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Cuando el Hijo de Dios experimentó en su humanidad el abandono más profundo, ahí estaba su Madre, fiel al pie de la cruz.

“La soledad del calvario”

Aquella tarde triste cuyo encanto
perdió en la afrenta cruel de la Inocencia,
cantaba la elegía del que tanto
amó que se moría de clemencia:
Jesús, abandonado en el calvario,
no expira, sin embargo, solitario.

Cierto es que sus discípulos huyeron
quedando solamente de ellos Juan;
mas los por Él sanados ¿dónde fueron?,
las grandes multitudes ¿dónde están?
Jesús, abandonado en el calvario,
no expira, sin embargo, solitario.

Misterio: alma herida en soledad
sufriendo el abandono más profundo;
velada su veraz divinidad
y el Padre, que lo mira moribundo…
parece que muriera solitario,
mas no está solo el Hijo en el Calvario.

Ahí fiel está su Madre dolorosa,
al pie de aquella cruz, como una flor
que mira con ternura silenciosa
al Sol que es a la vez Hijo y Señor;
un Sol que, abandonado en el calvario,
no expira, sin embargo, solitario.

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