PRIMERA LECTURA
Reuniré el resto de mis ovejas
y suscitaré para ellas pastores
Lectura del libro de Jeremías 23, 1-6
¡Ay de los pastores que pierden y dispersan el rebaño de mi pastizal! —oráculo del Señor—.
Por eso, así habla el Señor, Dios de Israel, contra los pastores que apacientan a mi pueblo: Ustedes han dispersado mis ovejas, las han expulsado y no se han ocupado de ellas. Yo, en cambio, voy a ocuparme de ustedes, para castigar sus malas acciones —oráculo del Señor—.
Yo mismo reuniré el resto de mis ovejas, de todos los países adonde las había expulsado, y las haré volver a sus praderas, donde serán fecundas y se multiplicarán. Yo suscitaré para ellas pastores que las apacentarán; y ya no temerán ni se espantarán, y no se echará de menos a ninguna —oráculo del Señor—.
Llegarán los días —oráculo del Señor- en que suscitaré para David un germen justo; Él reinará como rey y será prudente, practicará la justicia y el derecho en el país. En sus días, Judá estará a salvo e Israel habitará seguro.
Y se lo llamará con este nombre: «El Señor es nuestra justicia».
Palabra de Dios.
Salmo responsorial 22, 1-6
R. El Señor es mi pastor, nada me puede faltar.
El Señor es mi pastor, nada me puede faltar.
Él me hace descansar en verdes praderas,
me conduce a las aguas tranquilas
y repara mis fuerzas. R.
Me guía por el recto sendero, por amor de su Nombre.
Aunque cruce por oscuras quebradas,
no temeré ningún mal, porque Tú estás conmigo:
tu vara y tu bastón me infunden confianza. R.
Tú preparas ante mí una mesa,
frente a mis enemigos;
unges con óleo mi cabeza
y mi copa rebosa. R.
Tu bondad y tu gracia me acompañan
a lo largo de mi vida;
y habitaré en la Casa del Señor,
por muy largo tiempo. R.
SEGUNDA LECTURA
Cristo es nuestra paz: Él ha unido
a los dos pueblos en uno solo
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Éfeso 2, 13-18
Hermanos:
Ahora, en Cristo Jesús, ustedes, los que antes estaban lejos han sido acercados por la sangre de Cristo.
Porque Cristo es nuestra paz: Él ha unido a los dos pueblos en uno solo, derribando el muro de enemistad que los separaba, y aboliendo en su propia carne la Ley con sus mandamientos y prescripciones.
Así creó con los dos pueblos un solo Hombre nuevo en su propia persona, restableciendo la paz, y los reconcilió con Dios en un solo Cuerpo, por medio de la cruz, destruyendo la enemistad en su persona.
Y Él vino a proclamar la Buena Noticia de la paz, paz para ustedes, que estaban lejos, paz también para aquellos que estaban cerca. Porque por medio de Cristo, todos sin distinción tenemos acceso al Padre, en un mismo Espíritu.
Palabra de Dios.
Aleluia Jn 10, 27
Aleluia.
«Mis ovejas escuchan mi voz,
Yo las conozco y ellas me siguen», dice el Señor.
Aleluia.
EVANGELIO
Eran como ovejas sin pastor
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 6, 30-34
Al regresar de su misión, los Apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado.
Él les dijo: «Vengan ustedes solos a un lugar desierto, para descansar un poco». Porque era tanta la gente que iba y venía, que no tenían tiempo ni para comer. Entonces se fueron solos en la barca a un lugar desierto. Al verlos partir, muchos los reconocieron, y de todas las ciudades acudieron por tierra a aquel lugar y llegaron antes que ellos.
Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato.
Palabra del Señor.
Sobre la Primera Lectura (Jr. 23, 1-6)
Los Profetas siempre traen mensajes salvíficos. Jeremías, el que más ha insistido en el inexorable castigo, nos deja también su mensaje de Consolación.
– Jeremías lamenta la triste suerte de su pueblo. Hace ya más de un siglo que carece de pastores. Los Reyes de la Casa de David hacen alianzas con Egipto y con Asiria y con ello dan entrada a los cultos idolátricos. Y siempre tienen un coro de falsos profetas que adulan y aplauden esta diplomacia antiyahvista. Los que debían ser pastores se truecan en mercenarios y aun en lobos. Jeremías anuncia los castigos más severos a estos sucesores de David (22, 13-19) y a estos profetas que desvían a su pueblo (23, 9-38).
– Los castigos de Dios no son de exterminio, sino de purificación. De ahí que después del castigo Dios hará misericordia con el ‘resto’. Tras el Destierro los retornará a la Patria, les enviará pastores dignos de tal nombre.
– Pero lo más interesante en el presente oráculo es la Promesa del Mesías-Pastor: ‘He aquí que vendrán días, oráculo de Yahvé, en los que Yo suscitaré a David un vástago justo, el cual reinará como Rey y obrará como Sabio y establecerá la justicia y el derecho en la tierra. En sus días se salvará Judá, Israel habitará seguro. Y es éste el nombre con que le llamarán: Yahvé-Nuestra-Justicia’ (23, 6). Se nos promete, pues, al Mesías como vástago de David. Este Pastor Davídico es: Rey sabio, Rey prudente, Rey Salvador. El nombre del Mesías Davídico, que era ‘Emmanuel’ en boca de Isaías, ahora es: ‘Yahvé-Nuestra-Justicia’. Y dado que ‘justicia’ es en los Profetas equivalente a ‘Salvación’, el nombre de nuestro Pastor será: ‘Yahvé-Nuestra-Salvación’. Con esto coincide el nombre de ‘Jesús’: ‘Le pondrás por nombre Jesús, pues El ‘sa1vará’ a su pueblo de sus pecados’ (Mt. 1, 21). A esta profecía mira Jesús cuando se define a Sí mismo: Yo soy el Buen Pastor’ (Jn. 10, 11).
Sobre la Segunda Lectura(Efesios 2, 13-18)
Cuanto los Profetas preanunciaron del Mesías Pastor Davídico nos lo ha traído sobreabundantemente Cristo Jesús:
– Nosotros todos, pecadores y merecedores de la ira de Dios, quedamos ya por siempre en Cristo reconciliados con el Padre: ‘Nos reconcilio con Dios por la Cruz. Por Cristo tenemos todos acceso en un solo Espíritu al Padre’ (16. 18).
