Un viejo barquero pintó la palabra “oración” en un remo de su bote y “trabajo” en el otro. Le preguntaron la razón de esto. Para responder, deslizó el remo con la palabra “oración” dentro del agua y remó. El bote, por supuesto, describió un círculo muy cerrado. Al regresar al muelle, el barquero dijo: “Ahora, probemos con “trabajo” sin “oración” y veamos qué sucede”. El remo marcado con “trabajo” fue puesto en el agua y el barquero comenzó a remar con solo el remo de “trabajo”. Nuevamente, el bote describió un círculo cerrado pero en la dirección opuesta.
Cuando el barquero volvió al muelle, interpretó su experimento con estas palabras fuertes y convincentes: “Verás, para cruzar el lago, se necesitan los dos remos trabajando simultáneamente para mantener el barco en un camino recto y angosto. Lo mismo sucede en nuestra vida: si queremos mantenerlo en un camino recto y angosto hacia el cielo, necesitamos orar y trabajar”.
A veces pensamos que con rezar basta para ir al cielo y hacemos poco o nada para ser virtuosos o santos. Como dice la anécdota, sólo con rezar no basta. Incluso hay gente que piensa que vale la pena descuidar sus deberes con tal de rezar: como una mamá que le regala una pantalla a su hijo y dedica el tiempo que debería estar con él a la oración; o a quienes no les importa la falta de caridad en sus acciones o palabras porque son personas de oración. Estos son sólo dos ejemplos de negligencia en la acción cuando sólo prestamos atención a la oración.
Por otro lado, hay personas que piensan que con trabajar es suficiente para ir al cielo y se preocupan poco o nada de su vida espiritual. En este grupo se incluyen todos aquellos que caen en el activismo. Están continuamente dando o haciendo cosas por los demás, pero olvidan que para ir ellos mismos al cielo necesitan cultivar una relación personal con Dios, y para eso es imprescindible la oración. Un ejemplo de esto sería un papá que trabaja muy duro para llevar comida a su familia pero luego no dedica tiempo a la oración o, peor aún, no va a misa el domingo porque tiene que trabajar o porque está demasiado cansado por su trabajo.
Como dice el barquero del relato, ambas cosas son necesarias porque no podemos ir al cielo sin orar ni sin trabajar en vencer nuestros pecados y adquirir virtudes. La famosa expresión de San Agustín dice “Dios te creó sin ti, pero no te salvará sin ti” lo que significa que Dios nos salvará, y este es el motivo de la oración; debemos pedir cada día la gracia de la perseverancia final, que es una gracia que viene de Dios y que no podemos obtener por nosotros mismos. Debemos cooperar con la gracia de Dios y no impedirla, porque como dice Santo Tomás de Aquino: “ya que esta capacidad de impedir o no impedir la recepción de la gracia divina está dentro del ámbito del libre albedrío, no inmerecidamente se imputa la responsabilidad de la culpa a quien ofrece un impedimento a la recepción de la gracia” ( SCG , IV, 159) y ese es nuestro trabajo.
San Alfonso María de Ligorio dice: “Dios no manda cosas imposibles, pero al mismo tiempo te manda hacer lo que puedes y pedir lo que no puedes, y te ayuda a poder hacerlo” ( Opere , Marietti, VIII, 153). Hacer “lo que puedes” es nuestra obra, pedir “lo que no puedes” es nuestra oración y con ambas, Dios nos permitirá llegar al cielo.
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Ruego a Dios para poder hacer su voluntad y no la mía.