Preparación durante el Adviento
Desde el primer Domingo de Adviento y hasta comenzar la Novena de Navidad les vamos a estar ofreciendo textos extraidos del Tratado de las Virtudes y los Vicios escrito por la Beata Concepción Cabrera de Armida hacia 1900. Concepción Cabrera fue una laica católica mexicana, mujer casada y madre de nueve hijos. Fundó la Congregación de las religiosas de la Cruz, fue inspiradora de los misioneros del Espíritu Santo y de las Obras de la Cruz, y beatificada en mayo de 2019.
Su amor a Jesús, a quien consideraba su esposo crucificado, le hizo soportar muchos sufrimientos, que ella ofreció por la salvación de las almas. Su vida se desarrolló en un ambiente social de persecución permanente contra la Iglesia y ella tuvo que acoger a muchas religiosas y sacerdotes perseguidos.
Para prepararnos durante este Adviento, cada día compartiremos un texto sobre una virtud, una flor con la que adornar nuestro camino en búsqueda de la santidad, para que aspiremos a ser santos en medio de las dificultades de la vida diaria. En palabras de la Beata:
Sentía gran inclinación a la oración, porque en mis penas de niña me encantaba esconderme a platicar con los ángeles, refiriéndoles lo que me apenaba y pidiéndoles ayuda para otros y para mí. Yo sentía en esto, en invocar a la santísima Virgen, mucho consuelo y plena seguridad de ser escuchada… A veces, por los caminos me iba saboreando con decir palabra por palabra las oraciones o plegarias al Santísimo Sacramento o a la santísima Virgen, que me aprendía de memoria… El campo, los pájaros, la naturaleza y aquella paz y aquellas puestas de sol, siempre me llevaban el alma a Dios desde muy niña. Me deleitaba la soledad de los bosques… A mí la naturaleza, como la música, siempre me ha llevado a Dios.
¡Es tan hermoso el campo de las Virtudes!
Se contemplan con tan deslumbradoras luces, con tan variados colores, que el alma se encanta maravillada, alabando al Señor que vive entre ellas gozándose en sus distintos aromas.
Y no se crea que esto es como una ilusión; es una encantadora realidad, que al tocarse enciende el pecho en el santo fuego del Divino Amor. Ahí si que hay paz, quietud, tranquilidad y bienestar! Queda este campo o lugar tan lejos del ruido y bullicio del mundo y de las criaturas!…
El campo de las virtudes se riega con la Sangre de Jesús, por eso es tan fecundo y sus flores y sus frutos inmortales; la sombra de la Cruz lo cobija, por eso es tan fértil y la gracia en el abunda.
En ese divino campo, siembra el Espíritu Santo, la Sencillez, la Inocencia, el Recogimiento, la Humildad, la Obediencia, la Mortificación, la Constancia y las mil preciosas virtudes.
El Señor a la Beata Concepción Cabrera
¡Ave María y adelante!