– Los hombres, fieramente enemistados en guerras de orgullo, egoísmos y ambiciones, separados por muros infranqueables de raza, de lengua, de cultura, de religión, ahora por Cristo somos todos hermanos e hijos de Dios. Concretamente nos dice el Apóstol: el muro simbólico que en el Templo dividía el atrio de los judíos del de los gentiles y el óbice insuperable-la Ley-han caído. ‘Cristo es nuestra paz; el que de ambos pueblos hizo uno y destruyó el muro infranqueable interpuesto: la enemistad. Y en su carne (con su muerte) abolió la Ley’ (14. 15). Traicionamos a Cristo cuando reavivamos enemistades de orgullo o disgregaciones raciales: ¡Cristo es nuestra Paz!
– Esta unión por ser en Cristo es tan íntima, que El y nosotros formamos un único Cristo. ‘Y así, hechas las paces (entre judíos y gentiles), unió a los dos en Sí mismo en un solo hombre nuevo. Los unió a ambos en un solo cuerpo. (15. 16).
– Somos todos un Cuerpo del que Cristo es la Cabeza. Somos todos una Iglesia de la que Cristo es Esposo. Todos vivimos la misma vida en Cristo y en la Iglesia Y dado que nobleza obliga, la oración de hoy es: ‘Concédenos, Señor, a los que nos honramos con la dignidad cristiana que rechacemos lo incompatible con este nombre y aceptemos rodas sus exigencias’ (Colecta).
Sobre el Evangelio (Mc. 6, 30-34)
Es una página bellísima de la pedagogía con que Jesús educa a sus Apóstoles:
– Convivencia y diálogo: ‘Vuelven a reunirse los Apóstoles con Jesús y le cuentan lo que han hecho y lo que han predicado’ (30). Vemos cómo la autoridad de Jesús no es en forma de imposición. Ni la obediencia de los Apóstoles es meramente pasiva. Jesús y sus enviados, en diálogo pastoral. Esta sencillez de Jesús es una norma para el ejercicio de la autoridad. Y este comportamiento de los Apóstoles es ejemplo de sinceridad, lealtad y responsabilidad.
– Retiro y Soledad: Jesús sabe que su tarea principal es formar al grupo de los Doce. Los toma consigo y van en busca de paz. Jesús buscaba reiteradamente estos retiros para darse más plenamente a sus Apóstoles. La tarea más urgente y de influjo más eficaz es siempre la formación del Apóstol. Paulo VI les recuerda a los Obispos: ‘Sabéis que lo mejor de vuestro corazón, de vuestras atenciones se lo debéis a los sacerdotes y a los jóvenes que se preparan para serlo’ (24-VI-67).
– Cuantos pastorean el rebaño de Cristo deben tener las entrañas de compasión del Sumo Pastor: ‘Sintió compasión de ellos porque eran como ovejas sin pastor. Y se puso a adoctrinarles sosegadamente'(34). Pastoreemos con amor y celo las ovejas de Cristo: ‘A ejemplo de Cristo, el sacerdote vaya al encuentro de los pobres, de los trabajadores, de todos aquellos que se encuentran en angustia y miseria. Pero no olviden tampoco a aquellos que siendo ricos de bienes de fortuna son con frecuencia los más pobres de alma’ (Pío XII: Menti Nostrae). Y con la humildad del Crisóstomo examinemos nuestros deberes pastorales: ‘Temo irritar al Pastor Cristo si por culpa mía, por mi negligencia, enflaquece el rebaño que El me confió’ (De Sac).
(SOLÉ ROMA, J. M., Ministros de la Palabra. Ciclo B, Herder, Barcelona, 1979)
P. José A. Marcone, I.V.E.
“Tuvo compasión de ellos”
(Mc.6,30-34; Mt.9,36-10,8)
Introducción
El evangelio de hoy está todo él orientado a presentarnos el modelo de Pastor, que es Jesús. La primera lectura, tomada del profeta Jeremías, nos confirma la orientación del evangelio. En ella, además de presentarnos los malos ejemplos de los malos pastores, nos presenta al futuro Mesías, que será el Buen Pastor, Jesucristo, hijo de David: “Llegarán los días —oráculo del Señor- en que suscitaré para David un germen justo; Él reinará como rey y será prudente, practicará la justicia y el derecho en el país. En sus días, Judá estará a salvo e Israel habitará seguro” (Jer.23,5-6).
- La compasión de Jesús
¿Y cuál es la característica más saliente de este Buen Pastor según el texto de San Marcos? La compasión: “Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor” (Mc.6,34). Sería mejor traducir “sintió compasión” de la gente o, mejor, “se movió a compasión”. El verbo griego que aquí se usa (splagjnídsomai) viene de un sustantivo (splágjnon) que significa lo más íntimo del ser, el corazón; y también: cariño, amor entrañable . Esta es la palabra que usa Zacarías en el Benedictus cuando quiere expresar “la entrañable misericordia de nuestro Dios” (Lc.1,78; dià splágjna eléous Theoû), aunque en realidad habría que traducir “la misericordiosa ternura de Dios”, como traduce el Diccionario Conciso recién citado. “Sintió compasión”, quiere decir, entonces, que Jesús se conmovió en lo más íntimo de su corazón, con gran amor y ternura, y con entrañable cariño. Todos esos movimientos del alma implica el verbo griego usado aquí.
En el evangelio de San Mateo se usa esta misma expresión para expresar el mismo sentimiento de Cristo, usando el mismo verbo, pero agregando algunas precisiones más respecto a las ovejas, es decir, al alma de la gente que conformaba la muchedumbre: “Al ver la muchedumbre, sintió compasión de ella, porque estaban vejadas y abatidas como ovejas que no tienen pastor” (Mt.9,36). Precisa, entonces, el texto de San Mateo que Jesús percibió que sus ‘ovejas’ estaban ‘vejadas y oprimidas’.
¿Cuál es, entonces, la razón de este sentimiento tan hondo de Jesús? Porque veía a las personas que estaban delante de Él, que conformaban una muchedumbre, “vejadas y abatidas”, dice el Evangelio de San Mateo. Es decir que Jesús las veía mortificadas, ultrajadas, injuriadas, heridas (que es lo que significa ‘vejadas’). También las veía desanimadas, desalentadas, apesadumbradas (que es lo que significa ‘abatidas’).
