La dimensión angélica de la Navidad no se circunscribe a un hecho puntual, ni tampoco a una estación. Lo que ocurrió en Belén no se quedó solo allí. Cambió el mundo y la historia, y también la estructura misma del cosmos. Entre otras muchas cosas, transformó las relaciones entre los seres humanos y los ángeles.
A lo largo del Antiguo Testamento, cuando los ángeles se aparecen a seres humanos, la reacción típica de estos es caer al suelo. Es la que se aprecia en el caso de Lot (cf. Gn 19, 1), Balaam (cf. Nm 22, 31), Manóaj y su mujer (cf. Jc 13, 20). También un profeta bueno y virtuoso, como Daniel, cayó rostro en tierra cuando se le apareció un ángel (cf. Dn 8, 17 y 10, 2). En el Antiguo Testamento, cuando un hombre cae ante un ángel, normalmente el ángel le deja estar.
Pero en el Nuevo Testamento cambian un poco las cosas. Cuando el ángel se apareció a María, ella «se turbó»; pero el ángel le habló con deferencia, igual que podría dirigirse un caballero a su reina. La presencia de los ángeles tampoco parece asustar o abrumar a José. Además, los ángeles, sirven a Jesús (cf. Mt 4, 11). Cuando llegamos a los Hechos de los Apóstoles, podemos apreciar que los cristianos corrientes tenían una relación habitual y cercana con los ángeles (Hech 12, 15 y 10, 3ss.). Los responsables de la Iglesia también podían contar con la asistencia de los ángeles (Hech 8, 26; 27, 23). Algo ha cambiado entre los creyentes y los ángeles. Aunque los ángeles siguen siendo imponentes para los pecadores, como siempre (Hech 12, 23), en cambio los miembros de la Iglesia los tratan como hermanos.
Fue Cristo quien marcó la diferencia, tanto en la tierra como en el cielo. Cuando Dios se hizo hombre, trajo consigo un intercambio maravilloso de dones. Compartió su naturaleza con la carne más corriente (2 Pet 1, 4) y asumió la debilidad de nuestra carne (Fil 2, 5-8). San Pablo habla de este maravilloso intercambio en repetidas ocasiones, diciendo: «Nuestro Señor Jesucristo que, siendo rico, se hizo pobre por vosotros, para que vosotros seáis ricos por su pobreza» (2 Cor 8, 9). Los ángeles contemplaron cómo se producía esto. Los santos ángeles estaban dispuestos a adorar a Dios bajo la forma de un humilde bebé que ensucia sus pañales, y que se alimenta en un establo situado en las afueras de una aldea desconocida. Los santos ángeles estaban dispuestos a adorar a Dios en su descenso a la tierra y a rendirle culto allí —que es aquí— de la misma forma que lo hacían en el cielo.
Con su venida a la tierra, Jesús ha unido el cielo y la tierra en alabanza a la gloria de Dios. Entonces y para siempre, los pastores y los ángeles unieron sus voces en el canto del mismo himno. El canto que los ángeles enseñaron a esos hombres, el Gloria, sigue formando parte del rito establecido por la Iglesia para la Misa dominical.
Cuando san Pablo cuenta la Navidad, no puede dejar de aprovechar la ocasión para explicar la relación entre seres humanos y angélicos, que ha cambiado. Dice en el capítulo 4 de su Carta a los gálatas, que en el Antiguo Testamento los ángeles habían sido como pedagogos para la nación de Israel. Mientras el heredero es menor de edad, aunque sea dueño de todo, no se diferencia en nada de un siervo, sino que está sometido a tutores y administradores hasta el momento señalado por su padre. También nosotros cuando éramos menores de edad estábamos sujetos como esclavos a los elementos del mundo (Gal 4, 1-3).
Después, sigue san Pablo, llegó la Navidad y lo cambió todo. Pero al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la Ley, para redimir a los que estaban bajo la Ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos (Gal 4, 4-5). Así es como la Navidad cambió todas las cosas. Al establecer las condiciones para nuestra adopción como hijos de Dios, trajo consigo una cierta identificación entre el hombre y Dios en Jesucristo. La Iglesia es el Cuerpo de Cristo y, como tal, es simultáneamente celestial y terrena. La Iglesia es la comunión de los santos, que incluye entre sus miembros a ángeles y pastores; a querubines y serafines y a ti, y a mí.
