Ciudad de la Misericordia en Musoma – P Diego Cano, IVE – Tanzania

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Parroquia de Kangeme, Kahama, Tanzania, 9 de septiembre de 2021

Nos hemos visto impedidos durante un tiempo de escribir crónicas desde Tanzania, y la razón principal han sido un par de viajes que debimos realizar, para visitar las diócesis de algunos obispos que nos habían invitado. Hemos recorrido una gran distancia en pocos días, y por lo tanto el tiempo para escribir era nulo.
El viaje lo comenzamos el 16 de agosto, junto con las Superioras de las Servidoras en Tanzania, las Madres Blessed Sacrament y Protectrice, y nos dirigimos hacia el norte de Tanzania, a una diócesis que se llama Musoma, en el límite con Kenia. Teníamos pensado un viaje de diez días en total, con apenas tres días “en tierra firme”, para visitar a otro obispo en el sur.
Debo contarles que los movimientos terrestres en Tanzania son siempre difíciles, sobre todo por el mal estado de las rutas, y porque en ninguna parte hay autopistas. Por lo tanto están atestadas de camiones, buses, y miles de vehículos particulares. Junto a las rutas se encuentran los obstáculos comunes de peatones, bicicletas llevando grandes cargas, motos con dos y tres personas, o llevando bolsas gigantes de carbón, y por si esto fuera poco, rebaños de chivos, ovejas, vacas… en fin, los invito a imaginárselo. Por estas rutas, viajamos en esos días una distancia de 4.200 km. Y créanme, me animo a decir que fue una aventura, con sus grandes satisfacciones, y con sus momentos alegres y sacrificados.
La primer visita fue al obispo de Musoma, quien nos llevó principalmente a conocer una obra de caridad fundada por un sacerdote diocesano, el P. Biseko. Este sacerdote, de 41 años de sacerdote, hace 33 que fundó lo que hoy se llama “Ciudad de la Misericordia”. Lo comenzó llevado por el impulso de las palabras de Cristo: “lo que hacéis a uno de estos hermanos, conmigo lo hacéis” (cf Mt. 25,40). Así se le unieron algunos jóvenes que querían consagrarse a realizar estas obras de caridad. Primero comenzó con una casa cerca de la ciudad, en la zona de Makoko, y luego otra casa en un lugar muy cercano. Finalmente obtuvo un terreno grande junto al lago Victoria, a unos 20 km de la ciudad, en el lugar llamado Kigera Etuma. En este último lugar es donde se encuentra la casa más grande, y la mayor cantidad de beneficiarios.
El P. Biseko nos recibió muy amablemente. Nos mostró la Casa Madre de su obra, sumamente pequeña y muy humilde, construida de una manera muy sencilla. Luego fuimos a la segunda casa, y allí comprobamos lo mismo respecto a cómo han sido los inicios de esta obra, con mucho sacrificio y mucha humildad. En éste segundo lugar estuvimos con algunos de los beneficiarios, algunas mujeres con discapacidades, algunos niños, y abuelos. Allí viven en total unos ocho beneficiarios, más las personas que voluntariamente trabajan en el lugar, recibiendo una pequeña remuneración.
Entonces el P. Biseko se subió a su camioneta, y a pesar de su dificultad para caminar, y para manejar, fue guiando el vehículo del obispo que lo seguía hacia hacia Kigera Etuma. La mayor parte era camino de tierra, por eso tardamos unos 45 minutos en recorrer los 20 kilómetros que la separan de Musoma. Mientras viajábamos veíamos que las poblaciones eran más y más pobres, con muy pequeñas construcciones, de barro y techo de pajas. Muchas casas de esa zona se reducían a una sola construcción de unos tres por cinco o seis metros. Antes de llegar a la casa de misericordia, debimos pasar por dos tramos de barro que sólo se podía cruzar con doble tracción en las ruedas. Ni bien llegamos, nos vimos rodeados por muchos de los beneficiarios que venían a saludar a las visitas, como nosotros estamos acostumbrados a ver en nuestros hogarcitos. El ambiente nos hacía acordar con mucha alegría a las casas de caridad de la Congregación, pero con la diferencia de no ver religiosos en medio de ellos.
En este lugar los beneficiarios son unos 50, como nos decía el P. Biseko. Recorrimos con el obispo las instalaciones, y se lo veía muy a gusto en medio de los enfermos, hablando con los ancianos, totalmente habituado ese ambiente. Quiero destacar lo bien que se los veía a los beneficiarios, muy bien higienizados, y a la vez las habitaciones habían sido baldeadas y aseadas convenientemente. Se ve que hay preocupación en los que allí trabajan, que no son simples empleados, sino que muchos de ellos están hace muchos años junto al P. Biseko. Se percibe que hacen el trabajo de corazón, buscando hacer el bien a esas personas. Pero a la vez me gustaría darles una idea más exacta de lo que significa ese hogar.
Por un lado, se encuentran en la misma casa varones y mujeres, pero separados en pabellones distintos, sin embargo comparten el patio en común, y el comedor. También forman parte del grupo de los beneficiarios, algunos abuelos, otros enfermos de otras enfermedades que no tienen quien los atienda, y hasta hay entre ellos algunos enfermos de SIDA. Finalmente también hay un grupo de unos 14 niños huérfanos, y algunos son hijos de algunas mujeres que están allí internas.
Veíamos los edificios muy pobres, construidos con mucha simplicidad, y se los notaba un poco arruinados por el paso del tiempo. Las habitaciones no tenían cielo raso, y se escuchaban todo el tiempo los murciélagos, en pleno día. Veíamos murciélagos arrastrándose por el patio, y hasta en las telas mosquiteras de las ventanas. Pero como les digo, los ambientes estaban limpios, lo que sucede es que en estos edificios antiguos estos animales ya están instalados, y es muy difícil de expulsarlos, el olor es penetrante.
En el centro del patio se encuentra una gran iglesia, que como todos los otros edificios, presentaba los mismos problemas. Sin embargo se puede ver que con algunos trabajos podría cambiar totalmente, pero todo eso significa mucho esfuerzo económico.
También estaba ocupando otra gran parte del patio interno el edificio del dispensario. Un pequeño hospital que estuvo funcionando hace tiempo, pero ya no hay quien lo lleve adelante. Sería una gran ayuda para los mismos internos, pero también nos contaban que venían muchas personas del poblado que rodea al hogar. Hace cuatro años que está cerrado, por falta de quien se ocupe de eso. El edificio se encuentra en muy buenas condiciones, y tiene absolutamente todo: camas, sillas, muebles… y se nota que en algún tiempo fue realmente próspero.
En ninguna parte hay electricidad del estado, sino sólo electricidad por paneles solares. El agua es una dificultad, a pesar de estar junto al lago, simplemente por no tener un buen sistema para extraer el agua. Se cuenta con un molino de viento, que la mayor parte del tiempo se rompe y no hay quien lo repare. Pero en el tiempo que lo visitamos, estaba funcionando.
Se nota en todo que el P. Biseko ha hecho una gran obra, a la que le ha dedicado todos sus esfuerzos, y en la que ha puesto su corazón. En Musoma el P. Biseko es conocido como el “Padre Upendo”, o “Padre Caridad”. Muchos de los voluntarios han sido jóvenes que hace mucho siguen al padre en esta obra.
El lugar mismo es bello, junto al Lago Victoria, pero está lejos, sin ninguna comodidad de la ciudad. Está lejos de toda atención médica, y en época de lluvia se complica muchísimo el acceso. Los poblados que rodean al hogar son sumamente pobres, y las noches al descampado y sin nada de luz, son un poco peligrosas. Si bien tanto las hermanas como yo, estamos acostumbrados a ver nuestros hogares, esta visita que hicimos nos golpeó mucho. Nos preguntábamos a nosotros mismos, ¿Quién estará dispuesto a venir a estos lugares? Son los más pobres de los pobres, los enfermos, que muchos de ellos no tiene a dónde ir, o ni siquiera tienen familia.
Por otra parte nos preguntábamos qué grado de virtud se necesita para venir a un lugar como éste, donde hay que trabajar mucho y vivir en medio de tanta pobreza. Hacer un apostolado y trabajo que de suyo es sacrificado.
Junto a las hermanas dimos gracias de poder tener la oportunidad de conocer este hogar, y ver la obra de la iglesia en lugares desconocidos. Cuantas veces estas cosas no se saben ni se conocen… y son en realidad las obras de la iglesia, la obras de misericordia. Son obras que surgen de la eficacia de la palabra de Cristo… “cuanto hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis ” (Mt. 25, 40). Le dimos muchas gracias al obispo por invitarnos a visitar su diócesis, y poder conocer estas obras de misericordia. Le agradecimos inmensamente también al P. Biseko por su gran testimonio, y por recibirnos con tanta caridad y alegría.
¡Firmes en la brecha!
P. Diego Cano, IVE

