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Vaya  a saber por qué, pero lo cierto es que no es raro que el demonio se dé a conocer entre otras cosas por el olfato. Sin duda que no es para nada la manera principal –para eso tenemos el discernimiento de espíritus–, pero en situaciones sobre todo extraordinarias, no suele faltar.

Y así por ejemplo aquella de las pocas veces en que San Juan de la Cruz erró en su discernimiento sobre una mujer que quería entrar a la vida religiosa y tenía ciertos misticismos que hacían dudar de su idoneidad; una vez entrada al convento, cuando descubrieron que tenía influencia maligna, al entrar en su celda otra religiosa, además de verla en pose no adecuada, había allí un olor espantoso.

Y aunque no lo siento de esa manera pues no es algo que inmute mi olfato, hay en el aire un no se qué en este país que huele muy pero muy mal… ¿Dónde me encuentro viviendo? Hace tres años en la querida España, la madre patria. ¿Y qué? ¿En Argentina –de donde soy– no hay también ese olor? Al partir de allí no lo había, incluso se respiraba lo contrario, pero en unos meses cambió la cosa y ahora hiede igual.

El tema está en que ya no hay mucho lugar en el globo terráqueo al que se pueda huir –y esto no tiene absolutamente nada que ver con el tan mentado cambio climático, porque de lo que voy a hablar sí tiene que ver la libertad del hombre–; decía, no hay casi lugar al que se pueda escapar para sentir otros aromas… Les presento un gráfico al respecto (el título, si no se abre el gráfico no se llega a ver, así que lo aclaro: Regulación sobre el aborto vigente en el mundo en 2022)[1]

Como decía, es del 2022. En este año sustancialmente lo que cambia es lo que respecta a Estados Unidos, ya que gracias a la gestión de Donal Trump, un “loco lindo” como decían en mi barrio, se logró eliminar la base legal que permitía el aborto en todo el país.

Entonces, para decirlo más claro, lo que nos muestra el mapa mundial –y en esto no cambia actualmente– es que en cuanto país –puede variar la cosa en algún nivel subnacional– solo el 10% de los estados (22 de 201)[2] prohíben que un “médico” asesine a un niño en el vientre de su madre contando con el consentimiento de ella.

Hago aquí algo no demasiado usual –al menos en mi caso– y es expresar lo que voy sintiendo al escribir esto. No es para nada simpático redactar estas líneas y realmente es algo que me afecta sensiblemente hablando, y por eso justamente me veo en la obligación moral de hacerlo de vez en cuando. Porque supongo que en general cuesta pensar o hablar del tema. En algún sentido, pienso que se asemeja a pensar o meditar acerca del infierno: no nos es agradable para nada, pero nos hace mucho bien. En realidad, siendo el infierno una obra de la justicia, de la sabiduría y del amor de Dios –como lo dejó estampado el Dante a su puerta de entrada–, pensar en este tema cuesta mucho menos…

Entonces, sigo, no sé si llegamos a caer en la cuenta de que prácticamente todo el globo terráqueo está absolutamente en manos de Satanás como quizás nunca antes se haya podido dar en la historia. ¿Por qué no se había dado antes? Porque, por un lado, no había un globalismo reinante como ahora –no existía ni siquiera la capacidad tecnológica para imponer un pensamiento único a nivel global– y, por otro lado –y sobre todo– el mundo no era “post-cristiano”, es decir, apóstata de la fe en Jesucristo nuestro Señor, único vencedor del maligno enemigo.

¿Y por qué digo que estamos en sus manos, las de Satanás? Porque lo dijo el Señor: “éste -el diablo- es homicida desde el principio” (Jn 8,48), y el mundo hoy en día (al menos el 90%) está en manos de hijos de Satanás (los que gobiernan). Otra vez palabras del Señor, completando el versículo: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo y queréis cumplir los deseos de vuestro padre. Este era homicida desde el principio”.

“Pero –podría objetarme alguien– abortos ha habido a lo largo de toda la historia”. A lo que respondo que sí, pero más allá de lo terrible que es eso, lo que agranda mucho el problema ahora, lo que ha podrido el olor del ambiente, es que está permitido por la ley. Es decir, aquella que, según Santo Tomás, es la “ordenación de la razón en orden al bien común promulgada por quien tiene autoridad”[3], en este punto que estamos tratando se comporta ahora de manera absolutamente contraria.

