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San Jerónimo (Estridón; 347- Belén; 30 de septiembre de 420)

San Jerónimo fue el primer gran traductor de la Biblia en Occidente

R. P. Tito A. Paredes, IVE

        “(San Jerónimo) Doctor eminente en la interpretación de las sagradas Escrituras”. Benedicto XV

I.       Podríamos preguntarnos ¿Qué podemos aprender e imitar nosotros de San Jerónimo? Y podríamos responder con palabras de Benedicto XVI: «Me parece que sobre todo podemos aprender a amar la palabra de Dios en la sagrada Escritura. Dice san Jerónimo: “Ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo”. Por eso es importante que todo cristiano viva en contacto y en diálogo personal con la palabra de Dios, que se nos entrega en la sagrada Escritura. Este diálogo con ella debe tener siempre dos dimensiones:  por una parte, debe ser un diálogo realmente personal, porque Dios habla con cada uno de nosotros a través de la sagrada Escritura y tiene un mensaje para cada uno.

No debemos leer la sagrada Escritura como una palabra del pasado, sino como palabra de Dios que se dirige también a nosotros, y tratar de entender lo que nos quiere decir el Señor. Pero, para no caer en el individualismo, debemos tener presente que la palabra de Dios se nos da precisamente para construir comunión, para unirnos en la verdad a lo largo de nuestro camino hacia Dios. Por tanto, aun siendo siempre una palabra personal, es también una palabra que construye a la comunidad, que construye a la Iglesia.

Así pues, debemos leerla en comunión con la Iglesia viva. El lugar privilegiado de la lectura y de la escucha de la palabra de Dios es la liturgia, en la que, celebrando la Palabra y haciendo presente en el sacramento el Cuerpo de Cristo, actualizamos la Palabra en nuestra vida y la hacemos presente entre nosotros.

No debemos olvidar nunca que la palabra de Dios trasciende los tiempos. Las opiniones humanas vienen y van. Lo que hoy es modernísimo, mañana será viejísimo. La palabra de Dios, por el contrario, es palabra de vida eterna, lleva en sí la eternidad, lo que vale para siempre. Por tanto, al llevar en nosotros la palabra de Dios, llevamos la vida eterna.

[Concluía el Papa emérito] con unas palabras que san Jerónimo dirigió a san Paulino de Nola. En ellas, el gran exegeta expresa precisamente esta realidad, es decir, que en la palabra de Dios recibimos la eternidad, la vida eterna. Dice san Jerónimo: “Tratemos de aprender en la tierra las verdades cuya consistencia permanecerá también en el cielo” (Ep 53, 10)»[1].

II.      El 18 de abril de 1999, el P. Buela, les decía a los seminaristas del Seminario “María, Madre del Verbo Encarnado”[2], en la querida Finca: «El celebrado exégeta P. Ignace de la Potterie, SJ, nos preguntaba el año pasado, por qué razón enviábamos tantos sacerdotes a especializarse en Roma en exégesis bíblica. Respondimos: Por dos razones fundamentales; primera, porque es uno de los campos minados donde trabaja a destajo Satanás, como lo decía el recordado Von Hildebrands[3]; y segunda, la razón de mayor peso, porque entendemos que forma parte de nuestro carisma fundacional, ya que hay una muy profunda analogía entre el misterio de la Encarnación y el misterio de la Palabra»[4]. Creo que también por este motivo se lee en el acta de fundación de dicha casa de formación, y también escrito por el mismo puño de nuestro querido Padre Fundador: «Por la presente fundamos el Seminario Religioso en la “Villa de Luján”, por expresa autorización de Monseñor León Kruk, Obispo de San Rafael, comenzando sus clases a partir del día de mañana y en todos los cursos, tanto filosóficos como teológicos, según la Ratio Sudiorum.

Así como desde el 1985 hasta ahora se impartía aquí la formación espiritual, disciplinar y pastoral, de ahora en más, también daremos aquí la formación intelectual.

Que el alma de toda formación intelectual sea la Palabra de Dios[5]:

  • Contenida en la Biblia
  • Transmitida por la Tradición
  • Comentada por los Santos Padres
  • Celebrada por la Liturgia
  • Profundizada por los doctores de la Iglesia (“sobre todo por Santo Tomás de Aquino”[6])
  • Interpretada por el Magisterio
  • Y vivida por los santos.

Asimismo, nombramos primer rector del Seminario Religioso al Pbro. Licenciado José María Corbelle. Que este Seminario dé muchos frutos para la gloria de Dios solo. Y de su Madre.

