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Jesús es el sembrador. ¡Qué sembrador tan singular!

Sembró mientras andaba por el mundo. Siembra desde el cielo, siembra secretamente en las almas con esa muchedumbre de gracias sobrenaturales que El esparce en los corazones y que se llaman mociones divinas y las ilustraciones divinas.

Siembra a veces semillas corrientes, trigo sano, y siembra a veces semillas preciosas, que son esa siembra especial que El ha hecho en el alma de los santos.

Siembra a su tiempo y siem­bra con amor. Porque cuando El siembra, por un misterio singular, aunque siembra la verdad, siembra su Corazón.

Jesús siembra con toda su caridad infinita; más aún: es un sembrador singular, porque nunca ha sembrado Jesús sin codicia. Siembra con codicia, porque Él quisiera que no se perdiera un grano. Y Él quisiera que en los días de la siega se llenaran las trojes del Padre celestial, se llenaran los cielos con el fruto que El ha sembrado en su campo.

Siembra Jesús así; y solamente el pensar que es Jesús el que siembra, ¿no es bastante para que nosotros miremos esa siembra como un misterio de vida?

¿Habéis pensado lo que son las almas sembradas por Jesús cuando acogen las semillas en los surcos del corazón y las caldean allí con su amor y las ven germinar y coronarse de fruto con las lluvias que bajan de lo alto y con el fuego de la caridad divina que lo caldea? ¿Habéis pensado lo que es esto?

El alma que va recogiendo las semillas de Jesús y que guarda esas semillas cuidadosamente, que las ve brotar y siente la mano de Jesús cultivando ese campo, y ve las semillas desarrollarse y ve multiplicarse el fruto.

Y tiene el tiempo de la siembra, y tiene su primavera en que el campo del alma verdea, y tiene el tiempo de la cosecha, el tiempo del calor, el tiempo en que arde el pecho en amor divino y en que las semillas maduran, y en que las semillas se recogen, y tiene el tiempo de depositar en la era aquella abundancia de su cosecha.

Y tiempo de separar la paja, v cribar el trigo para presentarlo a Dios, ¿habéis pensado en lo que es un alma así? Un alma que va día por día abrigando la semilla que Dios pone en su corazón.

Un alma que día por día va cultivando su campo, es un alma que puede pensar que llegará una hora en que ella podrá formar con las espigas que han nacido en su tierra la corona hermosísima de Jesús, Agricultor divino

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