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El padre de San Benito lo envió a Roma para estudiar ciencias y literatura. Sin embargo, al poco tiempo de llegar a la ciudad, San Benito se percató de la vida decadente de los ciudadanos de Roma. Inmediatamente comenzó a discernir la situación y decidió huir de Roma e ir a un lugar donde pudiera salvar su fe. La razón de esta decisión fue que prefería vivir ignorante pero de acuerdo con su fe, en lugar de ser erudito y vivir una vida viciosa.

Podemos decir que San Benito puso en práctica lo que Nuestro Señor Jesucristo nos pide en el Evangelio de San Lucas: ¿Por qué no juzgáis vosotros mismos lo que es justo? (Lc 12,57). A lo largo de nuestra vida nos cruzamos con todo tipo de personas. Sin embargo, en lugar de juzgar lo que está bien o mal (como dice Nuestro Señor a la multitud) para discernir qué acción tomar, muchas veces nos dejamos llevar por los malos ejemplos de los demás.

Juzgar lo que es correcto es fundamental en la vida cristiana porque es la única manera de evitar ocasiones de pecado. Muchas veces cuando caemos en pecado nos damos cuenta de que no hemos hecho lo correcto, sin embargo, nuestras acciones anteriores eran las que nos llevaban a pecar porque no juzgábamos si esas acciones eran correctas o incorrectas.

Para juzgar lo que está bien y lo que está mal es necesario tener buenas disposiciones y no dejarse dominar por las pasiones. Las pasiones no nos permiten juzgar con claridad la realidad, sino que nos hacen ver la realidad coloreada por la inclinación de esa pasión.

Las buenas disposiciones que es necesario tener son las siguientes: 1) Apertura a Dios: estar dispuesto a examinar las propias ideas ante la vida. Conocer el juicio de Dios significa que siempre se sabrá lo que es justo. Quien no lo conoce nunca podrá discernir bien lo que es justo. 2) El deseo de hacer la voluntad de Dios en nuestra vida: no es razonable saber lo que es justo y no hacerlo. 3) Desprendimiento de mi propia voluntad: quien quiere anteponer su propia voluntad a la de Dios se está disponiendo a hacer lo que está mal. Dios no puede querer el mal, por eso quien quiera juzgar lo que es justo debe tener la disposición de anteponer la Voluntad de Dios a su propia voluntad, porque Dios siempre quiere lo que es justo.

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Comentarios 1

  1. Mabel Alvarado dice:

    Gracias por estas reflexiones en lo personal me ayudan ha seguir a Jesús y deseo estar a su lado ,para que siempre guíe cada uno de mis pasos y me permita estar en gracia de Dios, agradezco cada oportunidad que se me brinda para ser hija de Dios y contar siempre con la protección de la Virgen Maria.

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