los miembros de nuestra familia religiosa, especialmente por aquellos que colaboran en la misión ad gentes y los que están en lugares de conflictos y guerra. Oremos.
+ Para que cada uno de nosotros avive en su interior la sed de Dios en la oración y sepa saciarse de El por medio de la Sagrada Escritura y de los sacramentos . Oremos.
Anhelando la presencia del Espíritu consolador, te pedimos Señor que nos asistas con tu poder en nuestras necesidades. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Liturgia Eucarística
Ofertorio:
Presentamos a Dios nuestro Padre ante su santo altar:
* Incienso y nuestra oración por los más necesitados de la Misericordia de Dios.
* Pan y vino, substancias que han de convertirse, mediante las palabras consagratorias, en el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
Comunión:
El Corazón de Jesús es la fuente inexhausta donde podemos saciar nuestra profunda sed de intimidad con Dios. Y El mismo nos ofrece este don en la Santa comunión.
Salida:
Con María Santísima anunciemos con alegría la presencia de Jesús Resucitado para que todos los hombres conozcan la fuerza de su resurrección en sus propias almas.
(Gentileza del Monasterio “Santa Teresa de los Andes” (SSVM) _ San Rafael _ Argentina)
CARTA DE JESÚS
Querido Amigo: ¿Cómo estás?
Te escribo esta carta porque quiero decirte cuanto te amo y me preocupo por ti y cuán grande es mi deseo de ayudarte.
Te vi ayer hablando con tus amigos y a lo mejor querías hablarme también. Esperé todo el día. Al llegar la tarde te di una hermosa puesta de sol para cerrar tu día y una fresca brisa para tu descanso después de un día tan fatigoso y esperé… pero nunca viniste. Si claro, me dolió pero aun te amo y quiero ser tu amigo.
Te vi dormir anoche y quise tocar tu frente, envié rayos de luna que cubrieron tu almohada y tu cara, para ver si te despertabas para hablar contigo, pero no, seguías en tu sueño. ¡Tengo tantos dones que darte! pero en la mañana era tarde y te fuiste apresurado a Trabajar. Mis lágrimas se mezclaron con la lluvia que caía.
Hoy te veo triste, preocupado, solo, ¡Tan solo! Mi corazón comprende. También mis amigos me abandonaron y me lastimaron, pero yo te amo.
¡Oh, si tan sólo me escuchara! ¡TE AMO! Trato de decírtelo por medio del cielo azul y de los verdes prados. Te hablo al oído a través de las hojas de los árboles y el olor de las flores. Grito en los riachuelos de las montañas, doy a los pajaritos cantos de amor solo para ti. Te visto con el calor del sol. Te perfumo el aire con el aroma de la naturaleza. Mi amor por ti es más profundo que el mar, pero mayor y más grande es mi deseo de hablar y caminar contigo.
Yo sé cuan duro es vivir en la tierra, realmente lo sé y quiero ayudarte, si tan sólo tú me dejaras, demostrártelo.
Quisiera que conocieras a mi Padre, el desea ayudarte también. Mi Padre es así, ya tú le conocerás y le amaras igual que yo.
Llámame a cualquier hora del día o de la noche, pues yo nunca duermo y siempre te responderé; pídeme lo que quieras que si es para tu beneficio, yo te lo daré, habla conmigo, desahoga tus angustias y ansiedades; que yo siempre tengo tiempo para ti. ¡Por favor no te olvides de mi, tengo tanto que compartir contigo!
Ya no te molesto más. Se que tienes mucho que hacer. Perdona que te haya tomado tanto tiempo, pero no podía esperar más sin dejarte saber que te amo y te espero…….
Tu amigo fiel,
JESÚS DE NAZARET