¿Y porqué estaban así las personas que estaban ante Jesús? “Porque estaban como ovejas sin pastor”, dicen Marcos y Mateo. ¿Y qué significa para una oveja estar sin pastor? Fundamentalmente dos cosas: 1. No tener nadie que las guíe por el sendero correcto para ir a pastear y tomar agua. 2. No tener nadie que las encierre en el redil para guardarlas de noche, nadie que las cure de sus heridas y de sus enfermedades. Es decir, que las personas estaban como ovejas sin pastor porque no tenían quién guíe su espíritu, es decir, no tenían a nadie que les enseñe y las guíe por el camino del bien. Y al mismo tiempo estaban con grandes necesidades corporales: eran pobres, muchas estaban enfermas e incluso con hambre.
Es decir que Jesús sintió en lo más profundo de su corazón una compasión y una pena llena de ternura porque veía a una gran cantidad de personas que no tenían a nadie que les enseñe las verdades fundamentales para llegar a la vida eterna, veía que no tenían a nadie que los guíe por el camino que lleva al cielo, a la salvación eterna. Y además los veía llenos de necesidades corporales, con hambre, enfermos, abatidos.…
En efecto, “mientras los saduceos y sumos sacerdotes se entregaban al negocio o a la política, y los fariseos se daban a sus meticulosas observancias, y los escribas se ocupaban en su ratera casuística, el pobre ‘pueblo de la tierra’ se hallaba en el deplorable estado que tan hondamente conmovió el Corazón del divino Maestro. Si “las turbas… andaban… como ovejas que no tenían pastor”, señal era que o no había pastores o los pastores no cuidaban de las ovejas”.
¿Y qué hace Jesús para solucionarle estas dos grandes causas de su desánimo y abatimiento? Para responder correctamente a esta pregunta tenemos que tener en cuenta los distintos contextos en que esta frase es dicha en San Mateo y en San Marcos.
- Los frutos de la compasión en el evangelio de San Mateo
En San Mateo la frase es dicha previamente a la exhortación a pedir misioneros al Padre y al envío de los apóstoles a la misión. En efecto, al v. 9,36, recién citado, sigue el trozo de 9,37 – 10,1: “Entonces dice a sus discípulos: «La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies.» Y llamando a sus doce discípulos, les dio poder sobre los espíritus inmundos para expulsarlos, y para curar toda enfermedad y toda dolencia. Los nombres de los doce Apóstoles son éstos: primero Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo el publicano; Santiago el de Alfeo y Tadeo; Simón el Cananeo y Judas el Iscariote, el mismo que le entregó. A estos doce envió Jesús”.
Por lo tanto, lo primero que hace Jesús ante esta situación de los fieles, que se encuentran vejados y abatidos porque no tienen quien las proteja y las guíe es darles sacerdotes. Los Doce que nombra San Mateo son los que serán ordenados presbíteros y obispos la noche de la Última Cena. La intención de Jesucristo al dar sacerdotes a la gente es la de darles personas que puedan consolar a todos los que están cansados, ultrajados y abatidos. ¡Qué hermosa visión del sacerdocio, si lo vemos como aquel que consuela al Pueblo de Dios! ¡Y qué hermosa la misión la del sacerdote, la misión de consolar a su pueblo!
Pero…¿cómo consuela el sacerdote a su pueblo? El texto de San Mateo nos narra lo que Jesús hizo y dijo para que el sacerdote pueda cumplir su misión de ser buen pastor, es decir, de consolar a los cansados, ultrajados y abatidos: “Les dio el poder de expulsar a los espíritus impuros y de curar cualquier enfermedad o dolencia. (…) Jesús los envió con las siguientes instrucciones: “ (…) Por el camino, proclamad que el Reino de los Cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, purificad leprosos, expulsad demonios” (Mt.10,1.5.7-8).
El primer modo con el que el sacerdote consuela el alma del pueblo afligido es actuando sobre sus heridas y dolores psíquicos, dolores del alma: “Les dio poder para curar cualquier enfermedad o dolencia”. ¡Cuántas almas han recobrado la paz y la alegría luego de una conversación con un sacerdote! El sacerdote, con sus palabras de aliento y sus consejos, arroja aceite sobre las heridas del alma y ese aceite calma el dolor de las heridas y las hace cicatrizar, le da la paz al alma.
También consuela el alma de los fieles a través de su asistencia corporal: “Curad enfermos, resucitad muertos, purificad leprosos”. ¡Cuántas personas han recobrado el ánimo y se han visto restauradas por la acción que los sacerdotes han hecho sobre sus cuerpos heridos o enfermos! Pensemos en San José Benito Cottolengo, con su inmensa obra caritativa en Turín; o en San Luis Orione, que multiplicó los hogares de discapacitados en todo el mundo; o en San Alberto Hurtado, con su vasta obra de caridad en Chile. Y esto por nombrar sólo a tres de la inmensa pléyade de sacerdotes católicos que han consagrado sus vidas a curar el cuerpo de sus hermanos.
Pero la misión de consolar del sacerdote se ejerce de una manera plena cuando da Dios al alma vejada y abatida: “Les dio poder sobre los espíritus inmundos para expulsarlos”, para que Dios pueda habitar en sus almas, una vez exorcizados. “Al sacerdote confió Cristo la administración de sus sacramentos, que son en su Iglesia el medio por excelencia, y el camino ordinario de la efusión de la Gracia. El bautismo que lo incorpora al Cuerpo Místico, y que sólo en caso de grave necesidad puede ser conferido por laicos; la celebración de la Santa Misa, que es la renovación en nuestros altares del sacrificio de la Cruz, el acto más excelente que se realiza bajo los cielos, el acto que mayor gloria da al Padre, más que todos los trabajos apostólicos, los sacrificios, las oraciones… y este acto, el centro de la vida cristiana, sólo puede ser realizado por los sacerdotes; la Eucaristía, participación del santo Sacrificio, sólo las manos sacerdotales pueden distribuirla; la purificación de las almas manchadas por el pecado ha sido confiada al sacerdote; y no menos sólo él puede ungir los cuerpos con el óleo del perdón; bendecir el matrimonio; predicar con autoridad la palabra de Cristo.”
