📖 Ediciones Voz Católica

Más leído esta semana

Este trabajo ha sido ya publicado en otro post, pero el artículo se encontraba para descargar en PDF. Lo editamos ahora online. Es de tipo exegético y requiere probablemente, algún conocimiento de griego del Nuevo Testamento para poder aprovecharlo, y de herramientas de método exegético. Gracias.          

El capítulo siete de la carta a los Romanos es uno de los pasajes del Nuevo Testamento que más ha dado lugar a interrogantes respecto a su estructura y pensamiento. En efecto, se mezclan aquí términos de gran importancia teológica en el pensamiento de San Pablo, como: Ley, pecado, carne, espíritu, carnal, espiritual, etc. Por otra parte, algunos de dichos términos parecieran ser usados con significados diversos, o al menos con muy distintos matices, como el término Ley, por ejemplo[1]. Esto favorece también el encontrar ciertas dificultades a la hora de tratar de definir la estructura de todo el capítulo, y los temas que marcan cada sección. Por otra parte, la cuestión temática y los argumentos tratados dan lugar a más de un interrogante: ¿Cómo es posible que el Apóstol diga que “la ley es buena” (cfr. 7, 16), pero que también “conocí el pecado por la Ley” (v. 7) ?, o ¿cómo explicar que afirme que “no soy yo el que obra, sino el pecado en mí” (v. 20)? Todo esto reclama un cuidadoso análisis del texto.

  1. Las propuestas de estructura del capítulo

            Mencionemos solamente alguna de las estructuras más clásicas que se han propuesto:

  Biblia Jerusalén NT Straubinger Nácar – Colunga
¿Ignoráis, que la ley domina al hombre mientras vive? (v. 1) 

Ahora, desligados de la ley, estamos muertos a los que nos sujetaba, de modo que sirvamos en espíritu nuevo y no en letra vieja (v. 6)

  

 

(sin título en la sección)

  

 

El cristiano y la ley

  

 

Los cristianos, libres de la Ley

¿Qué diremos entonces, que la ley es pecado? ¡De ningún modo! (v. 7) 

Así que la ley es santa, y santo el precepto, y justo y bueno (v. 12) ¿Luego, lo bueno vino a ser muerte para mí? ¡De ningún modo! (…) El pecado, mediante el precepto, se hizo sobremanera pecaminoso (v. 13)

  

Función de la ley en el pasado

  

La ley, ocasión de pecado

  

La ley y el pecado

 

v.13 inicia nueva sección 

 

 

La potencia maligna del pecado

La ley es espiritual, pero yo soy carnal, vendido al pecado (v. 14) 

Así, yo mismo, con la mente sirvo a la ley de Dios, con la carne a la ley del pecado (v. 25)

  

Impotencia actual de la ley

  

Oposición entre la carne y el espíritu

            Hemos respetado ciertas convenciones, como colocar ley siempre con minúsculas y no citar las enteras secciones, sino solamente el primer y el último versículo. Estos están citados según una versión libre y en forma incompleta.

Considerar el entero capítulo 7 como una unidad ha sido un parecer unánime. La división en tres secciones también, sólo que las versiones difieren en colocar el final de la segunda sección en el v. 12 o el v. 13, y por ende, el comienzo de la tercera en el v. 13 o el v. 14.

En un artículo bastante actual, J. Lambrecht nos da los nombres de importantes exégetas, quienes han optado por una u otra solución: Afirma que algunos han visto un corte (cesura) después del v. 12, y por lo tanto el comienzo de la nueva sección en v. 13. Son: Lagrange, Cranfield, Wilckens y Moo, mientras que la mayoría, en su opinión, como Sanday-Headlam, Schilier, Byrne, Fitzmeyrer y Pitta, prefieren el v. 14 como un nuevo comienzo[2].

  1. Sección 7, 1-6: introducción

Antes de considerar el análisis de Lambrecht, de tipo gramatical, que creemos es profundo y que puede darnos valiosas indicaciones para la interpretación del contenido del entero capítulo, debemos decir, acerca la primera sección (vv. 1-6), que no ha habido discusión sobre el hecho de considerarla la sección introductoria de toda la temática. En primer lugar, se ve que el capítulo 6 termina con una sentencia muy contundente: Porque el salario del pecado es muerte, mientras que el don de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, nuestro Señor (6, 23). Por otra parte, el v. 1 (del capítulo 7) comienza con una interrogación introducida por una partícula disyuntiva («Ἢ»: “¿o es?; ¿acaso?”), siendo la traducción del versículo la siguiente: “¿O es que ignoráis, hermanos – hablo como a quienes conocen la ley – que la ley domina al hombre en tanto vive?” J. Fitzmeyer considera que 7, 1-6 es la introducción a la respuesta que Pablo da a la cuestión de la relación del cristiano con la ley (mosaica), mientras que la entera sección 7, 7-25 ilustra sobre la relación de la ley con el pecado.

