Novena de Navidad – Día 5 – 20 de Diciembre

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JESUCRISTO, VÍCTIMA VOLUNTARIA

“Se ofreció en holocausto, porque Él lo quiso” (Is.53.7)

El Verbo Divino, desde el primer instante en que se encarnó haciéndose niño, se ofreció por sí mismo a las penas y a la muerte para la redención del mundo. “Se ofreció porque Él mismo lo quiso” (Is.53,7).

Sabía muy bien que todos los sacrificios de las reses inmoladas en el pasado no habían podido satisfacer a Dios por el pecado del hombre. Era necesario que una persona divina pagase por ellos el precio de la Redención.

Por eso “dice al entrar en el mundo: Rechazaste oblación y víctimas; pero me diste un cuerpo … dije entonces: Héme aquí que vengo…” (Sal. 39,7).

Padre mío – dice Jesús – las víctimas que se han inmolado hasta ahora no satisfacen, ni pueden satisfacer tu justicia. Me has dado este cuerpo capaz de padecer para que, derramando mi sangre, te aplaque y salve a los hombres. “Heme aquí dispuesto”… Todo lo acepto y me someto en todo a tu voluntad.

El sentido inferior rechazaba naturalmente y rehusaba aquella vida y muerte llenas de penas y desprecios. Pero la parte racional subordinada por completo a la voluntad del Padre, se impuso y aceptó.

En aquel instante mismo comenzó Jesús a gustar todas las angustias y dolores que sobre Él vendrían en el decurso de su vida. Asi se condujo Jesús desde su entrada en el mundo.

En cambio ¿cómo nos hemos portado con Jesús desde que la luz de la Fe nos inició en los sagrados misterios de la religión? ¿Qué pensamientos, qué planes, qué bienes hemos amado?: pasatiempos, placeres, soberbia, venganza, sensualidad… Estos son los bienes que se han ganado el afecto de nuestro corazón.

Pero, si tenemos Fe, es necesario cambiar de vida y de amor. Amemos a un Dios que tanto ha padecido por nosotros.

Tengamos presentes las penas que el Corazón de Jesús Niño sufrió.
Así no podremos amar más que a este Corazón que tanto nos amó.

 

 

ORACIÓN

Señor mío, ¿quieres saber de nosotros cómo nos hemos portado contigo en la vida?
Desde que llegamos al uso de razón comenzamos a despreciar tu gracia y tu amor.
Lo sabes muy bien: nos has soportado porque nos amas. Huíamos de Ti. Y venías en nuestra búsqueda.
Aquel mismo amor que te hizo descender del cielo para ir en pos de la oveja perdida, fué también el que te indujo a soportarnos y no dejarnos abandonados.
Jesús mío: ahora que nos buscas, también nosotros te buscamos. Sentimos la asistencia de tu gracia. La sentimos en el deseo que se enciende de amarte y complacerte en todo.
Nos causan temor nuestra fragilidad y debilidad, fruto de nuestros pecados. Pero mayor es la confianza que nos inspira tu gracia: confiamos en tus méritos. “Todo lo puedo en aquel que me conforta” (Fil.4,13).
Si somos débiles, eres nuestra fuerza. Si estamos enfermos, tu sangre será la medicina. Si somos pecadores, esperamos que nos santifiques.
Comprendemos que en lo pasado hemos sido causantes de nuestra ruina por no haber recurrido a Ti en los peligros. De hoy en adelante, Jesús, esperanza nuestra, queremos acudir a Ti.

De Ti esperamos toda ayuda y todo bien. Te amamos sobre todas las cosas, y no queremos amar nada fuera de Ti.
Ayúdanos por piedad, por los méritos de tantas penas como padeciste desde niño por nosotros.
Padre Eterno, por amor de Jesucristo, permítenos que te amemos. Si te hemos enojado, que te aplaque el llanto de Jesús Niño, que intercede por nosotros. “Mira el rostro de tu Cristo” (Sal.83,10).
No merezco gracia alguna. Pero las merece este inocentísimo Hijo que ofrece su vida de penas para que uses conmigo de misericordia.
María, Madre de misericordia, no dejes de interceder por nosotros. Sabes muy bien que confiamos en Ti.
Y sabemos muy bien que jamás abandonas a los que acuden a Ti.

 

San Alfonso María de Ligorio, Meditaciones de Navidad

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Comentarios 1

  1. Leonardo dice:

    Pidamos a la Virgen nos alcanse la gracia de morir a nosotros mismos, para que, como Jesús podamos hacer en todo la voluntad de Dios…gracias por tan bella meditación.

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