¿Cómo vivir los últimos tiempos? – Hna. María Iuxta Crucem, SSVM

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No se engañen: esto no es un artículo con especulaciones sobre el fin de mundo. Es simplemente una reflexión sobre la actitud que tendría que tener un buen cristiano en los últimos tiempos. ¿Qué se entiende por “últimos tiempos”? Tal vez se verán desilusionados con la respuesta: en estos últimos tiempos ya estamos hace más que 2000 mil años. La primera venida de Cristo en carne mortal inició la última parte de la historia humana. Nuestros tiempos desde este momento eran, son y serán los últimos, hasta la segunda venida de Cristo en la gloria.

El P. Carlos Buela, en su libro autobiográfico “El Señor es mi Pastor”, nos dejó un capítulo con el título “Comentarios sobre los Mártires”. En este capítulo hace un resumen de un artículo de una autora española, la doctora Amparo García-Plaza Vegas, titulado “Maestros Peterson y Ratzinger”, publicado en el libro “Víctimas y Mártires” (ed. Encuentro, Madrid, 2017). Quería hacerme eco de este artículo para reflexionar sobre nuestra actitud en los últimos tiempos.

Tal vez les llama la atención el nombre de Peterson. A Ratzinger creo que todos lo conocen. ¿Pero Peterson…? Se trata de un teólogo y arqueólogo alemán, Erik Peterson del siglo pasado (1890-1960). Pertenecía a la comunidad evangélica, pero en 1930 se convierte a la Iglesia Católica Romana. Con su conversión perdió todo, su trabajo, sus amigos, su fama. De tal modo que en 1933 decide mudarse a Roma en búsqueda de trabajo y apoyo de parte de la Iglesia. Allá se casa con una señora italiana. Tiene muchas dificultades para encontrar trabajo y pasa con su familia momentos económicos muy difíciles. En 1937 lo nombran profesor de Historia de la Iglesia en el Pontificio Instituto de Arqueología Cristiana, y con eso su situación mejora. En el momento de su muerte deja un rico patrimonio (conservado en la Universidad de Turín). Un tema importante en sus escritos es justamente el martirio y la importancia del testimonio de los mártires. Se puede decir que él, en carne propia, experimentó algo de lo duro que puede ser seguir la verdad…

El teólogo Peterson usa una palabra un poco difícil para describir los tiempos. Indica el mundo antes de Cristo y los tiempos sin Cristo como el “viejo eón” y el tiempo después de la venida de Cristo y el mundo que está con Cristo como el “nuevo eón”. Usa esta terminología porque, para él, el “eón” es la única palabra que puede describir dos realidades tan diversas: una realidad con Cristo y una sin Él. Dice Peterson que lo único que tienen en común es una cierta duración de tiempo y ocupación de espacio, nada más. Nos hace pensar en lo que san Ignacio en sus ejercicios espirituales indica con el campo de Cristo y el campo del diablo. El Reino de Dios y el “reino” de Satanás (reino entre comillas, porque en realidad tiene un poder muy limitado e incluso vencido).

La pasión, muerte y resurrección de Cristo dan inicio al “nuevo eón” –pero el eón viejo continua también, porque no todos están con Cristo en el nuevo eón–. La Iglesia, instituida por Cristo, se encuentra en la línea de frente entre el eón viejo y el nuevo, y por eso está siempre en la lucha. No pasemos ligeramente esta frase: está siempre en la lucha. No hay que sorprenderse que haya lucha. Es más: si nosotros no experimentamos ningún tipo de lucha con el “mundo” (en el sentido de eón viejo, mundo sin Cristo), es señal que estamos viviendo de mal modo o por lo menos de modo tibio nuestra fe.

El pasar y estar en el nuevo eón, entonces, duele. Peterson enfatiza que no solamente se trata de un dolor espiritual, de sufrir confrontaciones de ideas. No, tiene que tener un aspecto físico también, porque así se imita a Cristo, que sufrió moralmente y físicamente su pasión para redimirnos. Esto no significa que todos están llamados a sufrir un martirio de sangre –aunque hay muchos mártires, en nuestro tiempo más que nunca–. El dolor físico puede darse también en la forma de una vida ascética, de renuncia, de penitencia. Requiere una separación total del viejo eón. Solamente así, dice Peterson, podemos ser verdaderos y fidedignos testigos de la Verdad, que es Cristo.

