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EL CAPITULO 10 del EVANGELIO de SAN JUAN: Jesús, el Buen Pastor

I. INTRODUCCION Y ESTRUCTURA

Icono de Jesús, Buen Pastor, inspirado en Jn 10

(Para un detalle de la estructura, con el texto en griego y su traducción, consultar el apéndice del cap. 10 en PDF; aquí).

El capítulo 10 del evangelio joánico presenta, al menos en una buena parte, el discurso de Jesús conocido como del Buen Pastor, objeto de muchísimos comentarios y representaciones artísticas. El discurso se desarrolla claramente entre los vv. 1-18, pero hay elementos para suponer que se extiende al menos hasta el v. 29.

La ocasión para pronunciarlo parece ser la fiesta de la Dedicación del templo de Jerusalén, con toda probabilidad, aunque este dato sólo aparece mencionado en el v. 22, donde también se afirma que “era invierno” (dicha fiesta siempre cae cerca de fines de diciembre). En cuanto al lugar, se trata del templo o de sus inmediatas cercanías, porque es lo que se dice en el v. 23. Dicha indicación es importante, ya que el v. 1 nos presenta una primera afirmación de Jesús sin introducción alguna de tiempo o lugar, donde sólo por el contenido podemos colegir que se trata de un nuevo argumento, diverso de aquel del capítulo anterior.

La sentencia del v. 1, con la que inicia el entero capítulo, es quizás la expresión enfática más común en San Juan y también en algunos de los sinópticos: Amèn, Amèn, lego humîn (Ἀμην ἀμην λέγω ὑμῖν = En verdad, en verdad os digo), ya utilizada en los densos discursos de Jesús de los caps. 6 y 8, y más aún en la segunda parte del evangelio. En este capítulo recurre en el v. 7, probablemente como introducción a una segunda sección [ver estructura en apéndice].

El discurso parece dividido en dos grandes partes, cada una con varias secciones. La primera parte es propiamente aquella en la cual Jesús se presenta como el Buen Pastor, y parece estructurarse según distintas secciones:

1º) Una primera (vv. 1-6) en la que se presentan las figuras sobre las cuales se desarrollará el discurso (puerta, pastor, ovejas), y algunas relaciones entre ellas. Se afirma expresamente (v. 6) que: Jesús les dijo esta parábola (como ‘comparación’).

2º) Jesús se presenta como la puerta (vv. 7-10), introduciendo nuevamente la sección (v. 7) con la expresión enfática ya vista, y se contrapone al ladrón (v. 10).

3º) La tercera sección inicia propiamente con la imagen de Jesús, buen Pastor (o “Pastor bello, hermoso”, como requiere la traducción de ὁ ποιμην ὁ καλός). Aunque sin la introducción enfática que la precede, la aseveración de Cristo es contundente, y se repite en el v. 11 y en el v. 14. Podría pensarse en una conclusión en el v. 16, ante la famosa sentencia de Jesús: “Y habrá un solo rebaño, un solo Pastor”, aunque parece más probable la del v. 18: “Este es el mandamiento que he recibido de mi Padre”.

En este último caso, los vv. 19-21 parecen ser más bien un colofón que cierra toda una primera parte del discurso.

La segunda parte posee también una introducción general, temática, donde se presentan una serie de circunstancias e indicaciones de tiempo y lugar: Se celebraba entonces en Jerusalén la fiesta de la Dedicación. Era invierno. Jesús estaba paseando en el templo, por el pórtico de Salomón (vv. 22-23).

1º) Se distingue un primer bloque, con dos pequeñas inclusiones reforzadas por un paralelismo antitético. Tiene lugar una primera pregunta sobre la persona y misión de Jesús, por parte de los fariseos: “Si tú eres el Cristo, dínoslo claramente” (v. 24). El tema aquí es el “non creéis” (οὐ πιστεύετε) de los fariseos, formando una pequeña inclusión concéntrica (vv. 25a – 26) en el centro de la cual se halla el tema de “las obras que dan testimonio de Jesús” (v. 25b). El paralelismo antitético refuerza la argumentación: “No sois mis ovejas” (v. 26b) – “Mis ovejas escuchan mi voz” (v. 27a), y luego una segunda inclusión: “Nadie las arrebatará de mis manos” – “de las manos del Padre” (v. 28b- 29b). Se concluye con una afirmación contundente: “Yo y el Padre somos uno” (v. 30, con adjetivo neutro, por lo que se traduce también: “Somos una cosa sola”).