Según Fitzmeyer, 7, 1-6 puede dividirse en dos planteos principales:

a) La ley obliga solamente a los que viven (vv. 1.4a). Por consiguiente, el cristiano, muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo crucificado, no está ya más ligado a ella.

b) La esposa, según la ley, se libera de la sujeción a su marido por la muerte de este último. El cristiano es como la mujer cuyo marido (la ley) ha muerto, para pertenecer a Cristo (vv. 2.3.4b) [3].

          3. Análisis gramatical de 7, 7-12

            El v. 7 ha sido visto como el comienzo de una nueva sección, como una suerte de “digresión”, donde el Apóstol, para mostrar la ineficacia y debilidad de la ley, cambia de persona en la narración, para comenzar a hablar de sí mismo[4]“¿Qué diremos entonces, que la ley es pecado? ¡De ningún modo! Sin embargo, yo no conocí el pecado sino por la ley. Pues yo no habría conocido la codicia si la ley no dijese: ¡No codiciarás!” El estilo de “diatriba” (pregunta seguida inmediatamente por su respuesta), es señalado por Lambrecht aquí y en el v. 13 como un elemento importante que marca el inicio de sesión[5]. También el hecho que el Apóstol comienza a hablar aquí en primera persona, independientemente del significado que pueda atribuírsele.

Presentamos el esquema de la sección, según el texto griego y con su traducción:

  

 

 

1

v.7: Τί οὖν ἐροῦμεν; ὁ νόμος ἁμαρτία; μή γένοιτο· 

ἀλλα τήν ἁμαρτίαν οὐκ ἔγνων εἰ μὴ δια νόμου· τήν τε γαρ ἐπιθυμίαν οὐκ ᾔδειν εἰ μή ὁ νόμος ἔλεγεν· οὐκ ἐπιθυμήσεις.

¿Qué diremos, entonces? ¿Que la ley es pecado? ¡De ningún modo! 

Pero yo no conocí el pecado sino por la ley.

Así, yo no hubiera conocido el deseo, si la ley no dijese: ¡No codiciarás!

  

 

 

 

2

8: ἀφορμήν δέ λαβοῦσα ἡ ἁμαρτία διὰ τῆς ἐντολῆς κατειργάσατο ἐν ἐμοὶ πᾶσαν ἐπιθυμίαν· χωρις γαρ νόμου ἁμαρτία νεκρά. 

 

9: ἐγὼ δε ἔζων χωρις νόμου ποτέ, ἐλθούσης δέ τῆς ἐντολῆς ἡ ἁμαρτία ἀνέζησεν,

10: ἐγὼ δε ἀπέθανον καὶ εὑρέθη μοι ἡ ἐντολή ἡ εἰς ζωήν, αὕτη εἰς θάνατον·

11: ἡ γαρ ἁμαρτία ἀφορμήν λαβοῦσα διὰ τῆς ἐντολῆς ἐξηπάτησέν με καὶ δι᾽αὐτῆς ἀπέκτεινεν.  

Pero el pecado, tomando oportunidad del precepto, produjo en mí la concupiscencia; pues, fuera de la ley, el pecado está muerto. 

 

Yo vivía en un tiempo fuera de (sin) la ley, pero viniendo el precepto, resurgió el pecado.

Yo morí, y encontré que el precepto, que era para mí vida, se cambió en muerte.

 

Porque el pecado, tomando oportunidad del precepto, me sedujo y me dio la muerte.

  

3

12: ὥστε ὁ μεν νόμος ἅγιος καὶ ἡ ἐντολὴ ἁγία καὶ δικαία καὶ ἀγαθή. De modo que la ley es santa, 

y el precepto es santo, y justo y bueno.

