Rezar con San Ignacio – día cuarto

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Rezar con San Ignacio: 

¿A qué me llama Jesucristo?

“Mi voluntad es de conquistar todo el mundo y todos los enemigos y así entrar en la gloria de mi Padre”.

Hay un mundo que hay que conquistar; hay unos enemigos que hemos de vencer hay una gloria en dónde hay que entrar triunfando.

¿Qué significa esto?

Este mundo que hay que conquistar es aquel mundo sobrenatural en qué fue creado el hombre y que fue perdido por el pecado. Jesús viene a restablecerlo, no con aquellas dulcisimas leyes primeras de la inocencia, sino con leyes de expiación y redención.

Cada hombre es este mundo, por qué cada hombre ha sido creado para poseerlo totalmente. Yo también he de conquistar este mundo sobrenatural, no fuera, si no dentro de mí restaurando plenamente en mí la vida divina que me trae otra vez Jesucristo.

Los enemigos que hemos deben ser son de dos clases: internos y externos.

Los enemigos internos son mis afecciones desordenadas, tanto las que me llevan al pecado, como las que me conducen al desorden. Por esta razón es de vencer a mí mismo y ordenar mi vida sin dejarme influenciar por mis quereres desordenados y que no son según Dios.

Los enemigos externos son todas las otras cosas sobre la haz de la tierra, cuando no las miro únicamente como creadas para el hombre, y para que me ayuden alcanzar el fin último que es Dios.

Por eso es de vencerme también en usar todas estas cosas haciéndome indiferente… En tal manera que no quiera más salud que enfermedad, riqueza que pobreza, honor que deshonor, vida larga que corta, y por consiguiente en todo lo demás solamente deseando y eligiendo lo que más me conduce para el fin que soy creado.

La gloria en donde hemos de entrar triunfantes después de conquistar el imperio sobrenatural con la victoria de todos sus enemigos es la gloria del Padre,  es el cielo,  en donde tendremos también nuestra gloria.

Es también anticipadamente la gloria del reino interior qué es gozo justicia y Paz aquella paz divina que sobrepuja todo entendimiento.

ENTREGA A DIOS

Eterno Señor de todas las cosas, yo hago mi oblación,
con vuestro favor y ayuda, delante vuestra infinita bondad,
y delante vuestra Madre gloriosa,
y de todos los sanctos y sanctas de la corte celestial,
que yo quiero y deseo y es mi determinación deliberada,
sólo que sea vuestro mayor servicio y alabanza,
de imitaros en pasar todas injurias
y todo vituperio
y toda pobreza, así actual como spiritual,
queriéndome vuestra sanctísima majestad elegir y rescibir en tal vida y estado

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