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El 12 de noviembre de 2023 se cumplen 400 años de la muerte del santo mártir Josafat Kuntsevich, llamado por el Papa Pío XI «Apóstol de la Unidad».

¿Qué es la unidad? ¿Vale la pena dar la vida por ella?

Todos los católicos estamos familiarizados con el concepto de la unión del alma con Cristo. Sabemos que esta es la meta de nuestra vida terrena, hacia la que se dirigen todos nuestros esfuerzos: la unión divina o unión transformante con Cristo, que consiste en la unión de dos voluntades: la divina y la humana.

Pero, estando en el seno de la Iglesia, ni siquiera pensamos que, de hecho, recibimos todas las gracias, incluída ésta, a través de la unión con la Iglesia católica. Es decir, la Iglesia católica como único Cuerpo místico de la única Cabeza, Jesucristo, es el mediador y el canal a través del cual desciende sobre nosotros la gracia de Dios. En este contexto, se dice que no hay salvación fuera de la Iglesia, es decir, que no hay otro modo de obtener la gracia.

El santo mártir Josafat Kuntsevich comprendió muy bien esta doctrina. Puede ser que ni siquiera estemos agradecidos por ser católicos y pertenecer al seno de la Iglesia, pero en tiempos del santo era algo así como un acto heroico mantener la unidad entre los católicos de rito oriental y convencer a otras diócesis de la necesidad de la unidad con la Sede Apostólica. Ser católico de rito oriental o «uniato» (como se llamaba a los que regresaron al seno de la Iglesia católica mediante la Unión de Brest en 1596) significaba ser perseguido: 1) por las autoridades estatales (la mayoría de las tierras de Ucrania en aquella época estaban bajo el dominio de dos estados: la Mancomunidad Polaco-Lituana y el estado Moscovita), a los que no les interesaba en absoluto la unidad religiosa, ya que significaba al mismo tiempo la identidad nacional; 2) por parte de la Iglesia, ya que el clero de rito latino, lamentablemente, no era consciente de la riqueza de la Iglesia católica en la diversidad de ritos y culturas, entre las que se encontraba la Iglesia católica de rito oriental; 3) por parte de los ortodoxos («cismáticos», como los llamaba abiertamente san Josafat), que consideraban a los «uniatas» traidores que se apartaban de la «ortodoxia» autónoma, en lugar de hijos conversos de la única Iglesia católica.

El santo mártir Josafat sabía bien que la unidad exigiría mucho sufrimiento. Esto es cierto: el diablo siembra discordia, guerras, dudas, y su esencia es lo contrario de la unidad. Por eso, si luchamos por la unidad –sea religiosa, personal, o nacional–, también tendremos que sufrir y ser perseguidos. Sin embargo, los frutos del martirio de san Josafat continúan presentes hasta nuestros días en las Iglesias de rito oriental situadas en el territorio de la actual Ucrania, Lituania, Bielorrusia y Polonia.

Pero, ¿cuál es la unidad por la cual vale la pena dar la vida?

Una cosa es llegar a ser santo y recibir la gracia de la unión personal con Cristo, y otra es poner esas gracias a disposición de un gran número de personas. Cuando el Papa Juan Pablo II habla del tipo de unidad que Cristo espera de nosotros, hace hincapié en «la unidad visible entre los fieles que juntos forman el Cuerpo Místico de Cristo»[1].

Las palabras de san Josafat pocos días antes de su muerte fueron: «Señor, permíteme derramar sangre por la unidad y la obediencia a la Sede Apostólica»[2].

Para san Josafat la Iglesia es el Cuerpo de Jesucristo, y lo que él buscaba y por lo que luchaba era la unidad con su Cabeza, es decir, la Persona de Jesucristo. Para él Cristo lo era todo, y por eso los ortodoxos llamaban al santo «cazador de almas», porque atrapaba almas para Cristo y no con otro fin. No la unidad por la unidad, sino la unidad basada en la Verdad, en el fundamento, que es Cristo.

Su Beatitud Sviatoslav Shevchuk, Arzobispo Mayor de la Iglesia Greco-Católica Ucraniana, dijo: «Esta era la misión de san Josafat… Se le llamaba “cazador de almas” precisamente porque tenía el carisma de animar a la conversión y abrir los corazones a la fe en Jesucristo, el único sentido de su vida». El lema de la vida de san Josafat fueron las palabras: «Que todos sean uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti, para que estén unidos en nosotros»[3]. Esta es la unión de cada alma con Dios y la unidad entre nosotros que Cristo mismo desea para nosotros, porque significa vivir la vida de la Santísima Trinidad, y cuanto más estrecha es esta unidad, más intensa es nuestra participación en la divinidad.

Continúa el Patriarca: «No se puede ser cristiano sin llamar a todos a la comunidad eclesial. No a la unidad teórica, diplomática, sino a la unidad concreta, completa, indivisible. Por esta unidad de la Iglesia el santo dio su vida»[4]. A partir del ejemplo de san Josafat comprendemos que no hay unidad fuera de Jesucristo, y la característica de tal unidad es un signo visible, es decir, no sólo la unidad en la doctrina, en la tradición litúrgica y en los Santos Misterios, sino la unidad completa, la unidad jerárquica, bajo una sola Cabeza, que es el vicario de Pedro en la tierra.

Pedimos la gracia de la unión intensa con Dios a la Santísima Madre de Dios, que es la “Madre de la Unidad, pues es la Madre del único Cristo”[5], y que nuestro mártir ucraniano Josafat interceda por la unidad de toda la Iglesia Madre.

Hermana María Obradovanna Tyrkus

Contemplativa en Ucrania

 

NOTAS

[1] Carta apostólica con motivo del 400 aniversario de la Unión de Brest, 12.11.95.

[2] Pio XI publicó la encíclica Ecclesiam Dei subrayando sus virtudes heroicas. Allí lo llamó “el Apóstol de la unidad”.

[3] Jn 17, 20-21.

[4] https://ugcc.ua/data/svyatyy-yosafat-zavzhdy-vyperedzhav-nas-na-synodalnomu-shlyahu-glava-ugkts-na-vidkrytti-vystavky-v-rymi-3770/

[5] Carta apostólica con motivo del 400 aniversario de la Unión de Brest, 12.11.95.

 

 

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Comentarios 1

  1. Judith Rodriguez dice:

    Gracias hermana María por este escrito sobre la unidad; reubica y reenfoca el significado que fácilmente se distrae; y también fortalece el apostolado porque nos refresca el fundamento del mismo. Abrazos

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