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«Aunque el Señor no haya revelado a los hombres cuándo volverá, la Escritura enumera algunas señales que precederán y acompañarán la parusía, amonestando a los lectores a prestarles atención: cfr. Mt 24-25; Mc 13; Lc 21.

“Debemos creer que todas estas cosas sucederán”, afirma s. Agustín, “pero de qué manera y en qué orden sucederán, la experiencia vivida lo enseñará más perfectamente de cuanto no puede llegar a comprenderlo ahora la mente humana” (De Civ Dei 20,30; PL 41,708). Se elencan algunas señales principales.

1. La predicación del Evangelio por todo el mundo.

Jesús nos asegura: Será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, testimonio para todas las naciones, y entonces vendrá el fin (Mt 24, 14); cfr. Mc 13, 10. Algunos admiten que la fe será ciertamente anunciada a todos, pero que no todos la abrazarán (cfr. san Agustín, Ep 199, 48; PL 33, 923). Otros sostienen que no solo la predicación del Evangelio, sino también su aceptación, al menos en el sentido que la parte mejor de cada pueblo, rápida o lentamente entrará en la Iglesia, cfr. Mt 24,14; Rom 9,25; Lc 21,24.

“La predicación de Cristo se puede entender de dos maneras: la una, cuanto a la divulgación de la noticia de Cristo, y de este modo el Evangelio fué predicado en todo el orbe aun ya en tiempo de los apóstoles, como dice San Crisóstomo. Según esto, lo que luego se añade: y entonces será el fin, se entiende de la destrucción de Jerusalén, de la que entonces hablaba a la letra. – De otro modo se puede entender la predicación evangélica en todo el orbe plenamente eficaz, de manera que en todas las gentes se establezca la Iglesia. De esta suerte, dice San Agustín, “todavía no fué predicado el Evangelio en todo el mundo; pero, cuando esto suceda, vendrá el fin” (STh 1-2, 106, 4 ad 4). Antes que termine la historia, será dada a todos los pueblos la ocasión de optar por o contra Cristo.

2. La conversión de los judíos.

En su carta a los Romanos (11, 2532), San Pablo revela un “misterio”: Cuando haya entrado en el reino de Dios la plenitud (es decir, el número señalado por Dios) de los gentiles, entonces “todo Israel” se convertirá y será salvo. Se trata, naturalmente, de una totalidad moral. San Agustín afirma: “al fin de los tiempos, antes del juicio, los judíos creerán verdaderamente en Cristo: es una espléndida certeza escondida en la mente y el corazón de los fieles” (De Civ Dei 20,29; PL 41,704). Esta persuación tiene un fundamento en la Escritura (cfr. Os 3,4-5). Ver también 2Cor 3,14-17. De este modo quienes alcancen la salvación (paganos y judíos) tendrán conciencia de recibirla gratuitamente de la misericordia de Dios

3. La apostasía de la fe y el Anticristo.

Jesús predijo que antes del fin del mundo aparecerían falsos profetas que lograrían extraviar a muchos (Mt 24, 4 s). San Pablo nos asegura que antes de la nueva venida del Señor tendrá lugar “la apostasía”, esto es, la apostasía de la fe cristiana (2Ts 2, 3).

La apostasía de la fe está en relación de dependencia causal con la aparición del Anticristo: Antes ha de venir la apostasía y ha de manifestarse el hombre de iniquidad, el hijo de la perdición, que se opone y se alza contra todo lo que se dice Dios o es adorado, hasta sentarse en el templo de Dios y proclamarse dios a sí mismo (2Ts 2, 3). Se presentará con el poder de Satanás, procurando implantar un “nuevo orden” de cosas en lo político, económico y religioso, obrará milagros aparentes para arrastrar a los hombres a la apostasía de la verdad y precipitarlos en la injusticia y la iniquidad (vv 911). Cuando Jesús vuelva, destruirá con el aliento de su boca (v 8) al hijo de la perdición. El nombre de Anticristo lo emplea por vez primera San Juan (1Jn 2, 18 y 22; 4, 3; 2Jn 2, 7), pero aplica este mismo nombre a todos los falsos maestros que enseñan con el espíritu del Anticristo. El signo precursor no será la presencia del Anticristo sino su manifestación violenta. Según San Pablo y San Juan, el Anticristo aparecerá como una persona determinada que será instrumento de Satanás. La Didakhé nos habla de la aparición del “seductor del mundo” (16, 4).

