PRIMERA LECTURA
Después del pecado, das lugar al arrepentimiento
Lectura del libro de la Sabiduría 12, 13. 16-19
Fuera de ti, Señor, no hay otro Dios que cuide de todos,
a quien tengas que probar que tus juicios no son injustos.
Porque tu fuerza es el principio de tu justicia,
y tu dominio sobre todas las cosas te hace indulgente con todos.
Tú muestras tu fuerza cuando alguien no cree
en la plenitud de tu poder,
y confundes la temeridad de aquellos que la conocen.
Pero, como eres dueño absoluto de tu fuerza,
juzgas con serenidad y nos gobiernas con gran indulgencia,
porque con sólo quererlo puedes ejercer tu poder.
Al obrar así, Tú enseñaste a tu pueblo
que el justo debe ser amigo de los hombres
y colmaste a tus hijos de una feliz esperanza,
porque, después del pecado, das lugar al arrepentimiento.
Palabra de Dios.
SALMO Sal 85, 5-6. 9-10. 15-16a (R.: 5a)
R. Tú, Señor, eres bueno e indulgente.
Tú, Señor, eres bueno e indulgente,
rico en misericordia con aquellos que te invocan:
¡atiende, Señor, a mi plegaria,
escucha la voz de mi súplica! R.
Todas las naciones que has creado
vendrán a postrarse delante de ti,
y glorificarán tu Nombre, Señor,
porque Tú eres grande, Dios mío,
y eres el único que hace maravillas. R.
Tú, Señor, Dios compasivo y bondadoso,
lento para enojarte, rico en amor y fidelidad,
vuelve hacia mí tu rostro
y ten piedad de mí. R.
SEGUNDA LECTURA
El Espíritu intercede
con gemidos inefables
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Roma 8, 26-27
Hermanos:
El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad porque no sabemos orar como es debido; pero el Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables. Y el que sondea los corazones conoce el deseo del Espíritu y sabe que su intercesión en favor de los santos está de acuerdo con la voluntad divina.
Palabra de Dios.
ALELUIA Cf. Mt 11, 25
Aleluia.
Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra,
porque revelaste los misterios del Reino a los pequeños.
Aleluia.
EVANGELIO
Dejen que crezcan juntos hasta la siega
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 13, 24-43
Jesús propuso a la gente otra parábola:
«El Reino de los Cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras todos dormían vino su enemigo, sembró cizaña en medio del trigo y se fue. Cuando creció el trigo y aparecieron las espigas, también apareció la cizaña. Los peones fueron a ver entonces al propietario y le dijeron: “Señor, ¿no habías sembrado buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que ahora hay cizaña en él?”
Él les respondió: “Esto lo ha hecho algún enemigo”.
Los peones replicaron: “¿Quieres que vayamos a arrancarla?”
“No, les dijo el dueño, porque al arrancar la cizaña, corren el peligro de arrancar también el trigo. Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha, y entonces diré a los cosechadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en manojos para quemarla, y luego recojan el trigo en mi granero”».
También les propuso otra parábola:
«El Reino de los Cielos se parece a un grano de mostaza que un hombre sembró en su campo. En realidad, esta es la más pequeña de las semillas, pero cuando crece es la más grande de las hortalizas y se convierte en un arbusto, de tal manera que los pájaros del cielo van a cobijarse en sus ramas».
Después les dijo esta otra parábola:
«El Reino de los Cielos se parece a un poco de levadura que una mujer mezcla con gran cantidad de harina, hasta que fermenta toda la masa.»
Todo esto lo decía Jesús a la muchedumbre por medio de parábolas, y no les hablaba sin parábolas, para que se cumpliera lo anunciado por el Profeta:
«Hablaré en parábolas
anunciaré cosas que estaban ocultas
desde la creación del mundo».
Entonces, dejando a la multitud, Jesús regresó a la casa; sus discípulos se acercaron y le dijeron: «Explícanos la parábola de la cizaña en el campo».
Él les respondió: «El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los que pertenecen al Reino; la cizaña son los que pertenecen al Maligno, y el enemigo que la siembra es el demonio; la cosecha es el fin del mundo y los cosechadores son los ángeles.
Así como se arranca la cizaña y se la quema en el fuego, de la misma manera sucederá al fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y estos quitarán de su Reino todos los escándalos y a los que hicieron el mal, y los arrojarán en el horno ardiente: allí habrá llanto y rechinar de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el Reino de su Padre.
¡El que tenga oídos, que oiga!»
Palabra del Señor.
O bien más breve:
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 13, 24-30
Jesús propuso a la gente otra parábola:
«El Reino de los Cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras todos dormían vino su enemigo, sembró cizaña en medio del trigo y se fue. Cuando creció el trigo y aparecieron las espigas, también apareció la cizaña. Los peones fueron a ver entonces al propietario y le dijeron: “Señor, ¿no habías sembrado buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que ahora hay cizaña en él?”
Él les respondió: “Esto lo ha hecho algún enemigo.”
Los peones replicaron: “¿Quieres que vayamos a arrancarla?”
“No, les dijo el dueño, porque al arrancar la cizaña, corren el peligro de arrancar también el trigo. Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha, y entonces diré a los cosechadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en manojos para quemarla, y luego recojan el trigo en mi granero”».
Palabra del Señor.
W. Trilling
Parábola de la cizaña
(Mt 13,24-30. 36-43).
a) Narración de la parábola
Sigue otra parábola basada en la vida del campo. Es similar a la del sembrador por pertenecer al mismo ámbito de vida, por la contemplación del campo, de la sementera y de la cosecha. También está estrechamente ligada con la parábola de la red barredera (13,47s). Las dos constituyen como una doble parábola. No son raros tales ejemplos (Cf. el grano de mostaza y la levadura en 13,31-33; el tesoro y la perla en 31,44-46, la oveja perdida y la dracma perdida en 15,4-10, etc.).
24 Les propuso esta otra parábola: El reino de los cielos se parece a un hombre que siembra buena semilla en su campo. 25 Pero, mientras la gente dormía, vino su enemigo, sembró cizaña en medio del trigo y se fue. 26 Luego cuando brotó la planta y se formó la espiga, entonces apareció también la cizaña. 27 Los criados del padre de familia fueron a avisarle: Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que tiene cizaña? 28 El les respondió: Esto lo ha hecho algún enemigo. Los criados le dicen: ¿Quieres que vayamos a recogerla? 29 Pero él les contesta: No; no sea que, al querer recoger la cizaña, arranquéis con ella el trigo. 30 Dejad crecer los dos juntos hasta la siega; y al tiempo de la siega diré a los segadores: Recoged primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo, almacenadlo en mi granero.
Tenemos que representarnos, en forma viva, lo que aquí se nos narra. Un campesino ha estado durante el día en el campo, para sembrarlo. Un vecino que le odia mortalmente, lo ha observado. Se le ocurre un pensamiento abominable y lo realiza aquella misma noche. Pasa disimuladamente y sin ser visto por el mismo campo y esparce la semilla de cizaña. El vecino duerme tranquilo y, al principio, no se nota nada, pero cuando el trigo germina, aparece también la cizaña, en cantidad tan grande que sorprende. El hecho de que no fuera notada antes, puede ser debido a que una determinada cizaña, el joyo, al comienzo tiene un parecido sorprendente con el trigo. Pero ahora por primera vez se puede ver todo el infortunio. Los criados proponen al campesino la cuestión en sí razonable de si no se tiene que arrancar la cizaña. Pero quizás ya es demasiado tarde para ello, dado que ya «se forma la espiga» (13,26). No obstante sorprende que el campesino rechace la propuesta. Quiere que ambos crezcan juntos, para que el trigo no sufra ningún perjuicio, escardando el terreno. No tiene ningún sentido que se escarde ahora. En lugar de esto habrá pronto la siega, y entonces los segadores cumplirán el encargo del campesino de poner aparte la cizaña y atarla en gavillas para quemarla.
En Palestina la madera es escasa, por eso se desea tener material suplementario de combustión. Pero el trigo se guardará en el granero. La conducta del campesino es extraña de suyo. Cualquier hombre razonable, primero se ocupará en quitar la cizaña para que el grano tenga más aire. ¿No ha de temer el agricultor que la cizaña crezca más aprisa y más alta que el trigo, y lo ahogue, como se describe en la parábola precedente? (13,7). Esta sorpresa ya indica la dirección, en que hay que buscar la declaración, el sentido de la parábola. Lo que se quiere declarar, lo transparenta más esta parábola de la cizaña que la del sembrador. Se nota más claramente a quién se alude, cuando se habla del padre de familia (13,27). El vocablo es característico de san Mateo y se emplea con frecuencia de tal modo que el oyente haya de pensar en Dios o en Jesús, el padre de la familia de los discípulos (Cf. 10,25; 20,1.11; 21.33). Pero además hay otro sembrador, un «enemigo» (13,25.28). De las condiciones existentes en el campo no es responsable solamente el padre de familia. Si cuando se habla de él se señala a Dios, al hablar del enemigo se señala a su gran antagonista y rival, el malo y enemigo por antonomasia (cf. 13,19.38). Aquí se hace resaltar la siega con más fuerza que en la primera parábola. Al fin el juicio está en perspectiva. Pero lo principal consiste en otra cosa. Es la decisión del padre de familia. Se rechaza la propuesta de los criados, que es reemplazada por la decisión del señor de la casa. Esta decisión ha de respetarse, es decir, la cizaña y el trigo han de permanecer juntos hasta la siega. Toda separación y juicio antes de tiempo es una intromisión en el plan del señor de la casa. él se ha reservado el juicio. Soporta la cizaña y también el perjuicio que causa al trigo. Cuanto más lejos del hombre esté esta manera de pensar, tanto más ha de aceptarla. Esta decisión no se revoca.
Para el discípulo del reino la situación del mundo es difícilmente soportable, es una constante tentación de su confianza o de su propia voluntad de poner orden antes de tiempo. El día de la siega se quitará el tormento de los corazones de los buenos, y a los malos les sobrevendrá el destino que les corresponde. Dios tiene los hilos sujetos en la mano. Sabe que todo es llevado a la finalidad que él y ningún otro ha establecido. Dios sabe que el trigo no se perderá, sino que se conserva para ser recogido en el granero divino. Deben observar una actitud como la de Dios los que se han subordinado al dominio de la voluntad divina. Se requiere una gran fe y mucha bondad y madura sabiduría para poder pensar así. Dios se ha reservado el juicio para sí solo, «a mí me corresponde la venganza; yo daré el pago merecido, dice el Señor» (Rom_12:19). Cuando los discípulos quisieron hacer bajar fuego sobre una aldea samaritana que rehusó alojar a Jesús y a los suyos, Jesús se lo prohibió (Luc_9:54s). «No juzguéis y no seréis juzgados» (Mt_7:1).
(….)
b) Explicación de la parábola de la cizaña (Mt 13,36-43).
36 Entonces dejó a las muchedumbres y se fue a casa. Y se le acercaron sus discípulos para decirle: Explícanos la parábola de la cizaña del campo. 37 él les respondió: El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; 38 el campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino; la cizaña son los hijos del malo; 39 el enemigo que la siembra es el diablo; la siega es el final de los tiempos; los segadores son los ángeles.
