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📖 Ediciones Voz Católica

Una vez un sacerdote pedía ayuda para abrir una casa de misericordia. Empezó a pedir a la gente que apoyara esta obra de misericordia, y empezaron a ayudarle. Sin embargo, tuvo este diálogo con uno de sus potenciales benefactores:

– Padre, ¿quiere que contribuya a su obra o que me comprometa con ella?

– ¿Cuál es la diferencia? -preguntó el sacerdote.

– Bueno -dijo el hombre-, se lo explicaré con un ejemplo: imagine que tiene un huevo y bacon en el plato del desayuno. Yo diría que la gallina ha contribuido a su desayuno, mientras que el cerdo se ha comprometido.

Este ejemplo puede ayudarnos a reflexionar sobre la forma en que trabajamos nuestra santidad. La santidad es una obra de Dios, no podemos hacer esta obra por nosotros mismos, ni podemos ser los protagonistas de esta obra. La santidad es sobrenatural y no podemos realizar acciones sobrenaturales por nosotros mismos.

Sin embargo, con la gracia de Dios, podemos y debemos involucrarnos en la obra de nuestra santificación. Sin embargo, usando el ejemplo anterior, podemos involucrarnos simplemente contribuyendo a ella o podemos (y debemos) comprometernos con ella.

¿Cuál es la diferencia entre ambas?  Si alguien reza todos los días, pidiendo a Dios la gracia de crecer en santidad, la gracia de la perseverancia final, etc., pero esa persona no trabaja o trabaja muy poco en su vida espiritual, entonces yo diría que esa persona está contribuyendo a su santificación.

Algunos ejemplos de esto son cuando queremos alcanzar la santidad, pero queremos alcanzarla a nuestra manera y no a la manera de Dios; cuando no siempre queremos seguir la gracia de Dios, es decir, somos generosos sólo en las cosas en que queremos ser generosos y no en todo lo que deberíamos hacer para aumentar la gracia de Dios en nuestras almas; cuando queremos renunciar sólo a ciertas cosas y no negarnos a nosotros mismos en todo; cuando queremos conservar algunos afectos; cuando esperamos recibir consuelos, tanto de Dios como del mundo.

El Beato Allamano, hablando de las personas que buscan la santidad de este modo, dice que estas personas «no gozan de verdadera paz en la vida y acumulan mucho material para el purgatorio» (Lorenzo Sales, La vida espiritual según las conversaciones ascéticas del Beato Giuseppe Allamano). Está claro que para llegar a ser santos necesitamos comprometernos en la obra de nuestra santificación. Esto significa que debemos esforzarnos al máximo para alcanzar la santidad.

Para ello, es importante evaluar constantemente si estamos luchando contra nuestros principales pecados, defectos, imperfecciones; si estamos utilizando los mejores medios para combatirlos; si estamos tratando de alcanzar las virtudes que necesitamos para vencerlos y crecer en santidad; en definitiva, si estamos haciendo todo lo posible para crecer en santidad utilizando todos los aspectos de nuestra vida espiritual. De lo contrario, simplemente estamos contribuyendo a nuestra santificación en lugar de comprometernos.

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Comentarios 3

  1. Marcos López dice:

    Interesante texto para reflexionar. Muchas gracias por compartirlo. Creo que por ahora sólo soy contribuyente a mi santidad, debo comprometerme realmente…

  2. Diana Peregrina Carrizo dice:

    Gracias excelente texto , justamente me he dedicado a meditar éste tema hace uno días , espero más frutos en los próximos Ejercicios Espirituales .

  3. norma dice:

    Muy linda reflexion realmente es dificil comprometerse pues hay que negarse a mucho y contribuir es mas comodo espeeo conla gracia de Dips poder comprometerme con mí santidas
    Gracias por sus reexiones

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