Villa de Luján, 16 de abril de 1990. P. Buela

Con posteridad, con el voto favorable de la mayoría de los padres y seminaristas decidimos llamar a esta obra: Seminario “María Madre del Verbo Encarnado”.»[7]

En tercer lugar, dicha convicción se ve reflejada, afirmada y transmitida contundentemente por el Padre en nuestro derecho propio al afirmar: «La Sagrada Escritura debe ser el alma de nuestra alma, de nuestra espiritualidad, teología, predicación, catequesis y pasto­ral. Debería poder decirse de nosotros lo que decía San Jeróni­mo de una persona conocida suya: “A través de la diaria lectu­ra y meditación de la Escritura, ha hecho de su corazón una biblioteca de Cristo”[8], pues para nosotros “la Palabra de Dios no representa menos que el Cuerpo de Cristo”[9]»[10]. Luego podríamos hacer nuestras las palabras del Apóstol “Ellas -Sagradas Escrituras y Derecho Propio- pueden darte la sabiduría que conduce a la salvación”[11].

III.      Finalmente, «el magisterio de la Iglesia en el último Concilio Ecuménico incita: “De igual forma el Santo Concilio exhorta con vehemencia a todos los cristianos en particular a los religiosos, a que aprendan ‘el sublime conocimiento de Jesucristo’, con la lectura frecuente de las divinas Escrituras”[12].

Por su parte, Pablo VI afirma en Perfectae Caritatis: “En primer lugar, manejen cotidianamente la Sagrada Escritura para adquirir en la lectura y meditación de los sagrados Libros ‘el sublime conocimiento de Cristo Jesús’ (Fil 3,8)”[13]. Y Benedicto XVI en su exhortación apostólica postsinodal Verbum Domini: “También hoy, las formas antiguas y nuevas de especial consagración están llamadas a ser verdaderas escuelas de vida espiritual, en las que se leen las Escrituras según el Espíritu Santo en la Iglesia, de manera que todo el Pueblo de Dios pueda beneficiarse. El Sínodo, por tanto, recomienda que nunca falte en las comunidades de vida consagrada una formación sólida para la lectura creyente de la Biblia[14]”[15]. Fieles a la Tradición y Magisterio, nuestra minúscula, incipiente y querida familia religiosa encarnó en sus Constituciones como en nuestros Directorios el apremiante apelo de la Santa Madre Iglesia»[16].

Según lo dicho antes, quisiera concluir con las palabras de nuestro padre espiritual San Juan Pablo II Magno: «Que la virgen María os sirva de modelo no sólo por su docilidad generosa a la palabra de Dios, sino también, en primer lugar, por su modo de recibir todo lo que se le dijo. San Lucas nos refiere que María meditaba en su corazón las palabras divinas y los acontecimientos que se producían, «συμβάλλουσα ἐν τῇ καρδίᾳ αὐτῆς» (Lc 2,19). Por su aceptación de la palabra, es modelo y madre de los discípulos (cf.  Jn 19,27). Así pues, que ella os enseñe a aceptar plenamente la palabra de Dios en la investigación intelectual y en toda vuestra vida»[17].

[1] Benedicto XVI, Audiencia General, miércoles 7 de noviembre de 2007.

[2] Cf. http://www.padrebuela.org/el-verbo-y-la-biblia/.

[3] Der Fels (Regensburg 1975) 175; cit. en AAVV, La quimera del progresismo, CCC (Buenos Aires 1981) 37.

[4] Buela, C. M., Servidoras II (San Rafael-Mendoza – 2004) pp. 402-403.

[5] Cf. Dei Verbum, 24.

[6] Cf. Optatam Totius, 16; Gravissimus Educationis, 10.

[7] El acta original se encuentra hoy en la Villa de Luján, en la casa llamada S. Bernabé.

[8] San Jerónimo, Ep. ad Heliodorum, LX, 10.

[9] San Agustín, Serm. suppos. 300, citado por Santo Tomás de Aquino, S. Th. II-II, 96, 4, obje­ción 3.

[10] Directorio de Espiritualidad, 239.

[11] 2Tim 3,15.

[12] Dei Verbum, 25.

[13] Perfectae Caritatis, 6.

[14] Cf. Propositio, 24.

[15] Verbum Domini, 83.

[16] Cf. Paredes, T. A., El lugar de la Sagrada Escritura en nuestro derecho propiohttp://biblia.verboencarnado.net/2017/08/23/lugar-la-sagrada-escritura-derecho-propio/

[17]  Este discurso fue pronunciado la mañana del viernes 23 de abril de 1993, durante una audiencia conmemorativa de los cien años de la encíclica «Providentissimus Deus» de León XIII y de los cincuenta años de la encíclica «Divino afflante Spiritu» de Pío XII, ambas dedicadas a los estudios bíblicos. El discurso puede verse en La interpretación de la Biblia en la Iglesia, San Pablo, Buenos Aires, 1993, 127 pp.; o en L’Osservatore Romano, 30 de abril de 1993, pp 5 y 6. El discurso fue pronunciado en francés.

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