- Los frutos de la compasión en el evangelio de San Marcos
En el evangelio de San Marcos, que hemos leído hoy, la frase está puesta en otro contexto. En efecto, la frase está dicha al finalizar la misión a la que habían sido enviados los Doce (mientras que en Mateo, como vimos, está puesta al iniciar dicha misión). También al finalizar la misión lo más profundo del corazón de Jesús se conmueve ante la realidad de abandono espiritual y corporal en que se encuentra el pueblo de Dios. El contexto en San Marcos le agrega a la compasión de Jesús algunos matices importantes. En primer lugar, la compasión de Jesús nace en un momento en el que Él mismo y sus apóstoles están muy cansados: “Porque era tanta la gente que iba y venía, que no tenían tiempo ni para comer”, dice textualmente Mc.6,31. Ni siquiera el intensísimo trabajo pastoral impide que el corazón de Jesús se conmueva por sus almas. Además, en ese momento se están disponiendo a tomarse un tiempo de descanso corporal y refección espiritual, ampliamente merecido después de tanto trabajo. No prevaleció en el alma de Jesús la decepción de ver esfumarse el poco tiempo de descanso que tenían, sino la compasión, porque los veía desorientados y afligidos ‘como ovejas sin pastor’. La generosidad de Jesús no tiene límites.
¿Y qué hizo Jesús, según San Marcos, para solucionar la situación de abandono y aflicción de su pueblo? “Se puso a enseñarles muchas cosas” (Mc.6,34). Otros traducen: “Se puso a enseñarles largamente”, o “…por largo rato”. Una cosa implica a la otra: si les enseñó muchas cosas no pudo haber sido en poco tiempo; y si les enseñó por largo rato, les tuvo que haber enseñado hartas cosas. Jesús estuvo enseñándoles muchas cosas hermosas y útiles para la salvación eterna durante un largo rato, a pesar del cansancio, a pesar del descanso que estaba ya al alcance de la mano y desapareció. Jesús, entonces, ejerce su labor de buen pastor consolando a las almas a través de la enseñanza de las verdades de Dios que las guiarán al consuelo definitivo, que es el cielo.
Sin embargo, la reacción de Jesús ante la realidad de esas ovejas cansadas y abatidas no se acaba en enseñarles verdades divinas sino que se extiende a saciarles el hambre corporal. En efecto, inmediatamente después del texto de San Marcos que hemos leído hoy, el evangelista narra la multiplicación de cinco panes y dos peces que sació a cinco mil hombres (cf. Mc.6,35-44). Jesús es buen pastor consolando también con la preocupación corporal por su pueblo.
Conclusión
- La primera reacción de Nuestro Señor Jesucristo ante masas de hombres que están devastadas y abatidas a causa de su falta de conocimiento de las cosas de Dios fue la de conmoverse en lo más íntimo de su corazón, con gran amor y ternura, y con entrañable cariño (verbo splagjnídsomai). El cristiano de hoy debe tener la misma reacción ante la devastada situación espiritual de la sociedad de hoy. Jesucristo no tuvo una reacción de amargura, o de pesimismo, o de desesperanza. Tampoco el cristiano debe tener esas reacciones ante la situación de descristianización del mundo.
- Esa compasión de Jesús fue muy fecunda. En primer lugar lo llevó a rogar a Dios que enviara sacerdotes y a organizar la primera pastoral vocacional de la oración (Mt.9,37-38). En segundo lugar lo llevó, podríamos decir, a fundar un Seminario, donde se formaran pastores que pudieran salir al encuentro de las necesidades espirituales y corporales de la gente; todo el capítulo 10 de San Mateo es una instrucción para su nóveles misioneros. En tercer lugar, lo llevó a enseñar Él mismo a la gente, a pesar del cansancio (Mc.6,34). Y en cuarto lugar, lo llevó a darles de comer por sus propias manos (Mc.6,35-44).
El cristiano de hoy debe reaccionar de la misma manera. De nada sirven las quejas o los llantos amargos por la situación del mundo de hoy. Es necesario que haya una compasión teológica, llena de amor y ternura, que lo empuje a buscar soluciones, como lo hizo Cristo. En primer lugar, planteándose seriamente la vocación al sacerdocio o a la vida religiosa en el caso de aquel cuyo estado de vida se lo permita. En segundo lugar, trabajando por las vocaciones sacerdotales, ya sea a través de la oración de súplica al Dueño de la mies, ya sea a través de la colaboración material con los seminarios. En tercer lugar, estudiando y difundiendo la doctrina evangélica de Cristo. Y en cuarto lugar, buscando modos para consolar tantas psiquis y tantos cuerpos desquiciados que vemos en nuestro tiempo.
P. Alfredo Sáenz, S.J.
COMO OVEJAS SIN PASTOR
En el evangelio del domingo pasado consideramos cómo Jesús envió a sus apóstoles para que predicaran y exhortasen a la conversión, para que sanaran los enfermos y expulsasen los demonios. El texto que acabamos de leer se entronca con aquel episodio: según allí se nos dice, los apóstoles, al retornar de su misión, se reunieron con Jesús “y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado”. Luego el Señor, para eludir las multitudes que lo acosaban, los invitó a acompañarlo hacia un sitio recoleto. Así lo hicieron, dirigiéndose en barca a un lugar desierto. Pero la gente, advertida de la treta divina, bordeando rápidamente el lago, llegó antes que el Señor. Al desembarcar éste, nos dice el evangelio, impresionado por el espectáculo de una multitud tan grande, “se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato”.
El recuerdo de este sentimiento que conmovió al Señor nos introduce en un tema muy importante en la Escritura: el del Buen Pastor. Ya hemos hablado de ello, en uno de los domingos que siguieron a la Pascua. Pero séanos lícito ahora retomarlo para acrecentamiento de nuestra piedad y para consolidación de nuestra confianza.
