I
Misa de medianoche
Antífona de entrada: «El Señor me ha dicho: Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy». Cf. Sal 2,7 Nos recuerda el nacimiento eterno del Hijo por el cual procede del Padre.
Ya nace el Niño, estad todos atentos al
son de la liturgia navideña, que en tres
cálidas Misas nos enseña que no es
uno, son tres los nacimientos.
No tuvo su lugar en cava peña el
primero de los alumbramientos, más
bien en los eternos aposentos, lo canta
el gallo que el mundo desdeña.
El Verbo desde siempre fue
engendrado como el Hijo del Padre allá
en el cielo, y en el hoy sin principio ni final.
Y aunque en la noche a veces reina
el mal en ésta de diciembre toca el suelo la
estrella que ilumina al Hijo amado.
II
Misa de la aurora
Antífona de entrada: «Hoy brillará una luz sobre nosotros, porque nos ha nacido el Señor; y es admirable su nombre: Dios, Príncipe de la paz, Padre perpetuo; y su reino no tendrá fin». Cf. Is 9, 1. 5; Lc 1, 33 Nos recuerda el nacimiento temporal de Jesús en Belén
Y luego, ya en el tiempo, el Niño nace, y
a la aurora se acercan los pastores,
sienten la paz del Príncipe de amores y
ven que Dios en su Madre se complace.
Ella es dueña de todos los albores, y
el mismo Sol entre sus manos yace
aunque el rebaño distraído pace
buscando en otras grutas esplendores.
Tronchando de una vez toda la historia,
ahora el Rey emprende su misión, y da
origen a toda salvación.
Por eso, importunemos a María si
en sus ojos pudiéramos caber, que
los ciegos el Sol no pueden ver.
III
Misa del día
Antífona de entrada: «Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado; lleva a hombros el principado, y es su nombre: Ángel del gran consejo». Cf. Is 9, 5
Nos recuerda el nacimiento espiritual de Cristo en nuestras almas
Cuando el Sol en lo alto brilla entero
otra vez se celebra el Sacrificio cuya
gracia destruye todo vicio
y consagra al cristiano en caballero.
Le entrega principado y beneficio, y
así como su padre, el carpintero, en
el pesebre puso su brasero, se mete el
Niño al alma con su oficio,
de nacer, de crecer y desangrarse, en
la pobreza del hombre interior de
Belén, Nazareth y de la cruz.
Si allí quiere Jesús anonadarse,
entre el asno y el buey de mi torpor, allí te
pido, Madre, des a luz.
P. Javier Ibarra, IVE.
25 – 12 – 2019