Cristo nuestra Pascua – Kristo Paska wetu

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La vida del misionero suele estar sembrada de amargas espinas y sufrimientos. Dificultades, problemas, debilidades. Pero si comparamos estas espinas con las alegrías que Dios le da, no son sino pocas.
“El misionero no sufre gran cosa si tiene vocación. Es un error imaginarse al misionero medio destrozado por las fatigas, triste, suspirando ayes continuamente y hecho una miseria… Dios está con el misionero que lo es por vocación y obediencia y le hace alegre la vida” (Crónicas Akulurakeñas, Segundo Llorente, SJ).
La misión es verdadera alegría. No se pueden explicar todos los porqués de esta verdad, pero el que va a la misión lo experimenta muy bien. Así lo pude palpar en nuestra querida misión de Ushetu, Tanzania.
Las dificultades son muchas, pero son siempre numerables. En cambio, la alegría que se vive parece ser infinita. Vida tan simple, tan diáfana… pero a la vez tan alegre. Es difícil expresarlo adecuadamente. Quizás baste esta frase: “Kristo Paska Wetu” (Cristo es Nuestra Pascua).
La secuencia pascual, el Victimae Paschali, es un canto en sí mismo bellísimo, pero aquí, en Tanzania lo cantan en swahili y con un estribillo tan particular que tiene un encanto del todo especial, porque repite casi interminablemente la frase Kristo Paska Wetu.
La Iglesia estaba llena de fieles. Era domingo de Pascua. El coro, las niñas, los monaguillos y el nutrido número de catecúmenos, listos para ser bautizados. No faltaba nadie, ni nadie tenía prisa para que la ceremonia que duró casi cuatro horas terminase pronto. No hay apuro. Es domingo… domingo de Pascua.
Y toda aquella gente, en su gran mayoría venida de lejos, caminando varios kilómetros para poder llegar. Estaban allí para celebrar a Cristo, Nuestra Pascua… para alegrarse de que Él había resucitado.
Es que esta es la razón por la cual estamos alegres. Cristo resucitado y victorioso nos asegura nuestra victoria y el triunfo de nuestro trabajo. El misionero vive de esta realidad y le hace ver este mundo, con sus cosas y preocupaciones, como algo efímero. No toma muy en serio esta vida que pasa. El mal no le perturba, porque sabe que es un poder ya derrocado por la luz de la Pascua.
* * *
La misión es verdadera alegría. Alegría de Pascua. Alegría que se expande y comunica, tal como los ángeles lo hicieron para Navidad y para Pascua: “Os ha nacido un salvador”, “Él está vivo”.
Esta es la vida misionera: anunciar la alegría de la Resurrección. Cuando uno va a los kigango (las aldeas) y puede celebrar los sacramentos, como quien dice, en el medio de la nada, allí en las estepas africanas, no hace más que expandir la resurrección. Tal como lo hicieron los apóstoles después de la Ascensión y Pentecostés. Y allí mismo anunciar a todos que Cristo es nuestra Pascua. O sea, que Él es la única fuente de libertad, de vida y de salvación. Y que sólo Él revela al hombre qué significa ser hombre.
El misionero está llamado a difundir alegría, como la que vimos en esos rostros africanos tan expresivos de Ushetu, aquel inolvidable domingo de Pascua, con más de veinte bautismos. Como lo vimos en el oratorio de aquella tarde. Cientos de niños jugando y celebrando la Pascua, tal como lo hacen los niños, jugando y divirtiéndose.
Kristo Paska Wetu…Pascua en África. Pascua en Ushetu.
P. Bernardo Ibarra, IVE

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