El sí de la Virgen María, contemplado en el misterio de la Presentación del Niño Jesús en el Templo

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La Virgen subió al templo con el Niño Jesús en su seno, meditando en su corazón el acontecimiento que estaba a punto de tener lugar, y en el que leía la Voluntad de Dios con la misma naturalidad con que el cristal refleja la luz del sol. Mientras tanto, el Rey del Cielo y de la Tierra dormía plácidamente. San José se adelantó silenciosamente, guiando el camino y mostrando su papel de cabeza y protector de esta santísima familia. Él también llevaba muchas cosas dentro.

La madre contempló a su Hijo, dándose cuenta de que allí tendría que dar uno de los primeros «sí» a la Voluntad del Padre… Allí, el dolor de la separación es ya un preludio del Calvario, que se clavará en su alma… Ella ama a su Hijo más que a sí misma, de hecho, todo lo que ella ama está allí en sus brazos, es su Divino Hijo, y aunque estos sentimientos existen en el corazón de la Virgen, de ninguna manera se oponen la voluntad del Padre y la suya. Ella sabe que cuanto más se acerca, más aumenta el dolor, y sin embargo el dolor y el amor en ella eran una sola cosa… Ella decía su Fiat que nunca cambiaba, ni disminuía, que siempre era un Fiat total y fiel que, con el paso de los años, crecía en intensidad y amor, pero que nunca se volvía atrás.

En el momento de la entrega, del hecho mismo, ella, como un alma heroica, se rinde, dice Fiat una vez más y, cuando su único amor vuelve a sus brazos, ella sabe que esto se repetirá muchas veces hasta que llegue el momento de la Cruz y de la muerte, cuando lo tendrá, ya no vivo en su seno, sino muerto, frío e inerte… Aun así, nunca se echa atrás, nunca dice «hasta aquí», ¡porque sabe que la salvación del mundo pende de su “sí” fiel y constante! No porque Dios no sea omnipotente, sino porque ha querido que nuestra salvación dependa del sí de una virgen.

Que aprendamos, pues, del Fiat de la Virgen a renovar siempre nuestro Fiat y a no negarle nunca nada a Dios. ¿Y cómo lo conseguiremos? «En suma docilidad al Espíritu Santo y dentro de la impronta de María». Sólo así seremos verdaderamente santos, indiferentes y sumisos, abandonados a la Divina Providencia, diciendo siempre Fiat a todo lo que Dios nos pida.

 

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Comentarios 1

  1. Maria Cano dice:

    Madre mía enséñame hacer la voluntad de Dios para cumplir los propósitos que desea para El.

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