No hay ninguna ordenación de la razón, sino el absoluto desorden, pues estamos hablando del primer orden que debe tener una sociedad: no matar al más inocente. Por algo el Concilio Vaticano II llamó al aborto “crimen abominable” [4]. Y cuando digo “absoluto desorden” sé que nos suena quizás a una habitación de un adolescente… Pero estamos hablando de algo mucho, muchísimo más serio, más delicado, más importante: desorden de la razón, y además, en un tema trascendental como es el de la vida. Sí, sí, lo admito, no nos es fácil percibirlo, somos hijos de nuestro tiempo, irracional como pocos[5].

Tampoco se trata de buscar el bien común, sino uno de los mayores males comunes: para el niño o niña asesinada, para la madre que muchas veces sufre lo indecible toda la vida, para los hermanos del no-nato: “mataron a mi hermano ¿por qué no me tocó a mí?” Esto genera desconfianza para con los progenitores y a veces también sentimiento de culpa. Mal para la sociedad, mal para la patria, mal para la Iglesia.

Y si bien está promulgada por quien tiene autoridad, a esa autoridad –en los casos que sea legítima– la tiene no para ejercerla en contra de la ley natural y divina. Como decía san Pablo: “porque el Señor la dio para edificación y no para destrucción” (2Cor 10,8).

Por todo esto cuando se dice “ley de la interrupción voluntaria del embarazo” estamos ante una doble mentira: ni es ley ni se trata de interrupción, porque es algo que se termina, no puede volver a darse o a realizarse. Y si le agregan: “gratuito”, le agregan otra mentira, porque alguien paga el aborto (si el asesino es un médico de la “salud” pública, lo pagamos entre todos, con los impuestos).

Se dice que la costumbre tiene fuerza de ley, pero también la ley influye mucho en las costumbres, en el sentir, pensar y hacer de la gente. Ni bien llegué de Argentina, a fines del 2020, donde estaba tan fresca la batalla por la vida, me llamaba la atención escuchar a hablar aquí en España a católicos sobre el aborto: no lo aceptaban, pero con un dejo de “normalidad”, o sea, ya no lo “sentían” tan terrible cosa…
Se me va acabando el tiempo que tengo para escribir –están llegando los jóvenes con quienes haremos una salida–, y también se está haciendo largo lo escrito. Miro el reloj… en realidad… ya me tengo que ir… tomo el portátil y sigo en el coche, ellos me entenderán.

(Seguimos…) Se podrían decir muchas cosas más para describir el hedor del aborto… por ej. el P. Buela comentaba hace unos años:

“La reciente autorización que hizo el señor presidente de los EE.UU., Bill Clinton, de una de las formas más inhumanas, estremecedoras, violentas y absurdas de aborto: la decapitación –literalmente hablando– de los niños que están saliendo del seno materno. El señor Clinton será muy “señor presidente”; pero no parece muy ser humano”[6].

Los números también son estremecedores. Se calcula que en el mundo hay 73 millones de abortos “legales” por año[7], lo cual da una cantidad de 2 niños asesinados por segundo. Y por supuesto no estamos contando los abortos químicos, es decir, los efectuados por la píldora del día después o incluso por los anticonceptivos (sabido es que las pastillas anticonceptivas y toda esa gama de anticonceptivos también tienen el efecto de la no-anidación del feto, es decir, del aborto[8]).

En España, la “ley” se aprobó en el año ’85 y hasta ahora van 2,67 millones de niños asesinados[9], y actualmente se produce 1 aborto cada 4,8 minutos, es decir más de 12 abortos cada hora, 298 por día. En estos días estamos con muchas manifestaciones en contra de la toma de cargo del Sr. Sánchez a la presidencia (pertenece al PSOE); la otra opción hubiera sido Feijoo (del Partido Popular), pero en cuanto al aborto ambos partidos tienen las manos bien manchadas de sangre.