2º) Este segundo bloque inicia con una indicación de circunstancia: De nuevo tomaron piedras los judíos para lapidarlo (v. 31). Una pequeña inclusión concéntrica entre el v.32a y el v. 33a, acerca del tema de “las buenas obras”, en el centro de la cual está la acusación de blasfemia que dirigen a Jesús (v. 33b); una segunda con el tema de la divinidad de Jesús (vv. 33c – 36b: hacer Dios – hijo de Dios), y con una inclusión menor, respecto a cómo llama la Escritura dioses a los hombres (vv. 34b-35). Una segunda inclusión final (en relación con el término Padre), o quizás un paralelismo antitético, entre el “no creer si no hago las obras del Padre” (v. 37) y el “creer (al menos) en las obras” (v. 38a). Se termina con una nueva sentencia: Intentaban nuevamente agarrarlo, pero él se les escapó de las manos (v. 39).

II. ANALISIS DE LOS ELEMENTOS SINGULARES

  1. Primera parte del discurso

Inicia con la solemne fórmula: Amèn, Amèn, lego humîn (Ἀμην ἀμην λέγω ὑμῖν), que suplanta otros elementos faltantes (indicación de circunstancias, de tiempo, etc.) necesarios para indicar una sección nueva, si bien hasta ahora no había sido usada en el evangelio con tal propósito.

Los vv. 1-5 son calificados en el v.6 como parábola (παροιμία = paroimía): Esta parábola les dijo Jesús; pero ellos no entendieron lo que les hablaba. Es el mismo término usado por la biblia griega para designar el libro sagrado de los Proverbios. Puede significar tanto una parábola como un proverbio (como en 2Pe 2,22).[1] En Jn 16,25, por ejemplo, se usa el término dos veces para designar propiamente las parábolas con las cuales Jesús enseñaba. El término no significa siempre y necesariamente un dicho corto y breve.

Coincidimos también con Wikenhauser en que no se trata de una alegoría (lo cual supone una metáfora mucho más larga, donde cada elemento, particulares y personas implicadas, poseen un sentido figurado), sino de una verdadera y propia parábola, lo que implica la descripción de un episodio de la vida de cada día (de la vida pastoril, en este caso), para ilustrar una verdad de orden superior, religioso. La presente parábola describe el modo de hacer y la mansión del pastor, contraponiéndola a la del ladrón y el asesino. El cuadro de fondo de la parábola es el siguiente: El rebaño, de noche, se halla encerrado en el corral, cuidado por un portero o guardián, mientras que el pastor reposa en su tienda, con su familia, no muy lejos del lugar. Cuando llega la mañana, se presenta para retomar sus ovejas, y el portero le abre. Apenas hace sentir su voz, las ovejas comienzan a animarse. El entra en el recinto, llama las ovejas por nombre, y después de haberlas sacado afuera, camina delante de ellas haciendo sentir continuamente su voz, para que no se alejen.[2]

a) Primera sección (vv. 1-6):

En esta primera sección, se afirma que el pastor verdadero entra por la puerta (v. 2), y que las ovejas conocen su voz y lo siguen (v. 4). El contraste se da con el extraño, que entra por otra parte (y es bandido y ladrón; v. 1), pero las ovejas no lo seguirán (v. 5). En la segunda sección (vv. 7-10), en la que Jesús se presentará como la puerta, se dirá que el extraño (más de uno en realidad; v. 8) viene a robar, matar y destrozar (v. 10).

A veces se ha querido interpretar el pasaje como una alegoría, buscando encontrar, por lo tanto, la total correspondencia de cada elemento (portero, puerta, recinto, ladrón, asesino) con fenómenos y personajes concretos de la historia. Por el contrario, si estamos en presencia de una parábola, lo que tenemos que buscar aquí es la verdad que la parábola pretende ilustrar. A esta se la puede reconocer con facilidad: Los que pertenecen al Salvador enviado por Dios lo reconocen con instintiva seguridad y lo siguen como una oveja a su pastor. Esto se expresa con fuerza en la primera sección que hemos visto (vv. 3-4), y se repetirá en las secciones siguientes (vv. 8.14.27).

