(Sergio Giraldo – La Veritá – 25/08/2025)
En 2024, la prestigiosa revista publicó un análisis catastrófico sobre los efectos del clima, que se convirtió en el segundo más citado por los “ecotalibanes”. Hoy debe admitir que los datos no eran correctos. Y los revisores ya lo habían advertido desde el principio.
¿Existe la mala ciencia? Parece que sí, como lo demuestra el último y clamoroso escándalo que involucra a la revista Nature. La prestigiosa publicación científica estadounidense, en efecto, publicó en 2024 un estudio alarmista sobre los efectos económicos del cambio climático, que después resultó ser totalmente inconsistente y rozando lo falso.
Recapitulemos la historia
El 17 de abril de 2024, Nature publica “The economic commitment of climate change”, firmado por Maximilian Kotz, Anders Levermann y Leonie Wenz, del Potsdam Institute for Climate Impact Research (PIK). Poco después, el PIK difunde un comunicado de prensa con tono apocalíptico: incluso con recortes inmediatos de emisiones, hacia 2050 el ingreso global caerá un 19% y los daños ascenderán a 38 billones de dólares al año (33 mil millones de euros anuales). Dichos daños serían seis veces superiores a los costos estimados de las medidas de protección climática.
Los medios de comunicación cayeron de lleno: titulares de inminente apocalipsis en periódicos como The Washington Post o Der Spiegel, hasta las televisiones de todo el mundo. El estudio se convirtió en el segundo más citado por los medios en 2024, consolidando en la opinión pública la idea de pérdidas económicas gigantescas y seguras a causa del cambio climático. Otro más de los llamados urgentes de “¡Actúen ya!” ante una supuesta emergencia existencial.
Después aparecieron las primeras grietas, de las que nadie informó. El 24 de junio de 2024, Nature publica una corrección formal de los autores. El 6 de noviembre de 2024, una nota del editor advierte que la fiabilidad de los datos y métodos usados en el estudio está en entredicho. Entretanto, la Network for Greening the Financial System integró el estudio del PIK en su función de daños (es decir, la relación entre clima y PIB). La NGFS, una coalición de bancos centrales, autoridades de supervisión financiera y otros organismos, dicta a los bancos centrales los escenarios climáticos usados para evaluar el impacto del clima en la economía. Para entenderlo: el BCE, la OCDE, el Banco Mundial y el gobierno de Estados Unidos han adoptado desde hace tiempo este escenario de la NGFS, basado en el estudio del PIK.
Tres semanas atrás llegó el primer golpe. Nature publica un artículo de tipo “matters arising” (dirigido a plantear cuestiones sobre un estudio ya publicado), en el que tres investigadores señalan el peso desproporcionado asignado por el PIK a los datos de Uzbekistán. Corrigiendo esa irregularidad, las pérdidas económicas estimadas se reducen en unos dos tercios y, a lo largo del siglo, no se distinguen estadísticamente de cero. El artículo además critica el uso de un escenario de emisiones extremo.
Ese mismo día, los autores del PIK publican una versión revisada en preprint, con nuevos datos y métodos para llegar a conclusiones similares a las originales. Una tácita admisión de que la base estadística inicial no se sostenía.
La lápida sobre la credibilidad del estudio llegó, sin embargo, hace apenas unos días, el 13 de agosto de 2025. La propia Nature se vio obligada a publicar un segundo artículo matters arising, firmado por Christof Schötz. Teniendo en cuenta las amplias correlaciones espaciales a nivel subnacional, el investigador demuestra que los efectos económicos estimados en el estudio original pierden toda significación, anulando su validez.
Pero atención, aquí está el verdadero escándalo. Antes de publicarse en una revista científica, un artículo es examinado por otros científicos que, de forma anónima, analizan y hacen observaciones sobre la solidez del trabajo. Pues bien, ya durante la revisión varios árbitros expresaron enormes dudas sobre la validez estadística del modelo y sobre las estimaciones de daños económicos.
Uno de ellos escribió:«Me cuesta creer en los resultados, que parecen inesperadamente grandes dado que los daños no son completamente persistentes». Otro señaló: «Lamentablemente, debo llamar su atención sobre el hecho de que la metodología estadística en la que se basa este artículo de investigación no tiene ninguna base científica».
Y aún más: «Los autores afirmaron que su modelo representa impactos “empíricamente validados” sobre la producción económica, lo cual es muy engañoso, ya que la validación de tales relaciones climáticas y económicas con respecto a observaciones reales (no disponibles) no es posible ni se ha realizado en este manuscrito».
Y así sucesivamente: las objeciones fueron muchas (el archivo con las críticas preliminares está disponible en línea). A pesar de ello, Nature aceptó y publicó el artículo, desatando la reacción mediática que ya vimos. Ahora sabemos que el estudio no es científicamente válido y que ni siquiera debería haberse publicado. Pero entretanto, por ejemplo, los requisitos de capital de los bancos exigidos por el BCE dependen de esa decisión editorial de Nature. Y sabemos bien que mayores niveles de capital bancario pueden limitar el crecimiento económico.
En la base de todo está el habitual conflicto de intereses: la fundación estadounidense ClimateWorks financia tanto al PIK como a la NGFS, precisamente para la elaboración de este tipo de estudios y escenarios. ClimateWorks es una vieja conocida: una rica ONG con sede en San Francisco e inspiración progresista.
Así, los financiadores progresistas imponen su programa saltándose el proceso democrático, imponiendo decisiones económicas y contaminando el debate científico. Más allá de la negligente gestión de Nature, impresiona la fuerza del sistema de intereses que crea una estructura capaz de atrapar al sistema de regulación financiera global, la investigación científica y los medios de comunicación.
Cierto, no es una novedad, dirá alguno: la élite demócrata financia investigaciones que doblegan la política y las finanzas hacia la desindustrialización, presentada como salvación ecológica.
La única nota positiva de esta terrible historia de manipulación es que, al menos, algunos científicos con la espalda recta salieron a la luz para señalar las irregularidades del estudio. Demasiado poco, demasiado tarde: el circuito mediático ya había arrancado como una aplanadora. Ecológica.