es el mismo Jesucristo que ha escogido el viernes para que se le honre de modo especial y nos ha hecho saber cuánto le agrada que le consagremos de modo particular todo el día. Él mismo le expresó este deseo a santa Margarita María.
Un día de la octava del Corpus, mientras la santa se hallaba delante del Santísimo Sacramento, se le apareció Jesús y le dijo que para corresponderle debía hacer lo que tantas veces le había pedido: «He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres y que no ha ahorrado nada hasta agotarse y consumirse para testimoniarles su amor. Y, en compensación, solo recibe, de la mayor parte de los hombres, ingratitudes y desprecios.
Pero lo que más me duele es que se porten así los que se me han consagrado. Por eso te pido que el primer viernes después de la octava del Corpus se celebre una fiesta especial para honrar a mi Corazón, reparando, de algún modo, tantos ultrajes; que se comulgue dicho día para reparar el trato indigno que ha recibido mientras se encuentra expuesto en el altar. Y yo te prometo que mi Corazón se dilatará para esparcir con abundancia su Divino amor a los que le honren así».
¿Y por qué quiso Jesús escoger el viernes? Porque es un día en el que Nuestro Señor nos dio grandes pruebas de su amor: en él “nos lavó de nuestros pecados con su sangre” y nos dio por herencia la gloria eterna.
También ese mismo día Su Corazón se abrió como un tesoro, como una fuente de bienes para inundar al mundo y, además, nos dio a su propia Madre, la Virgen María.
Su amor no tuvo límites. Nos dejó claro cuál debe ser la medida de nuestra entrega: hasta la muerte. Por ello, es importante los viernes ofrecerle todo el día, como signo de amor y agradecimiento.
¿qué debo hacer?
Estas consideraciones han de movernos el deseo de reparar los desprecios y ultrajes que sufre Nuestro Señor en el Santísimo Sacramento, procurando mostrarle que nosotros sí le amamos y que nos duele contemplar su Corazón herido de un dolor muy intenso a causa de la ingratitud.
El viernes los sacerdotes pueden ofrecer la misa por esta intención, y los laicos pueden comulgar, o al menos asistir a Misa con más respeto y devoción con el deseo de reparar. En la misma línea, se recomienda vivamente visitar más a menudo y con más respeto y devoción el Santísimo Sacramento. Si no podemos hacerlo personalmente podemos adorarle por lo menos en espíritu desde el lugar en que nos hallamos, supliendo con actos.
Es importante guardar algo más de silencio, andar menos disperso y algo más recogido. También es bueno hacer alguna obra de caridad, o alguna mortificación, ya sea interior o exterior. Hemos de rezar, a ser posible, las oraciones al Sagrado Corazón de Jesús y pedirle que vele por toda la iglesia, en particular por todos los que le aman con ternura y para que les preserve del maligno.
Siguiendo el libro de Jean Croiset, La devoción al Sagrado Corazón de Jesús, Parte III, capítulo 2