¿Por qué el llamar a las ovejas por su nombre (v. 3)? Siendo un animal, la oveja no debería tener nombre propio, y no parecía ser costumbre de los judíos poner masivamente nombre a los animales. Sí podría ser una manera de llamar a cada grupo diverso de ellas con el nombre de su propietario. Quizás sea una forma velada de significar que los judíos no reconocen el modo figurado de hablar de Jesús porque justamente, “no son de sus ovejas” (Jesús dirá luego: “Tienen por padre el diablo”; 8,44). Jesús se identificará más adelante claramente como el Pastor (vv. 11.14); las ovejas son aquí los elegidos (v. 16). También se afirma en la parábola que el pastor entra a las ovejas pasando por la puerta (v. 2). Eso quiere decir que Jesús posee un verdadero derecho de propiedad sobre las ovejas.[3]

b) Segunda sección (vv. 7-10):

En los vv. 7-10 podría esperarse que Jesús se presente como el pastor bueno (cosa que hará en la sección siguiente); dice en cambio ser la “puerta” (en el v. 7 y en v. 9, formando una pequeña inclusión al respecto). Algunos han sugerido una posible lectura de ‘pastor’ para el v. 7, basándose en la versión copta sahídica y en el viejo papiro griego P75Puerta es la lección variante menos esperada, por lo cual puede suponerse que haya sido corregida por pastor en algunas lecciones para dar a la parábola un cuadro más fácil de entender (para que Cristo no sea al mismo tiempo, puerta [vv. 7.9] y Pastor [vv. 11.14]).[4] Jesús se contrapone a los que vinieron “antes que El” (προ ἐμοῦ). Con dicha expresión – señala Wikenhauser – no se pretende significar ni a Moisés ni a los profetas, porque estos jamás se atribuyeron los títulos que Jesús atribuye a si mismo, sino que se refiere a los falsos mesías, que en su tiempo surgían en buen número, especialmente los jefes zelotes, que tenían una concepción del Mesías totalmente opuesta a la suya (como consta de Jn 18,36s).[5] También estos encontraron adeptos en el pueblo, pero las “ovejas” (las que el Padre dio a Jesús) no los siguieron ni los escucharon.[6] Pareciera que se da aquí una explicación alegórica de una idea secundaria.

La ‘puerta’ parece bien definida en el v. 9: Quien entra por mí se salvará; podrá entrar y salir y encontrar pastos. Es aquella por la cual las ovejas acceden a los pastos verdaderos, a la verdadera vida. Todo parece indicar el redil o corral como la Iglesia, y allí sí cobra sentido hablar de ‘puerta’ aplicado a Jesús, pues es a través de ella que futuros ‘pastores’, en nombre de Jesús, podrán pasar y llamar a las ovejas, para que a su vez estas pasen por ella. De hecho, Jesús insiste en el valor futuro del llamado a muchas ovejas, incluso “otras que no son de este redil” (v. 16). Habrá otros pastores, pero la puerta es misteriosamente una y la misma, y al final estos pastores llevarán a las ovejas a formar “un solo rebaño”, con un “Pastor único” (v. 16b). Queda bastante en claro que estos nuevos ‘pastores’ no pueden ser otros, sino los ministros de Jesús.

San Ignacio de Antioquía dirá que “Jesucristo, como sumo Sacerdote, es él mismo la puerta que conduce al Padre, por la cual entraron Abraham, Isaac, Jacob, los profetas, los apóstoles y la Iglesia, todo para realizar la unión con Dios”. En el Pastor de Hermas, se lee que Jesús es la puerta, a través de la cual todos han de entrar a la unión con Dios.[7]

c) Tercera sección (vv. 11-18):

También aquí tenemos una parábola, en particular al inicio (entre los vv. 11-13), porque es claro que se pretende dar una enseñanza e iluminar con la misma los versículos siguientes. Jesús se introduce como “el Pastor bueno” (ὁ ποιμην ὁ καλός), y esto lo diferencia del asalariado o mercenario (ὁ μισθωτός). La característica del Pastor bueno es que da la vida por las ovejas (v. 11), expresión típica en Juan (se repite al menos unas seis veces, tres en este mismo discurso).