  

 

4

13: Τό οὖν ἀγαθόν ἐμοὶ ἐγένετο θάνατος; μή γένοιτο· ἀλλ᾽ ἡ ἁμαρτία, ἵνα φανῇ ἁμαρτία, διὰ τοῦ ἀγαθοῦ μοι κατεργαζομένη θάνατον, ἵνα γένηται καθ᾽ ὑπερβολήν ἁμαρτωλός ἡ ἁμαρτία διὰ τῆς ἐντολῆς. ¿Se ha convertido el bien en muerte para mí? ¡De ningún modo! 

Pero el pecado, para mostrarse pecado,

por el bien produjo en mí la muerte, para que por el precepto, fuera sobremanera pecaminoso para mí.

Exponemos en primer lugar nuestro propio análisis: A primera vista, hay elementos lingüísticos que permiten delimitar la sección entre los v. 7 y v. 13. Confrontándolos, vemos que existe un cierto paralelismo entre ellos: Ambos inician con una pregunta: La del v. 7 es deliberativa, pero ambas poseen un cierto carácter retórico y exigen la inmediata respuesta, que en ambos versículos se formula con un categórico: ¡De ningún modo! Ambos son seguidos de una sentencia explicativa que comienza con el adversativo griego ἀλλὰ (pero).

Del punto de vista temático también guardan un cierto paralelismo: El v. 7 deja en claro los límites de la Ley (antigua), que siendo buena en sí misma, hizo no obstante conocer el pecado (a través del precepto). El v. 11, por su parte, aclara que, por esta misma razón, el pecado se hizo sobremanera pecaminoso (siempre a través del precepto), aunque esto no signifique que lo bueno haya dado, en sí mismo, fruto de muerte, sino que el pecado lo dio.

Si consideramos la sección que se encuentra delimitada por estos versículos (el conjunto vv. 8-12), esta no hace más que desarrollar el argumento: El pecado hizo surgir la concupiscencia, esta cobró fuerza con ocasión del precepto, produciendo incluso la muerte, pero fue obra del pecado. De la ley se afirma que es santa, y el precepto bueno, justo y santo. Estas sentencias están totalmente exentas de todo maniqueísmo: La ley obedece sólo a un principio bueno, no hay maldad intrínseca en ella.

En efecto, el mismo Lambrecht afirma que la idea del v. 8 se repite en el v. 11 y en el 13, y es siempre la misma idea: El pecado tomó ocasión de la Ley (a veces bajo la expresión concreta de: “el precepto”) para multiplicar su efecto, producir la concupiscencia, la muerte y transformarse en realmente pernicioso en cuanto pecado[6]. Veámoslo en un esquema:

v. 8a v. 11 v. 13c
El pecado, tomando oportunidad del precepto, produjo en mí la concupiscencia El pecado, tomando oportunidad del precepto, me sedujo y me dio la muerte. El pecado, para mostrarse pecado, por el bien produjo en mí la muerte.

Observemos más en detalle las repeticiones entre el 8 y el 11, y en el interior del v.13:

8a: ἀφορμήν δέ λαβοῦσα ἡ ἁμαρτία διὰ τῆς ἐντολῆς κατειργάσατο ἐν ἐμοὶ πᾶσαν ἐπιθυμίαν· 

El pecado, por (tomando oportunidad) el preceptoprodujo en mí la concupiscencia;

13c: ἡ ἁμαρτία, ἵνα φανῇ ἁμαρτία, διὰ τοῦ ἀγαθοῦ μοι κατεργαζομένη θάνατον

El pecado, para que se muestre pecado,

Por (a causa) el bienprodujo en mi la muerte.

11: ἡ γαρ ἁμαρτία ἀφορμήν λαβοῦσα διὰ τῆς ἐντολῆς ἐξηπάτησέν με καὶ δι᾽αὐτῆς ἀπέκτεινεν

Porque el pecado, por (tomando oportunidad) el precepto,

me sedujo y me dio la muerte.

13d: ἵνα γένηται καθ᾽ ὑπερβολήν ἁμαρτωλός ἡ ἁμαρτία διὰ τῆς ἐντολῆς

Para que llegara a ser sobremanera pecaminoso,

El pecado por (a causa de) el precepto.