Jesús regresa a la casa de donde (13,1) había salido. La predicación oficial a todos está separada de la instrucción especial a los discípulos. Ahora los discípulos piden expresamente una explicación: Explícanos la parábola de la cizaña del campo. Luego sigue una explicación, que en esta forma está una sola vez en toda la tradición evangélica. En primer lugar casi todas las personas y acciones del relato son transferidas a la realidad religiosa, y son enumeradas como en una lista (…). El Hijo del hombre es el sembrador; el campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino; la cizaña son los hijos del malo; el enemigo es el diablo; la siega es el final de los tiempos; los segadores son los ángeles. (…)
(…) Se revela el drama del fin del mundo. Quien domina el mundo y en todas partes arroja su semilla es el Hijo del hombre. No el humilde peregrino de Galilea, ni el supuesto revolucionario fracasado y condenado a muerte, ni tampoco el rey del tiempo final, que venía sobre las nubes del cielo y fue contemplado por el profeta como “uno que parecía el Hijo del hombre” (Dan_7:13); sino el Señor del tiempo actual del mundo, computado desde la presentación de Jesús hasta su segunda venida para el juicio, el Señor de las comunidades y de todas las naciones. El campo puede significar simplemente el mundo. No se hace ninguna diferencia entre el terreno laborable primitivo, el pueblo de la alianza del Antiguo Testamento (el pueblo primeramente destinado a la salvación), y los pueblos paganos que se agregan. Todos ellos son ahora sin distinción terreno laborable para la semilla del divino sembrador. De él procede la buena semilla, éstos son los hijos del reino. Reino aquí es una dicción abreviada de la forma más completa “reino de los cielos” o “reino de Dios”. Los hijos del reino son los que a él están llamados y han seguido este llamamiento por propia decisión. Ahora ya forman parte del reino, pero conseguirán un día la plena filiación, si de su actual vocación también dimana la definitiva elección (…). Así pues, los hijos del reino son los aspirantes a poseerlo definitivamente. Aunque no tengan ninguna garantía, tienen una esperanza justificada de conseguir esta posesión, porque han sido llamados y han seguido este llamamiento. Es un honroso título ser hijo del reino de Dios. Se oponen con violencia los hijos del malo, que el demonio ha diseminado y de él proceden. Aquí no se distingue entre los que sólo están comprometidos en parte con el malo, y otros que están enteramente a merced de él. Sin embargo, hay que tener en cuenta que los hijos del reino también son tentados y pueden caer, es decir, están constantemente amenazados por el malo. La mirada se dirige al fin, en el que cada uno ha obtenido su “forma” definitiva y su decisión ha madurado plenamente para una cosa o la otra. Incluso entre los miembros de la comunidad los hay propiamente malos. Hay quienes han pretendido destruir, sembrar discordia, causar confusión, seducir y atraer a la apostasía. Aquí no se ha de preguntar si dichos miembros son enteramente malos y ya no son capaces de conversión o si sólo se han convertido temporalmente en el instrumento del malo. En cualquier caso cooperan con el malo y contra Dios y su obra. Los que tienen el nombre y la dignidad de hijos del reino, pueden ser interiormente hijos del malo. Esto se hace patente al fin. La segunda parte de la explicación cuenta cómo se llevará a cabo la separación.
40 Pues lo mismo que se recoge la cizaña y se quema en el fuego, así sucederá al final de los tiempos: 41 el Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los escandalosos y a todos los que cometen la maldad, 42 y los arrojarán al horno del fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. 43 Entonces los justos, en el reino de su Padre, resplandecerán como el sol. El que tenga oídos, que oiga.
Lo que sucede en el campo, cuando se recoge la cizaña y se quema en el fuego, eso también ocurrirá al fin del mundo. El Hijo del hombre es el que juzga. En esta segunda parte de la parábola se habla sobre todo del destino de los malos. Se los debe prevenir. Solamente al final se les opondrán los justos: brillarán como el sol, en el reino del Padre (13,43a). Los malos ya no tendrán ninguna esperanza, sino que serán arrojados muy lejos de Dios. Las expresiones corresponden al tiempo y son corrientes para los rabinos como para todos los contemporáneos de Jesús. Allí está el “horno del fuego”, y reina el “llanto y el rechinar de dientes”. (Estas expresiones tienen que ser explicadas para que las comprendamos. Porque no) se trata (de tormentos físicos, sino) de la exclusión definitiva de la gloria y de la vida de Dios. Por esta exclusión los condenados se sumergen en la desesperación y en la rabia impotente. En este pasaje llegamos a conocer mejor la índole de estos hijos del malo. Se nombran dos grupos, los “escandalosos” y los que “cometen la maldad”. En san Mateo se habla con frecuencia de los escándalos y de los que los provocan. Esta expresión no debe ser privada de su fuerza. El escándalo afecta siempre a la totalidad de la persona y principalmente a la fe. El que se escandaliza, pierde la fe, se aleja de Dios y de su llamamiento, quizás por un motivo insignificante. Dar escándalo a un tercero significa ser motivo de caída para el otro, que deja de cumplir con su dignidad de cristiano. Tales escandalosos son los peores seductores, contra los que se previene con las más graves amenazas (cf. 18,6s). En este pasaje pueden entenderse los escándalos en sentido personal u objetivo. Cabe suponer que se ha incluido en ellos todo lo que la comunidad cristiana consideraba como tal: los que se escandalizan y caen, y por este motivo se convierten, a su vez, en ocasión de tropiezo para sus propios hermanos en la fe y para los extraños, y los que, como escándalos vivientes, merodean por la comunidad y, mediante sus doctrinas erróneas y sus graves extravíos, seducen a otros. Una fuerza realmente inquietante. El segundo grupo lo forman los que cometen la maldad. ¿Qué clase de gente es ésta? En el sentido del evangelista son personas sin ley, porque ellos mismos se constituyen en ley: son sus propios legisladores. La verdadera ley del nuevo pueblo de Dios es la perfecta ley del amor (22,40) cumplida por Jesús (cf. 5,17), “la perfecta ley de la libertad” (Stg_1:25). En esta ley se ha perfeccionado la ley del Antiguo Testamento. Esta ley ahora ha venido a ser la norma competente para los discípulos de Jesús. Se puede contravenir a esta ley, si se recae en el servicio de la ley del Antiguo Testamento y cada uno por su parte procura cumplir puntualmente los mandamientos que allí se dan, y quiere obligar a los demás a cumplirlos. Este era el peligro de una dirección que procedía de la Iglesia madre de Jerusalén y contra la cual san Pablo se resistió apasionadamente. Pero también se puede contravenir a esta ley, rechazándola en general y si uno se llena de ilusiones y se entrega a una falsa libertad y, con ello, al desenfreno y a la disolución (cf. Gal_6:13s). Ambos grupos son culpables. Ambos hacen traición a lo propio de la obra de Jesús, a la nueva vida del amor en la perfección de la nueva ley. No tienen esperanza de ser liberados, si han conducido a la comunidad por caminos erróneos y se colocaron fuera de la salvación, que Jesús también a ellos les había traído. Se puede desacertar en la Iglesia la voluntad de Dios y el orden de vida establecido por Jesús, si se recae en la manera legal de pensar del Antiguo Testamento o si se rechaza por principio la manera de pensar perfeccionada por Jesús, la “ley de Cristo” (Gal_6:2).
También hoy día se dan las dos tentaciones, también hay portavoces y seductores para una u otra de las dos clases de corrupción. Estos dos grupos ya muestran que se piensa sobre todo, aunque no exclusivamente, en las relaciones dentro de la Iglesia. La cizaña también crece en las propias filas. En ellas hay traidores, embusteros, personas insensibles, pecadores de toda clase, herejes y seductores. ¿Cómo es esto posible, si la Iglesia es el pueblo santo de Dios, y los creyentes son discípulos de tal maestro? El espanto debido a esta causa fue al principio mucho más intenso del que hoy día sentimos, aunque agobie gravemente a todos los que adoptan una actitud seria. Los creyentes de todos los tiempos lo han experimentado como carga y prueba, a menudo como una prueba mayor y más molesta que las tribulaciones provenientes de un poder estatal corrompido o de artes de seducir en tiempos de inmoralidad. ¡Cuántas veces se intentó salir de esta sociedad poco selecta, y fundar una Iglesia de los limpios y santos! Estas palabras aquí nos dicen que también el otro sembrador está constantemente actuando, y que no es de la incumbencia de los hombres el juicio ni la separación por la violencia; se nos dice que el hombre debe esperar ansiosamente el gran juicio que lleva a cabo el Hijo del hombre por encargo de Dios. “Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria, y todos los ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria. Todas las naciones serán congregadas ante él, que separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos” (25,31s).
(Trilling, W., El Evangelio según San Mateo, Herder, Barcelona, 1969)
P. Leonardo Castellani
Parábola del Trigo y la Cizaña I
Hay dos parábolas en el Evangelio que Cristo interpretó personalmente; o por lo menos, cuya explicación por el autor mismo nos ha sido consignada; puede haberles explicado otras más a los Apóstoles “en privado”, como dice el Evangelista que lo hacía; y brevemente declaró otra, la de Lo-que-mancha. Considerándolas atentamente se ve que son las dos más universales. La parábola del Sembrador representa la actividad de Dios en las almas individuales: “la semilla es la palabra de Dios”. La del Trigo y la Cizaña, la actividad de Dios en la entera sociedad o colectividad humana. La primera se concierne sólo en si la semilla prende o no prende; la segunda, que es como su prolongación o ampliación, trata de la suerte posterior de la semilla buena o mala: “o trigo o cizaña”. Una relata como si dijéramos la anatomía de la conversión; la otra, la economía general de la salvación. En las dos se anota la presencia del Enemigo: los pájaros, las piedras y los espinos en la primera; directamente el Diablo en la segunda.
La parábola que consideraremos en dos artículos, dada su importancia, es el centro mismo de las 120 que hay en el Evangelio; las cuales tratan de puntos particulares o en forma más concreta. Es como el foco y a la vez el marco general de todas: contiene la existencia del mal y del bien en el mundo y sus causas; la paciencia de Dios respecto al mal moral y su razón; la lucha entre las dos esencias; su resolución postrera; y las cuatro “postrimerías”, a saber, muerte juicio infierno y gloria, donde todo se consuma y se fija para siempre.
Como belleza, esta parábola es un logro portentoso; y no decimos “belleza literaria” adrede, porque se levanta por encima de la llamada “literatura”; ni “artística”, ni “profética”, ni “estética”, por lo mismo. Es pura y simplemente sobrehumana. Mirada, parece hecha por un niño; entendida, se levanta por arriba del hombre. “Si no os hiciereis semejantes a un niño, no entraréis en el Reino”. Un niño, un ciego o un sordomudo pueden entender esta parábola; algunos exégetas católicos, no.
La sencillez y limpidez unidas a la densidad de su materia ponen a esta piedra preciosa por encima de cuanto existe en la literatura sacra del mundo. El libro sagrado del budismo, por ejemplo, la religión más antigua (excepto la nuestra hebreocristiana) y de más adeptos del mundo, el Ti-Pitaka (Los tres Cestos) en sí mismo no despreciable ni banal, puesto al lado de esto, parece barro: es tierra al lado del oro o del diamante; por lo menos en la traducción alemana de K. Seidenstucker, el cual confiesa que es casi intraducible. Pero esto mismo realza la comparación, pues las parábolas son traducibles y traducidas en todo el mundo; y son inteligibles a todos, desde los niños de la escuela (de la escuela argentina también, que priva a los niños de este nutrimiento) hasta el filósofo más copetudo; aunque éste sí, es capaz de no entenderlas, por soberbia.
Uno piensa en el diamante Koh-hi-noor, el más hermoso del mundo; en una joya de Benvenuto Cellini; en una randa de ñandutí; en una orquídea; en el arco iris; en un encaje flamenco, en una seda china; y todo junto le parece poco. La venganza del aldeano es típica y puede acontecer en cualquier región del mundo; es una idea de rústico, perversa y sutil, porque el daño es invisible hasta que ya no hay remedio, y el crimen es fácil de ejecutar. La actitud de los siervos es lógica, a la vez fremente y prudente. La decisión del Paterfamilias es la sensatez misma; no se puede excogitar el lolio agraz que es parecido al trigo verde, y arrancarlo, sin arruinar todo el sembrado – y el desenlace es natural, pues al madurar el trigo sus espigas están por encima del lolio, que crece más lento, y se pueden segar sin que el dalle[1] corte una sola de las tóxicas; y después se puede rasar la mies, y arrojar la paja al fuego; en gavillas para poder mejor transportarla. La palabra griega “zizánion”, designa el “lolius temulentus” (que en Castilla llaman luello y en Cataluña también joyo) cuya harina es venenosa, se parece al trigo cuando chico, pero alcanza un metro al madurar; y por ende ahogaría al grano. Cuando estuve en Cataluña había escasez de pan (racionamiento) y de repente cundió la alarma de que los panaderos ponían “joyo” en la masa y causaban ataques nerviosos y hasta “paralís”; pues en todas partes cuecen habas y en mi tierra… usan “mejoradores”, alumbre y sulfato de cobre. El “joyo” se lo dan los gitanos a las caballerías exhaustas y caducas para hacerlas parecer nuevas al venderlas, pues les causa una excitación temporal da mamúa que al fin termina en desmayos y pataletas; por lo cual también le llaman “hierbamula”. No se puede hallar un símbolo mejor de la doctrina de los herejes y la acción de los Malos Pastores.
