COLABORAR

Search
Close this search box.

Más leído esta semana

📖 Ediciones Voz Católica

Mkondogwa, Namba Nne, y Bupandwamhuri. A estas tres aldeas visité en las ultimas dos semanas. Estamos en el tiempo del llamado “matomolo”, o agradecimiento por la cosecha. Es una costumbre en la iglesia en Tanzania que todos ofrezcan un agradecimiento a Dios por la cosecha. La mayoría de los habitantes del país son agricultores y ganaderos, así que están acostumbrados a hacerlo en todas las parroquias de todas las diócesis del país. Para las parroquias de la ciudad, o los feligreses que se dedican a los negocios, deben aportar en dinero, y cumplir con el mandamiento de la iglesia, la obligación cristiana de “contribuir al sostenimiento de la iglesia”.

La primera de las aldeas es la ya conocida “Mokondogwa”, que ha sido nombrada en varias crónicas anteriores. Me pregunto a veces porqué Mkondogwa siempre es motivo de ser incluida en alguna crónica. Creo que porque se trata de una aldea pequeña, que no está muy lejos de la parroquia, tan sólo a unos siete kilómetros, e inmersa en un ambiente muy pagano. A pesar de todo, subsiste, y eso es muy importante. Claro que es una comunidad con poca fuerza, no tienen capilla, sino sólo un techadito de chapas sostenido con algunos palos. Gracias a un grupo de señoras que son las que no dejan de ir nunca, esa aldea sigue existiendo. El catequista hace lo que puede, en medio de ese ambiente tan pagano. Los hombres, casi que no van, y por eso también la capilla no avanza en la construcción porque no hay mano de obra para hacer el trabajo con voluntarios.

La anécdota de esta vez es que habíamos avisado que la misa sería a las 9:00 am, y yo sabiendo que son de atrasarse y para ayudarlos un poco a que tengan todo preparado, llegué a las 10:00 am. Sólo encontré una persona: el catequista. Es verdad que estaba todo preparado, el piso de tierra bien barrido, y la capilla adornada con telas. Pero se ve que luego de esos preparativos, se fueron a sus casas a cambiarse, o no sé qué. La cuestión es que tocamos la campana, que es una gran rueda de camión, y esperamos un rato. A las 10:30 am comenzamos el rosario, el catequista y yo. Y en el transcurso del mismo llegaron cuatro señoras y tres niños. A las 11:00 am, con dos horas de atraso, comencé la misa. Durante las lecturas fue llegando gente. Luego del sermón, a las 11:30 seguía llegando gente. Y al terminar la misa, los “atrasados” eran más de dos tercios de los asistentes. Es casi imposible cambiarles estas costumbres en algunas aldeas. Por más que uno los espere, ellos llegan tarde. Por ejemplo, luego del sermón veo a una señora que sale de la casa que está justo en frente de la capilla, caminando tranquila, y atrás de ella todos sus niños. Es decir, que vio llegar el auto del padre a las 10:00 am, y escuchó la campana, y escuchó el rosario, y los cantos del inicio de la misa… pero de todas formas, hay que llegar tarde. En fin, paciencia, y no cansarse de decirles y repetirles, y enseñarles.

La otra visita que hice en esa semana de recorrido de “matomolo”, fue a la aldea de Namba Nne, que tiene por patrona a nuestra Señora del Rosario. Esta comunidad tampoco está lejos, apenas unos cinco km de la parroquia. Pero a pesar de estar tan cerca, también, se percibe un ambiente de muchos paganos. Los que van a la iglesia son pocos. Podemos decir que hay unas cinco familias más católicas, con sus ancianos de mucha tradición en la iglesia, y después muchos niños. Pero nos falta una gran brecha de generación que serían los jóvenes y los adultos. Ellos están también construyendo su capilla, pero sólo han podido hacer los cimientos. Por eso rezan temprano los domingos, pues el sol del mediodía es muy fuerte y no tienen árboles que ayuden un poco con la sombra. Esta vez habíamos pensado la misa a la tarde, a las 16:00 hs. Pero cuando llegué al lugar, hacía mucho calor, y la gente se agrupaba como podía debajo de las sombras de algunos arbustos. Me dijeron que ya habían rezado el rosario, mientras me esperaban. Me preguntaron si no podíamos ir a la casa de uno de los feligreses, que estaba ahí cerca, y que tiene un enorme árbol de mangos que nos podía cobijar a todos. Les dije que por supuesto, porque realmente no había cómo refugiarse del sol abrasador. En pocos minutos preparamos la nueva capilla: algunos plásticos en el piso, para los niños, y los adultos venían cada uno con su silla. Pusimos la mesa que sería el altar, con la ayuda de dos monaguillos, y comenzamos la misa. Esta me resultó un gran consuelo, al ver la gente sentada delante, y escuchando, en un ambiente tan pacífico, y fresco. Claro que al rezar en el patio de una casa en medio del pueblo, se debe tener paciencia con las gallinas que pasan debajo del altar, las vacas que se acercaban y que tuve que pedir a un monaguillo que las aparte un poco, los niños vecinos, curiosos que pasan y miran, y hablan, y juegan. Pero como todo eso es parte de la vida de ellos, a uno lo distrae un poco, pero a ellos en absoluto. Luego de la misa comimos debajo del árbol de mangos, pues habían preparado comida para todos.