           El adjetivo καλός (kalós) llama la atención. En griego significa “bello”, en el sentido de un ideal o modelo de perfección. Aparece ya en el “vino bueno” del milagro de Caná de Galilea (2,10), por lo que no es ajeno al léxico de Juan ni tampoco de la LXX, que lo usa para el relato de la Creación de Génesis 1. Hay algún antecedente en el AT, donde se dice que David “estaba pastoreando y era hermoso de aspecto” (1Sam 16, 11-12). En el Talmud, en el Midrash Rabbah II, 2 (sobre Ex 3,1), David es directamente llamado yāfeh rō‘eh (literalmente: “el pastor bello”). No nos parece del todo acertada la opinión de Brown acerca de que no existe verdadera distinción entre kalós agathós, aun cuando para Filón sea lo mismo.[8] El matiz es distinto en griego y así lo corroboran los demás textos griegos del AT que usan uno u otro. Aquí, kalós sugiere al menos la idea de “bueno por excelencia”, sin perjuicio que pueda tener un significado aún más pleno.

           Los vv. 14-15 parecen ser un eco o repetición de la primera parábola (la de los vv. 1-5), siendo la expresión “conozco las mías y ellas me conocen” un eco de “llama por su nombre”. El conocimiento entre Cristo (el Pastor) y los fieles (las ovejas) encuentra su analogía en el conocimiento entre el Padre y el Hijo (v. 15: como el Padre me conoce y yo conozco al Padre), no siendo un conocimiento meramente intelectual, sin fundado sobre el amor, pues consiste en dar la vida (v. 15), y es por eso por lo que “el Padre me ama” (ama al Hijo; v. 17), y lo hace voluntariamente (v. 18).[9]

El v. 16 parece más bien un versículo aislado en la sección, que se relaciona consigo mismo, como algunos sugieren. Sin embargo, nosotros lo hemos considerado como cierre de la pequeña inclusión que comienza en el v. 11, alrededor del término Pastor, que no se repite en los vv. 17-18. Jesús ha proclamado dos veces ser el “pastor bueno”, por excelencia. Eso tendrá como consecuencia que, en un futuro, incluso los otros pueblos aceptarán el pastoreo de Cristo. La idea de la predicación a las naciones está ya insinuada en otros pasajes, como Jn 11,52 y 17, 20-21. Existe una semejanza muy grande en griego entre: ποίμνη (poímēn = grey o rebaño) y ποιμήν (poimén = pastor). San Jerónimo traduce, en la Vulgata: unum ovile unus pastor (corregido en la Neo Vulgata por: unus grex, unus pastor). De hecho, poímēn en los manuscritos griegos no tiene lecciones variantes, y es mas lógico y acorde con las palabras de Jesús hablar de rebaño que de redil (no aparece aulē, que significa redil).[10] Él había dicho: Otras ovejas tengo que no son de este redil. Se trata de rediles diversos, lo que implica orígenes y congregaciones diversas, pero un solo rebaño bajo la guía de un pastor universal. De más está decir que este versículo ha sido interpretado como clave y demostrativo de la universalidad y unidad de la Iglesia, e incluso es uno de los inspiradores del verdadero ecumenismo católico, siendo claro que dicha interpretación no es forzada, sino que se adapta perfectamente bien al contexto.

  1. Segunda parte del discurso

La segunda parte del discurso consta de dos secciones, como hemos visto: Se especifican el lugar, tiempo y circunstancias: Se celebraba entonces en Jerusalén la fiesta de la Dedicación; era invierno (v. 22)Es la única mención explícita de la fiesta de la Dedicación en todo el Nuevo Testamento (Hanukkah). Se recordaba la dedicación del Templo por Judas Macabeo, después de haber sido profanado por Antíoco IV. La noticia la tenemos en 1Mac 4, 41-61 y 2Mac 10,1ss.[11] También la menciona Flavio Josefo, que la llama “fiesta de las lámparas o luces”, porque, con ocasión de ella, se encendían las lámparas en el frente de las casas.[12]