“El trigo son los Hijos del Reino, el luello son los Hijos del malo”. No nos engañemos: la cizaña o luello aquí designa los herejes, los malos pastores y los cristianos de letrerito, a la vez: así lo pronuncia santo Tomás, el “Doctor Communis” (Communis mas no vulgaris) rotundamente. Los comentadores vulgares (a veces demasiado vulgares) dicen que el Trigo son los católicos y el luello, las otras religiones; o bien los herejes. Es santulonería y tontuna. La parábola queda enteramente emasculada con esa exégesis, que es falsa. Cristo tronó contra los Malos Pastores y los Cristianos de Letrero mucho más aún que contra los Pseudoprofetas o herejes; y que después los extrajera de la Cizaña y los pusiera en el Trigo, es decir, entre los Hijos del Reino, es imposible. Eso sería identificar las almas por los cuerpos, por los letreros, sotanas o títulos jerárquicos con que se les honra y se honran entre ellos mismos; y Cristo trata aquí de la gracia santificante o sea la amistad con Dios, de que depende o el Cielo o el Infierno; no de sotanas o uniformes, que si hacen al monje, no hacen al santo. A los fariseos los llamó taxativamente “hijos del diablo” o sea “añamembuí”, como aquí a la mala semilla. El asesinato de Cristo, que es el nudo del drama de la Redención, lo perpetraron los Saduceos, que eran herejes y LOS FARISEOS que eran Malos Pastores, los cuales llevaron la voz cantante, y tuvieron el asunto en el puño.
No hay que admitir la exégesis santulona (buena quizá para otros tiempos), ni de la mano del autor de más autoridad. Aquí en estos comentarios míos hay muchas “primicias” (que Dios sea loado, pues de Él son) es decir, cosas que no están en ningún otro escritor, y son verdad. Eso no quiere decir que yo tenga más talento que los antiguos, sino que los tiempos cambian; y los que vivimos han cambiado con un paso y una decisión que espanta. “Nueva era”, dicen. Sí. Era de la Atómica… y del Luello maduro.
Esta parábola sola, hace trizas a la llamada “escuela escatológica”, la más vigente en la actual teología protestante, en su rama más radical (pues hay tres ramas), presidida hoy después de Weiss por Alberto Schweitzer, que es médico, toca el violín, escribe de teología y Escritura y ha hecho de misionero diletante en Africa. Schweitzer en su libro “La búsqueda del Jesús histórico” (edición alemana 1906) después de contradecir a su contemporáneo Wrede, dice en suma que Cristo creyó el Reino de Dios vendría por medio de un cataclismo que destrozaría el mundo entero y estaba ya a las puertas; que después vio que tardaba mucho y comenzó a pensar si no sería Él mismo el Rey Mesías; que discurrió que para conseguirlo tendría que sacrificarse; y que fue y descubrió su “Secreto” a la Sinagoga, y fue condenado… justamente, ¿por qué no? Que por tanto, su moral era “provisoria”, válida sólo para el breve lapso de la “Espera” del cataclismo; y su dogmática, otro tanto; y por eso son tan “exageradas”. Apoyándose en un disección que han hecho ellos del Evangelio de Marco (tres “estratos”, uno de los cuales es inventado y absurdo), Alberto el Suizo se despeña lógicamente en el escepticismo total, a la conclusión de que “del Cristo histórico nada cierto sabemos, ni el nombre, fuera de que predicó un Reino Esjatológico”. Otra de sus peregrinas afirmaciones es de que Cristo predicó solamente cuatro o cinco semanas, pues no es posible que la policía romana y la sinagoga soportaran por más tiempo a semejante energúmeno. Y este Alberto es jefe de una “iglesia protestante”, y “maestro de Cristianismo”. La conclusión del libro es una especie de deísmo refinado, ateísmo en el fondo: dice que hay que cumplir más o menos lo que Cristo mandó, y entonces Dios revelará en el fondo del corazón quién fue Cristo; cosa que hasta hoy nadie ha sabido.
Escribí esto porque los papeles de todo el mundo baten hoy parche a Alberto el Suizo, pintándonoslo como casi santo… o más que santo: premio Nobel y profeta de la Bondad. El ateísmo contemporáneo está interesado en hacer de él lo que llaman “una figura mundial”… como Mae West.
Digo pues que leyendo estas inepcias, que Cristo estaba alucinado por la idea de un cataclismo próximo; que Cristo no sabía determinar si era el Mesías o no; que no sabía lo que estaba fundando, en suma no sabía lo que hacía; que jamás soñó con fundar la Iglesia, que fueron san Pablo y otros; que no previó que el mundo podía durar todavía más de 40 años, etc., uno no puede menos de reírse, un poco cruelmente; porque éstos son desdichados. Cristo previó perfectamente los largos años de vida de la Iglesia, sus peripecias y desenvolvimiento, el lento crecimiento del árbol, su amenaza por la maleza, la larga paciencia de Dios y el lejano y definitivo final; y en consecuencia, la construyó cuidadosamente; proveyéndola de Jefe, de Jerarquía, de organización, de legislación, de principio fundamental, de judicatura, de remedio para sus enfermedades, de prevenciones para con sus enemigos y de consejos, que se revelaron infalibles, para todos sus miembros. Y eso lo hizo con la tranquilidad, la coherencia y la certeza del que está viendo desde aquí todo el mapa. Es un milagro por supuesto, es profecía. Ellos dicen que no pueden admitir ningún milagro, que donde hay un milagro hay que pasar el lápiz rojo sobre los Evangelios… El lápiz rojo va a pasar sobre el nombre déllos.
Maldonado concluye su breve e insípido comentario (en que se pone a atacar a Calvino y defender la Inquisición) con esta nota, que si él lo dice…: “Los siervos que se durmieron según todos los Santos Padres son los Obispos y demás eclesiásticos que deben velar (y se duermen algunos) por la mies del Paterfamilias; y aunque a algunos déllos no les hace gracia que esto se diga, ojalá que así como no les hace gracia, así no fuera verdad”. Atrevido el andaluz viejo.
De hecho, la edición española de Maldonado que manejamos ahora ha sido podada o cambiada por los Cinco Censores después de su muerte en muchísimas frases de “excesiva franqueza”; donde empero está la frase que copio. Felizmente, está en marcha hoy una edición crítica (Huby-Galdós) con el texto original del gran escriturista andaluz.
Parábola del Trigo y la Cizaña II
La peor tentación de los fieles y la peor objeción de los infieles es la existencia del mal en el mundo, y de la corrupción en la Iglesia de Cristo.
La existencia del dolor, el error y el pecado en el mundo milita contra la fundación divina de la Iglesia, la bondad divina infinita, e incluso la existencia de Dios.
La tentación se acerba cuando uno tiene el mal encima; y se vuelve suprema cuando su causa es la misma Iglesia. Cristo respondió a esa tentación con esta parábola; y el grito mudo de los mártires le hace eco a través de los siglos. San Atanasio, san Gregorio de Nacianzo, san Basilio fueron perseguidos (aparentemente) por la Iglesia misma; y así Bartolomé Carranza, Savonarola, santa Teresa, Juana de Arco, Jacinto Verdaguer, y otros.
Que Cristo se refirió al mal no sólo en el “mundo mundano” enfrente de la Iglesia (herejes) sino aun dentro de la Iglesia (Malos Pastores y malos fieles) es perspicuo en el texto mismo. Si alguna duda pudiera quedar, ahí está para roborarlo la parábola siguiente del Pescador. (Mt. XIII, 47). “Semejante es el Reino a una red echada al mar que recoge toda clase de peces”. En la ribera ya los pescadores sentados eligen y guardan los buenos, arrojan los malos. Sigue literalmente repetido el final de la parábola de la Cizaña, con la terrible mención de la fragua del fuego. En la elección de los Doce pescadores Cristo usó la metáfora del Pescador; y en dos parábolas en acción, las dos Pescas Milagrosas, designó indubitablemente la Iglesia. El mar es el mundo, la barca es la Iglesia, las redes traen peces buenos y malos, la ribera en tierra firme donde se hace el cernido, es la otra vida.
Una persona maliciosa, como suelen ser las mujeres, me dijo un día: “Usted le tiene rabia a Sarmiento porque se parece a Sarmiento”. Yo tomé de la biblioteca un libro de Sarmiento, todo chuceado de notas, y le mostré una dellas: “Mucho me temo de tener muchos defectos de Sarmiento; aunque no tantos que me lleven a la Presidencia de la República”. En la explicación de esta parábola me parece que todo el fondo sarmientino que hay en mí va a salir afuera.
Lo que quiero decir aquí es que además de la cizaña de las herejías, que hay tanta hoy que da miedo (qué cosa abyecta y triste se ha vuelto la vida argentina con un siglo de herejía liberal encima) hay cizaña dentro del templo: y da más miedo todavía. Siempre hubo; pero desde el Renacimiento acá la cizaña ha aumentado y se ha sutilizado. Puede que esa cizaña haya sido la causa del fracaso del gigantesco empeño de la España Grande para dominar la Protesta luterana. Pongo un ejemplo.
El proceso del Arzobispo de Toledo, Bartolomé Carranza (1559 a 1576) es el mejor ejemplo para nosotros de la cizaña dentro de la Iglesia; mejor que el de Juana de Arco: es un hombre de nuestra raza, es imperfecto y no santo, se mantiene firme en la fe y… el proceso no se falló, terminó en punta. Pero él se chupó los 18 años de cárcel. Lo largaron de vergüenza al ver que se moría: lo que sucedió poco después. Y los protestantes hicieron con él una ruidera fenomenal.
Legalmente no se sabe aún si el baturro Carranza fue culpable o inocente. El Dr. Gregorio Marañón prometió hace ya unos ocho años escribir un libro poniéndolo en claro. No lo ha escrito.
La culpa de Carranza, en el caso de haber culpa, fue haber escrito en su “Catecismo” (que fue aprobado por el Concilio de Trento) proposiciones de marcado sabor protestante y haber mantenido relaciones amistosas con algunos “protestantizantes” españoles; como Cazalla y el Conde de Seso; ítem más, algunos dichos desahogados, reportados por otros procesados más o menos de fiar, que unidos a lo arriba dicho, demostrarían que el fondo de su corazón era tenebrosamente luterano.
El que quería desentrañar el fondo de su corazón era el Gran Inquisidor Fernando de Valdés; que parece amaba mucho al Arzobispado de Toledo y poco al Arzobispo.
Quería el Arzobispado para un sobrino suyo.
El proceso de Carranza según Menéndez y Pelayo que dice que lo leyó (aunque algunos no lo creen) mide 18 pies y 11 pulgadas de alto. Consta de 20.000 fojas en folio la parte que se conserva en la Academia de la Historia de Madrid; pues la parte, mayor aún, que se conserva en Roma no ha sido medida.
Lo primero que ha de tener un historiador es sentido moral; de suerte que lo que precede a toda discusión sobre este proceso es que fue pura y simplemente una iniquidad.
Después vienen las circunstancias atenuantes de “las condiciones de la época” – “la mala línea que tomó la defensa” – “el mal genio del acusado”; y hasta “su culpabilidad” si se quiere.
Aunque Carranza hubiese sido netamente culpable de veleidades ideológicas hacia la herejía, el castigo es atrozmente desproporcionado, y el proceso sigue siendo una monstruosidad, de esas que hacen a uno avergonzarse hasta de la naturaleza humana.