4. Perturbaciones del mundo visible.

Jesús predijo guerras, hambres, terremotos y graves persecuciones contra sus discípulos: Entonces os entregarán a los tormentos y os matarán, y seréis abominados de todos los pueblos a causa de mi nombre (Mt 24, 9). Ingentes catástrofes naturales serán el preludio de la venida del Señor: Mt 24, 29; cfr. Is 13, 10; 34, 4. Numerosos Padres interpretan estos pasajes en sentido literal, mientras San Agustín y otros en sentico alegórico.

Nota sobre el Anti-Cristo.

En el Evangelio (Mt 24, 11. 24-25) Jesús habla de falsos profetas y de falsos cristos (pseudos-cristos) que usarán palabras mentirosas para engañar (cfr. vv. 23. 26). Se trata de adversarios (en plural) de Cristo más numerosos y astutos que nunca, quienes usurparán el nombre y el poder del Mesías (= Cristo).

S. Juan menciona 4 veces el Anti-Cristo en plural y en singular: 1Jn 2, 18. 22; 1Jn 4, 3; 2Jn 7, aplicado a todo individuo que niegue a Jesucristo, que desvirtúe el sentido de la encarnación, así anti-cristo es todo y cualquier hereje. Estra pluralidad de anti-cristos se hallan animados del espíritu de mentira y de oposición a Cristo. En el Apocalipsis no manciona expresamente el Anticristo, pero sí dos figuras de Bestias adversas a Cristo (Ap 13, 1-18), que combaten en la tierra contra la Iglesia, hasta que son arrojadas al lugar de perdición eterna. Las dos bestias representan dos tipos de colectividades: el poder político que en cualquier época esté contra la Iglesia, y las falsas religiones o filosofías que durante la historia luchan contra la verdad predicada por Cristo. Las dos Bestias realizan prodigios para suscitar la admiración de los hombres, marcan con su signo a sus adoradores, blasfeman con soberbia.

S. Pablo en 2Ts 2, 3-10 habla del hombre de pecado, hijo de la perdición, adversario, inicuo, al cual se le aplicó el término de s. Juan, Anti-cristo. La táctica del inicuo será imitar a Cristo para combatirlo. Arrogante, sacrílego, realizará prodigios y querrá ser entronizado como Dios. Este adversariom agente que actúa con el poder de satanás (v. 9) no se había manifestado en público debido al obstáculo. Así parece que ya existía oculto, cohibido, dispuesto a manifestarse (año 91). Una vez que desaparezca el obstáculo se manifestará. Cfr. 1Cor 4, 6. Figuras bíblicas aludidas por s. Pablo: Antíoco Epifanes (175-164 a. C., cfr. Dan 11, 36; 7, 25; 9, 27); el rey de Tiro, Gog rey de Magog (cfr. Ez 38, 2-9); el rey de Babilonia (Is 14, 13-14). Los nombres de inicuo, hombre de pecado, iniquidad, pueden haber sido sugeridos por los Salmos 88, 23; 93, 20; cfr. Joel 4, 1-13; Zac 12, 1-10.

Los textos hablan de anti-cristo en sentido colectivo, pero no existe oposición a que, al final de los tiempos, haya un individuo que encarne esas notas. Dn 11, 27. 36 anuncia que es preciso que la perversidad llegue al colmo antes que se manifieste el Mesías.

El obstáculo del cual se habla en 2Ts (una vez en masculino y otra en neutro) puede ser entendido en neutro: el poder político (por ej. el imperio romano) y en masculino: el emperador; el poder público rectamente administrado, es como el lugar-teniente de Dios para promover el bien (cfr. Rom 13, 1-2). También se puede entender de los carismas y de la gracia del Espíritu Santo (así en escritores antiguos y en s. Juan Crisóstomo † 407); o el decreto divino que fijó un tiempo para la manifestación del inicuo (Teodoro de Mopsuestia, Teodoreto de Ciro); la idolatría y la incompleta difusión del Evangelio (s. Efrén, Calvino); el hecho que todavía haya espíritu cristiano en la sociedad (s. Agustín, s. Tomás, cfr. In 2Ts c. 2, lc. 1).»

 

P. Marcelo Lattanzio, IVE

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