A principios de los años setenta, el filósofo estigmatino Cornelio Fabro hablaba de una “pornoteología”, llevada a cabo por “pornoteólogos”. En su libro “La aventura de la teología progresista” escribía que la teología moral “ha acabado en el fango, legitimando el hedonismo desenfrenado de la burguesía consumista… sólo queda la ética de la situación, la moral de los compromisos (psicológicos, sociológicos, políticos) y de la propia conveniencia”. Estos “pornoteólogos” han “tomado partido al otro lado de la barricada, la del hedonismo y la vulgaridad”. Hablan con extrema seriedad de la función liberadora del marxismo y del freudismo… toman partido abiertamente contra el pueblo elegido de los creyentes, y “lo que antes era barro y miseria moral, ahora pasa por actualización de la personalidad”. “La pornoteología”, escribe en un tono aún más fuerte, “es la burla y la difamación de la moral que formó a los mártires y a los santos”.
Estas afirmaciones encajan con la denuncia del “derrumbe de la teología moral católica” declarada por Benedicto XVI en su Nota sobre los abusos de abril de 2019 y con el famoso recordatorio del cardenal Ratzinger en la Misa pro eligendo Pontifice del 18 de abril de 2005 sobre la disposición de tantos en la Iglesia a cualquier viento de doctrina bajo el cual no quede nada más que “el yo y sus apetencias”. Esta expresión quizás siempre se ha entendido en sentido metafórico, pero releída a la luz de la “pornoteología” fabriana se entiende en su sentido literal. Benedicto XVI debe reconocer, sin embargo, que el padre Fabro se le adelantó: lo había previsto todo mucho antes que él.1
Estamos ante la irrupción de una “pornoteología” que pacta con el mundo
La dificultad y la prueba de la fe es ser nuevo en lo antiguo y original en lo permanente… Es el progreso en la continuidad y la fidelidad a la tradición, según la regla de oro de Vicente de Lérins, que ha entrado en los textos auténticos del Magisterio: “Enseña las mismas cosas que has aprendido, de modo que diciéndolas de un modo nuevo no digas cosas nuevas”. Pero entonces, pregunta inmediatamente, ¿no habrá progreso en la Iglesia de Cristo?… Por supuesto, debe ser un progreso, no un cambio: un auténtico aumento para cada uno y para todos, para cada hombre y para toda la Iglesia, pero en el mismo dogma, en el mismo sentido y en la misma fórmula.
Quienes pretenden avanzar cortando puentes con el pasado, no avanzan sino que caen en el vacío, no se encuentran con el hombre histórico en su camino hacia el futuro de la salvación sino que son absorbidos por los remolinos del tiempo sin esperanza…
Por tanto, cabe preguntarse: ¿qué mensaje de salvación puede anunciar al mundo una teología que desmitifica los acontecimientos de la salvación, que deja en la sombra -algunos los niegan o los omiten por completo- los misterios y dogmas fundamentales del cristianismo para aplicarlos únicamente a las estructuras socio-político-económicas de la humanidad, rechazando el misterio de la caída del hombre y de la redención reducida a una mera “metáfora”?
¿Qué principio de renovación puede tener una teología que seculariza sin escrúpulos la moral y, casi avergonzada del ideal de pureza y pobreza cristianas, irrumpe también por una existencia bajo la bandera del placer, por el rechazo del sacrificio, por la celebración abierta del sexo (pornoteología): en resumen, para alinearse con la lucha de clases, para proclamar la inocencia liberadora de los instintos con la brutalidad del psicoanálisis más retrógrado? ¿Qué puede hacer el mundo, o qué puede hacer de una teología desvergonzada que se desarma ante el mal? ¿Qué puede significar para la sociedad consumista, que se hunde en el aburrimiento y la rebelión del acto gratuito, una teología que, para salvar al mundo, bebe el veneno que lo intoxica?2
- Stefano Fontana/lanuovabq.it/14_02_2022
- Cornelio Fabro (1973)
Comentarios 1
Gracias por compartir luz al mundo mediante este mensaje evangelizador y educador para salir de mi ignorancia e enriquecer mis conocimientos y amor a Dios.
Dios les bendiga y les conceda mucha sabiduría.