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El Combate de la Vuelta de Obligado
Y hoy, esa oración se eleva en este día que es como decíamos el Día de la Soberanía. El Día de la Soberanía y el aniversario del Combate de la Vuelta de Obligado. Aquel 20 de noviembre cuando las escuadras invasoras de las naciones en aquel tiempo más poderosas de la tierra, Inglaterra y Francia, entraban por el río Paraná. Y hubo allí algunos criollos, a cuyo mando estaba el general Mansilla, que establecieron en las orillas del río unas baterías. Eran pocos cañones, no más de veinte. Y cañones de poco alcance frente a los cañones poderosos de la escuadra europea. Y sobre el río, una serie de barcazas y lanchones sobre las cuales tremolaba la bandera argentina y estaban unidos por cadenas. Como un símbolo de una realidad más profunda, como un signo que estaba diciendo: «Aquí defendemos la integridad de la Patria. Aquí defendemos la virginidad de la Patria. De aquí no se pasa. Esto es nuestro, es terreno nuestro, esta tierra es nuestra».
Y heroicamente durante muchas horas esos criollos sostuvieron los cañones de largo alcance y el impulso y el ataque de las escuadras extranjeras. Y pudieron pasar. Y esos libros de historia que quieren minimizar los hechos grandes de la Patria, nos hablan todavía de la derrota de Obligado. Es cierto, fue una derrota, una derrota parcial, pero el enemigo pudo dominar solamente, como escribe Lucio Mansilla, el terreno hasta donde alcanzaba su metralla. Porque en las orillas del río estaban los criollos y estaba la caballería criolla que no dejaba desembarcar, que quitaban los abastecimientos, que si la flota podía navegar por el río, sus tropas no podían pisar el territorio de la Patria, y cuando intentaban hacerlo eran derrotados, como lo fueron en El Tonelero, como lo fueron en San Lorenzo, como lo fueron a lo largo de todo el río.
Y aquel conflicto terminó precisamente con el reconocimiento de la soberanía argentina, de los derechos argentinos y con los cañonazos de la escuadra extranjera que rendía honor, que rendía homenaje a nuestra bandera.
Era un enfrentamiento desigual, pero era un enfrentamiento en el cual por nuestra parte había un amor grande a la Patria, y había un coraje en esos criollos que estaban decididos a jugarse enteros para defender lo que era nuestro. Algo que en la Histira varias veces se ha dado. De alguna manera podermos comparar ese enfrentamiento desigual a aquél de nuestros héroes de las Malvinas, a aquellos pilotos que con sus aviones contra todos los cálculos técnicos y contra todas las posibilidades humanas, se lanzaban contra las fragatas inglesas, pero no con espíritu de suicidas, sino precisamente con espíritu de héroes, con espíritu de argentinos, con espíritu de aquellos que amaban a la Patria por encima de su vida.
Es bueno recordarlo. Es bueno recordar este heroísmo, este desinterés, esta entrega generosa, esta entrega de la vida. Es bueno recordarlo cuando a ese heroísmo quieren olvidarlo, cuando a ese heroísmo quieren enterrarlo, cuando a aquellos que dieron la vida por la Patria quieren dejarlos en el entierro, en el pasado, o en el olvido, cuando para esas gestas grandes solamente existe el silencio, el desprecio o la burla. Cuando hay señores que ocupan los más altos cargos en el gobierno de la nación y que son capaces de decir que en vez de un carro de gloria, lo de las Malvinas fue un carro atmosférico. Y esos son lo que representan a nuestra Patria y los que en algún momento como en los días que vivimos, enfrente a nuevas provocaciones de dominio imperialista del invasor extranjero, quieren levantar la bandera de la Soberanía que tantas veces han traicionado. Pero claro, en este momento les sirve como una cortina de humo, les sirve como propaganda electoral, les sirve para que los argentinos nos olvidemos de las situaciones reales que estamos viviendo, de la angustia del pueblo, de la desorientación de una Patria que se disgrega, de una Patria enferma hasta los tuétanos, enferma en su cuerpo y enferma en su alma. Y entonces ahí aparecen actitudes enfrente al extranjero que quieren ser de firmeza, pero que son cáscara, son cortina de humo.
