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Homilética
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Homilética – II domingo de tiempo ordinario

Juan Bautista vio acercarse a Jesús y dijo: «Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. A Él me refería, cuando dije:

Después de mí viene un hombre que me precede, porque existía antes que yo.
Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua para que Él fuera manifestado a Israel».
Y Juan dio este testimonio: «He visto al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y permanecer sobre Él.
Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: “Aquel sobre el que veas descender el Espíritu y permanecer sobre Él, ese es el que bautiza en el Espíritu Santo”.
Yo lo he visto y doy testimonio de que Él es el Hijo de Dios».

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Homilética
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Homilética El Bautismo del Señor

. Y, una vez bañado Jesús, subió del agua, y he aquí que se le abrieron los cielos. —¿Por qué razón, pues, se abren los cielos? —Porque os deis cuenta de que también en vuestro bau¬tismo se abre el cielo, os llama Dios a la patria de arriba y quiere que no tengáis ya nada de común con la tierra. Aun cuando no lo veáis, no por eso habéis de dejar de creerlo. A los comienzos se dan siempre esos prodigios, y las cosas espiritua¬les vienen a hacerse sensibles y visibles; se dan prodigios como el del Jordán en atención a los más rudos y que necesitan de visión sensible, pues son incapaces de toda idea de la natura¬leza espiritual. Sólo a lo visible levantan la cabeza. De este modo, aun cuando después no se hacen ya aquellos prodigios, se puede aceptar por la fe lo que una vez al principio nos pusieron ellos de manifiesto

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Espiritualidad
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Solemnidad de la Epifanía del Señor – San Agustín

Ya entonces comenzó a unir en sí mismo a dos paredes que traían distinta dirección, guiando a los pastores de Judea y a los magos de Oriente para hacer en sí mismo, de los dos, un solo hombre nuevo, estableciendo la paz; paz a los de lejos y paz a los de cerca. De aquí que unos, acercándose desde la vecindad aquel mismo día, y otros, llegando desde la lejanía en la fecha de hoy, han marcado para la posteridad estos dos días festivos; pero unos y otros vieron la única luz del mundo.

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Homilética
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Homilética – Domingo II después de Navidad

El Verbo en la Encarnación unge con unción santísima todas y cada una de las células del cuerpo de Jesús, y el alma entera en su esencia y en sus facultades. No hay nada en Cristo que no sea tres veces santo, y por tanto, infinitamente adorable. Todo en El es transparencia, autenticidad, sinceridad, coherencia, verdad: Yo soy… la Verdad (Jn 14,6). Es el Amén (Apoc 3,14). Cuantas promesas hay en Dios son en Él Sí; y por Él decimos Amén, para gloria de Dios (2 Cor 1,20), en Él habita la plenitud de la divinidad corporalmente (Col 2,9). En El no hay nada vacío, hueco, o no asumido hipostáticamente. No hay nada de barniz o cáscara. Nada de simulado o camuflado. Nada de mentira, falsedad, inseguridad, velación o hipocresía. Es Uno Solo -el Verbo- en dos naturalezas distintas, ambas perfectas, íntegras e hipostáticamente unidas.

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María Madre de Dios – P. Pablo Rossi, IVE

La fiesta mariana más antigua que se conoce en Occidente es la de “María, Madre de Dios”. Ya en las Catacumbas que están cavadas debajo de la ciudad de Roma y donde se reunían los primeros cristianos para celebrar la Misa hay pinturas con este nombre: “María, Madre de Dios”.
La Iglesia presenta a nuestra consideración la figura de la Santísima Virgen como Madre de Dios. Maternidad divina que es la causa de todos los títulos y grandezas de María: es Inmaculada, llena de gracia, corredentora, asunta y reina de cielos y tierra, por ser Madre de Dios.
Por consiguiente: La maternidad divina constituye el primer principio básico y fundamental de toda la mariología.

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Homilética – Solemnidad de Santa María Madre de Dios

“Y dijo María al ángel: ¿cómo puede ser esto, sino conozco varón? Y respondiendo el ángel le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti y te cubrirá con su sombra la virtud del Altísimo y por eso lo santo que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios. Y he aquí que Isabel, tu parienta, también ha concebido un hijo en su vejez, porque no hay cosa alguna imposible para Dios. Y dijo María: he aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra.”

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Homilética – La Sagrada Familia de Jesús, María y José

Pero considerad también cómo, entre tantas humillaciones, se descubre también la divinidad del niño. En efecto, al decirle el ángel a José: Huye a Egipto, no le prometió acompañarlos él en el camino, ni a la ida ni a la vuelta, dándole a entender que su mejor compañía era el mismo niño recién nacido. Este niño, apenas aparecido, lo transformó todo, y a sus mismos enemigos los hizo entrar en el servicio de sus designios. En efecto, los magos—unos extranjeros—dejan su superstición patria y vienen a adorarle; César Augusto, por su decreto de empadronamiento, contribuye a su nacimiento en Belén; Egipto le recibe en su huida y le salva de las maquinaciones de Herodes, con lo que se adquiere un título para pertenecerle luego. Así, cuando más adelante oye que se lo predican los apóstoles, él se ufana de haber sido el primero en recibirlo. A la verdad, éste fue privilegio de sola Palestina; sin embargo, Egipto le ganó en fervor.

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Homilética – Solemnidad de la Natividad del Señor

Te acogemos con alegría, Omnipotente Dios del cielo y de la tierra, que por amor te has hecho Niño “en Judea, en la ciudad de David, que se llama Belén” (cf. Lc 2, 4).
Te acogemos agradecidos, nueva Luz que surges en la noche del mundo.
Te acogemos como a nuestro hermano, “Príncipe de la paz”, que has hecho “de los dos pueblos una sola cosa” (Ef 2, 14).

Cólmanos de tus dones, Tú que no has desdeñado comenzar la vida humana como nosotros. Haz que seamos hijos de Dios, Tú que por nosotros has querido hacerte hijo del hombre (cf. S. Agustín, Sermón 184).
Tú, “Maravilla de Consejero”, promesa segura de paz; Tú, presencia eficaz del “Dios poderoso”; Tú, nuestro único Dios, que yaces pobre y humilde en la sombra del pesebre, acógenos al lado de tu cuna.

¡Venid, pueblos de la tierra y abridle las puertas de vuestra historia! Venid a adorar al Hijo de la Virgen María, que ha venido entre nosotros en esta noche preparada por siglos.
Noche de alegría y de luz.
¡Venite, adoremus!

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Dar a los pobres

De San Gregorio Nacianceno (330-390)“Dios, emocionado por el gran desamparo del hombre, le dio la Ley y los profetas, después de haberle dado la ley

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Monasterio de la Sagrada Familia

LA DONCELLA Y EL PROFETA

La señal prometida por Dios  P. Gustavo Pascual, IVE.             Ochocientos años antes del nacimiento de Jesús, siendo Ajaz, rey de Judá, subieron para tomar Jerusalén

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