Denme un hombre de corazón y entenderá lo que digo.
Pero si hubiese sido netamente culpable, se hubiera visto en seguida. Y no se hubiesen puesto de su parte teólogos insignes, hombres santos ni (mucho menos) el pueblo de Toledo y el de Roma. Dos Papas no hubiesen hecho conatos ineficaces para librarlo. De oficio hubiesen podido librarlo, naturalmente; pero prevaleció la “política”, y contemporizaron con Felipe II; la política, y también la confusión.
Pero si no fue hereje, aquí aparece el misterio del fariseísmo. Y si en el fondo fue perseguido por buscar y querer defender la verdad, mucho más todavía.
Vale más mala sentencia breve que proceso largo, decía mi tío el cura.
Humanamente hablando, Carranza hubiese ganado en confesar todo lo que decían, recibir condena y cumplir la pena impuesta, como hizo en caso análogo el Cardenal Petrucci; aunque esto no es seguro, porque la Inquisición Española no era la Inquisición Romana.
“Ego Petrus Mattheus Petruccius, filius quondam
Joannis Baptistae……………………………………
S.R.E. Cardenales……………………………………
Cognoscens et confitens me gráviter errasse
Propositiones quinquaginta quattuor falsas
Malesonantes, temerarias, scandalosas … etc, etc.”
Este era italiano y flexible; mas Carranza era español. Cada hombre tiene su destino. Y yo soy italiano acriollado, pero francamente creo que me hubiese portado como Carranza, si me acusan de hereje no siéndolo. Si me hacen confesar que la tierra era cuadrada, eso sí, hubiese confesado como Galileo. Pero si me acusan de haber matado a Mussolini y a Satanowsky, o de “haber ofendido al Papa” (cosa posible) y a mí me parece que no es verdad, me parece me tendrían 26 años procesado; como a ampanella, que también fue italiano.
Bien, Carranza ya murió. Antes de morir hizo una escena “de mal gusto”, postrándose ante el Santísimo Sacramento, y jurando por la salvación de su alma que nunca había defendido las proposiciones que le hicieron abjurar, en el sentido incriminado. Después de muerto le pusieron una lápida en Santa María Minerva, procurando sacar gloria de lo que no es sino vergüenza; la cual dice así; traducida del latín:
AQUÍ YACE BARTOLOMÉ CARRANZA
ILUSTRE POR SU LINAJE
VIDA DOCTRINA ELOCUENCIA Y LIMOSNAS
GRANDEMENTE HONRADO
POR EL EMPERADOR CARLOS V Y SU HIJO FELIPE II
VARÓN DE ÁNIMO
MODESTO EN LA PROSPERIDAD
Y RESIGNADO EN LAS TRIBULACIONES
Se me hace no sé por qué que Carranza no fue hereje, sino quizá el enemigo de la herejía más grande que hubo en aquel tiempo. No es bueno ser “demasiado” enemigo de la herejía. Eso conduce a otra herejía. Para probarlo, tendría que tener en mis manos el “Cathecismo” de Carranza. ¿Quién me lo regala? Está en la Biblioteca de Washington, y cuesta 25 “cents” por página fotografiada. La clave del proceso de Carranza está en su Catecismo, leído hoy día por un teólogo.
Fundadamente se puede defender que Carranza tenía “en el fondo de su corazón” el impulso heroico aunque prematuro del “doctor sacro”, el mismo de santo Tomás su maestro: liberar con la inteligencia el núcleo de verdad cautivo de la herejía protestante.
Ese es el modo más excelso, cristiano y eficaz de combatir la herejía.
Pero la Contrarreforma (que tenía dentro de su seno no pocos energúmenos) contaba con otro modo de combatir la herejía: voluntad, medios políticos (no censurables como complemento) y el empleo de la fuerza en último extremo.
El mismo Carranza se portó bastante energúmeno cuando fue Inquisidor de la Reina María Tudor de Inglaterra; y aun quizá por eso permitió Dios que él, que estuvo a las duras, estuviese después a las maduras: que conociese en carne propia la obra de la violencia en la defensa de la religión.
El fondo de verdad que había en la herejía luterana, exagerado y deformado lo que usted quiera, es el siguiente: el origen primero de nuestra salvación es la fe, el principio formal de nuestra salvación es la gracia, el elemento elevante y transfigurante de todas nuestras virtudes y buenas obras es la caridad sobrenatural. Fue solamente “tapadera”, si Ud. quiere: pero estaba. Dicho brevemente, con la frase de un filósofo moderno: “No somos buenos por hacer buenas obras, sino que hacemos buenas obras porque somos buenos”. El ser bueno (es decir, el estar ya “justificado”) es primero; y eso viene de Dios, no de nosotros.
La mayor parte de las 16 proposiciones de que hicieron abjurar al cansado y decrépito anciano antes de morir, se pueden reducir a esta verdad agustiniana y católica, haciendo a ellas menos fuerza en pro de Carranza (que es lo honesto) que no la fuerza hecha contra… que hace Menéndez Pelayo.
1°) Que todas las obras hechas sin caridad son pecados y ofensas de Dios. (En cierto sentido, lo defendió san Agustín).
2°) Que la fe es el primero y principal instrumento para la justificación (Correcto).
3°) Que por la justificación y méritos de Cristo el hombre se hace formalmente justo… (Correcto).
Estas proposiciones, aun separadas del contexto y puestas en seco, son simplemente verdades católicas, queriendo entenderlas bien; ahora, queriendo entender mal, hasta el Padre nuestro se puede convertir en criminoso.
Las proposiciones claramente luteranas, que Menéndez Pelayo da como evidencia del luteranismo de Carranza, no están en su “Cathecismo”, y son deposiciones de díceres de otros díceres, que no tienen autoridad para fallar en cosa tan grave… “que la fe sin las obras hasta para la salvación… “, etc. (Heter, Esp. tomo IV, cap. 8, pág. 70 del tomo V de Obr. Compl. edición 1928).
Y aun esas proposiciones, según como se entiendan, tienen defensa. Si por obras se entiende los actos meramente externos, a veces rutinarios si no supersticiosos o farisaicos, que abundaban como mala hierba en el siglo XVI, como hábitos, escapularios, bulas, fundaciones, procesiones, peregrinaciones, novenas milagrosas, et sic de caeteris es la pura verdad que sin estas obras, en las cuales escandalizaban los protestantes, puede existir la fe viva y salvífica.
Si por obras se entiende el cumplir los mandamientos, claro que eso es herejía despampanante y aun descarada impiedad. Pero eso absolutamente no era capaz de decir Carranza, el varón “pío, docto, humilde y misericordioso” del epitafio. En el “Interrogatorio de abonos” dice él cándidamente que “desde su niñez ha sido humilde y de buen parecer, lo que es contrario a las costumbres de los herejes; muy honesto, limpio y apartado de toda deshonestidad, muy templado en comer y beber”.
Menéndez Pelayo no era teólogo; y aun siendo historiador y gran historiador, sufre por momentos lapsus notables de memoria. Tenía un buen juicio, una inmensa erudición y una memoria genial; pero aun así tiene lapsus de memoria. Y no sabe mucha teología.
Menos mal que dice que la biografía de Carranza está por escribir y que él no desea escribirla. Hace bien. No es cosa de él. Dicho sea esto sin mengua del inmenso respeto que merece la obra menéndica (o “menendezpelayiana”, adjetivo risible inventado por Laín Entralgo); pero sin mengua de la libertad intelectual que el gran polígrafo reclamó y quiso; del cual dependo yo, incluso en esta discrepancia con él.
Pero antes de la biografía hay que hacer un drama. El drama está ya casi hecho, dado por las dramáticas vicisitudes del proceso. Los poetas en estos casos ven más y mejor que los historiadores.
Carranza fue un gran teólogo, de corazón sensible y quijotesco, emborrachado con el “ideal imperial” de la España del XVI, ideal que los españoles propenden a identificar demasiado con el ideal mismo de la fe en Cristo. Y no. Una cosa es el patriotismo, otra cosa es la santidad. Parecería que en España hay una proclividad a emparejar a España con el Evangelio. Me pregunto si no habrá sido esa infatuación la causa última de la rápida decadencia de España después de Felipe III; o de su “derrota” más bien, pues “decadencia” quizás no es exacto.
Carranza fue una víctima de la Inquisición. ¿Qué le vamos a hacer? Es así.
Después de reconocerlo lealmente, se puede intentar cualquier defensa de la Inquisición.
Así lo hace Balmes. Todas las instituciones políticas humanas han hecho víctimas.
Las numerosas e ingeniosas defensas de la Inquisición prueban con evidencia todas una misma cosa: y es que la Inquisición necesita defensa.
En la Inquisición la fe servía al Estado más que el Estado a la fe. Por lo menos en este caso. Felipe II es responsable principal del vergonzoso caso de Carranza, en el cual la fe no ganó nada, a no ser la fe de Carranza.
Por la violencia no se puede persuadir a nadie que la Iglesia es santa, ni al que la padece ni al que la ve padecer. A lo más se puede conseguir que se queden quietos, y después quizá que presten oído a razones algunos tipos extremadamente endurecidos, criminalmente inquietos y socialmente peligrosos. Eso es todo. Es lo que concedió san Agustín, que se opuso al castigo de los Donatistas mientras éstos no comenzaron a cometer verdaderos crímenes. “Mientras se pueda, no hay que castigar a los herejes. Si perturban y el Príncipe los reprime, no es asunto nuestro pastoral”.
Balmes y Menéndez Pelayo defienden a la Inquisición con las “circunstancias de la época” y con que España necesitaba de eso absolutamente para su incolumidad en aquel tiempo. Bien, ellos son españoles y más saben ellos en su casa que yo en la de ellos y en cualquiera -incluso en la mía- que no es mía. Bien, pero esto es “historicismo”; y ahora andan reprochando el “historicismo ” de Ortega, porque dicen conduce al escepticismo ético. Bien, pongamos que éste es historicismo bueno; y el de Ortega malo.
Lo que yo sé es que Menéndez Pelayo despacha demasiado fríamente una evidente y monstruosa inhumanidad; y encima echa la culpa de ella al sacrificado, diciendo que hizo bien Felipe II, hizo bien Fernando de Valdés. Y cuando él sufrió en sí mismo una mínima injusticia, algunos años después, chilló como un chanchito y se le vino el cielo abajo. “Mi corazón está lleno de amargura” -escribía…
No lo habían elegido Presidente de la Academia y en vez habían votado por Alejandro Pidal, que ciertamente tenía más condiciones “políticas” que él para el cargo.
¡Las circunstancias de la época! ¡Cállate! Aquí no se trata de deshacer a un hombre en una tortura lenta cuerpo y alma, como en el caso de Carranza. Solamente no te han dado un honor que… merecías. ¿O no?
Juzgamos los hombres todos
Juzgamos y aconsejamos
Cuando no nos toca, duro,
Y cuando nos toca, blando.
Como ven, me he metido a abogado defensor, de Carranza: la sentencia no se ha dado aún. “¡Cuánta pasión hubo en los actores déste drama”! -dice Menéndez Pelayo. Sí, sobre todo en los jueces. El juicio verdadero no ha sido dado aún.
El mal existe en el mundo, todo el mal, físico y moral, por la “siembra del diablo”, el pecado. Hay tres cosas: el bien puro, que lo hace Dios, como la gracia; el mal puro que lo hace el hombre, el pecado; y otro bien no puro, con mezcla de mal, rebotado y complejo, como el dolor aceptado o la pasión de Cristo: una rectificación del mal con el bien en otro plano superior. Esto es lo único que hay en el mundo, hasta la “Siega”; y el dolor aceptado es más BIEN en este mundo que el placer aun agradecido.
