Dios da su gracia a los justos con medida plena y colmada y que rebosa por todas partes, pues la gracia se da, de tal manera, en esta vida, que siempre puede tener aumento su comunicación.
Por eso no se puede decir: Ya basta, ya tengo suficiente gracia, o suficientes virtudes; basta de mortificación, ya la he ejercitado bastante.
Cometería gran error quien dijera semejantes palabras; mostraría así su indigencia y la desgracia que le aflige; pues a esa gente que estima tener ya suficiente, Dios le retirará lo que tiene.
Se dará al que tiene, dice el Señor, y al que no tiene se le quitará. Esto hay que entenderlo así: se dará a aquel que, habiendo recibido mucho y habiendo trabajado mucho, no descansa, sin embargo, pensando que ya no necesita nada más, sino que, con santa y verdadera humildad, reconoce su indigencia. Al que tiene mucho, se le dará más. Pero al que ha recibido alguna gracia y cree tener suficiente, se le quitará lo que tiene y no se le dará nada.
El mundo tiene ambición de adquirir riquezas y honores y jamás dice: ya es bastante. ¡Qué ceguera!, pues a poco que posea tiene bastante, ya que la gloria, los bienes y dignidades demasiados causan la muerte y la pérdida de las almas.
Claro que, en esas cosas, se puede decir: ya tengo suficiente, con esto me contento. Pero en los bienes espirituales, ¡oh! nunca pensemos mientras estamos en este exilio, que ya tenemos bastante, sino que hemos de disponernos continuamente a recibir un aumento de gracia.
San Francisco de Sales, obispo (s. XVII)
Sermón. X, 69.


