Para reflexionar. Lo escribió un hombre que observaba el derrumbe del Imperio y oía a sus enemigos echarle la culpa al Cristianismo. Es una hermosa reflexión para todos aquellos que sufren ante el derrumbe de las ilusiones que se forjaron… olvidándose de las palabras de Cristo: “¿Por qué, entonces, te turbas? Tu corazón se turba por las tribulaciones del mundo, igual que la nave en que dormía Cristo (Mt 8,24). Advierte, hombre cuerdo, la causa de la turbación de tu corazón; advierte cuál es el motivo. La nave en que duerme Cristo es tu corazón en que duerme la fe. ¿Qué se te dice de nuevo, oh cristiano? ¿Qué se te dice de nuevo? «En los tiempos cristianos se devasta el mundo, perece el mundo». ¿No te dijo tu Señor que sería devastado el mundo? ¿No te dijo tu Señor que perecería el mundo? ¿Por qué lo creías cuando se prometía y te turbas cuando se cumple? La tempestad se abate contra tu corazón; evita el naufragio, despierta a Cristo. Que Cristo —dice el Apóstol— habite por la fe en nuestros corazones (Ef 3,17). Cristo habita en ti por la fe. Si está presente la fe, está presente Cristo; si la fe está despierta, está despierto Cristo; si la fe está olvidada, Cristo duerme. Despiértale, sacúdele, dile: «¡Señor, que perecemos! Mira lo que nos dicen los paganos, lo que nos dicen —y esto es más grave— los malos cristianos. Despierta, Señor, que perecemos. Despierte tu fe, comience a hablarte Cristo: «¿Por qué te turbas? Todo esto te lo predije. Te lo predije para que, cuando llegasen los males, esperases los bienes y no sucumbieras en medio aquellos». ¿Te extrañas de que se derrumbe el mundo? Extráñate de que el mundo haya envejecido. Uno es hombre: nace, crece, envejece. Múltiples son los achaques de la vejez: aparecen la tos, las flemas, las legañas, la angustia y la fatiga. Así, pues, envejece el hombre y se cubre de achaques; envejece el mundo y se cubre de tribulaciones. ¿Es poco lo que te ha concedido Dios, quien en la vejez del mundo te ha enviado a Cristo para fortalecerte precisamente cuando todo se viene abajo? ¿Ignoras que esto lo significó en el linaje de Abrahán? Pues el linaje de Abrahán, dice el Apóstol, es Cristo. No dice: «Y a tus descendencias», como si fuesen muchas, sino, como hablando de una sola: «Y a tu descendencia», que es Cristo (Gal 3,16). Si le nació un hijo a Abrahán en su ancianidad fue porque Cristo había de venir en la senectud del mundo. Vino cuando todo envejecía y te hizo nuevo. Como realidad hecha, creada, perecedera, ya se inclinaba hacia el ocaso. Era de necesidad que abundasen las fatigas; vino él a consolarte en medio de ellas y a prometerte el descanso sempiterno. No te adhieras a este mundo envejecido y anhela rejuvenecer en Cristo, que te dice: «El mundo perece, el mundo envejece, el mundo se viene abajo y respira con dificultad a causa de su vejez. No temas; tu juventud se renovará como la del águila» (Sal 102,5)”
San Agustín, Sermón 81.