«Tengamos los ojos fijos en la sangre de Cristo y comprendamos cuán preciosa es a su Padre, porque, habiendo sido derramada para nuestra salvación, ha conseguido para el mundo entero la gracia del arrepentimiento» (San Clemente Romano, Epistula ad Corinthios 7, 4).
En relación con Dios
¿Participo regularmente en la Misa los domingos y días de fiesta?
¿Comienzo y termino mi jornada con oración?
¿Pronuncio en vano el nombre de Dios?
¿Me he avergonzado de ser católico?
¿Qué hago para crecer espiritualmente?
¿Me rebelo contra los designios de Dios?
¿Pretendo que Él haga mi voluntad?
¿Sólo me dirijo a Dios en la necesidad?
En relación con el prójimo
¿Sé perdonar y ayudo a mi prójimo? ¿Juzgo sin piedad?
¿He calumniado o despreciado a los indefensos?
¿Soy envidioso o colérico?
¿Me preocupo de pobres y enfermos?
¿Soy honesto y justo con todos?
¿Incito a otros a hacer el mal?
¿Observo la moral conyugal y familiar?
¿Cómo cumplo con la educación de mis hijos?
¿Honro a mis padres?
¿He rechazado la vida recién concebida?
¿He colaborado a hacerlo?
En relación con uno mismo
¿Soy mundano ?
¿Como, bebo, fumo o me divierto en exceso?
¿Me preocupo demasiado de mi salud física, de mis bienes?
¿Cómo utilizo mi tiempo?
¿Soy perezoso?
¿Pretendo ser servido?
¿Amo y cultivo la pureza de corazón, de pensamientos, de acciones?
¿Nutro venganzas, alimento rencores?
¿Soy misericordioso, humilde, y constructor de paz?