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Hoy hemos podido ir, junto con Santiago, un voluntario de Chile que está estos días con nosotros, a visitar la aldea de Mkondogwa. La última vez que fui a este lugar, creo que les escribí una crónica, fue del todo memorable, pues cuando llegué no había nadie, solamente el catequista esperándome, y eso que llegué una hora tarde, y aunque los esperamos, y luego comenzamos el rosario, casi todos llegaron atrasados a la misa, algunos después del sermón. Es decir, ¡más de dos horas tarde! En aquella ocasión les di una reprimenda muy seria, en el sermón, mostrando lo malo que es ser tan lentos para las cosas de Dios. Sobre todo teniendo en cuenta que no vamos tan seguido a ése lugar a celebrar misa, deberían estar más atentos, y mostrar esa alegría de saber que van a poder confesarse y recibir la eucaristía en su propia aldea.

Sin embargo, hoy fue totalmente diferente, y doy mil gracias a Dios por eso, y también les agradecí y felicité a ellos mismos, quienes realmente se mostraban muy felices de su propio esfuerzo. Hoy reinaba un verdadero espíritu de alegría entre los que estuvieron presentes, y me alegro que ellos reciban tan bien los consejos y las correcciones de los misioneros. Se ve que, en definitiva, son verdaderamente humildes, pues recibieron todo muy bien, y lograron un gran cambio. Hoy se notaba la alegría y el buen espíritu en todos. Cuando llegamos ya había un grupo en la pequeña capilla, o mejor dicho, techadito que hace las veces de capilla. Mientras rezaban el rosario, yo confesaba, y fueron llegando más personas. Comulgaron catorce personas, que en este lugar es una multitud.

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La capilla no es un edificio como tal, como podrán apreciar en las fotografías, sino que como la anterior iglesia de adobe ya estaba en muy mal estado, la derribaron y con las chapas del techo hicieron un techado abierto a los cuatro vientos, solamente sostenido por postes de madera. Por tanto la misa se desarrolla en medio de ese ambiente campestre, y en este tiempo de lluvias es muy hermoso, todo verde, rodeado de campos cultivados.

Además, que a diferencia de la sequía, en este tiempo no hay tanto viento, y en cambio se goza de una brisa fresca, muy benévola. Bueno, esto se los describo a propósito, pues en ése contexto, la misa se presentaba realmente como muy agradable, y así lo pude percibir en el inicio, cuando nos sentamos a escuchar las lecturas.

Había un gran silencio en todos, y mucha atención. Allí pude gozar, de manera especial, como una gracia, el percibir una satisfacción y gratitud muy grande de poder ser misionero y estar en ése lugar, pequeño, pobre y perdido en medio de la nada… celebrando una misa con tanta paz, rodeado de gente que quiere estar cerca de Dios, y que no le importa dónde tiene que rezar, sino que estaba feliz de tener la santa misa, y la Eucaristía. El hecho de que había mucho silencio, y que los cantos se hacían a capela, guiados por las señoras sentadas al frente, pero cantados por todos, le daba un marco muy especial a la celebración.

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En momentos como éstos recuerdo lo que siempre nos enseñaron en nuestra formación, y que tantas veces escuchamos de nuestro fundador: “Lo principal, lo más importante que debemos hacer cada día, es participar del Santo Sacrificio de la Misa” (Constituciones IVE, nº 137). Y en el caso del sacerdote se cumplen las palabras de San Leopoldo Mandic: “Con la santa misa el sacerdote cumple la acción más importante de su jornada”. “Tú sabes perfectamente que el Sacerdote, celebrando los santos misterios, ofrece a Dios Padre su Hijo y renueva, de forma incruenta, la oblación de la cruz; es decir, celebrando ofrecemos un Bien Infinito, el Hijo de Dios mismo, a Dios Padre. Por esto, celebrando el sacerdote cumple la misión más alta que puede cumplirse sobre la tierra…”.

El mismo San Leopoldo escribía que en la santa misa se encontraba intercediendo por todos los que le pedían oraciones: “Cuando celebro la santa misa mi pensamiento va a todos los que se han dirigido a mí. En el momento de cumplir los santos Misterios, abrazo con toda la intensidad de mi espíritu a cuantos han recurrido a mí.

Entonces mi corazón se dilata en la certidumbre de la gracia, porque lo que pido en la santa misa no es nada comparado con lo que ofrezco”. Y eso mismo trato de hacer también yo en cada misa que celebro en la misión, aún en los lugares más olvidados, trato de tener presentes a todos, y particularmente a los que me piden que rece por sus intenciones, y como dice San Leopoldo “los abrazo”, “abrazo con toda la intensidad de mi espíritu a cuantos han recurrido a mí”. En varias de sus cartas leemos expresiones como estas: “…en aquel momento solemne (de la misa) los tendré siempre presentes”; “…en la santa misa me acordaré”. Y sabía que decía mucho más que unas palabras lindas. Colocando los dolores y las esperanzas de los hombres en la santa misa, él colocaba toda la vida del hombre en la muerte de Cristo.

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Alguna vez leí que este santo decía, en el momento de la elevación de la sagrada Hostia en la misa, hablándole a Dios Padre: “Anímate a negarme lo que te pido”. Y con esa confianza, usando las palabras de un santo, repito lo mismo en mis misas, y repetí lo mismo en la misa de Mkondogwa.

En los momentos de prueba que tuvo que pasar, el santo de Padua se encomendaba en las manos de la Virgen, con tono de dolor y amargura, y con un cansancio profundo con estas palabras de confianza filial: “Tú ves en qué circunstancias se desenvuelve mi vida, por qué dolores me encuentro aplastado: dígnate, te ruego, tomar mi causa en tus manos”.

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Pasando por los momentos difíciles que nos toca vivir como Congregación, no puedo dejar de recordar en cada misa, como lo hice en esta aldea y como lo hago todos los días desde la misión en Tanzania, en el momento de la consagración, con la Hostia Consagrada y con el Cáliz en mis manos, decir con santa confianza a Dios Padre: “Anímate a negarme lo que te pido”, por el Sacrificio supremo de tu Hijo… ¡Defiende tu causa!

¡Firmes en la brecha!
P. Diego Cano, IVE

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Comentarios 4

  1. Vilma Morata de Ambrosini dice:

    Querido Padre Diego, gracias por contarnos de su misión heroica, cuanto aprendemos de ella!! Cuanto tenemos que aprender acerca de la Misa. Rezamos por Nuestra Congregación, que la Iglesia sepa valorarla y protegerla por tanto bien que hace, tan bien reflejado en su Misión. Rezo muy especialmente por usted y me encomiendo a sus oraciones.

  2. María Graciela dice:

    Querido Padre, he tenido ocasión de seguir sus crónicas y agradezco muchísimo al Cielo los consuelos que le da en tan ardua misión. Unidos en oración por ella y por su hermosa, necesaria y fecunda congregación. Todo contribuye al bien de los que aman a Dios, por fe lo sabemos. Fuerza siempre! ☀️

  3. María Victoria Cano Roblero dice:

    Que bello Padre, que el Espíritu Santo continúe tocando los corazones de la Congregación.

  4. Sara Graciela Arenal Rubin dice:

    Agradezco a Dios que me entera a través de sus sencillas palabras la misión tan especial que le encomienda. Y oro por usted y su comunidad para que Dios los siga fortaleciendo dando vida de Dios a la gente que lleva en sus corazones en sus rostros a Dios mismo. Bendiciones me uno en oración por esta gran misión!

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