Leonardo Castellani, Las Parábolas de Cristo Ediciones Jauja Mendoza 1994 pp.138-152
[1] Dalle: guadaña (DRAE)
P. José A. Marcone, IVE
La parábola del trigo y la cizaña
(Mt 13,24-43)
Introducción
El domingo pasado comenzamos a leer las parábolas de Cristo y leímos en primer lugar, la parábola del sembrador. Esta parábola quiere expresar que cada alma individual se define en relación al Verbo, es decir, en relación a la aceptación o rechazo de Jesucristo.
Hoy leemos la parábola del trigo y la cizaña que expresa la misma realidad que la del sembrador pero no ya en el ámbito individual sino en el ámbito social. El terreno en la parábola del sembrador es el alma individual. El terreno en la parábola del trigo y la cizaña es la sociedad.
Hay en esta parábola del trigo y la cizaña, además, un cambio notable en la significación de la semilla de trigo. En la parábola del sembrador la semilla de trigo es la Palabra de Dios. En la parábola del trigo y la cizaña la semilla de trigo son hombres, los hijos del Reino. Y la semilla de cizaña son también hombres, los hijos del Maligno.
San Juan Crisóstomo y Santo Tomás de Aquino ven una continuidad entre la parábola del sembrador y la parábola del trigo y la cizaña. San Juan Crisóstomo parte de la palabra griega del original que dice que el Maligno ‘sobresembró’ (epí-speíro) cizaña en el campo de trigo. Entonces dice el Crisóstomo: “El diablo, como vio que parte de la semilla había dado ciento por uno, parte sesenta y parte treinta, él se echa por otro camino. Ya que no había podido arrancar lo que había echado raíces, ni ahogarlo ni quemarlo, tiende sus asechanzas por medio de otra trampa, que es sembrar su propia semilla”[1].
En esta continuidad entre una parábola y otra, Santo Tomás de Aquino descubre la esencia del significado de la parábola del trigo y la cizaña. Dice el Aquinate: “Jesús puso antes una parábola en la cual se mostraba el impedimento que procede del exterior (ab extrinseco) contra la doctrina evangélica. Ahora Jesús pone otra parábola, en la cual se muestra el impedimento que procede del interior (ab intrinseco) para que la doctrina evangélica sea escuchada”[2]. Ab extrinseco: en la parábola del sembrador el diablo actúa desde el exterior, desde el mundo pagano, podríamos decir. En efecto, los tres impedimentos u obstáculos para que la Palabra crezca y dé frutos son vicios que provienen del mundo malo, del paganismo. Primer terreno: el desinterés por las cosas de Dios; segundo terreno: el ser proskairós (= temporal), interés por las solas cosas del tiempo, sin relación a la eternidad; tercer terreno: las preocupaciones de la vida y la seducción del dinero. A pesar de eso, hay un terreno que tiene mucho subiectum y da fruto: 30 x 1, 60 x 1, 100 x 1. El diablo, envidioso, vio que, a pesar de su acción desde el mundo pagano, lo mismo hubo un terreno que dio mucho fruto. Entonces, decide actuar desde dentro del terreno bueno y que da fruto, es decir, ab intrínseco, desde dentro de la Iglesia. ¿Cómo lo hace? Tratando de impedir desde adentro de la Iglesia que se escuche la doctrina evangélica.
Éste es el tema fundamental de la parábola de hoy: el mal que hay dentro de esa sociedad sobrenatural y salvífica que es la Iglesia Católica, la única Iglesia de Cristo.
- El significado del terreno donde se siembra trigo y cizaña
El texto del evangelio confirma lo que dicen San Juan Crisóstomo y Santo Tomás de Aquino: el campo es la Iglesia. En efecto, la parábola comienza diciendo: “El Reino de los cielos es como…” Por Reino de los cielos se entiende la Iglesia Católica. Cuando Jesucristo explica la parábola dice que el campo es el mundo (ho kósmos). Sin embargo, se trata de una parte del mundo bien delimitada: el Reino de los Cielos. Se refiere a la Iglesia Católica, lo cual no quiere decir que no se pueda aplicar también al mundo en general. Pero se refiere, en primer lugar, a la Iglesia.
Además, el nombre que Jesús da al dueño del campo es oikodespótes, que San Jerónimo traduce como pater familiae. Este nombre de oikodespótes y pater familiae se lo aplica Jesús a sí mismo una vez, en Mt 10,25: “Si al oikodespótes le han llamado Beelzebul, ¡cuánto más a sus domésticos!” Respecto a esto dice Trilling: “Se nota más claramente a quién se alude, cuando se habla del padre de familia (13,27). El vocablo es característico de san Mateo y se emplea con frecuencia de tal modo que el oyente haya de pensar en Dios o en Jesús, el padre de la familia de los discípulos (Cf. 10,25; 20,1.11; 21.33)”[3]. Por lo tanto, se trata de la familia de Jesús, es decir, de la Iglesia Católica.
Además, esta parábola del trigo y la cizaña, como bien dice Trilling, forma un binomio con la parábola que sigue, la parábola de la red que se arroja al mar[4]. Esa red es, sin duda, la Iglesia Católica, en la cual hay peces buenos y malos, y es necesario clasificarlos para tirar a los malos. El P. Castellani corrobora esto: “Que Cristo se refirió en la parábola del trigo y la cizaña al mal no sólo en el ‘mundo mundano’ enfrente de la Iglesia (herejes) sino aun dentro de la Iglesia (Malos Pastores y malos fieles) es perspicuo[5] en el texto mismo. Si alguna duda pudiera quedar, ahí está para roborarlo la parábola siguiente del Pescador (Mt 13,47)”[6].
El trigo en esta parábola, como decíamos, son hombres buenos que Jesús sembró en su campo que es la Iglesia, y que dieron mucho fruto. Se refiere especialmente a los Apóstoles[7], pero no solamente a ellos sino a todo apóstol que dio fruto.
La cizaña son hombres malos que el diablo sembró en la Iglesia Católica. El demonio planta hombres en la Iglesia cuando, a través de sus sugestiones, instigaciones e incitaciones, seduce y persuade a dichos hombres para que, sin salir de la Iglesia, combatan la doctrina del Evangelio desde dentro de la Iglesia, luchen contra ella desde adentro y la desacrediten con sus pecados y sus crímenes.
Santo Tomás de Aquino es clarísimo cuando explica qué significa la cizaña en esta parábola: “¿Qué se significa por ‘cizaña’? Los hijos viciosos, y todos los que aman la iniquidad, especialmente los heréticos. Tres son los géneros de malos: los perversos católicos, los cismáticos y los herejes”[8]. La palabra nequam, que tradujimos por ‘viciosos’, significa, además, ‘desvergonzado’, ‘que nada vale’, ‘malo’, ‘inútil’[9]. Y la palabra pravi, que tradujimos por ‘perversos’, significa, además, ‘depravado’, ‘ciego’, ‘insensato’.
El mismo Cristo, al explicar la parábola, aclara que cizaña son los hombres que comenten pecados que son escándalos, y los que obran la iniquidad (Mt 13,41). La palabra griega skándalon “significaba originalmente el nombre de la parte de una trampa en la que se pone el cebo; de ahí es que signifique también el mismo lazo o trampa”[10]. Por lo tanto, escándalo es el pecado que, por su gran gravedad, hace caer en pecado también a los demás. Jesús advierte que dentro de la Iglesia Católica habrá escándalos.
Ahora bien, ¿cuál es el peor de los escándalos y la peor de las obras de iniquidad? Lo acabamos de escuchar de boca de Santo Tomás: “Tria sunt genera malorum: pravi Catholici, schismatici et haeretici, specialiter haeretici”[11]. ‘Especialmente los herejes’: el peor mal y el peor escándalo dentro de la Iglesia es aquel que corrompe el contenido de la revelación divina y desfigura el conocimiento verdadero de Jesucristo, el Verbo Encarnado, verdadero Dios y verdadero hombre, perfecto Dios y perfecto hombre. Y es el peor escándalo porque es el que aleja de la manera más eficaz a los hombres de la salvación. Sin una fe recta es imposible salvarse e, incluso, es imposible orientarse hacia la salvación.
Jesucristo es el primero en afirmar que el principal escándalo es aquel que corrompe la verdadera fe en Él. El texto que sigue de San Mateo, capítulo 18 se refiere, en primer a la fe en Cristo, a los pequeños que creen en Él: “Pero al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le vale que le cuelguen al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos, y le hundan en lo profundo del mar. ¡Ay del mundo por los escándalos! Es forzoso, ciertamente, que vengan escándalos, pero ¡ay de aquel hombre por quien el escándalo viene!” (Mt 18,6-7). Respecto a esto dice Trilling: “En san Mateo se habla con frecuencia de los escándalos y de los que los provocan. (…). El escándalo afecta siempre a la totalidad de la persona y principalmente a la fe. El que se escandaliza, pierde la fe, se aleja de Dios y de su llamamiento”[12].
Si bien el escándalo se refiere principalmente a la corrupción de la verdadera fe, no se refiere solamente a eso. Se refiere también a aquellos pecados que, por su gravedad, conmocionan al católico y lo hacen alejarse de la verdadera fe y de la comunión con la Iglesia. Es el caso de los pecados públicos de algunos sacerdotes relativos al sexto mandamiento y al incumplimiento de su promesa de celibato o su voto de castidad, incluso con menores de edad o niños.
Escándalo y obra de iniquidad dentro de la Iglesia es también la persecución que la misma jerarquía ha realizado a personas santas. Así, por ejemplo, a San Pío de Pietrelcina. El padre dominico Paolo Philippe, que poco después sería nombrado Cardenal y consultor del Santo Oficio, fue delegado para que hiciera una visita apostólica al P. Pío de Pietrelcina para investigar las acusaciones en su contra. Esta visita apostólica, hecha en febrero de 1961, duró sólo un día. Su informe, elevado a la Santa Sede, entre otras cosas decía: “El padre Pío (…) es un hombre muy astuto y obstinado, un agricultor astuto que camina por sus caminos sin enfrentar a sus Superiores de frente, pero sin ninguna voluntad de cambiar. Él no es ni puede ser un santo (…) y ni siquiera un sacerdote digno. El padre Pío ha pasado insensiblemente de manifestaciones menores de afecto a actos cada vez más graves, hasta el acto carnal. Y ahora, después de tantos años de vida sacrílega, quizás no se da cuenta de la gravedad del mal. Esta es la historia de todos los místicos falsos que han caído en el erotismo”[13]. San Pío de Pietrelcina, ruega por nosotros.
La razón fundamental por la cual Jesucristo narró la parábola del trigo y la cizaña es la de advertir a los católicos de todos los tiempos que no deben escandalizarse, es decir, no deben vacilar en su fe ni mucho menos dudar de la santidad de la Iglesia por el hecho de que dentro de la Iglesia haya cizaña de la calaña que acabamos de describir. Jesucristo lo previó y lo avisó.
San Juan, en su primera carta, reconoce, sin alterarse ni angustiarse, que en la primera comunidad cristiana había cizaña: “Habéis oído que iba a venir un Anticristo; pues bien, muchos anticristos han aparecido (…). Salieron de entre nosotros; pero no eran de los nuestros. Si hubiesen sido de los nuestros, habrían permanecido con nosotros. Pero sucedió así para poner de manifiesto que no todos son de los nuestros” (1Jn 2,18-19).
Y Santo Tomás, citando a San Agustín, dice: “Ninguna sociedad es tan buena que no haya algún malvado; incluso en la sociedad de los Apóstoles uno fue malo, es decir, Judas Iscariote”[14].
- ¿Quiénes son los que duermen?
El enemigo del pater familiae sembró cizaña, dice el evangelio textualmente, ‘mientras los hombres dormían’ (en tô katheúdein toùs anthrópous). ¿Tienen estos hombres alguna culpa en la siembra de la cizaña por parte del enemigo? A primera vista, pareciera que no, dado que no hay por qué custodiar un sembrado de trigo cuando todavía no tiene frutos. Ahora bien, si ellos sabían que había un enemigo de quien conocían su gran maldad y sabían que odiaba al pater familiae, ¿no debieron haber previsto la posibilidad de un sabotaje? La opinión de los Santos Padres es que sí debieron haberlo previsto y que hubo negligencia por parte de esos hombres que, dice Cristo, dormían. ¿Quiénes son concretamente, dentro de la Iglesia, estos hombres? Dice San Juan Crisóstomo: “No es pequeño el peligro que aquí amenaza a los superiores, a quienes está encomendada la guarda del campo. (…) Porque muchos prelados, introduciendo en las iglesias hombres perversos, heresiarcas solapados, facilitaron enormemente estas insidias del diablo, pues una vez plantados estos hombres en medio de los fieles, poco trabajo le queda ya al diablo”[15].