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Comentarios 5

  1. LAIDA dice:

    QUE DIOS BENDIGA A TODOS LOS QUE TRABAJAN EN TANZANIA POR LOS POBRES, HUÉRFANOS Y ENFERMOS CON TANTO SACRIFICIO HONRANDO A NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO!!

  2. Me encantaría ir,Si Dios así lo dispone a misionar,por 🙏 lo mismo …lo que hiciste al más pequeño de los míos a mi me lo hiciste…felicito al IVE y a las Hermanas Servidoras de la Vírgen de Matará.
    Viva la Vírgen y adelante.

  3. Ma Guadalupe Mendoza dice:

    Padre Diego Cano, soy una empleada y aunque no gano mucho, me gustaría apoyar económicamente con lo que pueda, porfavor si pueden indicarme en que cuenta se puede depositar. Muchas gracias por esta crónica qe como siemore nos toca el alma. Bendiciones Padre y sie pre esta presente en mis oraciones.

  4. Marta Cecilia Larrea dice:

    Gracias padre Diego por mostrarnos otras realidades, que si bien en nuestro país es pobre, pero como dice usted son los más pobres de los pobres. Estás crónicas dejan mucha enseñanzas y ganas de ayudar. Si pueden pasar alguna cuenta para colaborar quedas no sea mucho pero un granito de arena forma parte de la playa. Y como más ser puede ayudar. Muchas gracias

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