Es justamente caminanado por el pórtico de Salomón, cuando los judíos le piden a Jesús una definición sobre su persona, que los haga salir de su incertidumbre (v. 25). En realidad, la incertidumbre era causada por ellos mismos. Jesús había dado una revelación bastante clara para cuantos tenían voluntad de creer (2,19; 5,17ss.; 8,24. 28. 56 ss.). Es verdad que sólo a los que habían creído en El se había dado a conocer con sus títulos de Mesías (a la Samaritana en 4,26) y de hijo del hombre (al ciego de nacimiento en 9,37).

a) Primera sección (vv. 22-30):

El argumento principal de esta sección, reforzado por una pequeña estructura concéntrica, consiste en el “no creer” (vv. 25-26) en las obras de Jesús, que son las que dan testimonio de Él, al mismo tiempo. Los jefes de los judíos no creen en El, porque “no son de sus ovejas” (v. 26). De todos modos, no pueden aducir esta circunstancia como una causa para excusar su incredulidad, porque la causa principal de esta no es sino su propio rechazo a lo que Jesús propone. Mientras que los que creen en El, los suyos, escucharán su voz y lo seguirán, no existiendo fuerza en el mundo que pueda perderlos, porque “nadie podrá arrebatarlos de sus manos” (v. 28), ni “de las del Padre” (v. 29). La conclusión se expresa del siguiente modo: “Yo y el Padre somos uno” (v. 30).

Este último versículo ha sido clave en las controversias trinitarias de los primeros siglos. Los monarquianos o sabelianos lo interpretaban en el sentido de “una sola Persona”, si bien el griego ἕν (hén = uno) tiene género neutro y no masculino. Los arianos, que veían en el versículo una amenaza a su doctrina, lo interpretaban en términos de una unión moral de voluntad solamente. Sin embargo, la fuerza del término en neutro es muy grande, para que se piense que designa una unidad distinta de aquella unidad personal. Quizás sea más correcto traducir: “una cosa sola”.

b) Segunda sección (vv. 31-39):

Después de una breve presentación (v. 31), dos ideas fundamentales son las que se desarrollan: Por un lado, el tema de las “obras buenas” en los vv. 32-33 (notar que se usa kalá, plural neutro de kalós). El adjetivo utilizado nos da idea de obras sublimes, perfectas. La segunda es como el desemboque natural de la primera, porque son las obras sublimes hechas por Jesús, las que dan testimonio de su divinidad; sólo que los judíos creen que El “se hace Dios” (v. 33), mientras que Jesús confesará “soy Hijo de Dios” (v. 36). Para demostrar que no se trata de una blasfemia, como ellos suponen (v. 34 y v. 36), Jesús recurre a la Escritura, y lo hace con una demostración típica entre los rabinos (que también se emplea en el NT, como San Pablo, por ejemplo), que es el argumento a fortiori. Podemos aquí resumirlo del siguiente modo: Si ya en la Ley, y por lo tanto de parte de Dios, el título (dios) es concedido a los hombres (cfr. Sal 82,6), con mayor razón podrá ser llamado hijo de Dios aquel a quien el Padre ha santificado y enviado al mundo, y que lo demuestra con sus obras. Quizás por esa razón Jesús utiliza aquí “hijo de Dios”, para dar a entender el sentido distinto de como se lo usa en el salmo y como ahora Él lo utiliza. De todos modos, el argumento rige y es válido, en el sentido que, de modo amplio, la Escritura llama también dios a quien es distinto, en algo, del Dios verdadero.

III. ELEMENTOS DE PROFUNDIZACION

Tomás de Aquino afirma que, así como en el cap. 9, se mostró el efecto iluminante de la enseñanza de Jesús (dando la vista al ciego de nacimiento), se muestra ahora aquí su virtud vivificante. De hecho, pensamos nosotros, la insistencia del cap. 10 es en estos aspectos: El de Jesús como puerta por la cual se accede al redil, el de Pastor de las ovejas, que las guía hacia la fuente de la vida, y el de las buenas obras que dan testimonio de dicha vida. Es de algún modo el recorrido de la estructura del pasaje: La aceptación o no del mensaje de Jesús como puerta Pastor – de la primera parte del discurso – lleva a la dicotomía de tener que ‘creer’ o no en el testimonio de Jesús y en sus ‘obras buenas’, argumento de la segunda parte.