La tercera y última comunidad es la del “bonito nombre” (como decía el P. Llorente) de “Bupandwamhuri”, también conocida o recordada por muchos de ustedes, pues su traducción es “huella de elefante”. La capilla de este lugar está dedicada a Santa María Magdalena. Un sacerdote del IVE nos está ayudando a construirla, con mucha generosidad. A cambio, nuestros feligreses rezan por su misión y por su salud. La anterior capilla de este lugar ya estaba en peligro de caerse, y sobre todo, caerse sobre los pocos feligreses que tenemos. También es una pequeña aldea, con pocas familias cristianas, y gran número de vecinos paganos. Por gracia de Dios, gracias a estas ayudas, se pudo comprar un buen terreno, de una hectárea de extensión, y así tener terreno para que los chicos jueguen cuando van al catecismo, y los domingos después de la celebración de la palabra. La iglesia nueva está quedando muy linda, ya es una “señora iglesia”, con techo, piso de cemento, ventanas de hierro y puertas de chapa. Les pregunté si desde que habían comenzado a usarla habían tenido alguna misa en el lugar, y me contestaron que no. ¡Entonces se trataba de la primera misa en esa iglesia! Una alegría que por vez primera Cristo en la Eucaristía estaría en ésa capillita. Un día histórico, y era el día de San Ignacio de Loyola. Les conté la historia de la conversión de este santo, y el gran deseo que tenía de imitar a los santos cuyas vidas leía… “¿Si ellos pudieron, porqué yo no?” Luego de la misa el ambiente también fue muy lindo, pues habían preparado comida, y los niños mientras esperaban a que estuviera lista, se pusieron a jugar delante de la iglesia. Luego todos comieron debajo de un árbol de mangos, con el atardecer de fondo.

De todo esto quiero destacar algo de estas comunidades, que están en lugares sumamente pobres, y rodeadas de paganos, y con poquitos cristianos. Muchas veces la que reza es la mujer, y los niños, y nada más. Sin embargo, a pesar de todo eso, en primer lugar, no dejan de rezar, todo lo contrario. Son muy firmes a pesar de las dificultades y del ambiente adverso. En segundo lugar, me asombra siempre ver cómo ayudan a la iglesia. Son pobres, y en su pobreza, son muy generosos para ayudar. Incluso con bienes materiales, pero colaboran mucho también con su entrega, con su tiempo para la iglesia ya las actividades de la iglesia. Participan de reuniones, charlas, fiestas, retiros… y para cada cosa deben caminar kilómetros. Siempre están dispuestos. De estas personas recibimos la ayuda, un balde de maíz por cada familia. Al final, cuando recolectamos todo el matomolo de la parroquia, se transforma en una gran ayuda. ¡Qué buen ejemplo que nos dan a occidente! A veces me pregunto ¿cuánto ayuda cada familia a su parroquia en nuestras tierras? Y muchas veces contando con muchos más medios materiales que esta gente. La respuesta puede ser muy diversa, de acuerdo a los lugares, pero puede servir que cada uno haga un examen de conciencia sobre cómo vive este mandamiento de la iglesia.

Que Dios los bendiga a todos.
¡Firmes en la brecha!

P. Diego Cano IVE

PD: aprovecho a recordarles de la campaña que estamos haciendo para la construcción de la sacristía de la parroquia de Kangeme, en Tanzania. Llevamos recaudados un tercio de lo que necesitamos para techarla. Les pedimos su colaboración y la ayuda para difundirla lo más posible.
He aquí el link para colaborar:
https://gofund.me/ff041be7

PD2: Lo mismo pedimos ayuda para seguir difundiendo el nuevo Facebook/misioneroENtanzania pues el anterior ha sido hackeado y bloqueado. ¡Mil gracias! (la diferencia es que este Facebook se llama misionero “en” Tanzania).

Seguir Leyendo

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.