Hay elementos que se repiten entre v. 8 y v. 11, como: «por el precepto», hay otros que se repiten en los cuatro: «El pecado» (como sujeto). Hay elementos que se repiten entre 13c y 13d, configurando una mini sección. Esta es la llamada “cláusula de finalidad con hina (ἵνα)” en griego, que en ambos casos tiene como significado: “para que se muestre como pecado”, o “para que se muestre más pecaminoso”. En fin, encontramos elementos en común entre 8a y 13d (los dos extremos): La expresión “por el precepto” (διὰ τῆς ἐντολῆς) y el “producir algo pecaminoso” (en un caso la concupiscencia, en otro el serlo sobremanera). Mientras que se observa un importante elemento en común entre los dos medios de la comparación (11 y 13c): el hecho de “producir la muerte” (con dos vocablos distintos pero que expresan la misma idea). Esto se llama estructura de quiasmo (o de cruz), común en ambos testamentos, y que sin duda configura una sección. Contrariamente a lo que Lambrecht sostiene, esto habla a favor de la conclusión de la sección en el v. 13, y colocará al v. 14 como un nuevo comienzo.

Esto se hace aún más evidente si advertimos el versículo (v. 12) que queda colocado en el centro del quiasmo y de ambas minisecciones: En efecto, el versículo reza: “De modo que la ley es santa, y el precepto es santo, y justo y bueno”, que es precisamente lo que decíamos que Pablo quería poner en evidencia en toda esta dialéctica de ley y pecado: No hay lugar para ningún maniqueísmo. Se deja en claro que la ley y cada precepto son buenos en sí mismos – tienen a Dios por origen – pero han sido ocasión de pecado y como consecuencia, de muerte, a causa de la ineficacia para otorgar el cumplimiento de lo que se preceptuaba.

Otro elemento indicativo se da, según Lambrecht, en el hecho que el v. 12 debe ser considerado gramaticalmente un anacoluto, o sea, una figura retórica que deja una palabra o grupo de palabras sin concordancia con el resto de la frase. Es frecuente en el griego del NT y es bastante más frecuente en el pensamiento paulino. En griego, debería ser integrado por la construcción: «ὁ μὲν (…) δὲ» aunque puede faltar el segundo miembro en algunos casos (como sucede en el v. 12). Basta que el sentido de la frase quede inconcluso. Esto favorece que se trate del versículo central[7].

  1. Estructura de 7, 14-21
v. 14: Οἴδαμεν γαρ ὅτι ὁ νόμος πνευματικός ἐστιν, ἐγὼ δε σάρκινός εἰμι πεπραμένος ὑπό τήν ἁμαρτίαν. La ley es espiritual, pero yo soy carnal, vendido al pecado (v. 14)
  

 

 

1

v. 15: ὃ γαρ κατεργάζομαι οὐ γινώσκω· 

(Lo que pongo por obra, no lo entiendo)

οὐ γαρ  θέλω τοῦτο πράσσω, ἀλλ᾽  μισῶ τοῦτο ποιῶ (No obro, en efecto, lo que quiero, sino lo que odioeso hago).

v. 19: οὐ γαρ  θέλω ποιῶ ἀγαθόν, ἀλλ᾽ ὃ οὐ θέλω κακὸν τοῦτο πράσσω

 

(No hago, en efecto, el bien que quiero, sino el mal que no quieroeso obro).

  

 

 

 

2

v. 16: εἰ δε ὃ οὐ θέλω τοῦτο ποιῶ 

(Si pues, lo que no quiero, eso hago …)

[σύμφημι τῷ νόμῳ ὅτι καλός(reconozco que la ley es buena).

v. 17: νυνὶ δέ οὐκέτι ἐγὼ κατεργάζομαι αὐτό ἀλλ᾽ ἡ οἰκοῦσα ἐν ἐμοὶ ἁμαρτία.

(Entonces, no soy yo más quien lo pongo por obra, sino el que habita en mí, el pecado).

v. 20: εἰ δε ὃ οὐ θέλω [ἐγὼ] τοῦτο ποιῶ 

(Si pues, lo que no quiero, eso hago…)

 

οὐκέτι ἐγὼ κατεργάζομαι αὐτό ἀλλ᾽ ἡ οἰκοῦσα ἐν ἐμοὶ ἁμαρτία.

(No soy yo más quien lo pongo por obra, sino el que habita en mí, el pecado).

  

 

 

3

v. 18: Οἶδα γαρ ὅτι οὐκ οἰκεῖ ἐν ἐμοί, τοῦτ᾽ ἔστιν ἐν τῇ σαρκί μου, ἀγαθόν· 

(Sé, en efecto, que no habita en mí, esto es, en mi carne, el bien).

