«Será para muchos una señal de contradicción» (Lc 2,34)

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hemos ido aludiendo en pláticas anteriores a ciertos aspectos de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús que aparecen en los escritos antiguos y recientes, en Santa Gertrudis y en Santa Margarita María. Pero esto no quiere decir que con recordar estos aspectos se agote la riqueza de esta devoción.

Dicen que se encuentra en ella en tal medida la esencia del Evangelio, que no hay ninguna otra que se la pueda comparar.

Y si las riquezas del Evangelio no se agotan en unas cuantas pláticas, tampoco se pueden agotar los asuntos de la devoción al Corazón Divino de Jesús.

He ido escogiendo los que me han parecido más oportunos y eficaces, los más capaces de aumentar en nosotros el amor a ese divino corazón.

Pero hay uno como con carácter más especial, más saliente, de esa devoción. Podrá parecer inoportuno tratar de él aquí, que es lugar de recogimiento, de silencio; donde no hay nada de actividad y sí mucho de contemplación; pero confío que nos será muy provechoso.

Será señal de contradicción

En el templo, el anciano Simeón dijo del Salvador que sería una señal de contradicción para muchos, y no hay una sola frase de la vida de Jesucristo a la cual no se le pueda aplicar estas palabras.

En cada uno de los pormenores de la vida de Jesús ha habido como una batalla espiritual, se han suscitado contradicciones, se han levantado polémicas.

Esto que acontece con la vida de nuestro Señor, sucede con la devoción al corazón de Jesús; tiene un carácter singular, y en esa lucha debemos considerarnos envueltos todos, lo mismo los que trabajan en medio del mundo que los contemplativos desde el claustro; todos en el campo de batalla debemos tomar parte en la lucha que despierta en nosotros el celo para que seamos los defensores de la gloria del corazón de Jesús.

Historia

Conviene empezar fijándonos en la paradoja que ofrece el carácter militante que tiene actualmente esta devoción con sus orígenes históricos.

Durante siglos, la devoción al corazón de Jesús se oculta, es devoción propia de almas escondidas y contemplativas.

Si habéis leído una historia metódica de la devoción al Sagrado Corazón, habréis observado que nace a impulsos de un espíritu contemplativo. Los primeros rasgos de ella se encuentran en los contemplativos de la Edad Media.

Apenas se ha formado el primer núcleo, se va desarrollando y se hace universal; pero siempre, repito, en ambientes de vida contemplativa; por ejemplo, en la benedictina, en la cartuja escondida, solitaria. Los focos de esta devoción son, pues, los centros de la vida de contemplación, y ahí tenéis la paradoja de que os hablaba: que siendo, como es la devoción al corazón de Jesús, una devoción militante, empieza por desarrollarse en ambientes contemplativos, alejados de toda acción, y cuando Dios quiso que llegasen los tiempos de difundir la devoción, como había anunciado a Santa Gertrudis, quiso servirse para ello de un alma de vida contemplativa, no de vida activa.

Primer paradoja: devoción militante confiada a los contemplativos

Es curioso el ver cómo, cuando esta devoción se revela al mundo y cuando sale de su retiro de las catacumbas, inmediatamente arden en torno de esa devoción la lucha y la polémica.

No hablemos de las contradicciones que Santa Margarita encontró en su propio convento, sino de las que encontró en el mundo.

Tres adversarios pueden señalarse en este período:

  1. Esta devoción se opone al espíritu mundano corrompido, no sólo de la gente del mundo, sino aun del estado eclesiástico, donde la relajación era pública y la inmoralidad reinaba con desenfreno.

Esta devoción es como una segunda redención, como una levadura santa para renovar el espíritu corrompido; esta devoción va a destruir esa inmoralidad y a caldear en el amor divino al mundo frío, y penetrará su influencia hasta en la corte de Versalles, centro de las mayores inmoralidades y tipo del desenfreno de la época.

Para los mundanos es incomprensible esta devoción, no hay en ella nada que halague los sentidos; sólo se habla de cruz, de sacrificio, de abandono, de negaciones. No la entienden. La encuentran ridícula. Y por eso ni la entienden ni la pueden entender.

2. Al lado del espíritu mundano hay un segundo enemigo.  Contra esa espantosa relajación de costumbres se levantó el jansenismo. Da pena leer la historia de personas buenas y fervorosas, y hasta con arranques de heroísmo, que arrastró tras sí esta secta con sus crueles doctrinas, espantosas penitencias, y que todavía, dos siglos más tarde, dejaba sentir su rastro en el mundo.

Esta herejía tiene un carácter especial propio: entiende un Evangelio sin condescendencia, sin dulzura, sin misericordia.

Sólo comprende la justicia; pero no la justicia de Dios, sino la justicia de los hombres, y no es otra cosa que una satisfacción del orgullo humano, de la soberbia humana enfrente de la relajación.

Reparación estrepitosa, halago de la vanidad con el olvido de la misericordia divina.

No entendió que Jesús se había entregado al sufrimiento y a la muerte por salvar a los hombres.

El jansenismo quiere regenerar el mundo, pero sin sacrificarse él.