Son los testigos de la Verdad, que, con su testimonio, apelan a las personas que están en el viejo eón para convertirse y pasar al nuevo eón. Sabemos que la palabra “mártir” en griego significa “testigo”. Los mártires de sangre, y todos los que sufren martirios “blancos” son los que dan testimonio de la Verdad, en esta línea de frente entre el eón viejo y el nuevo. Sólo por medio del sufrimiento podemos ganar terreno al viejo eón, porque es justamente por medio del sufrimiento que Cristo nos salvó.

Los mártires, que han dado su vida por la fe, dan, con su actitud paciente e indulgente, testimonio de una nueva realidad que inició con Cristo, una nueva realidad con nuevos valores. Sólo en esta realidad se comprende realmente lo que es el ser humano en su plenitud. Recordamos la frase de san Ignacio de Antioquía antes de su martirio: “Dejad que pueda contemplar la luz pura; entonces seré hombre en pleno sentido”. Al mismo tiempo los mártires revelan la profundidad del ámbito del pecado, contrastándolo con su mansedumbre y perdón. Por eso, sus acusadores quedan acusados, haciendo manifiesta la inhumanidad extrema de su actuar.

El mártir, al hacer más visible el testimonio de la verdad de Cristo entregando su vida a causa de Cristo, facilita el discernimiento, la percepción de la verdad auténtica, distinguiéndola de la herejía. Y acá tocamos un punto importante. En nuestro tiempo, donde el relativismo toma forma de dictadura y poderes engañosos nos quieren esclavizar, el discernimiento de la verdad es esencial. Los mártires, que dan su vida por Cristo, nos indican donde está la Verdad, a Quién hay que seguir. Nos dicen también que esto conlleva sufrimiento, dificultades, lucha con el mundo, el eón viejo. Nos quieren despertar y nos dicen: ¡el compromiso con la Verdad es algo muy serio! No hay que hacer compromisos con el mundo, hay que luchar, hay que anunciar y defender el Evangelio.

¿Cómo entonces vivir los últimos tiempos? En modo resumido –y aquí entra el aporte de Ratzinger en el artículo de la doctora García-Plaza–: viviendo una vida eucarística. Una vida de completa donación, de dar la vida por Cristo y por los demás, de entrega total de amor. Porque nuestra lucha es la lucha de amor, no de armas. Es enfrentar el mal con el bien, con la caridad, con el perdón. Es ser intolerante con el pecado y amigo de los pecadores. Es reconocer el valor de nuestros sufrimientos, pequeños y grandes, de saber hacer sacrificios, de renunciar a las comodidades. Es saber discernir y dejar de lado el espíritu del mundo, del viejo eón. Como dice san Pablo a los Romanos: “No tomen como modelo a este mundo. Por el contrario, transfórmense interiormente renovando su mentalidad, a fin de que puedan discernir cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, lo que le agrada, lo perfecto” (Rom 12,2).

Me gustaría terminar con una cita de un opúsculo interesante llamado “Nada más que el amor. Indicadores para el martirio que viene”, de Martin Steffens, filósofo francés: “El cristiano es un extraterrestre en este mundo. Un enviado. Tiene una misión. Es un extranjero. El discípulo de Cristo tiene una vocación precisa en esta tierra: absolver a quien le hace mal, remitirle su falta, para que ésta no le sea imputada (Jn 20,25). Por tanto: no evitar ningún golpe que pueda ser ofrecido a Dios. Mejor (o peor a los ojos de quien no está acostumbrado a ello): ofrecer su dolor por la salvación de aquel que se lo inflige. Es una locura, pero no es cosa nuestra: es Dios mismo quien ha imaginado el extraño procedimiento de esa substitución. Es Él quien se ha ofrecido a sufrir por el mal que se ha hecho. Los cristianos vivimos de este gesto. Tampoco estará nada mal que muramos por él.”

 

Bibliografía:

  • Carlos Miguel Buela, IVE, El Señor es mi Pastor. Memoria y Profecía, 2022.
  • Juan Antonio Martínez Camino (Ed.), Víctimas y Mártires, Aproximación histórica y teológica al siglo XX, Madrid 2017.
  • Martin Steffens, Nada más que el amor. Indicadores para el martirio que viene, Madrid 2017.

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Comentarios 2

  1. María Victoria Cano Roblero dice:

    Padre amado ayúdame a poder discernir y continuar atendiendo a tu llamado dejando el eon viejo para buscar la verdad del nuevo eon.

  2. Jorge dice:

    Podrían no haber mencionado a Buela. Con causas y recluido , no es buen ejemplo.

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