τό γαρ θέλειν παράκειταί μοι, τό δὲ κατεργάζεσθαι τό καλόν οὔ·

(Pues se encuentra en mí el querer, pero el ponerlo por obra bien, no).

v. 21: εὑρίσκω ἄρα τόν νόμον, τῷ θέλοντι ἐμοὶ ποιεῖν τό καλόν

(Encuentro en mí esta ley, que queriendo hacer el bien…)

ὅτι ἐμοὶ τό κακόν παράκειται·

(El mal se encuentra en mí).

Lo que hemos expuesto aquí es un típico ejemplo de esquema del pensamiento paulino: Un verdadero paralelismo: La repetición de una idea fuerza, que vuelve en los versículos siguientes, con términos muy similares, aunque con un cierto matiz diverso, favoreciendo el juego de palabras, subrayando algún otro aspecto. Probablemente lo que se encuentre al centro de ambas repeticiones sea la idea central que se quiere subrayar, y en esto – como en la repetición misma – San Pablo muestra un esquema de pensamiento típicamente semítico.

El paralelismo ha sido visto, por diversos autores, especialmente entre los versículos 15 al 20[8]. El v. 14 quedaría entonces fuera –aunque algunos lo incluyen–[9] con lo cual se presenta como un nexo entre ambas estructuras: la citada de vv. 7-13 y la actual de vv. 15-20. Se perfila como una consecuencia de lo anterior. Admitiendo San Pablo lo que había afirmado; en efecto, que la “ley es santa, y el precepto es santo, y justo y bueno” (v. 12), ahora concluye que “la ley es (en efecto) espiritual, pero yo soy carnal, vendido al pecado” (v. 14); la ley es forzosamente espiritual (en el sentido de santa, desligada del pecado), pero yo no lo soy, porque se dejó en claro que el pecado actuó en mí (v. 13). Esta contraposición entre lo espiritual y nuestra realidad carnal o pecaminosa, actúa como idea-fuerza permanente en este segundo paralelismo.

Pasemos ahora al paralelismo entre los vv. 15-20: Ante todo, vemos la repetición del verbo κατεργάζομαι, que hemos remarcado en negrita. Aparece muchas veces en todo este contexto, y también pocos versículos antes, en el v. 13 (con la forma del participio presente: κατεργαζομένη). La mayoría de las veces aparece en primera persona; solo en el v. 18 aparece en infinitivo presente, y acompañado de τό καλόν (“lo bueno”, aunque aquí con valor adverbial: el “buen hacerse de algo”). No por casualidad la Vulgata ha traducido en todos los casos con operor (“obro”) excepto en v. 18 que traduce con perficior (“obro correctamente”; “llevo a cumplimiento”; “perfecciono”). Observamos que en casi todos los casos se refiere a la obra del pecado, y esto es común al menos en el lenguaje del NT, ya que la encontramos en otro lugar de la carta a los Romanos (1, 27), también en la primera a los Corintos (1Cor 5, 3), y en la carta de San Pedro (1Pt 4, 3), relacionada en todas ellas con pecados bien claros, incluso vergonzosos. Es al menos claro que el contraste se muestra entre la obra del pecado en su más cruda realidad, y la obra del bien, que aparece como fin, aunque no siempre sea posible practicarla. Por eso el verbo parece tener un matiz particular de significado, no es simple sinónimo de ποιῶ (“hacer”) o de πράσσω (“practicar”), sino que posee un sentido más definitivo y acabado[10].

Aparecen algunas diferencias a lo largo del paralelismo: En la primera sección (1), San Pablo parece presentar el argumento en el v. 15, afirmando que “su obrar, no lo conoce”; aparece ante él como un misterio, y a continuación explicará la razón por la cual realiza dicha aseveración. Afirma, en primer lugar [v. 15], que “no practica lo que quiere” (el verbo utilizado es πράσσω), mientras que en el paralelo del v. 19 se habla claramente de “hacer” (esta vez el verbo es el común ποιέω) el bien”, pasando el verbo πράσσω a la segunda parte del hemistiquio, subrayando el contraste (el “obrar el mal”: τό κακόν). En el v. 15, en cambio, el contraste se mostraba con un pronombre y un verbo particular: “lo que odio” (ὃ μισῶ).