- EL TEMA DEL PASTOR EN EL ANTIGUO TESTAMENTO
Ya desde los tiempos del Antiguo Testamento, la imagen del pastor era muy familiar en el ambiente del pueblo elegido. El pastor: ese hombre pobremente vestido, que se valía del cayado y de frágiles armas para ahuyentar a los lobos. Ese hombre que cuando atardecía encerraba sus ovejas junto con las de otros pastores en un cerco hecho de espinillos y con una puertita para poder contarlas a su paso. Ese hombre que pasaba la noche junto a su majada para defenderla de los ladrones nocturnos. Y que se despertaba temprano, al alba, para llevar su rebaño al pastizal. El conocía a sus ovejas, las silbaba para que lo siguiesen, y las ovejas lo conocían a él. E iba delante de su rebaño, siempre en busca de agua y de pastos mejores. Esta imagen estaba profundamente enraizada en la experiencia de esos “arameos nómades” que fueron los patriarcas de Israel, en el seno de una civilización eminentemente pastoril, y expresaba de manera admirable los dos aspectos que integraban la personalidad de un caudillo: la jefatura y la paternidad. Hombre fuerte, apto para defender eficazmente su rebaño contra las bestias salvajes; pero también hombre delicado, capaz de llevar las ovejas débiles sobre sus hombros, y de acariciarlas con ternura.
No es, pues, ilógico que en el Antiguo Testamento, Dios se valiese de la imagen del pastor para caracterizar el estilo de sus relaciones con el pueblo que había elegido. Así, en uno de los salmos, se parangona el obrar del Señor en el Éxodo con el de un pastor, como éste conduce a su rebaño, de manera análoga Dios llevó a su pueblo hacia el desierto. Isaías, por su parte, en un texto transido de ternura, compara al Señor con un pastor que apacienta su rebaño, que sostiene en sus brazos la oveja vacilante y la reclina sobre el pecho. Asimismo el Antiguo Testamento llamó “pastores” a los que gobernaban al pueblo en representación de Dios. Se nos dice, por ejemplo, que Dios eligió a Moisés como jefe del pueblo para que la comunidad del Señor no quedase sin pastor; y que liberó a David del cuidado de un rebaño para hacerle apacentar a su pueblo como rey.
Con esto que acabamos de decir entronca la primera lectura de hoy, donde se nos relata que el Señor, por boca de Jeremías, luego de maldecir a los malos pastores que dejaban perecer a sus ovejas de Israel, a los que no cuidaban de ellas y hasta incluso las descarriaban, anunció que recogería los restos de su rebaño de todos los países y suscitaría sobre ellos pastores que los apacentasen como se debe. “Llegarán los días —dice allí el Señor— en que suscitaré a David un germen justo; él reinará como rey”. Anunciaba de este modo la llegada de un nuevo Pastor, el cual no sería como los falsos pastores del pueblo judío —más lobos que pastores— sino fiel, verdadero. Un pastor que apacentaría de veras su rebaño, sin preocuparse tan sólo del lucro; un pastor que trataría con cariño a sus ovejas, como si fuesen propias, a diferencia del asalariado que se desinteresa de ellas; un pastor que llegaría a dar la vida por sus ovejas, en lugar de huir como el mercenario a la vista del lobo voraz.
- EL TEMA DEL PASTOR EN EL NUEVO TESTAMENTO
Tal pastor sería Jesucristo, el Hijo de Dios que se haría carne para buscar a la oveja perdida y reintegrarla al redil de su Padre. A ello alude la segunda lectura de hoy, donde San Pablo señala que Cristo es nuestra paz; al unir los dos pueblos, el judío y el gentil, creando con ellos un solo hombre nuevo en su propia persona, estableció la verdadera paz, y reconciliándonos con Dios en un solo cuerpo, por medio de la cruz, destruyó la enemistad en su misma persona. Así se hizo un solo rebaño y un solo Pastor. Para simbolizar, quizás, su oficio pastoril, determinó, ya desde su ingreso en la tierra, que sus primeros huéspedes fuesen precisamente los humildes pastores de Belén, y su primera morada un establo. Por eso llamaría “pequeño rebaño” al conjunto de sus discípulos, rebaño que un día —el día de la Pasión— sería dispersado por el lobo, pero que después El congregaría de nuevo en tomo a su victoria pascual. Y también por eso un día, en la tarde de los tiempos, el Pastor del rebaño separará a las ovejas buenas de las malas, poniendo a las primeras a su derecha, y a las otras a su izquierda.
Tales son las resonancias que nos trae el relato evangélico de hoy, al mostrarnos a Jesús conmovido frente a la multitud que lo seguía, como si se tratase de “ovejas sin pastor”. Agrega el texto que “estuvo enseñándoles largo rato”. Porque uno de los oficios de Cristo, Pastor supremo de la Iglesia, es la enseñanza. Oficio que continúa a través del magisterio auténtico del Papa y de los Obispos, a quienes El mismo llamó “pastores’ de su pueblo, de su Iglesia. “Apacienta a mis ovejas”, le dijo a Pedro.
- EL SALMO 22
En concordancia con esta visión lineal del tema del Pastor, que partiendo del Antiguo Testamento desemboca en Cristo y se prolonga en la Iglesia, viene al caso traer a la memoria uno de los salmos más hermosos del salterio, el salmo 22, compuesto por un judío piadoso en honor del mismo Dios, a quien los oráculos de los profetas habían enseñado a considerar como al verdadero y supremo Pastor. Y que nosotros, legítimamente, podemos ahora entonar en homenaje a Cristo, el vástago de David, el nuevo y definitivo Pastor. Durante los primeros siglos de la Iglesia, este salmo era el canto gozoso de los recién bautizados.
El Señor es mi pastor, ¿qué me puede faltar? El me hace descansar en verdes prados. Esos prados sedantes fueron las catequesis previas al bautismo. Me conduce a las aguas de quietud, y repara mis fuerzas. Son las aguas del reposo, las aguas del bautismo, que restauran el alma. Aunque cruce por oscuras quebradas ningún mal temeré; me siento seguro, Señor, porque tú estás conmigo. El día de nuestro bautismo entramos en el agua, como quien entra en un sepulcro oscuro, el sepulcro del hombre viejo, del pecado original. Pero lo hicimos sin temor: el Señor estaba con nosotros, su cayado nos servía para que nuestro pie no tropezase. Perfumas con óleo mi cabeza: es el óleo de la Confirmación, que vigorizó nuestros miembros para esa lucha de atleta que es la vida cristiana. Tú, Señor, me preparas una mesa, frente al enemigo. Es la mesa de la Eucaristía, cuyos manteles el Señor mismo se encarga siempre de tender. También los demonios —el enemigo— preparan sus mesas para otros comensales. Pero el Pastor propone un alimento sin par, su propio Cuerpo, su propia Sangre, su Cuerpo que da vigor, su Sangre, cáliz exuberante, que embriaga el alma, porque en el orden sobrenatural suscita efectos análogos a los que produce el vino: gozo del espíritu, olvido de las penas de la tierra, éxtasis, “alegría sacramental”, como dice San Atanasio.