Y Santo Tomás dice: “En cuanto a la frase ‘mientras los hombres dormían’ hay que considerar la ocasión de la malicia producida. Y aquí la ocasión es doble: una por parte de los guardianes y la otra por parte del que sembró la cizaña. En cuanto a los guardianes, debe entenderse de los jefes del género humano que, puestos para custodiar, dormían”[16].
El P. Castellani, citando a Maldonado, dice: “Maldonado concluye su breve e insípido comentario (en que se pone a atacar a Calvino y defender la Inquisición) con esta nota, que si él lo dice…: ‘Los siervos que se durmieron según todos los Santos Padres son los Obispos y demás eclesiásticos que deben velar (y se duermen algunos) por la mies del Paterfamilias; y aunque a algunos déllos no les hace gracia que esto se diga, ojalá que así como no les hace gracia, así no fuera verdad’. Atrevido el andaluz viejo”[17].
En unión con el punto anterior, la conclusión es que, si los guardianes no se durmieran, mucha de la cizaña que hay en la Iglesia Católica no existiría. Es decir, no existirían muchos de los errores en la fe que hoy existen, no existirían muchos de los escándalos que hoy existen y no existirían muchas de las obras de iniquidad que hoy existen.
Baste como muestra muy elocuente lo que el P. Julio Meinvielle escribe en el capítulo VII de su libro “La Iglesia y el mundo moderno”[18]. Bastará simplemente transcribir el título y los subtítulos de dicho capítulo. El título del capítulo es: “La Revolución anticristiana dentro de la Iglesia”. Y los subtítulos son: “La penetración de la Contra-Iglesia dentro de la Iglesia, en el plano superficial de las obras y publicidad católicas”. “La penetración de la Contra-Iglesia dentro de la Iglesia, en el plano más hondo del pensamiento católico”. “La penetración de la Contra-Iglesia, en el plano profundo de las sociedades secretas e iniciáticas”. “Envolver a la Iglesia en la edificación de la Civilización de Satán”. Cesen aquí las palabras.
- ¿Por qué esperar hasta el fin del mundo para arrancar la cizaña?
Ya era brava la cuestión de determinar que el campo del que habla Jesucristo en esta parábola es la Iglesia. Brava también era la cuestión de determinar quiénes eran los que dormían. Y brava como las otras dos es la cuestión de determinar qué significa que el pater familiae, es decir, Jesús no quiere que sus domésticos arranquen la cizaña hasta el fin del mundo.
Veamos primero que es lo que no significa. En primer lugar, el hecho de que Jesús no quiere que se arranquen a los hombres que hacen escándalos y obras de iniquidad sino recién hasta el fin del mundo no quiere decir que la Iglesia no deba castigar a quienes cometan tales actos, sin olvidar que el peor escándalo es corromper y adulterar la revelación divina arruinando la fe de los pequeños. La mejor demostración que la Iglesia nunca entendió que el esperar hasta el fin del mundo no significa no castigar al culpable es el Código de Derecho Canónico, al cual queda sujeto todo bautizado ipso facto en el Bautismo. Dicho Código tiene 1752 cánones, de los cuales 441 están consagrados a las sanciones que la Iglesia impone (Libro VI) y a los procesos por los delitos cometidos (Libro VII). Es decir que el 25 % del Código de Derecho Canónico está consagrado a normar los castigos que reciben los que cometen delitos dentro de la Iglesia.
Son muchos y variados los castigos que la Iglesia impone, pero el castigo más grave previsto por la Iglesia es la excomunión, que consiste en la expulsión de la Iglesia Católica. Esta expulsión es gravísima pues lo deja fuera de la comunión con la sociedad sobrenatural y salvífica, dentro de la cual se da la salvación. La excomunión está prevista, en primer lugar, para el apóstata, el hereje o el cismático (canon 1364), en consonancia con lo que decía Santo Tomás: “La cizaña se refiere especialmente a los herejes”. Pero también para: el que profana la Eucaristía (canon 1367), el que trata de absolver en la confesión a una persona que ha sido cómplice del pecado que quiere absolver (canon 1378), por consagrar a un Obispo sin mandato del Sumo Pontífice (canon 1382), por violar el sigilo sacramental de lo escuchado en confesión (canon 1388), por realizar un aborto (canon 1398).
La Iglesia ha extirpado claramente la cizaña muchas veces a lo largo de la historia. A comienzos del siglo IV, Arrio arrastró casi a toda la cristiandad a creer que Jesús era un puro hombre. El Concilio de Nicea, en el 325, condenó su doctrina y purificó la fe. En el siglo siguiente Nestorio decía que no había unión entre la persona divina del Verbo y la naturaleza humana de Cristo, poniendo dos personas: una divina y otra humana, destruyendo de esa manera la Encarnación. El Concilio de Éfeso (año 431) lo condenó y pacificó la Iglesia. Pocos años después, Eutiques negaba que Jesucristo fuera verdadero hombre y afirmaba una sola naturaleza en Cristo, la divina (monofisismo). El Concilio de Calcedonia (año 451) lo condenó y aseguró la verdadera fe.
En el siglo XVI Lutero borró a la Iglesia del contenido de la revelación divina. El Concilio de Trento, en ese mismo siglo, sentó las bases para una nueva cristiandad condenando clara y rigurosamente todas las tesis heréticas de Lutero.
Y ya más cerca de nosotros, la pestilencial herejía del modernismo o progresismo, que adultera las palabas del Credo, fue condenada por San Pio X a comienzos del siglo XX, con su famosa encíclica Pascendi.
Veamos ahora lo que sí significa que no debe arrancarse la cizaña hasta el fin del mundo. En primer lugar, significa que no debe usarse la fuerza para que los hombres acepten la fe. La fe es un don de Dios, una gracia que se adquiere a través de la colaboración humana del predicador. La fe nace de ‘la necedad de la predicación’ (1Cor 1,21) y del ejemplo que arrastra; de las obras del cristiano que lo convierten en luz del mundo (Mt 5,14). La fe entra por el oído y no por la espalda rasgada por el látigo. Dios quiere la aceptación de su revelación y de su persona al modo que una novia acepta a su enamorado. “Yo voy a seducirla; la llevaré al desierto y le hablaré al corazón” (Os 2,16). No se puede obligar a amar a nadie.
En segundo lugar, las palabras que Jesús dice hoy: “No recojáis la cizaña, no sea que junto con la cizaña arranquéis también el trigo” (Mt 13,29), suenan así: “¡Mucho cuidado con confundir el trigo con la cizaña y la cizaña con el trigo!”. En criollo sería: “¡Ojo al piojo! No confundir pato con ganso ni poroto con garbanzo; ni tampoco confundir gordura con hinchazón”. Por lo tanto, son una invitación a un ejercicio prudente del discernimiento.
Si no hay evidencias de que se trata de cizaña que debe ser expulsada de la Iglesia, lo mejor es no juzgar. Si lo que parece trigo finalmente no es trigo sino cizaña, se verá al fin del mundo y su destino será la condenación eterna. Por eso decía San Pablo: “No juzguéis nada antes de tiempo hasta que venga el Señor. El iluminará los secretos de las tinieblas y pondrá de manifiesto los designios de los corazones. Entonces recibirá cada cual del Señor la alabanza que le corresponda” (1Cor 4,5).
Por esta razón hay que tener mucho cuidado con repetir desconsideradamente lo que dicen los medios de comunicación social, tanto los medios audiovisuales (televisión, radio, internet, etc.) como los impresos (diarios, revistas, libros, etc.). Los mass-media, hablando en general, se comportan como enemigos de la Iglesia y fomentan el discernimiento al revés acerca del trigo y la cizaña. Hacen todo lo que está a su alcance para que lo que es trigo dentro de la Iglesia sea tenido por cizaña, y lo que es cizaña sea tenido por trigo. No se trata de negar que hay cizaña dentro de la Iglesia; de lo que se trata es de no llamar cizaña a lo que es trigo, y trigo a lo que es cizaña.
Podemos tomar un ejemplo de un hecho actualísimo y muy conocido para explicar un aspecto de esa realidad que Jesús nos presenta hoy. Se trata de las acusaciones de abuso sexual hechas al Cardenal australiano George Pell, número 3 del Vaticano. La Santa Sede emitió un comunicado sobre estas acusaciones, que, entre otras cosas, dice: “La Santa Sede ha recibido con desagrado la noticia del envío a juicio en Australia del Card. George Pell por imputaciones referidas a hechos ocurridos hace varias décadas. (…) El Santo Padre, que ha podido apreciar la honestidad del Cardenal Pell durante los tres años de trabajo en la Curia Romana, le está agradecido por su colaboración y, en particular, por su enérgico empeño a favor de las reformas en el sector económico y administrativo y por su activa participación en el Consejo de los Cardenales (C9)”[19].
Un periodista y sacerdote canadiense dice respecto a esto: “La Real Comisión sobre Abusos Sexuales de Australia no ha mantenido en secreto su intención de aprovecharse del sufrimiento causado por los pecados del clero católico para desacreditar fatalmente el testimonio público de la Iglesia Católica. Debido a que el Card. Pell se negó a cooperar en la marginalización de la Iglesia, se convirtió en el blanco de una campaña nefasta, que ha llenado de vergüenza a los mismos australianos”[20]. Esta frase tiene un equilibrio admirable. En primer lugar, no niega los pecados del clero católico. En segundo lugar, no niega el sufrimiento causado en muchas personas por los pecados del clero católico. En tercer lugar, denuncia la malicia de los mass-media que buscan aprovecharse del sufrimiento de las personas dañadas por el pecado del clero católico para ensuciar el trigo, para hacer creer que el trigo es cizaña.
Sin duda, los mass-media, hablando en general, buscan que el evangelio no sea predicado y buscan que la Iglesia quede al margen de la vida social y pública. Y para eso presionan a los verdaderos apóstoles para que cooperen con su ‘dañada intención’[21]. Y si no cooperan, los ensucian y los acusan de ser cizaña. El evangelio de hoy es actualísimo porque advierte a todo católico cómo debe leer y escuchar a los enemigos de la Iglesia para no dejarse engañar y no hacer un discernimiento al revés, “no sea que al recoger la cizaña arranquéis, junto con la cizaña, también el trigo”.
El Catecismo de la Iglesia Católica denuncia con gran claridad y valentía esta tiranía de los mass-media: “La moral denuncia la plaga de los estados totalitarios que falsifican sistemáticamente la verdad, ejercen mediante los mass-media un dominio político de la opinión, manipulan a los acusados y a los testigos en los procesos públicos y tratan de asegurar su tiranía yugulando y reprimiendo todo lo que consideran ‘delitos de opinión’” (CEC, 2499). Dicho Catecismo habla de los medios de comunicación social en el artículo dedicado al octavo mandamiento: “No mentir”. Y pone toda su exposición acerca de los mass-media bajo este sugestivo título: “El respeto de la verdad”. Y la primera frase de este apartado del Catecismo de la Iglesia Católica es la siguiente: “El derecho a la comunicación de la verdad no es incondicional” (CEC, 2488).
De esta advertencia se sigue también una actitud de alegría y esperanza hacia la Iglesia Católica: es mucho mayor el trigo que la cizaña. El discernimiento debe ser exacto y la percepción de la realidad debe ser precisa. El hombre que escribe un libro acerca del ruido que hace un árbol al caer, debiera escribir también una enciclopedia de varios tomos acerca del silencio del bosque al crecer. El hombre que se escandaliza por la cizaña en medio del trigo debe, también, gozarse en el comer con sosiego el pan hecho de trigo.