María y José, tal y como los presentan los Evangelios, tienen una relación con los ángeles que es modelo para la nuestra. Nuestro tiempo en la tierra es como un período de prácticas y entrenamiento para la vida en el cielo; y cuando vivamos en el cielo tendremos a los ángeles como nuestros vecinos más cercanos. Los relatos de la Navidad muestran, de forma tanto más clara cuanto más aprendemos de la Sagrada Familia, que los ángeles están a nuestro lado siempre, también en este momento. El reverendo Billy Graham dijo una vez que «los cristianos no deberían perder el sentido de la acción constante de una gloria de ángeles». Hay bastante verdad en sus palabras, que son una buena expresión de la enseñanza de la Navidad. Esa fue la primera vez que los ángeles cantaron el Gloria sobre la tierra.
María y José vivieron con una conciencia constante de la presencia de los ángeles. Pero su conciencia no era un conocimiento sin más, porque no era pasiva. Era una conciencia activa, receptiva, comprometida y devota. María habló con el ángel y le hizo preguntas. José actuó según lo que el ángel le había dicho. A lo largo del relato de la Navidad, los ángeles ayudan a la Sagrada Familia con su guía y su protección, con su oración, su sabiduría y su aliento. La Sagrada Familia siempre responde activamente a esa ayuda. Nos encontramos ante otro signo distintivo de la religión bíblica. El Pueblo de Dios interactúa con los ángeles.
Llegados a este punto podemos preguntarnos: ¿por qué se han incluido esas escenas en la Biblia? ¿Por qué Dios ha inspirado a los autores sagrados para que incluyan tantas conversaciones entre los seres humanos y los ángeles? La tradición cristiana tiene una respuesta bien definida: los personajes bíblicos son el modelo de lo que la Iglesia llama devoción a los santos ángeles. Contamos con los ángeles como amigos en la vida.
María y José son el mejor modelo que tenemos de esa devoción. Algunas personas ponen los ojos en blanco cuando un predicador les propone a la Sagrada Familia como modelo de la vida doméstica actual. ¿Cómo van a imitar las personas más corrientes a un hogar que tenía a Dios mismo como uno de sus miembros, otro había sido concebido sin pecado original, y el tercero fue un «justo» en todos los sentidos y a lo largo de toda su vida? Como respuesta, puede ser muy adecuado empezar por la atención y la devoción a los santos ángeles. Si hasta Jesús, María, y José necesitaron ayuda sobrenatural, mucho más nosotros, que avanzamos torpemente, bajo el peso de nuestra historia personal, de nuestras limitaciones, y de nuestros pecados.
La buena nueva en este caso es la siguiente: tenemos toda la ayuda sobrenatural que necesitamos. La palabra ángel procede del término griego angelos, que significa «mensajero». Su equivalente hebreo, malakh, también tiene ese doble significado de «espíritu celestial» y «mensajero terreno». Es decir, los ángeles son muy entendidos en comunicación. Quieren ayudarnos a acercarnos unos a otros como familias, y pueden ayudarnos —de la misma forma que ayudaron a la Sagrada Familia— a transmitir nuestro mensaje de salvación de unos a otros y de una forma cercana y amable.
Los buenos hijos de Israel dependían de la guía y de la protección de los ángeles. «Mi ángel caminará delante de ti» (Ex 23, 23), dice Dios a la generación del éxodo. Eso mismo, de muchas maneras, es lo que Dios demostró también a la Sagrada Familia. Sigue diciendo lo mismo a cada familia que vive en Cristo. Allí donde Dios vive, están los ángeles adorándole. Allí donde dos o tres están reunidos en nombre de Cristo, habita Dios, y los ángeles están con él, en adoración. Allí donde hay un vínculo matrimonial, Dios está presente sacramentalmente, dentro de esa familia. Entonces, allí también tienen que reunirse los ángeles en adoración. Cada día de una familia así puede traer la alegría de la Navidad [1].
La alegría de Belén
(Scott Hahn)
[1] En mis argumentos sobre los santos ángeles debo mucho a los años de conversaciones profundas con mi amigo Mike Aquilina y a la lectura detenida de sus libros: “Angels of God: The Bible, the Church, and the Heavenly Hosts”, “A Year with the Angels”; “Daily Meditations with the Messengers of God”, “Entertaining Angels”
Comentarios 1
Gracias Padre. Hermosa explicación sobre los ángeles.