Así explicaban los Padres de la Iglesia este espléndido salmo, aplicándolo particularmente a los tres primeros sacramentos, el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía.
Pronto nos acercaremos a recibir el Cuerpo de Jesús. Nunca como en la misa el Señor se comporta en tan alto grado cual Pastor nuestro, entregando la vida por sus ovejas, dándonos su Cuerpo para robustecernos, dándonos su Sangre para embriagarnos. El Pastor se hace pasto. Comprometámonos entonces a ser ovejas fieles de su rebaño, a no rehuir más su cayado, a no hacernos sordos a sus silbos, a no aspirar jamás a la presunta independencia de la oveja que abandona el rebaño en busca de los pastos ilusorios de este mundo. Porque el Señor es mi pastor nada me puede faltar.
(SAENZ, A., Palabra y Vida, Ciclo B, Ediciones Gladius, Buenos Aires, 1993, p. 210-214)
San Juan Pablo II
La figura del Buen Pastor ocupa el centro de la liturgia de este domingo. Es una figura particularmente simpática en el Evangelio; por ello la Iglesia habla frecuentemente de ella.
Hoy lo hace, recurriendo a la parábola evangélica, pero citando antes las palabras del Salmo:
“Es Yavé mi pastor; nada me falta” (Sal 22 [23], 1).
En la liturgia renovada estas palabras las sentimos muy cercanas. Nos gusta cantarlas, comprendiendo bien el significado de la metáfora que aparece en las palabras del Salmo:
“Me hace recostar en verdes pastos / y me lleva a frescas aguas. / Recrea mi alma, / me guía por las rectas sendas / por amor de su nombre” (Sal 22 [23], 2-3).
Cantamos frecuentemente estas palabras para abrir ante el Señor toda nuestra alma y todo lo que la atormenta:
“Aunque haya de pasar por un valle tenebroso, / no temo mal alguno, / porque tú estás conmigo…” (Sal 22 [23], 4).
Nuestra peregrinación terrena no es un andar errantes por caminos intransitables. Hay un Pastor que nos conduce, que quiere nuestro bien y nuestra salvación, no sólo en esta vida, sino también en la eternidad:
“Sólo bondad y benevolencia me acompañan / todos los días de mi vida; / y moraré en la casa de Yavé / por dilatados días” (Sal 22 [23], 6).
La liturgia de este domingo dirige al mismo tiempo nuestra atención hacia los que el Señor llama a una especial participación en su solicitud pastoral por el hombre.
El Profeta Jeremías habla con palabras fuertes de la gran responsabilidad que tienen los Pastores de cada una de las naciones.
He aquí por qué nace en nosotros, reunidos para el “Ángelus” dominical, la necesidad de rezar por los Pastores de la Iglesia en el mundo.
Que el “báculo pastoral” sea un “consuelo” para todo el rebaño confiado a los Pastores.
Que se realicen esas palabras proféticas que tan frecuentemente sentimos y cantamos:
“Tú dispones ante mí una mesa / enfrente de mis enemigos. / Derramas el óleo sobre mi cabeza, / y mi cáliz rebosa” (Sal 22 [23], 5).
Que se cumplan estas palabras.
Que los Pastores ―dignos discípulos del Buen Pastor― puedan preparar en todo el mundo ” un banquete de la Palabra Divina” y un “banquete eucarístico”.
Que en los sacramentos, mediante la unción con los santos óleos, transmitan las “riquezas de su gracia” (cf. Ef 1, 7) a cuantos están en camino hacia la patria eterna.
Jesús, en el Evangelio de hoy, dice a los Apóstoles: “Venid, retirémonos a un lugar desierto para que descanséis un poco” (Mc 6, 31). Encomendemos a la solicitud del Buen Pastor a todos aquellos que descansan estos días, aprovechando las vacaciones del trabajo.
Recemos sobre todo al Señor por aquellos que buscan los lugares solitarios para renovarse espiritualmente. Por aquellos que ―precisamente durante las vacaciones― buscan el recogimiento y hacen los ejercicios espirituales.
Que se realicen sobre ellos las promesas de la liturgia de hoy ligada a la figura del Buen Pastor.
Recemos al Señor, por intercesión de María, para que alivie tantos dolores y consuele a los que se encuentran en la angustia y en el peligro.
(Ángelus del Domingo 18 de julio de 1982)
P. Gustavo Pascual, I.V.E.
Dar gloria a Dios con el descanso
En mi computadora hay un programa para dictarle a la máquina que se llama ‘Dragon Naturally Speaking’ que para comenzar a trabajar hay que ordenarle ‘a trabajar’ y para dejar de trabajar ‘a dormir’. Muchas veces le digo ‘a descansar’ y no responde. Me ha parecido, quizá sea un poco subjetivo, que esta máquina esta programada de acuerdo con la vida del hombre moderno. El hombre moderno tiene dos actividades ‘trabajar y dormir’. Pocas veces tiene tiempo para descansar, entendiéndose descansar como el ocio contemplativo o como descanso recreativo.
En el Evangelio de hoy Jesús se retira con sus discípulos para descansar. Algunas veces se ha retirado solo para rezar, para el ocio contemplativo. Esta vez lo hace para descansar.
Los apóstoles venían de trabajar mucho y Jesús también porque los que iban y venían eran muchos. Algunos buscando sus enseñanzas y la mayoría buscando curarse. Tan grande era la actividad que el evangelista dice que no tenían tiempo ni para comer.
Se van a buscar un sitio solitario. La vida fraterna comprende descansos en común en donde todos aportan de lo suyo para el enriquecimiento común. El cambio de actividad aumenta las energías para reemprender el trabajo ordinario.
El hombre moderno se esclaviza por el trabajo. En esto se tocan las ideologías: el liberalismo y el comunismo. Uno es el trabajo para un mayor consumo y el otro es el trabajo para el Estado. Y es curioso como el hombre moderno acelera el obrar humano para aprovechar el tiempo y tener más tiempo para trabajar. Es un círculo vicioso que responde al miedo del hombre a enfrentarse consigo mismo.