En Argentina se aprobó este tipo de asesinato a fines del 2020[10]; en el 2021 fueron 73.487 los niños asesinados con el placet del gobierno y en 2022 fueron 96.664[11], (un 32% de aumento, porque ese es otro problema, “legalizar” lleva a incrementar…). Haciendo algunos cálculos (los hace Denís sentado en la parte de atrás del vehículo) hasta fines de octubre de este año habrán sido unos 105.959; en total, desde la legalización: 276.110 argentinos asesinados…
Aunque duela… pensemos un poco en todo esto… ¡¡es una monstruosidad!! Y ¡¡hagamos algo!! Cada uno verá qué puede y debe hacer… pero de lo que no hay duda es de que ¡¡no me puedo quedar con los brazos cruzados o la boca cerrada ante semejante genocidio mundial, el peor de la historia!!

Lo que pretendo, querido lector, querida lectora, es de algún modo lo mismo que afirmaba San Alberto Hurtado sobre el objetivo del estudio de la doctrina social:

“Este estudio de nuestra doctrina social ha de despertar en nosotros, antes que nada, un sentido social hondo y, antes que nada, inconformismo ante el mal, lo que Pierre Henri Simon ha denominado admirablemente el sentido del escándalo” [12].

Sí sí, guardando la paz interior y el equilibrio psíquico –porque es para volverse locos…– no perdamos el sentido del escándalo… casi seguramente tu que lees estas líneas vives en un país que acepta –y casi seguramente hasta promueve– que sean asesinados los niños en el vientre de su madre… con guantes blancos matan, matan y matan… ¡¿ no te duele?! ¡¿No te hace sentir nada?! Debería esto escandalizarnos más ¡y mucho más!, que todas las guerras juntas… y escandalizarnos a diario… momento a momento… segundo a segundo…

Pero no digo que hay que debatir este tema… escribí sobre esto en pleno debate sobre el aborto, sobre todo con cierta indignación por algunas concesiones al respecto de parte de ciertos sectores dentro de la Iglesia[13]. ¡¡La vida no se debate!!

Para percibir estos satánicos olores y verlos asquerosamente “brillar” en los ojos de los políticos que los defienden o promueven, no hay que estar infectados con el espíritu del mundo:

“El espíritu del mundo lleva a los hombres a la indiferencia de Dios y a la pérdida del olfato ante la contaminación de las cosas. ―Algo huele a podrido en Dinamarca, observó el joven Hamlet, y no le hicieron caso porque fuera de él no había muchos daneses capaces de percibir el olor del pecado y de la muerte; y esto no ocurre solo en Dinamarca, sino en el Mundo entero, incluida la Iglesia en su aspecto humano” [14].

El olor que siento, que no quiero dejar de sentir porque no quiero acostumbrarme a vivir en un país que mata a sus hijos (ojo, nada tengo en contra de España en cuanto tal… ¡cuánto le debemos en Hispanoamérica!).
El olor que siento es, en definitiva, olor a sangre, pero sangre inocente y derramada con la aprobación de los que gobiernan y con el silencio de la sociedad; por eso huele tan pero tan mal.

No esperemos nada bueno de este mundo mientras esto sea así. No esperemos nada bueno tampoco de cualquier político que no defienda la vida. Así, como decía el P. Buela: “El señor Clinton será muy ‘señor presidente’; pero no parece muy ser humano”, así también… cualquier “Señor presidente”, “Señor senador”, “Señor diputado” (o Señora, en todos los casos, claro) que estén a favor del aborto, no parecen muy “seres humanos” porque están a favor de matar a los más inocentes… y ya sabemos de quién son hijos…

“Sin derramamiento de sangre no hay redención” (Heb 9,22), sobre todo no habrá redención de los pecados que implican también derramar sangre. Sólo nuestro Señor Jesucristo, solo su Preciosísima Sangre puede revertir esta “cultura de la muerte”, como con certeras palabras la definió San Juan Pablo II.

Pero nuestro Señor pide nuestra colaboración, que no puede darse sin aquel “Completo en mi carne lo que falta a la pasión de Cristo” (Col 1,24), el cual, para ser verdadero tiene que estar dispuesto a llegar hasta las últimas consecuencias: que nuestra propia sangre, infectada por el pecado pero purificada por la gracia, literalmente se derrame en unión con la del Divino Maestro. Quizás no seamos dignos de tanto… pero gracia suficiente tenemos para “vivir muriendo” (1Co 15,31)[15].

