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las alegrias de Maria
Virgen María
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Las alegrías de María

Los misterios de la infancia de Jesús, aunque el dolor haya tenido en ellos una gran parte, han sido señalados con vivas alegrías.

Nunca se podrá expresar la emoción de nuestra Señora cuando, en la gruta de Belén, vio a Jesús por primera vez. Desde que lo llevaba en su seno lo había adorado en silencio. Ahora lo veía. Su Hijo y su Dios!

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Espiritualidad
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Jesús es el sembrador

Jesús es el sembrador. ¡Qué sembrador tan singular! Sembró mientras andaba por el mundo. Siembra desde el cielo, siembra secretamente en las almas con esa

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Jesús nuestra victima pascual
Liturgia
P Miguel Fuentes

Jesús, nuestra víctima pascual

Jesús, nuestra victima pascual – Victimae Paschali laudis Desde muy antiguo, la Iglesia canta una bellísima secuencia durante toda la octava de Pascua. Toma su

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Homilética
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Homilética – IV Domingo de Tiempo Ordinario, Fiesta de la presentación del Señor

Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está escrito en la Ley: Todo varón primogénito será consagrado al Señor. También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor.
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor. Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley, Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo:
«Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido, porque mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de todos los pueblos: luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel.»

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Homilética
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He aquí al Cordero de Dios que carga sobre sí el pecado del mundo

Gran bien es la confianza y la libertad en expresarse y saber posponerlo todo a la confesión de Cristo: ¡tan grande es y tan admirable que el Hijo Unigénito al hombre que lo posee, lo proclama delante de su Padre! Aunque, a decir verdad, la recompensa no es igual. Tú confiesas a Cristo en la tierra, y Él te confiesa en el cielo; tú, delante de los hombres; Él, delante del Padre y de los ángeles. Así era el Bautista: no atendía a la multitud, tampoco a la gloria ni a otra cosa alguna, sino que todo eso lo pisoteaba; y con la libertad que conviene, a todos predicaba lo tocante a Cristo. El evangelista nota el lugar para declarar por aquí la confianza y seguridad del Bautista, quien con resonante y clara voz, no en un esquina, no en una casa, no en el desierto, sino junto al Jordán, ante una multitud, presentes todos cuantos se habían bautizado (pues había ahí aun judíos), hizo su admirable confesión de Cristo, llena de sublimes, arcanas y altas verdades; y dijo que no se sentía digno de desatar la correa de sus sandalias.

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