Conclusión
La conclusión la tomaremos de una robusta y potente frase de Santo Tomás de Aquino: “Ante todo debéis notar en esta parábola que el bien es más grande que el mal y triunfa sobre el mal, porque el bien puede existir sin el mal, el mal, en cambio, no puede existir sin el bien”[22]. La cizaña existe porque antes existe un campo sembrado de trigo. A pesar de la cizaña el campo seguirá dando grandes cosechas de trigo, unas veces el 30 x 1, otras veces el 60 x 1, otras el 100 x 1. Y aunque el Maligno siga sembrando hombres malvados dentro de la única Iglesia de Cristo, “el poder del infierno no prevalecerá contra ella” (Mt 16,18).
[1] San Juan Crisóstomo, Homilías sobre San Mateo, Homilía 46, BAC, Madrid, 1956, tomo II, p. 4.
[2] “Supra posuit parabolam, in qua ostendebatur impedimentum evangelicae doctrinae ab extrinseco, hic ponitur alia parabola, in qua ponitur impedimentum de audienda doctrina, quod est ab intrinseco” (Sancti Thomae de Aquino, Super Evangelium S. Matthaei lectura, Lectio 2; traducción nuestra).
[3] Trilling, W., El Evangelio según San Mateo, Herder, Barcelona, 1969.
[4] “También está estrechamente ligada con la parábola de la red barredera (13,47s). Las dos constituyen como una doble parábola. No son raros tales ejemplos (Cf. el grano de mostaza y la levadura en 13,31-33; el tesoro y la perla en 31,44-46, la oveja perdida y la dracma perdida en 15,4-10, etc.)” (Trilling, W., El Evangelio según San Mateo, Herder, Barcelona, 1969).
[5] Perspicuo significa ‘claro’, ‘transparente’ y ‘terso’ (DRAE).
[6] Castellani, L., Las parabolas…
[7] Dice Santo Tomás refiriéndose a la semilla de trigo en esta parábola: “Los hombres buenos son el fundamento de toda la fe; por eso a partir de los Apóstoles la Iglesia se difundió” (“Homines boni fundamentum totius fidei; unde ex apostolis tota Ecclesia pullulavit” (Sancti Thomae de Aquino, Super Evangelium S. Matthaei lectura, Lectio 2; traducción nuestra).
[8] “Quid significatur per zizaniam? Filii nequam, et omnes qui iniquitatem diligunt, specialiter haeretici. Tria sunt genera malorum: pravi Catholici, schismatici et haeretici” (Sancti Thomae de Aquino, Super Evangelium S. Matthaei lectura, Lectio 2; traducción nuestra).
[9] Diccionario Vox.
[10] Vine, Multiléxico del NT, nº 4625.
[11] Como puede verse, hemos cambiado el orden de las palabras dichas por Santo Tomás, para resaltar el sentido, que es exactamente el mismo.
[12] Trilling, W., El Evangelio según San Mateo, Herder, Barcelona, 1969. En Apoc 2,14 se habla del escándalo de Balaam hacia los hijos de Israel. Éste escándalo de Balaam consistió en dar el consejo a Balaq, rey de Moab, que favoreciera la unión marital de los israelitas con mujeres moabitas para que estas mujeres arrastren a los israelitas a la adoración de los ídolos, apartándose así de la verdadera fe (cf. Núm 25,1-3; 31,16).
[13] Campanella, Stefano, Obedientia et pax. La verdadera historia de una persecución falsa, Roma, 2011, citado en Zenit, El Padre Pío y la historia de una falsa persecución, Roma, jueves 31 de marzo de 2011.
[14] “Et Augustinus dicit, quod nulla societas est ita bona quin aliquis sit pravus: unde in societate apostolorum unus fuit malus, scilicet Iudas” (Sancti Thomae de Aquino, Super Evangelium S. Matthaei lectura, Lectio 2; traducción nuestra).
[15] San Juan Crisóstomo, Homilías sobre San Mateo, Homilía 46, BAC, Madrid, 1956, tomo II.
[16] “Cum autem dormirent homines et cetera. Habito de origine boni, hic agit de origine mali. Et primo ponitur occasio malitiae illatae; secundo ordo. Et primo ponitur occasio duplex: una est ex parte custodum, secunda ex parte seminantis. Ex parte custodum dicit cum autem dormirent homines etc., idest praepositi humani generis, qui positi sunt ad custodiendum dormirent” (Sancti Thomae de Aquino, Super Evangelium S. Matthaei lectura, Lectio 2; traducción nuestra).
[17] Castellani, L., Las parabolas…
[18] Meinvielle, J., La Iglesia y el mundo moderno, Ediciones Theoria, Buenos Aires, 1966.
[19] Oficina de Prensa de la Santa Sede, Boletín Cotidiano, Comunicado, 29 de junio de 2017.
[20] El texto original en inglés es el siguiente: “The royal commission on sexual abuse has made no secret of its intention to put the suffering caused by the sins of the Catholic clergy to good use, namely to fatally discredit the Church’s public witness. Because Cardinal Pell refused to cooperate in the Church’s marginalisation, he has been the target of a nefarious campaign that has brought shame upon Australians” (De Souza, R., As Cardinal Pell goes on trial, the Australian Church must hold its nerve, The Catholic Herald, 6 july 2017; traducción nuestra). El título del artículo, traducido a un castellano de Argentina, sonaría así: “El Cardenal Pell es llevado a juicio: la Iglesia australiana debe mostrar su garra y valor”.
[21] Cf. San Ignacio de Loyola, Libro de los Ejercicios Espirituales, nº 325.
[22] “Et prima fronte notare debetis, quod bonum est magnum, et victoriosum supra malum, quia bonum potest esse sine malo, malum autem non sine bono” (Sancti Thomae de Aquino, Super Evangelium S. Matthaei lectura, Lectio 2; traducción nuestra).
P. Gustavo Pascual, IVE
EL TRIGO Y LA CIZAÑA
(Mt 13, 24-30)
Es notable la paciencia de Dios. En esa mezcla de trigo y cizaña ocurren cosas maravillosas como la conversión de los pecadores y la santificación de los fieles a través del sufrimiento causado por las persecuciones de los malos.
Esta situación, que estén juntos en la Iglesia el trigo y la cizaña, hace que muchos se alejen de ella. Ver el mal y peor sufrir el mal en carne propia por parte de nuestros hermanos y la multiplicación del escándalo en el seno de la Iglesia lleva a algunos a alejarse y hasta renegar de Dios.
Pero, la voluntad del Padre hasta la consumación de los siglos es permitir que estén juntos el trigo y la cizaña en el mundo presente. Nosotros debemos acoplarnos a esta voluntad y aceptar con paciencia esta situación en la que a veces también colaboramos malamente.
El Padre sigue plantando buena semilla, porque sólo Él es bueno, aun previendo que parte se va a perder y lo hace por medio de Jesús y de sus servidores.
La maldad la pone el hombre haciendo mal uso de su libertad por el pecado, prestando su campo para que siembre el enemigo.
Existe una mezcla de bien y mal. Cuando sufrimos el mal y lo aceptamos como expiación. Una rectificación del mal con el bien en otro plano superior. Un mal sufrido injustamente aceptado por un bien superior como nos ha enseñado Jesús en su pasión[1].
“La paciencia es buena, aun para plantar cara al mal que vive en nosotros y nos fuerza a invocar al Padre”[2]. Notamos en nuestro campo también la cizaña que tenemos que extirpar pero hay que tener paciencia. Debemos recurrir a Jesús para que nos ayude e imitarlo en la paciencia. Debemos pacientemente sobrellevar nuestro mal, aguantarnos a nosotros mismos y no dejar de sembrar la buena semilla a pesar de vernos tan imperfectos. Dios, Jesús, harán el resto…
Hay que tener cuidado de dejarnos arrastrar por los escándalos. Debemos seguir esparciendo la buena semilla y sufriendo con paciencia el mal que nos sobrevenga.
Sufrir el mal con paciencia nos ayuda a expiar nuestros pecados y a colaborar en la extirpación de la cizaña. Nosotros mismos haciendo el bien y sufriendo los males extirpamos de nuestro corazón lo malo, que es parte de la cizaña que existe en el mundo.
La parábola nos habla de la Iglesia en el mundo, en su estado militante.
Jesús siembra siempre buena semilla, el diablo siembra cizaña.
El dueño del campo sabe que ha sido el enemigo el que sembró cizaña. Permite que crezcan juntos trigo y cizaña. Hay una interacción entre buenos y malos en este mundo.
En la Iglesia también el diablo mete cizaña. Los herejes, los malos pastores, los católicos de nombre solamente. Estos se parecen, respectivamente, a los buenos teólogos, a los buenos pastores y a los auténticos cristianos. ¿Cómo distinguirlos? Por los frutos los conoceréis.
La verdadera Iglesia, los verdaderos doctores, los buenos pastores, los buenos cristianos se distinguen por su fidelidad a Jesús más que por sus acercamientos pastorales.
Los escándalos no deben apartarnos del camino. Los escándalos de las nuevas teologías, los escándalos de los malos pastores, los escándalos de los malos cristianos.
San Ignacio en la meditación de dos banderas[3] dice que hay que pedir la gracia del discernimiento para distinguir el trigo de la cizaña. El diablo se disfraza de ángel de luz[4] y los malos pastores son lobos que se visten con piel de ovejas.
Al fin del mundo va a ser la separación definitiva. Por ahora paciencia como la tiene Dios.
La interacción prueba a los buenos y produce conversiones en los malos. La parábola es también un llamado a una mayor fidelidad a Jesús.
Os exhorto, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, que ofrezcáis vuestros cuerpos como una víctima viva, santa, agradable a Dios: tal será vuestro culto espiritual. Y no os acomodéis al mundo presente, antes bien transformaos mediante la renovación de vuestra mente, de forma que podáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto[5].
Otra reflexión podemos sacar que aunque no es propiamente una explicación de la parábola, la cual, se refiere a la Iglesia, es una aplicación de algunos elementos, tomados de la parábola, y aplicados al Reino de Dios en nuestra alma.
En nuestra alma se da el trigo de las virtudes que es gracia de Dios y la mala hierba que son los vicios, sembrada por el enemigo en colaboración con nuestra inclinación torcida.
La mala hierba conviene cortarla cuando es pequeña, y en esto nos apartamos de lo que dice el Señor de la cizaña en la parábola, pues, los vicios se distinguen perfectamente de las virtudes a no ser que nuestra vista esté obnubilada, lo cual es frecuente. Hay virtudes aparentes que se parecen a las verdaderas pero que en realidad son vicios, estas son las peores.
La vista tenebrosa instigada por el enemigo ve virtudes aparentes como verdaderas y virtudes verdaderas como vicios. Y por eso, a veces, dejamos crecer mala hierba creyendo que es trigo y arrancamos el trigo creyendo que es mala hierba.
Debemos pedir a Jesús el discernimiento, pero debemos purificar el ojo de nuestra conciencia para que sea simple. La pureza de conciencia nos va a hacer ver con los ojos de Jesús y su gracia nos llevará a arrancar la mala hierba y a dejar el trigo para que crezca y eche raíces profundas.
El enemigo pone falsas razones, engaños, sutilezas de todo tipo, para que no conozcamos la verdadera vida de Jesús[6].
Hay que arrancar la mala hierba de raíz y no dejar nada de ella, hay que eliminar las alimañas, no hay que dejar lugar a otro jardinero que no sea Jesús.
El lento crecimiento del trigo se acelerará en la medida que limpiemos el campo, en la medida en que nos desprendamos de las criaturas y sea Jesús el único que viva en nuestro interior.
Dios sabe que en nosotros hay trigo y cizaña. Ahora es el tiempo de la paciencia de Dios.
Santa Teresa dice sobre la oración, que es como el riego de una huerta: se comienza con mucho esfuerzo para que el agua llegue a regar lo sembrado, pero cada vez y en la medida del desapego de las criaturas y de la unión con Jesús, se va simplificando hasta convertirse en el riego natural de la lluvia del cielo. Lo mismo podemos aplicarlo a la vida interior.