Sabemos que Jesús no quiso y no quiere obrar sino por medio de su Madre; Ella misma nos dijo en Fátima “al final, mi Inmaculado Corazón triunfará”; por eso busquemos consolar su Inmaculado Corazón ante un mundo que lo destroza con estos ataques a la vida, que en última instancia son contra su Hijo, la Vida misma, y supliquémosle su Maternal ayuda sin la que nada podemos. Ella, la más Madre de todas las madres, nos de fuerzas y valentía para hacer lo posible –y lo imposible– por la vida de nuestros hermanos.

Al final llegamos al sitio y seguí un rato en el coche (un seminarista y una religiosa les hacen más que buena compañía). Reitero, como lo dije en el post anterior, que a pesar de escribir estas cosas que son un poco “negras”, vivo muy feliz. A pesar de mis tantos límites y pecados, vengo muy bien enseñado por mi padre de la tierra (QEPD) y nuestro fundador, el P. Buela.

 

[1] Tomado de https://reproductiverights.org/maps/worlds-abortion-laws/

[2] Andorra, Aruba, Congo, Curaçao, Dominican Republic, Egypt, El Salvador, Haiti, Honduras, Iraq, Jamaica, Laos, Madagascar, Malta, Mauritania, Nicaragua, Palau, Philippines, Senegal, Sierra Leone, Suriname, Tonga.

[3] “Rationis ordinatio ad bonum commune, ab eo qui curam communitatis habet, promulgata”. Suma Teológica, Iª-IIae q. 90 a. 4 co.

[4] “El aborto y el infanticidio son crímenes abominables”Gaudium et Spes, 51.

[5] Algo decíamos tiempo atrás sobre esto: El ocaso de la razónTambién, de mejor pluma y aún mucho mayor ciencia: No es verdad, pero es verdad

[6] C. M. Buela, Jóvenes en el tercer milenio. Caminando con Juan Pablo II, Ediciones del Verbo Encarnado, San Rafael 2007, 75.

[7] https://www.es.amnesty.org/en-que-estamos/blog/historia/articulo/datos-clave-sobre-el-aborto/

[8] Afirma el P. Miguel Fuentes en su Manual de Bioética, luego de afirmar que impiden la ovulación, agrega: “- Cuando no consigue bloquear la ovulación poseen una segunda alternativa, en cuanto los estro-progestínicos obran sobre la movilidad de las trompas de Falopio,  alterándola de modo que el transporte del óvulo o del óvulo fecundado es modificado. – Una tercera alternativa proviene del hecho de producir también alteraciones en el endometrio, es decir, la mucosa que reviste el interior del útero, donde el óvulo fecundado, en el estado de blastocisto, va normalmente a implantarse. De este modo impiden el anidamiento normal del óvulo fecundado. Éste es el mecanismo abortivo de la píldora (especialmente la de baja dosis de estrógenos)”. Por eso unos párrafos antes había afirmado: “El juicio moral de todo método anticonceptivo que exponemos a continuación es sustancialmente idéntico: se trata de una acción que desvirtúa substancialmente y por tanto gravemente– la naturaleza de la sexualidad y de la conyugalidad, por cuanto separa las dos dimensiones o significados del acto conyugal; en el caso de los anticonceptivos que tienen un efecto abortivo, además, se suma el agravante del homicidio cualificado”. (82-83)

[9] Instituto de Política Familiar, Informe “El aborto en España”, febrero de 2023 (http://www.ipfe.org/Espa%C3%B1a/)

[10] Hicimos una reflexión en su momento, sobre todo para alentar a todos los que lucharon por la vida con tanto empeño: https://verbo.vozcatolica.com/no-hay-consuelo/

[11] https://centrodebioetica.org/el-informe-sobre-las-estadisticas-de-aborto-en-argentina-del-ano-2022-y-sus-omisiones/

[12] A. Hurtado Cruchaga S.J., La búsqueda de Dios: conferencias, artículos y discursos pastorales del Padre Alberto Hurtado, ed. S. Fernández Eyzaguirre, Ed. Univ. Católica de Chile, Santiago de Chile 20052, 110.

[13] ¡¡Oh santo Diálogo…

[14] M. Á. Fuentes, Comentario al Evangelio de San Lucas, Ediciones Aphorontes, San Rafael 2017, 373-374.

[15] Me hizo pensar en la diferencia entre el mal y el bien: mientras el demonio pide sacrificios humanos (bebés en gestación y demás) o sea el sacrificio no propio sino “de otro” los cristianos ofrecemos “nuestro propio” sacrificio unido al de Cristo

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