El avión que tantas alegrías me ha traído estos años en tantas cartas de amigos y entusiastas de las misiones, me trajo antes de ayer la noticia de que mi padre acababa de fallecer en su casa confortado con los santos sacramentos. Dios nuestro Señor me preparó gradualmente para la noticia. En el fajo de cartas había una de mi padre que leí en seguida, En ella me ponía al tanto de mil negocios caseros. Dijo casualmente que mientras él me estaba escribiendo, mi madre estaba haciendo un queso con leche de vaca. ¡Qué cuadro tan bíblico y patriarcal! ¡Y con los ricos que saben los quesos frescos! Terminaba así la carta: Por primera vez me dice que está delicado. Lo de viejo no es para alarmarse. ¿Qué son sesenta y cinco años? Lo de irme de estas tierras es una corazonada de padre que no sólo se explica, sino que hasta cierto punto se exige. Si me hubiera dicho que no volviera a España, me hubiera puesto de mal humor. Pongamos cada cosa en su punto. Vi luego la carta de mi hermano Amando, el jesuita, diciéndome que al padre le habían operado los médicos y quedaba muy grave. Se me alteró un tanto el pulso, pero seguí leyendo cartas con sellos de todos los colores
De repente, ¡cataplún!, debajo de todas se escondía una de mi hermano, pequeñuca, por avión. La abrí temblando y no leí más que dos líneas: Ahí estaba todo: lo demás sobraba. Aunque no. ¿Cómo murió? Recibidos los últimos sacramentos. Ahora sí: todo lo demás está de sobra.
Eran las diez de la noche y dormían todos en Akulurak con la paz del justo. Yo me arreglo con seis horas de sueño y a las diez estoy siempre en vela. El primer efecto fue de estupefacción. quedé petrificado. Solo en el cuarto me asfixiaba y salí a respirar la brisa norteña debajo del cielo estrellado. Por fin me senté en un madero y di rienda suelta a la emoción que me subyugaba. Ahora entendí la soledad horrible de Jesucristo en Getsemaní. ¡Qué angustias nos trajo a todos el pecado original aumentado con tantos pecados propios! Sentado en el madero y sollozando solo, Dios no quiso que lo estuviera del todo. Blondy, la perra fiel de Akulurak, se me acercó con cara tan triste o más que la mía y me pasó el hocico por el rostro cien veces como quien tiene derecho a compartir y enjugar lágrimas. ¡Bien, Blondy, tu y yo seremos siempre dos! Fui luego a la capilla a rezar un rosario y ganar una indulgencia plenaria. Desde hoy las almas del purgatorio me son más queridas y hago propósito de quintuplicar los sufragios. Jesús en el sagrario llena el vacío de mi corazón y vuelvo a recobrar la paz alterada. Sin el sagrario la vida no merecería vivirse. Con el sagrario todo se torna luz, paz, esperanza y gozo interno que redunda en los mismos huesos.
P. Segundo Llorente – Cuarenta años en el Círculo Polar
Comentarios 4
Que es este articulo? habla de la muerte y como cada uno se despide? o debo concoer a este sacerdote? en realidad no entiendo mucho el articulo. Yo ya he pasado por estas noticias y en ninguna me he sentido como Jesus en el huerto……creo que eso no se puede comprender, pero si lo podemos acompañar. Una vez escuche a un sacerdote que el demonio hizo dormir a los discípulos y si, existe, pero no podemos quitarnos la responsabilidad sino aceptarla…………..con esa humildad no me cabe duda que Dios Actúa. Como ponernos de jueces de otro si ni Jesus vino a ponerse de juez sino mas bien a redimirnos. Somos muy tontos aveces.
Creo que cada uno hace su duelo a su manera sin que por ello el duelo de quien pierde a un familiar sea más real o valedero del que lo siente distinto
Gracias por compartir.
Hace unos años leí su libro “Cuarenta años en el círculo polar” sobre su trabajo misional en Alaska y es excelente. A su padre no le faltarán oraciones por el sufragio de su alma y eso es una enorme tranquilidad para quienes lloran su partida