Jesús y sus apóstoles al llegar a la otra orilla del lago en busca de la soledad y el descanso se encuentran con una multitud que los esperaba. Jesús se compadece y los atiende. La caridad prima sobre el descanso. El bien común sobre el bien personal. ‘Es admirable la bondad de Jesús, que no da vuelta, buscando la soledad, sino que, compadecido de aquellas ovejas sin pastor, empieza enseguida y muy largamente a instruirlos’.
Jesús se ha proclamado ante los fariseos ‘Señor del sábado’ pero no sólo es Señor del sábado sino que es Señor del tiempo. Es ayer, hoy y siempre. Suyo es el tiempo y la eternidad. Por eso descansa o trabaja cuando quiere porque es Señor del tiempo. ¿Pero por qué dejó el descanso por atender a sus ovejas? Porque así era la voluntad de Dios. Jesús enseña que la norma que debe regir el uso de nuestro tiempo es la voluntad de Dios. Usaremos bien el tiempo si nuestro obrar es conforme al querer de Dios. Pero para esto hay que ser indiferente al uso del tiempo. Hay que ser señor del tiempo y no dejarse enseñorear por el tiempo. Debemos reflexionar sobre la voluntad de Dios al emprender tal o cual actividad. En los Ejercicios Espirituales anuales preparados por medio de las meditaciones podemos ver en general cuales sean las actividades que Dios quiere que realicemos pero hay que discernir cuando se presentan circunstancias especiales como les ocurrió a Jesús y los suyos. No podrá seguir la voluntad de Dios aquel que esté condicionado por el tiempo, el que tenga afecto desordenado al tiempo.
No todo el tiempo usado en trabajo es tiempo redimido. Quizá el descanso es tiempo redimido y nosotros trabajando nos esclavizamos al tiempo. El mundo moderno sólo ve en el trabajo la manera de aprovechar el tiempo y finalmente se hace esclavo del tiempo porque el tiempo lo condiciona y de tal manera que aunque tenga descanso por día festivo o vacaciones lo aprovecha para trabajar.
En la parroquia rural donde trabajaba la gente no era puntual, llegaban a las ceremonias o citas con mucho retraso. Algunos aún se movían por el reloj solar. Pero el tiempo no los condicionaba, ni perdían la paz o la tranquilidad por llegar con retraso. En el caso concreto creo que no era muy virtuosa la impuntualidad que procedía de pereza aunque valga ‘en cierta manera’ como ejemplo por su señorío respecto del tiempo.
Jesús y sus apóstoles no tendrían un reloj que los condicionara para hacer tal o cual cosa con exactitud. Seguramente había un plan, un orden dirigido por la Sabiduría encarnada pero siempre subordinado a la voluntad del Padre eterno.
Jesús nos enseña la necesidad del descanso para vivir una parte importante de la vida fraterna en común. Para ello tenemos que discernir los tiempos en que Dios nos pide el descanso y ser señores del tiempo renunciando a nuestra propia voluntad en el obrar y conformar nuestro obrar al querer de Dios para que el tiempo sea redimido.
También el descanso y la recreación es un testimonio para el mundo moderno esclavizado por el tiempo. No sólo por la vida fraterna en común que vivamos en la recreación sino como ejemplo de señorío del tiempo, porque no hay tiempo mejor aprovechado que el que vivimos haciendo lo que Dios quiere que hagamos.
P. Jorge Loring, S.J.
Domingo Décimo Sexto del Tiempo Ordinario – Año B Mc. 6:30-34
1.- En este Evangelio Cristo invita a los Apóstoles que volvían de su viaje apostólico, a descansar.
2.- Es una delicadeza del Señor, premiando a los Apóstoles por su trabajo.
3.- Dios premia siempre las buenas obras. Dice el Evangelio que hasta un vaso de agua que demos al prójimo recibirá su recompensa.
4.- Pero también hay que saber descansar. Por eso el precepto dominical.
5.-Descansar no significa no hacer nada o perder tristemente el tiempo viendo durante horas programas de televisión que no dejan ningún provecho. Tampoco se trata de tomar vacaciones de Dios. Descansar es ocuparse de otras actividades útiles para nosotros y nuestro prójimo. Hacer algo de provecho para nuestra casa, nuestra familia o quienes nos rodean.
6.- Pero Jesús interrumpió el descanso para enseñar al pueblo que había ido a escucharle.
7.- Saber renunciar a lo nuestro si el prójimo nos necesita. La servicialidad es fundamental para un cristiano.
8.- En la servicialidad está la mayor felicidad de este mundo.
Catena Aurea
Teofilacto
El Señor se retira a un lugar desierto por humildad, y hace descansar a sus discípulos, para que aprendan los propósitos que merecen descansar los que trabajan de palabra y obra, y que no deben trabajar continuamente.
Beda, in Marcum, 2,25
El evangelista manifiesta la necesidad que tuvo el Señor de conceder descanso a sus discípulos, con estas palabras: “Porque eran tantos los que iban y venían”, etc. En donde se demuestra la gran alegría de aquel tiempo por el trabajo de los que enseñan así como por el estudio de los que aprenden. “Embarcándose, pues”, etc. No fueron los discípulos solos, sino el Señor con ellos, los que subiendo a la barca pasaron a un lugar desierto, como refiere San Mateo (cap. 14). Pone así a prueba la fe de las gentes, y eligiendo la soledad explora si tienen intención de seguirle. Y siguiéndole ellas no a caballo ni en vehículo de ninguna especie, sino a pie y con la fatiga que es consiguiente, muestran cuánta solicitud ponen en cuidar de su salvación. “Más como al irse los vieron, etc. De todas las ciudades acudieron”, etc. El hecho de llegar antes que Jesús, yendo a pie, manifiesta que no fue con sus discípulos a la otra ribera del mar o del Jordán, sino a un lugar próximo al de su partida, y al que por tanto podían llegar antes los que iban a pie.