Lleva una vida austerísima de grandes penitencias, peor que la de los Padres del desierto, pero sin amor, sin esperanza, sin consuelos; guiado por el temor de una justicia divina inexorable y cruel.

Es la soberbia convertida en espíritu reparador contra el espíritu del mundo.

La devoción al corazón de Jesús se muestra toda misericordia, toda amor; es la devoción del Dios perdonador, del Buen Pastor. El jansenismo no entiende de esto, y en libros y revistas, escritos y conciliábulos, siempre luchó contra la devoción al corazón de Cristo; y tales horrores dijo y tales blasfemias escribió, que no pueden repetirse desde el pulpito. Todo fue  sacrílegamente atropellado, todo; nada respetaba.

Las palabras y los escritos de Santa Margarita María, los Padres que con esta devoción tuvieron que ver. Hasta llegó a decir que todo ello no era más que una artimaña jesuítica.

3. Y surge en la lucha el tercer enemigo. Esta devoción al corazón sacratísimo de Jesús es puramente sobrenatural, completamente divina; hay manifestaciones en ella en que parece que no entra nada humano, sólo la fe, su vida es la fe.

Aquí no es la ciencia, que se levanta como estandarte y lucha y se defiende, no; esta devoción es humilde, escondida, para que se vea que es sobrenatural.

Todo esto tenía que parecer un absurdo en pleno siglo XVIII, en que todo era filosofía y en que todas las cuestiones se arreglaban con polémicas y discusiones. Tuvieron, pues, dado el carácter del siglo, que ser perseguidos los que seguían esta devoción por los falsos filósofos que la odiaron.

Devoción militante

Como hemos dicho ya, esta devoción nace y se propaga entre almas contemplativas. Es una segunda redención y es devoción militante.

¿Qué hará, pues, para luchar?

Las almas devotas del Sagrado Corazón creen que con sólo amarle, venerarle, hacerle amar y venerar, esconderse dentro de ese amorosísimo corazón e invitar a otras almas a que lo veneren y se encierren en El, creen que han hecho bastante por la gloria de Dios.

Es cierto que salieron legiones de hombres que lucharon contra el jansenismo predicando la dulzura y misericordia del Evangelio; pero, aunque estos hombres tuvieron devoción al Sagrado Corazón, las almas que vencieron no fueron las que batallaron al exterior, novenas y sermones sino las que se habían convertido en íntimas de ese corazón divino.

Almas escondidas, encerradas y ocultas, ésas son las que han salvado esta devoción.

Para infundir un espíritu nuevo al mundo no bastan las predicaciones ni las ciencias humanas; hace falta el fuego del cenáculo, es menester que Dios se comunique a las almas. Se necesita trato íntimo con Dios por medio de la oración, vida de sacrificio, de abnegación.

Cuando se ha establecido ese abismo entre el mundo y nosotros, entonces es cuando se puede restaurar ese mundo. Con falta de espíritu interior y de sacrificio es imposible.

Es necesario el espíritu de Cristo, la humildad, el recogimiento. Luchando así, con esas armas, desde la trinchera del corazón de Jesús, triunfaremos de todos sus enemigos. Las almas contemplativas son las que están imponiendo esta devoción al mundo desde su desierto.

Dos consecuencias debemos sacar:

  1. El verdadero espíritu de la devoción al corazón de Jesús está en lo interior. 
    No es una devoción de novela, popular, cosa vana.
    Exige prácticas exteriores, pero lo verdadero esta’ en lo interior.
    Su espíritu consiste en esconderse en el corazón de Cristo, y entiéndase que los más escondidos, los que no son conocidos, los que se alejan del mundo, son los que luchan en la vanguardia.
    Los que han querido sólo a Dios, los que lo han dejado todo por El.
  2. Cómo es señal de contradicción, unos están por Dios y otros están contra Dios.
    Nosotros tenemos que tomar una decisión: estar con Él.
    Los hay que están por El, pero son almas tibias, indiferentes.
    Hay otros que lo dan todo, que lo dejan todo, que llegan a enloquecer por la devoción al Corazón de Cristo. ¡Ahí, ahí está nuestro puesto!
    Hagamos el último esfuerzo por caridad con nuestro Rey abandonado, sepamos dejarlo todo, darlo todo con generosidad; entregar salud, honra y vida por Él, como Él lo pide, como Él lo quiere.
    No le abandonemos, no rechacemos la cruz.
    Para hacer esto no aguardemos a que se nos ofrezca una de esas ocasiones singulares de hacer hazañas estrepitosas, extraordinarias; la vida se puede dar de una vez o entregarla gota a gota.
    Ese entregarse a cada momento en lo continuo, en lo trivial, es hermosísimo.
    No hay aquí nada que halague nuestro amor propio ni nuestra vanidad; pero así, envueltos en el velo de la humildad, será nuestra entrega más amable y consoladora para un Dios que nos quiere humildes.Quiera el Señor que, al resonar en nuestros oídos la señal de contradicción, nos veamos en la vanguardia al lado de nuestro Rey y Capitán, y que ya que aquí participamos de sus ignominias y de su cruz, participemos también de su gloria en la eternidad. Así sea.

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