La Patria: una vocación
La soberanía de la Patria, es el derecho que tiene un pueblo sobre su tierra, el derecho que tiene un pueblo sobre su Historia, el derecho que tiene un pueblo sobre sus instituciones, el derecho que tiene un pueblo sobre sus dominios. Esa soberanía de la Patria es por la cual tenemos que pedir, tenemos que rezar a Dios en estos días, porque un pueblo necesita de una tierra para vivir, para respirar, para crecer y para desarrollarse, para cumplir la misión que Dios le ha dado en la Historia. Como una familia necesita de una casa, necesita de un trabajo, de un espacio, de un ambiente vital. Como un árbol necesita de un pedazo de tierra para echar sus raíces y necesita de un riego. La tierra es vital para el árbol, la casa es vital para la familia, el suelo es vital para una Patria y vital para un pueblo y vital para que una Nación pueda cumplir la misión que Dios le ha dado en la Historia.
Nosotros no nacimos aquí por casualidad, nosotros no somos un producto del acaso, nosotros no caímos como sembrados del espacio, no vinimos de otro planeta. Nosotros tenemos una sangre, una raza, una religión, una cultura, una lengua. Nosotros, si aquí, en este momento de la Historia y en este lugar del mundo vino la luz, es por el plan de la Providencia de Dios. No existe casualidad en las cosas humanas. Donde nosotros decimos a veces casualidad está la Providencia de Dios, y nosotros no es por casualidad que pertenecemos a esta tierra, a este pueblo, a esta Nación, a este suelo. Eso está en el designio de Dios desde toda la eternidad; es Dios el que quiso que naciéramos aquí y es Dios el que quiso que nuestra religión fuera la católica, que nuestra lengua fuera la española, que nuestra Patria fuera la Argentina, que nuestra Patria fuera este pueblo que vive sobre esta tierra y en este rincón del mundo.
Y entonces en esta misión que tenemos que cumplir porque Dios nos puso aquí, en esta misión que tenemos que cumplir para poder ganarnos el Cielo, en esa misión en la cual tenemos que luchar para alcanzar un día nuestra Patria definitiva que es la Patria de Arriba, en esa misión entra el amor y la responsabilidad y el cumplimiento de nuestro deber para con esta Patria, para con esta Patria de la tierra.
Es también nuestra vocación de cristianos como es nuestra vocación de hombres y es también el designio misterioso de Dios que viviéramos, no como el cascote que es arrojado, como la semilla que es arrojada al voleo, sino es Dios el que quiso ponernos aquí, en este lugar y en este momento. Está en su designio, en su providencia, es nuestra vocación, es nuestra misión, y Dios un día nos pedirá cuenta de cómo hemos cumplido esta misión, de cómo hemos asumido esta responsabilidad, de cómo hemos vivido nuestra vocación de cristianos, de cómo hemos amado a esta familia grande, a esta comunidad concreta en la cual quiso ponernos.