Jesús siembra la buena semilla y la semilla da frutos o no según el terreno que encuentra y dentro de los buenos terrenos da más o menos frutos[7]. Y Jesús siembra con paciencia esperando que la semilla de frutos pero a veces siembra por la fuerza arando el terreno que se ha endurecido. ¡Cuántas veces una tribulación ha hecho que nuestro terreno se haga apto para que crezca la semilla de la palabra de Jesús en nuestra alma! También es una gracia de Dios.
Mientras su gente dormía, vino su enemigo, sembró encima cizaña entre el trigo, y se fue.
No debemos dormimos en nuestra vida espiritual porque damos facilidad al enemigo para que siembre cizaña. “Así pues, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios. Pues los que duermen, de noche duermen, y los que se embriagan, de noche se embriagan”[8].
Debemos pedir siempre a Jesús un conocimiento verdadero de su vida y gracia para imitarlo, asimismo, conocimiento de los engaños del enemigo y gracia para evitarlos.
Los escándalos debemos pasarlos por encima y seguir por el camino estrecho que nos conduce a la vida[9].
[1] Cf. Castellani, Las Parábolas de Cristo…, 152
[2] Lagrange, Vida de Jesucristo según el evangelio…, 160
[3] San Ignacio de Loyola, El Libro de los Ejercicios Espirituales nº 139, Del Verbo Encarnado San Rafael 2000. En adelante E.E.
[4] E.E. nº 332
[5] Rm 12, 1-2
[6] Cf. E.E. nº 329
[7] Mt 13, 3-8
[8] 1 Ts 5, 6-7
[9] Cf. Mt 7, 13
San Juan Crisóstomo
DIFERENCIA ENTRE LA PARÁBOLA DEL SEMBRADOR Y LA DE LA CIZAÑA
- ¿Qué diferencia hay entre ésta y la anterior parábola? En la parábola del sembrador habla el Señor de quienes no le atendieron siquiera, sino que se apartaron de Él y rechazaron su semilla; aquí, en cambio, se refiere a los herejes y a sus artificios. Porque, como no quería que tampoco esto turbara a sus discípulos, después de explicarles por qué hablaba al pueblo en parábolas, les predice también el advenimiento de los herejes. La primera parábola significa que a Él no le recibieron; ésta nos dice que recibieron a corruptores. A la verdad, traza suele ser del diablo mezclar siempre el error a la verdad, coloreándolo muy bien con apariencia de ella a fin de engañar fácilmente a los ingenuos. De ahí que el Señor no habla de otra semilla, sino que la llama cizaña, pues ésta, a primera vista, se asemeja al trigo. Seguidamente explica la manera como procede el diablo en su asechanza: Mientras sus hombres dormían—dice—. No es pequeño el peligro que aquí amenaza a los superiores, a quienes está encomendada la guarda del campo; y no sólo a los superiores, sino también a los súbditos. Y da a entender el Señor que el error viene después de la verdad, cosa que como prueban los hechos mismos. Después de los profetas vinieron los falsos profetas; después de los apóstoles, los falsos apóstoles, y después de Cristo, el anticristo. Y es que el diablo, si no ve algo que imitar ni a quienes tender sus lazos, ni lo intenta ni lo sabe. Así, entonces, como vio que parte de la semilla había dado ciento por uno, parte sesenta y parte treinta, él se echa por otro camino. Ya que no había podido arrancar lo que había echado raíces, ni ahogarlo ni quemarlo, tiende sus asechanzas por medio de otra trampa, que es sembrar su propia —Y ¿qué diferencia va—me dirás—entre los que aquí duermen y en la parábola del sembrador se asemejan al camino? —La diferencia está aquí en que allí arrebató la semilla inmediatamente, pero aquí necesitó de más artificio. Como quiera, al hablarnos así Cristo, lo que pretende es enseñarnos que estemos siempre vigilantes. Porque, aun cuando logres—dice—escapar a los daños que puede allí sufrir la semilla, todavía quedan otros. Y es así que como en la otra parábola se perdió la semilla por el camino, o por la roca, o por las espinas, así aquí puede perderse por el sueño. De suerte que es menester vigilar continuamente. Por eso dijo también: El que perseverare hasta el fin, ése se salvará[1].
LA CIZAÑA REPRESENTA A LOS HEREJES
Algo así sucedió también a los comienzos de la Iglesia. Porque muchos prelados, introduciendo en las iglesias hombres perversos, heresiarcas solapados, facilitaron enormemente estas insidias del diablo, pues una vez plantados estos hombres en medio de los fieles, poco trabajo le queda ya al diablo. —Y ¿cómo es posible no dormir? —me dirás—. —En cuanto al sueño natural, no es posible; pero, en cuanto al de la voluntad, sí lo es. De ahí que también Pablo nos diga: Vigilad, manteneos firmes en la fe[2]. También nos da a entender el Señor que la obra del diablo sobre el campo del padre de familia, no sólo es dañosa, sino superflua, pues el diablo va a sembrar encima después que el campo está perfectamente cultivado y no necesita ya de nada más. Exactamente como hacen los herejes, que, `sólo por vanagloria y no por otro algún motivo, derraman su veneno. Y no sólo por ahí, sino también por lo que sigue, describe muy puntualmente el Señor toda la comedia que el diablo representa: Porque cuando brotó—dice—la hierba y echó grano, entonces apareció también la cizaña. Que es lo que hacen también los herejes. Al principio, en efecto, se ocultan entre las sombras; pero apenas cobran ellos confianza y hay quien les permita hablar, entonces es cuando derraman su veneno. Mas ¿por qué motivo introduce el Señor a los criados que van a contarle al amo lo sucedido? Para decirles que no hay que matarlos. Ahora bien, llama al diablo hombre enemigo por el daño que hace a los hombres. El daño, ciertamente, es para nosotros; pero el principio de donde procede no tanto es el odio que a nosotros nos tiene, cuanto el que siente contra Dios. De donde se sigue evidentemente que Dios nos ama más que nosotros a nosotros mismos. Pero mirad, por otra parte, la malicia del diablo. No se fue a sembrar antes en el campo, pues no había nada que echar a perder; cuando todas las labores estaban ya completas, entonces es cuando él va a dañar todo el trabajo y afán del labrador. Tan íntima enemistad contra éste le movía a hacerlo todo. Pero mirad también la solicitud de los criados; pues, por ellos, inmediatamente hubieran ido a arrancar la cizaña, siquiera en esto no obraran discretamente. Lo que demuestra su cuidado por la siembra y que sólo miraban una cosa: no que se castigara al enemigo, sino que no se perdiera lo sembrado, pues el castigo del otro no era tan urgente. De ahí que, por de pronto, lo que miran es la manera de extirpar aquella maleza. Y aun esto no lo buscan al tuntún, pues no se arrogan a sí mismos ese derecho, sino que esperan la orden del amo, a quien le dicen: ¿Quieres que vayamos? ¿Qué hace, pues, el amo? El amo se lo prohíbe diciendo: No, no sea que juntamente con la cizaña arranquéis el trigo. Al hablar así, el Señor prohíbe que haya guerras, derramamientos de sangre y matanzas. Porque no se debe matar al hereje; pues sería como desencadenar una guerra sin cuartel sobre la tierra entera.
EL SEÑOR SE RESERVA EL CASTIGO DE LOS HEREJES
- Por dos razones, pues, retiene el amo a sus criados: primera, para evitar que dañen al trigo; segunda, porque el castigo ha de alcanzar irremediablemente a los que sufren de esa enfermedad incurable. De suerte que, si queréis que sean castigados, y lo sean sin daño del trigo, esperad al tiempo conveniente. Lo de: No sea que arranquéis juntamente el trigo con la cizaña, quiere decir una de estas dos cosas: o que de mover armas y matar a los herejes, habría por fuerza que envolver también en la matanza a muchos de los santos, o, que es probable que muchos, de los que de momento son cizaña se conviertan todavía en trigo. Si, pues, la arrancáis antes de tiempo, dañáis a los que podían convertirse en trigo, matando a quienes todavía cabe que se conviertan y se hagan mejores. No prohíbe, pues, el Señor que se reprima a los herejes, que se los reduzca a silencio, que se corte su libertad de palabra, y no se les consienta reunirse y confabularse entre sí; pero sí que se los mate y pase a cuchillo. Más considerad también la mansedumbre del Señor, que no solo afirma y manda, sino que da también razones. ¿Qué tiene que ver que la cizaña permanezca en el campo hasta el fin? Entonces diré a los segadores: Recoged primero la cizaña y atadla en fajos, para pegarle fuego. Nuevamente les trae a la memoria las palabras de Juan cuando éste le presentaba como juez y dice: “Mientras los herejes estén junto al trigo hay que perdonarlos, pues cabe aún que se conviertan en trigo; más una vez que hayan salido de este mundo sin provecho alguno de tal proximidad, entonces necesariamente les alcanzará el castigo inexorable. Porque entonces—dice—diré a los segadores: Recoged primero la cizaña. ¿Por qué primero? Porque no teman mis criados, como si con la cizalla hubieran de llevarse también el trigo. Y atadla en fajos para pegarle fuego; más el trigo, recogedlo en el granero.
SAN JUAN CRISÓSTOMO, Homilías sobre el Evangelio de San Mateo (II), homilía 46, 1-2, BAC Madrid 1956, 3-8
[1] Mt 10, 22
[2] 1 Co 16, 13
Domingo XVI Tiempo Ordinario – Ciclo A
23 de Julio 2023
Entrada: Dispongamos nuestra alma, como campo fértil y bien dispuesto para participar dignamente del Santo Sacrificio de la Misa y nos purifiquemos en el contacto de sus sagrados misterios.
Liturgia de la Palabra
Primera Lectura: Sabiduría 12, 13. 16- 19
Dios lleno de misericordia da lugar a que el hombre se arrepienta para salvarlo.
Salmo Responsorial: 85
Segunda Lectura: Romanos 8, 26- 27
El Espíritu Santo intercede por nosotros con gemidos inefables.
Evangelio: Mateo 13, 24- 43
Es necesario que la cizaña crezca junto con el trigo hasta la siega. Luego, al fin de la Historia se dará lugar el juicio.
Preces:
A Jesucristo, nuestro Señor, pidámosle por nuestras intenciones y por la de todos los hombres.
A cada intención respondemos cantando:
- Por el Santo Padre, los Obispos y los Sacerdotes, para que sepan, en medio de tu Pueblo, predicar y actuar movidos por los sentimientos del Corazón del Buen Pastor. Oremos.
- Por la concordia y la unidad entre todos los cristianos católicos, para que nuestro testimonio de unidad fomente la credibilidad de los no creyentes. Oremos
- Por las benditas almas del purgatorio para que toda la Iglesia militante se sienta responsable de rogar y ofrecer sacrificios por estas almas que anhelan la visión eterna de Dios. Oremos.
- Por todos nosotros para que el Señor nos dé el don de discernir aquello que ahoga como la cizaña los buenos propósitos y deseos y seamos fuertes para desarraigar lo malo y desordenado que abriga nuestro corazón. Oremos.
Señor Jesucristo, ayúdanos a preferir siempre tus caminos y concédenos lo necesario para vivir santamente. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Liturgia Eucarística
Ofertorio:
Presentamos:
- Cirios, y con ellos los anhelos de todos los misioneros de propagar el Reino de los cielos.
- Pan y vino y las intenciones del Corazón de Jesús, Víctima propicia en la Eucaristía.
Comunión: Atraída por la fuerza del amor, mi alma corre a Ti Buen Jesús, esperando ser llevada en tus brazos a morar en la herida de tu Corazón.
Salida:
Después de habernos alimentado con el pan de la Palabra y el pan de la Eucaristía vayamos al mundo a sembrar con fortaleza la buena semilla de la verdad, es decir, a predicar la buena noticia del Evangelio.
(Gentileza del Monasterio “Santa Teresa de los Andes” (SSVM) _ San Rafael _ Argentina)