La segunda sección (2) inicia con un paralelo exacto, la repetición de: «εἰ δέ ὃ οὐ θέλω τοῦτο ποιῶ» (“si pues, lo que no quiero lo hago…”), solamente que en la primera parte (el v. 16), agrega: “reconozco que la Ley es buena”, cosa que no se repite en el v. 20. Probablemente se trata de una repetición de lo tratado en los versículos precedentes (vv. 13-14), donde se habló de la bondad de la Ley. El resto del paralelismo es casi exacto, con la pequeña diferencia que encontramos el νυνὶ (“entonces”) del v. 17 contrastando con el οὐκέτι (“ya no más”) del v. 20, otorgando en este último caso un matiz mucho más definitivo y categórico.

En la tercera sección (3) las diferencias son más remarcables: En el v. 18 se habla de “habitar” (οἰκεῖ) y el sujeto es el “bien” (ἀγαθόν), especificando que el problema está en la “carne”, mientras que en el v. 21, el sujeto es claramente la persona: “en mí” (τῷ θέλοντι ἐμοὶ); se habla de “hacer” (ποιέω) y no de habitar, y aun cuando se trata siempre del bien, es aquí «καλόν» el término utilizado y no «ἀγαθόν», aportando sin duda una pequeña pero significativa diferencia de matiz. El paralelismo queda bien expresado en los dos últimos versículos de cada una de las partes de la sección: τό καλόν (‘el bien’) del v. 18 comparado con el τό κακόν (‘el mal’) del v. 21. Hay que destacar que, en todas las secciones, el querer (verbo θέλω) tiene por objeto el bien, o el querer mismo, en cuanto bueno, y aún referido al mal, aparece en forma negativa: “no quiero” (οὐ θέλω). Por el contrario, para el mal, se reserva «παράκειται» que simplemente señala el hecho de hallarlo ‘de facto’ (“encontrar” en el sentido de “constatar”).

Los versículos centrales, que además son los que se repiten a la letra (v. 17 e 20b) parecen expresar la idea central: “No soy yo quien lo pone por obra (con el sentido totalizador del verbo κατεργάζομαι), sino el pecado que habita en mí”, concluyendo, en cada sección del paralelismo, que: “se encuentra en mí el querer, pero el ponerlo por obra bien, no (18b) o más directamente aún: “el mal se encuentra en mí” (21b). La expresión es fuerte; es casi un decir que el pecado opera autónomamente en cada hombre; por otra parte, la repetición frecuente de la primera persona: “en mí” da a entender que no se quiere eludir la responsabilidad personal: Soy yo quien comete pecado, en definitiva, aunque movido por una muy determinante “ley de pecado”.

  1. Colofón de 7, 22-23 y conclusión

            Lo que encontramos en los versículos siguientes no es más que una confirmación de lo que hemos afirmado. Un nuevo paralelismo – de tipo antitético – subraya nuevamente el contraste mencionado, sólo que esta vez, el paralelismo parece más temático y conceptual que de los términos.

22: συνήδομαι γαρ τῷ νόμῳ τοῦ θεοῦ κατα τον ἔσω ἄνθρωπον 

Me complazco (estoy de acuerdo) con la ley de Dios según el hombre interior;

23a: βλέπω δέ ἕτερον νόμον ἐν τοῖς μέλεσίν μου. 

Observo, en cambio, otra ley en mis miembros …

23b: ἀντιστρατευόμενον τῷ νόμῳ τοῦ νοός μου 

Que combate contra la ley de mi mente.

23c: καὶ αἰχμαλωτίζοντά με ἐν τῷ νόμῳ τῆς ἁμαρτίας τῷ ὄντι ἐν τοῖς μέλεσίν μου. 

Y me esclaviza en la ley del pecado que está en mis miembros.

            Los términos presentan, no obstante, matices de importancia: La ley de Dios es algo en lo cual uno “se complace” o bien “está de acuerdo” (συνήδομαι es una forma media con el evidente significado de: “entenderse, estar de acuerdo”). En tal caso, es siempre una actitud intelectual, consciente, racional. Y está se da “según el hombre interior”. Mientras que el v. 23 presenta “otra ley” (ἕτερον νόμον), que está “en mis miembros” (ἐν τοῖς μέλεσίν μου); no es según el “hombre interior”. Su sentido es más exterior o superficial, por eso se emplea el verbo “observo” (βλέπω). Como vemos, aunque los términos empleados sean diversos, se complementan o se oponen con precisión, buscando crear una idea de antagonismo entre una realidad y otra.