Sufrir con la Patria herida
La Soberanía de la Patria, es algo que nos lleva a rezar, y nos lleva a rezar con preocupación. En algunas de estas Misas por la Patria, creo que yo lo decía, tal vez un poco irónicamente, pero es una ironía trágica, si ustedes quieren tenemos que rezar por la Patria, tenemos que rezar mucho, tenemos que rezar en estas Misas por la Patria, para que algún día no tengamos que rezar un funeral por la Patria. Un funeral por esta Patria argentina que se nos va de las manos, que está enferma, que está herida, que se nos deshace, que se nos disgrega. Esta Patria que está herida en la soberanía, en su cuerpo y en su alma. Herida en la soberanía física de la Patria. Es una herida que tiene que estar en nuestro corazón, es una herida real en el cuerpo de la Patria mientras haya la presencia del extranjero en esas islas del Sur, regadas con la sangre de nuestros compatriotas. Mientras haya presencia del extranjero en las otras islas entregadas por la mayoría llevada por la propaganda y por la mentira en un plebiscito falsificado[1]. Es una herida del cuerpo de la Patria la presencia mentirosa del extranjero, que nos deja tener nuestra Bandera y la ilusión de una soberanía, pero que nos estrangula a través del imperialismo internacional del dinero, del Fondo Monetario Internacional, del cipayaje, que cambia los gobiernos, pero sigue teniendo en la manos las riendas del poder. De esas potencias económicas que manejan la mentira de los partidos y la mentira de la democracia y que está al servicio de intereses extranjeros, cualquiera que sean esos intereses.
Porque la soberanía de la Patria es que seamos argentinos y solamente argentinos. Y la soberanía de la Patria es que seamos argentinos y no ingleses, ni norteamericanos, ni soviéticos. Es que nuestra Bandera sea la azul y blanca como los colores del Manto de la Virgen Inmaculada y no la bandera de las barras y las estrellas ni la bandera roja con la hoz y el martillo. Esa es la soberanía física de nuestra Patria; pero también está la soberanía del alma de nuestra Patria. La Patria tiene un cuerpo y tiene un alma, y está herida en su cuerpo por esa presencia del extranjero, por esa presencia del enemigo, y está herida en su alma por la mentira. Por la mentira que cubre nuestra Historia. Por la mentira que quiere desarraigarnos de las raíces del pasado, en estos tiempos en que nos preparamos para celebrar el Quinto Centenario de la Evangelización. Lo decíamos el 12 de octubre, al recordar la obra evangelizadora y civilizadora de España. Surgen aquellos que quieren revolver nuevamente la leyenda negra inspirada en los masones ingleses, inspirada en españoles renegados que quieren hacer de esa epopeya que fue la Conquista de América, una invasión extranjera y quieren hacer una conquista de exterminio; en aquéllos que quieren que nos avergoncemos de todos aquellos valores que hicieron una Patria, aquéllos que reniegan de lo nuestro, de lo español, de lo cristiano, de lo católico y también de lo que es gaucho y de lo que es indígena. Que se avergüenzan de esta tierra como se avergonzaba Sarmiento cuando decía en su carta a Mitre: «No hay que economizar sangre de gauchos porque es lo único que tienen de seres humanos y es un abono necesario para hacer fértil al país». Se avergüenzan de lo nuestro. La historia falsificada en nuestras escuelas y en nuestras universidades, la escuela sin Dios y la universidad sin Dios.
El espíritu patriótico: Héroes y Santos
Entonces el alma de la Patria está herida. El alma de la Patria está herida porque los argentinos nos hemos olvidado que tenemos que estar unidos en una empresa común, porque nos hemos olvidado que por encima de todos los intereses tiene que estar el interés de la Patria, porque nos volvemos la espalda, porque no nos ponemos de acuerdo, porque lo que existe entre nosotros es la injusticia, es la mentira, es la falsedad, porque no se cumple la palabra, porque se roba, se falsifica, se coimea, se estafa, se miente, se engaña… Toda esa invasión de inmundicia y de mentira que cae sobre nosotros como un diluvio que nos inunda. Todo esto nos está señalando que no es solamente el cuerpo de la Patria el que está enfermo por la presencia del extranjero, que no es solamente la soberanía material de la Patria la que está ausente porque tenemos las manos atadas por los distintos imperialismos, sino que también es el alma de la Patria la que están tratando de arrancarnos. De hacernos olvidar que somos argentinos. De arrancarnos de las fuentes auténticas de nuestra verdad, de nuestra Historia, de nuestra cultura, de envenenarnos, de mentirnos, de engañarnos. De darnos, ni siquiera pan y circo como a los romanos, porque el pan no es una caja de «PAN»[2]. Nos falta el pan y nos dan el circo, nos llenan de mentiras, nos engañan…