Teofilacto
Así, nosotros no debemos esperar a que nos llame Cristo, sino que debemos anticiparnos para llegar a El. “En desembarcando -prosigue- vio Jesús el gentío, y enterneciéndose”, etc. Los fariseos no alimentaban al pueblo, sino que le devoraban como lobos rapaces; por esto se reúnen en torno a Cristo, verdadero Pastor que les da el alimento espiritual, esto es, la palabra de Dios. “Y así se puso a instruirlos en muchas cosas”. Viendo quebrantados por lo largo del camino a los que le seguían con motivo de sus milagros, compadecido de ellos quiso satisfacer su deseo enseñándoles.
Beda
San Mateo dice (cap. 14), que curó a los que entre ellos estaban enfermos; que la verdadera compasión hacia los pobres consiste en abrirles por la enseñanza el camino de la verdad y librarlos de los padecimientos corporales.
Pseudo – Jerónimo
En sentido místico conduce el Señor aparte a los que eligió, a fin de que no queden expuestos al mal viviendo entre los malos, como Loth en Sodoma ( Gén 19), Job en tierra de Hus ( Job 1), y Abdías en casa de Achab ( 1Re 18).
Beda, in Marcum, 2, 26
Habiendo dejado la Sinagoga en el desierto, han encontrado los santos predicadores de la Iglesia -que fueron afligidos con el trabajo de las tribulaciones entre los judíos- el descanso entre los gentiles por la gracia de la fe que les han conferido.
San Jerónimo
Poco es allí, sin embargo, el descanso para los santos, y mucho el trabajo; pero después se les dice que descansen de sus trabajos ( Ap 14,13). Así como sucedió en el arca de Noé, que fueron echados los animales que estaban dentro, e introducidos los que estaban fuera, así también en la Iglesia, retirándose Judas, entra el ladrón. Pero cuando alguien se aparta de la fe, en la Iglesia no hay amargura sino tristeza. Por esto Raquel, llorando a sus hijos, no quiso ser consolada ( Jer 31; Mt 2). No es todavía el festín en que se beberá vino nuevo, y se cantará un nuevo himno por hombres nuevos cuando el cuerpo mortal se revestirá de la inmortalidad ( 1Cor, 15).
Beda
Al dirigirse Cristo al desierto de las naciones, una multitud de grupos de fieles le sigue, abandonando el lugar de su antigua vida.
Santo Tomás de Aquino, Catena Aurea, comentario a Mc 6, 30-34
Guión Domingo XVI Tiempo Ordinario
14 de julio – CICLO B
Entrada: La caridad del Buen Pastor es la norma decisiva del actuar de Jesús. Los discípulos deben compartir la misma compasión y solicitud de su Maestro quien conoce y ama a cada una de las ovejas y da su vida por ellas.
Primera Lectura: (Jer. 23, 1-6) El Señor reúne un resto de las ovejas y suscita para ellas pastores según su Corazón.
Salmo 22: El Señor es mi pastor, nada me puede faltar.
Segunda Lectura: (Ef. 2, 13-18) Dios restablece la paz creando con los dos pueblos que estaban enemistados un solo hombre nuevo en la Persona de Cristo.
Evangelio: (Mc. 6, 30-34) Cristo Buen Pastor, se compadece de la ignorancia y de las necesidades de los hombres.
Preces:
(Celebrante) A Jesucristo, nuestro Señor, pidámosle por nuestras intenciones y por las de toda su Iglesia.
A cada intención respondemos cantando: …
- Por el Santo Padre, los Obispos y Sacerdotes de la Iglesia, para que fieles al ministerio recibido y dóciles a la voz del Espíritu, hagan de sus vidas una prolongación de Cristo, Buen Pastor. Oremos…
- Por la paz del mundo, para que cesen las acciones bélicas y se repudie toda violación de los derechos humanos respetando los principios básicos de justicia. Oremos…
- Por las familias, para que, en las situaciones difíciles, sepan descubrir lo que ayude al crecimiento de la unidad y del amor y lo pongan en práctica. Oremos…
- Por los enfermos y por todos los que sufren, para que, movidos por el Espíritu Santo, sepan elevar su oración al Padre y ofrezcan así sus sufrimientos como oblación. Oremos…
- Por nosotros mismos reunidos aquí para celebrar la Eucaristía, para que sepamos perdonar más, rezar mejor, e instaurar en nuestras realidades el Reino de verdad y amor. Oremos…
(Celebrante) Señor, Tú que eres nuestro Pastor, guíanos siempre por el recto sendero y asiste a quienes atraviesan dificultades en su vida. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén
Ofertorio: Nos abandonamos al Señor porque nos sabemos defendidos por Él con mano firme y con acierto.
Presentamos:
+ Alimentos para los más pobres con el deseo de ponernos al servicio de ellos.
+ Pan y vino para que al transformarse en el Cuerpo y la Sangre de Cristo sean el alimento de nuestras almas.
Comunión: El Señor, por medio de su Cuerpo dado en alimento, me hace descansar en verdes praderas, me conduce a las aguas tranquilas y repara mis fuerzas.
Salida: La Virgen María, Humilde Pastora, nos conduzca hacia la Fuente de la Misericordia que es el Corazón de su divino Hijo, y nos asista en los reveses de la vida confortándonos.
Cuantas más almas salvéis
¿Teméis mis hermanos, que perderéis vuestra virtud por dedicaros todos los momentos a la salvación de los demás?
¿No os habéis fijado en los pozos? Mientras más agua sacan de ellos la dan mejor y más clara. Cuando no la sacan es cuando se corrompe.
¿No os habéis fijado en los cuchillos? Cuando cortan mucho es cuando tienen brillo; cuando no cortan se llenan de moho y de herrumbre.
¿No os habéis fijado en el fuego? Por quemar y encender otras cosas no pierde; al contrario, crece y aumenta.
¿No os habéis fijado en los maestros? Cuanto más enseñan, más saben; si dejan de enseñar, se olvidan de todo.
No tengáis miedo. Cuanta más agua repartáis de gracia, será la vuestra más clara. Cuanto más trabajéis por los demás, será mayor vuestro brillo. Cuanto más hagáis arder a los otros en el amor de Dios, más arderá vuestro propio corazón. Cuanto más enseñéis a vuestros hermanos la verdad de Dios, tanto mejor la conoceréis. Cuantas más almas salvéis, más seguridad tendréis de salvar la vuestra.
(ROMERO, F., Recursos Oratorios, Editorial Sal Terrae, Santander, 1959, p. 96)