San Pablo concluye en lo que para nosotros es una segunda parte del paralelismo (y no una simple extensión del segundo miembro del primero), que esta segunda ley (el sujeto es esta vez solamente aquella), “combate contra la ley de mi mente” (que no es otra que la ley de Dios, como el contexto lo exige), y como resultado, “me esclaviza” en la ley del pecado, que “está en mis miembros” (con lo cual se deja en claro que se trata de la ley “observada” con anterioridad).

El significado es claro y completa lo anterior: Hay dos leyes, una interior, intelectual (de la mente), que tiene como origen a Dios, y que exige un asentimiento intelectual. La otra, exterior, aunque presente “en mis miembros”, combate y mueve guerra contra la primera, y tiende a esclavizar. Su origen es claramente el pecado. Esta contraposición deja totalmente en claro la compleja exposición precedente.

La conclusión, en los vv. 24 y 25, se impone necesariamente. El primero de los versículos nos presenta una exclamación admirativa, que muestra el énfasis que se quiere otorgar al razonamiento llevado a cabo: (v. 24) “¡Miserable hombre de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?” La respuesta llega también en forma de exclamación (v. 25a) “¡Doy gracias a Dios por medio de Jesucristo nuestro Señor!” La segunda parte del versículo tiene todo el propósito de concluir, pues comienza con la partícula consecuencial «Ἄρα» (por lo tanto, consecuentemente, como resultado) acompañada de la inferencial «οὖν» (luego, entonces) afirmando: “Entonces, por consiguiente, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios; pero con la carne, a la ley del pecado.

Existe una dicotomía en el hombre; la experiencia de la división interior, llegando a decir San Pablo que: “no entiende” esa dicotomía. La ley del pecado es tan fuerte, que se puede decir que es casi un “otro yo” que actúa en él (y en cada uno), aunque deja en claro la propia responsabilidad. Séneca decía que “los hombres aman sus pecados y los odian al mismo tiempo”. Los griegos afirmaban que había dos tendencias o naturalezas en el hombre, y todas las tendencias maniqueas o dualistas lo han intuido, aunque mal resuelto. Lutero también lo tomara así (“el hombre es un jumento que lo cabalga sea Dios, sea el diablo”). Ya hemos visto como en San Pablo este planteo maniqueo queda totalmente fuera de lugar. De esta lucha ha sido librado por Cristo Señor. El modo concreto de dicha redención será expuesto en los capítulos siguientes.

R. P. Carlos Pereira, IVE

 

[1] Ya Orígenes ponía como dificultad para interpretar el capítulo 7 de la carta a los Romanos, los cambios de significado que sufría el término “ley” (cfr. Orígenes, In Romanis, VII, 7; griego in Filocalia, c. IX).

[2] Cfr. J. Lambrecht, Grammar and Reasoning in Romans 7,12 and 7, 13-14, ETL 80/4 (2004), 470-4, p.472, nota 8, donde también cita – para el corte después del v. 12, que él también propone – un nuevo trabajo de R. von Bendemann, Die kritische Diastase von Wissen, Wollen und Handeln…, in ZNW 95 (2004), 35-53, p. 37.

[3] Cfr. J. A. Fitzmeyer, The letter to the Romans, in Jerome Biblical Commentary II, 53, London 1980, 291/331, p. 311 [70].

[4] Cfr. Benson commentary on Rom 7 (http://biblehub.com/commentaries/benson/romans/7.htm).

[5] Cfr. Grammar and Reasoning, 472. 474. La pregunta es deliberativa, según Blass Debrunner, §366,7.

[6] Cfr. J. Lambrecht, Grammar and Reasoning… 471-2.

[7] El anacoluto está formado por «ὁ μὲν νόμος» en la primera parte y por los tres puntos al final del v.12 (Cfr. Lambrecht, 471, citando otros autores).

[8] Cfr. J. Lambrecht, The Line of Thought in Romans 7, 15-20, Biblica 85 (2004), 393-398; cita otros autores en nota 1 (393).

[9] Lo incluye O. Hoffius, Der Mensch im Schatten Adams, Römer 7, 7-25a; Paulusstudien (WUNT 143; Tübingen 2002) II, 104, 154, citado por Lambrecht, The Line, 392.

[10] Sostiene Lambrecht que los tres verbos son sinónimos (Cfr. The Line of Thought, 393).

 

El post anterior en: https://biblia.vozcatolica.com/2016/04/23/san-pablo-teologo/

Seguir Leyendo

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.