¡Cuántos motivos tenemos para sentir la Patria y para sentirla en el corazón como una herida! Aquel gran español que decía: «Amamos a España porque no nos gusta», nos da el ejemplo. Es lo que podríamos decir nosotros los argentinos: «Amamos a esta Patria porque no nos gusta». No nos gusta esta Argentina enferma, no nos gusta esta Argentina llena de miseria, llena de pecado y de mentira y de injusticia. No nos gusta esta Argentina que se olvida de los principios que le dieron vida y se olvida de Dios. No nos gusta esta Argentina en manos de los intereses extranjeros. No nos gusta esta Argentina enferma que se disgrega. Queremos otra Argentina distinta, queremos la Argentina que Dios quiere, queremos la Argentina que nació bajo el Manto de la Virgen, queremos la Argentina llamada a grandes destinos y a grandes empresas. Queremos una Argentina en manos de los argentinos. Que volvamos a encontrarnos como hermanos, como hijos de Dios, como hijos de una misma Patria para cumplir con nuestro destino histórico. Esa es la que queremos. Pero hasta que no la logremos, con nuestra oración, pero también con nuestro compromiso en el cumplimiento del deber y de la lucha de cada día, esa Argentina tiene que pesar en nuestro corazón como una herida.
Como decía el Padre Castellani: «De las ruinas de este país que llevo edificado sobre mis espaldas cada minuto me cae un ladrillo en el corazón».
Que sea esa oración dolorosa y herida, preocupada y angustiada, pero al mismo tiempo llena de esperanza, la que se levante a Dios. Lo que a veces puede parecernos imposible como obra de hombres, lo que a veces puede parecernos imposible si miramos la pobreza de nuestro medios, si miramos la dificultad de nuestros esfuerzo, si miramos las potencias enormes del enemigo nacional y del enemigo internacional, lo que puede parecernos imposible para las fuerzas del hombre, no es imposible para la Gracia y para la Providencia de Dios.
Y entonces sí, esa oración que hoy levantamos al Señor por la intercesión de su Madre y Madre nuestra, la Virgen de Luján, tiene que ser una oración que brota de un corazón herido por todos los dolores y las miserias de la Patria, tiene que ser al mismo tiempo una oración que brota de un corazón que a pesar de todo, en medio de la oscuridad, no pierde la esperanza mirando hacia esa Luz que nos señala el camino, y mirando hacia esa fuerza que por sobre las fuerzas humanas, si nosotros con nuestra oración sabemos arrancarla del corazón de Dios por la palabra de la Virgen, hará posible que el día de mañana, aunque cueste tiempo, lucha, sacrificio y sangre, el día de mañana podamos un día juntarnos aquí, no para rezar un funeral por la Patria, sino para dar gracias a Dios por una Argentina vieja y siempre nueva de acuerdo a Su Corazón y al Corazón de Nuestra Madre del Cielo.
Del sermón pronunciado en San Rafael, Mendoza, en la Parroquia Nuestra Señora de Luján, el 20 de noviembre de 1987.
* En «Sermones Patrióticos», Editorial Cruz y Fierro, Buenos Aires, 1995, pp. 154-163.
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[1] El P. Ezcurra hace mención del plebiscito nacional, no vinculante, que se llevó a cabo en noviembre de 1984 para conocer la opinión de la ciudadanía respecto de la aceptación o el rechazo del llamado «Tratado de Paz y Amistad firmado con Chile» con el fin de solucionar el Conflicto del Beagle, luego de la mediación de la Santa Sede.
[2] Se refiere el P. Ezcurra al denominado «Plan Alimentario Nacional (PAN)» que instrumentó el des-gobierno de Alfonsín en 1984, con el cual se entregaban cajas con elementos no perecederos a familias necesitadas. (Nota de «Decíamos ayer…)»