  1. Jesús: puerta del redil

Habíamos expuesto los argumentos por los cuales Jesús se llama a sí mismo la puerta (en el texto: de las ovejas). Tomás de Aquino presenta las distintas opiniones del Crisóstomo y de San Agustín. El primero afirma que, según el modo en que el Señor habla de sí mismo, el término puerta cambia de referencia: Cuando dice de ser pastor, es necesario que la puerta sea distinta de Él, porque el pastor no puede identificarse con la puerta. Ahora bien, fuera de Cristo, nada puede ser llamado mejor ‘puerta’ que la Sagrada Escritura, por diversas razones:

1) El Nuevo Testamento (Aquino dirá Jesús mismo) llama ‘puerta’ a la Escritura: Recen también por mí, para que Dios abra la puerta a la Buena Noticia y me permita exponer el misterio de Cristo (Col 4,3), y también porque por ella podemos entrar en el conocimiento de Dios y de su Evangelio (Rom 1,2).[13]

2) Porque, así como la puerta asegura las ovejas, así la Sagrada Escritura conserva la vida de los fieles (cfr. Jn 5,39: Escudriñad las Escrituras, porque os parece que en ellas tenéis vida eterna; son ellas las que dan testimonio de mí).

3) Porque, así como la puerta impide el acceso a los lobos, así la Escritura protege a los fieles (cfr. 2Tim 3,16: Toda Escritura es inspirada y útil para enseñar, argumentar, encaminar e instruir en la justicia).

Por lo tanto, todo aquel que pretende enseñar, pero no tiene en cuenta la Escritura, no entra realmente por la puerta. Y el motivo por el cual se enseña cosas diversas y contrarias a las Sagradas Escrituras no es otro que la soberbia (1Tim 6,3: Quien enseña otra cosa y no se atiene a las palabras saludables de nuestro Señor Jesucristo y a una enseñanza piadosa, se ha llenado de orgullo y no entiende nada).

San Agustín sostiene en cambio que por ‘puerta’ se entiende Cristo, porque es por El por quien se debe entrar, según Ap 4,1: Contemplé después una puerta abierta en el cielo y oí la voz que me había hablado al principio. El que entra en el redil entra por Cristo, y también las ovejas lo hacen por El. Por Cristo se entra a la asamblea de los fieles; o sea, la Iglesia, y por ella entrarán los verdaderos pastores (en referencia a los ministros de Jesús). En conformidad con lo anterior, enseñará también que quienes no entran por la puerta sino por otra parte, son en realidad soberbios y no imitan a Jesús ni se acuerdan de su humildad.

Santo Tomás, por su parte, agrega que Jesús explica la imagen de la puerta, en la parábola, aplicándola a Jesús, porque así como la puerta impide salir y defiende a los que están adentro, es propio de Cristo defender a sus fieles, porque por El somos defendidos y protegidos, como afirma el Nuevo Testamento en diversos pasajes: No se les ha dado a los hombres otro nombre bajo el cielo por el cual hayamos de salvarnos (Hch 4,12); Cuánto más, ya reconciliados, seremos salvos por su vida (Rom 5,10).[14]

  1. Jesús: El Buen Pastor

Los signos del Buen Pastor son tres: 1 – El que se desprende del comportamiento del portero – guardián, quien lo hace entrar (v. 3): Según el Crisóstomo, el guardián es el que introduce al conocimiento de la Sagrada Escritura, el primero de los cuales fue Moisés (cfr. 5,46). San Agustín dice, en cambio, que el portero es el mismo Cristo porque es El quien acerca los hombres a Sí mismo. No es importante, en definitiva, si el portero es el mismo Jesús o no, porque las descritas en la parábola son solamente figuras que se aplican a realidades espirituales, y estas pueden ser representadas por una o más figuras.

2 – El segundo signo se deduce del comportamiento de las ovejas: Le obedecen (v. 3). Aquí la figura se aplica en modo riguroso, porque verdaderamente las ovejas siguen la voz del pastor, así como los verdaderos fieles escuchan la voz de Cristo.

