Comenzamos el hermoso mes de San José. Hagamos un propósito firme de vivirlo con piedad.
Es mi más ardiente deseo inculcaros una gran devoción al glorioso Patriarca. Consagrados por nuestra vocación cristiana al servicio de la adorable Persona de Nuestro Señor, realmente viviente en medio de nosotros, debemos tributar un culto especial a aquellos santos que por lazos de parentesco o por circunstancias especiales han tenido una relación más estrecha con Él.
Trataré de haceros admirar en San José el más perfecto de los adoradores y el modelo acabado de la Vida de adoración.
Nuestra primera intención, al hacer este piadoso ejercicio, está dedicada a nuestra santa Madre la Iglesia y al Soberano Pontífice, a quienes asechan incesantemente tantos enemigos; es una justa manifestación de nuestro agradecimiento por el beneficio que recibió todo el orbe católico, cuando la Santidad de Pío IX proclamó a San José patrón de Iglesia universal.
Haremos este mes, en segundo lugar, por nuestras Patrias, a fin de que San José haga germinar en ellas su fe, sus virtudes, y particularmente, para que distribuya en ellas con liberalidad el Pan Eucarístico, que ha de comunicarle una vida exuberante, poniéndola a salvo de la miseria general. ¿Y luego? ¡Ah! después de haber interesado a San José en favor de la Iglesia, del Pontífice y la Patria, ¿no será justo implorar su protección en favor de las familias que adoran del Santísimo Sacramento y de todas aquellas almas que a se hallan ligadas en un mismo amor y devoción hacia la adorable Eucaristía?
Sí; le pediremos buenas vocaciones eucarísticas, para gloria de Nuestro Señor; le pediremos buenos adoradores: el Santísimo Sacramento necesita hallarse rodeado de verdaderos y fervientes adoradores que reemplacen al pie de su trono al glorioso San José, reproduciendo las virtudes de su vida de adoración.
Si queréis obtener mucho, durante este mes, no pongáis límites a vuestros deseos y súplicas; apelad a la bondad sin medida de San José. “Todo lo esperarnos do vuestra benevolencia, ¡oh gran santo! y nos conformamos en todo con vuestra voluntad. Sois poderoso en los cielos, mirad esta humilde porción de la gran familia católica; no podéis rehusarle vuestro amor, pues todo su ideal es servir a Jesús que en el Santísimo Sacramento se halla sometido a mayor debilidad y miseria que en Belén y en Nazaret: bendecidla, pues, y sed nuestro padre y protector”.
Estad persuadidos de que San José se dejará conmover por nuestra suplica y nos prodigará la abundancia de sus gracias.
Aspiración. San José, encargado por Dios de cultivar el Trigo de los elegidos, ruega por nosotros.