19 de marzo solemnidad de San José, Padre de Jesús
“Aquel maravilloso varón, vigoroso y obediente como la centella que parte la nube;
mira el secreto y lo custodia con celo semejante al de sesenta valientes armados
, con sus espadas en vela por causa de los temores nocturnos. [1]”
Así en un pesebre, comienza la tarea más grande que un hombre pudo llevar sobre la tierra.
San José, tuvo la misión de ser custodio de la sagrada familia, misión que ahora, nosotros sacerdotes debemos continuar, haciendo como dice el padre Petit de Murat: en una hermosa idea:
“Todo sacerdote es la continuación de san José en cuanto que al sacerdote se le ha dado el cuidado de una Virgen: la Iglesia, y de un Niño: la Eucaristía[2]“.
San José no fue sacerdote, ni de la antigua ley, ni de la nueva, pues vivió con alma sacerdotal, es decir: Vivió sacrificándose diariamente.
San José está vinculado al sacerdocio de la nueva alianza de una forma directa y estrecha. Ya sea por que de manos de san José, nuestro Señor aprendió los rito de la pascua, los cuales el usaría luego para instituir, el santo sacrificio de la Misa, que diariamente celebramos. O Porque con su trabajo y fatigas alimento el cuerpo que dio como alimento en la última cena y que luego entregó en la cruz.
Dice san Juan Pablo II, en la exhortación apostólica “REDEMTORIS CUSTOS”, el número 16 :“Por eso en el sacrificio eucarístico la iglesia venera ante todo la memoria de la gloriosa siempre virgen María, pero también la del bienaventurado José, porque “ alimentó a aquel que los fieles comerían como pan de vida eterna.[3]”
Por eso Quiero destacar de él solo una virtudes, o aspectos de su vida que nos pueden ayudar; una referente a el trato con la sagrada Eucaristía, ya que debemos custodiar a ese niño, que todos los días traemos al altar, …
Es claro que nadie, después de la virgen María, trató con mayor intimidad a Jesús que san José en los largos años de vida familiar. Y se puede afirmar que ningún padre a amado tanto a su hijo , como José amó a Jesús: Damos 6 motivos, para afirmar esta verdad:
San José es el padre que más amó a su hijo en esta tierra:
- A mayor conocimiento mayor amor, y José conoció perfectamente a Cristo en su condición humana, luego tuvo que amarle con un amor inefable.
- La hermosura del hijo enardece al amor del padre, custodiaba día y noche al más hermoso hijo de los hombres. Por eso tuvo que amarlo con un amor extraordinario.
- La esperanza que el hijo llegue a ser un gran hombre, aumenta también el amor del padre; José sabía que Cristo era Dios verdadero, y que, según las promesas del ángel, sería el salvador del mundo. Luego le amo con un amor ardentísimo.
- El patriarca Abraham fue figura de San José e Isaac lo fue de Cristo, dice la escritura que Abraham amó a Isaac con un amor extraordinario; otro tanto tiene que haber sido el de José por Jesús.
- David amó a Salomón porque lo consideraba sucesor suyo y figura de Cristo. Luego mucho más debió amar san José a Cristo, en el que veía grandezas superiores a la de Salomón.
- El que San José sirviese siempre a Cristo y a su madre santísima con total fidelidad, no rehuyendo las fatigas y los trabajos, prueba la grandeza de su alma. “el amor obra grandes cosas ”, dice San Gregorio, cuando es verdadero; y cuanto mayor cosas obre, mayor debe ser el amor, y nadie tiene mayor amor que aquel que da su vida por alguno. Ahora bien, todas estas cosas las hizo el santo patriarca por Jesucristo.
Y así como afirmamos este amor y trato delicadisimo de José para con Jesús, se debería decir de nosotros un tanto igual, ya que todos los días el Señor reposa en nuestras manos, en una frágil hostia al cual debemos custodiar.
Pedimos a san José, que nos dé el espíritu de fe y amor que él tuvo para con Jesús. Ya que la misión del sacerdote es, ante todo, dar testimonio de la divinidad de Cristo, y esto ha de realizarlo con todo su ser, haciendo sensible a las almas la bondad y la misericordia sin limite del Corazón amantísimo de Jesús. Por que la fe y el amor son el fundamento de la vida interior, del espíritu reparador y del celo por las almas”,
Si no hay una gran devoción a la Eucaristía no hay manera de aprender lo que es la caridad cristiana, ni el peso incalculable de la eternidad, ni la audacia y generosidad requeridas para la aventura misionera.[4]
Pedimos que nos de un corazón puro, libre de todo apego humano.
Quería terminar esta reflexión con una oración que encontré, la cual puede recitar el sacerdote antes de celebrar la santa misa.
“Oh Dios, que nos diste el sacerdocio real, concédenos, te suplicamos que así como el bienaventurado José mereció tratar reverentemente con sus manos y llevar a tu unigénito Hijo, nacido de la virgen María, del mismo modo te dignes que nosotros sirvamos a tu santo altar con pureza de corazón y con inocencia de vida, para que hoy recibamos dignamente el sagrado cuerpo y la sagrada sangre de tu Hijo y merezcamos alcanzar el premio eterno de la vida inmortal.” Amén[5]
[1] P. Petit de Murat O.P. ; Meditaciones de Navidad; Ediciones del Archivo de Pascual Viejobueno, 2015.
[2] P. Petit de Murat O.P; Conversaciones con el Evangelio
[3] San Juan Pablo II, Custodio del Redentor
[4] Sacerdote para Siempre
[5] Bonifacio Llamera; Teología de San José