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En mi post anterior hablé de las palabras de Martín a Bárbara en la película argentina “El cuento de la comadreja”: “A ti te gustan los golpes fáciles, y nada bueno es fácil”. 

La escena continúa con Barbara preguntando: “¿Qué quieres decir?”. Martin explica: “Claro, cuando viste el tiro fácil, lo aprovechaste. Te ayudé a verlo […] Luego te señalé este, parecía fácil, así que lo intentaste. Luego superé el pequeño obstáculo, parecía fácil, y volviste a golpear… Deberías haber preparado el último tiro, pero miraste hacia donde yo quería. Y todo ese tiempo, te estuve observando […] ¿La lección? No te limites a observar el juego, observa a tu oponente. El oponente puede ser más peligroso de lo que parece. Puede parecer fácil, pero ataca cuando menos te lo esperas”.

Ese es el problema de elegir siempre lo fácil y evitar lo difícil. Tenemos una inclinación natural hacia el placer, y por ello a menudo podemos caer en la tentación (que en este caso sería el oponente o enemigo) de tomar el camino fácil. La tentación nos muestra el camino sin esfuerzo y nos distrae del camino difícil que requiere esfuerzo. Nos lleva de un placer fugaz a otro, y como no observamos a nuestro oponente, no nos damos cuenta de lo peligrosas que son estas tentaciones: siempre eligiendo la facilidad sobre el esfuerzo. 

El camino fácil no parece peligroso, pero ataca cuando menos lo esperamos. Lo que realmente hace es debilitar nuestra voluntad sin que nos demos cuenta. Quienes eligen lo fácil, lo que no exige esfuerzo, desarrollan una tendencia que poco a poco erosiona su fuerza hasta que quedan completamente esclavizados e incapaces de resistir. 

Así como los músculos crecen con el ejercicio y se atrofian sin usarlos, hasta el punto de que quienes no los usan pierden la capacidad de moverse, lo mismo ocurre con la voluntad. Si no la ejercitamos mediante decisiones difíciles y esforzadas, se debilita hasta que nos falta la fuerza para resistir los placeres fáciles y dañinos. Por eso debemos fortalecer nuestra voluntad a diario con actos buenos, pero desafiantes. Solo así podremos resistir las tentaciones de lo fácil pero imprudente. De lo contrario, siempre seguiremos el camino sin esfuerzo, aunque no sea el mejor para nosotros, y terminaremos perdiendo la partida de la vida. Sobre todo cuando nos enfrentemos a desafíos difíciles que importan, no tendremos la fuerza de voluntad para superarlos.

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