3 – El tercer signo se deduce de las mismas acciones del pastor: Llama a las ovejas por su nombre (v. 4), siguiéndose cuatro acciones: a) Conoce sus ovejas (“llamarlas por su nombre”), demostrando familiaridad con ellas; b) Conducir hacia afuera a las ovejas, o sea, separarlas de la compañía de los impíos; c) “Cuando ha sacado todas afuera …” (v. 4), para guiarlas a la salvación eterna; d) Preceder a las ovejas con el ejemplo de su buena conducta: Camina delante de ellas y estas lo siguen (v. 4).

Que Cristo sea Pastor es evidente, porque, así como el rebaño es guiado y conducido por el pastor, también los fieles se nutren de Cristo como de un alimento espiritual, incluso con su cuerpo y su sangre. Por eso las palabras de Pedro: Erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al Pastor y Obispo de vuestras almas (1Pe 2,25) y de Isaías: Como un pastor, apacentará su rebaño (Is 40,11). Para diferenciarse del mal pastor y del ladrón, agrega el adjetivo ‘bueno’. Es bueno porque cumple bien el oficio del Pastor (y su oficio principal es la Caridad, dirá más adelante, al no buscar su propio beneficio sino el del rebaño), así como se dice buen soldado el que cumple bien el oficio de tal.

Se dijo que entra por la puerta, afirmando antes que Él mismo es la puerta, mientras que aquí se dice que es el Pastor. Combinando ambas cosas, es necesario que entre por sí mismo, porque se manifiesta a si mismo, y por sí mismo conoce al Padre. Nosotros, en cambio, entramos por El, porque es por su medio que obtenemos la bienaventuranza. Existe una diferencia entre puerta y Pastor. Jesús delega también su oficio de Pastor, pero se reserva sólo para si mismo el de puerta. Ha comunicado, en cambio, a otros su oficio de Pastor, según se lee en Jeremías 1,5: Os daré pastores según mi corazón.[15]

[1] Sea paroimía que parabolē – este último usado por los Sinópticos – son utilizados para traducir el término hebreo māshāl, de significado amplio que comprende todo tipo de discurso figurativo. Ecclo 47,17 los da como sinónimos.

[2] Cfr. A. Wikenhauser, L’Evangelo secondo Giovanni [Nuovo Testamento commentato IV; Morcelliana Brescia, 1959], 263.

[3] Cfr. L’Evangelo … 264.

[4] Razona así R. E. Brown, Giovanni: Commento al vangelo spirituale, Cittadella, Assisi 19913, 503.

[5] Jn 18,36: Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis soldados habrían peleado para que no me entregaran a los judíos. Pero mi reino no es de aquí.

[6] Cfr. L’Evangelo … 265.

[7] Cfr. S. Ignacio de Antioquía, Carta a los filadelfios 9, 1. Pastor de Hermas (dividido en visiones, preceptos y semejanzas o ‘similitudines’), Simil 9, 12, 3.

[8] Cfr. R. E. Brown, Giovanni, 504.

[9] Así también Wikenhauser, L’Evangelo … 268-9.

[10] Lo hace notar así R. Brown, Giovanni, 505.

[11] La dedicación del Templo tuvo lugar el 25 del mes de Casleu (diciembre), en el aniversario del día en que lo habían profanado (cfr. 1Mac 4, 53-54 y 2Mac 1,9), del 164 a.C., después de una profanación que duró tres años.

[12] Cfr. Flavio Josefo, Antigüedades judías XII, 7,7, § 316-325, que también menciona el pórtico de Salomón, como el pórtico oriental del lado interno, alrededor del atrio del templo (Ant. judías XX, 9,7, § 220; Las guerras judías V, 5,1).

[13] Esta es la interpretación de Sto. Tomás. Aunque el texto pareciera dar a entender más bien que la ‘puerta’ es la conversión (puerta del corazón), por lo que se pide a Dios que la abra (como en Ap 3, 8.20). Rom 1, 1-2: Llamado a ser apóstol, elegido para anunciar la Buena Nueva de Dios, quién ya había prometido por sus profetas en las sagradas Escrituras.

[14] Cfr. Tomás de Aquino, Comentario al evangelio de San Juan (In evangelium Iohannis expositio), X, ed. Città Nuova, Roma 1992, vol. II, lect. I, 186-89; lect. II, 199.

[15] Cfr. Tomás de Aquino, Comentario, lect. I, 192-93; lect. III, 202-3.

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