Aprovecho a publicar una entrevista que me han hecho de una revista, para que se saquen algunas dudas. Le agradezco a la peridista Tamara García, del diario Paz y Bien, de España.
Y va un link con otro vídeo de la misión en Tanzania, para que lo disfruten… este está realmente bueno, no se lo pierdan, son sólo nueve intensos minutos: https://youtu.be/Jvbao6dWB1w
1 – ¿Cuándo y cómo comenzó su vocación sacerdotal?
Es difícil resumirlo, ha habido muchas cosas que han influido y se fue dando en muchos momentos, pero puedo decir que comenzó en el tiempo de mi primera comunión, cuando tenía ocho años. Sin saber que Dios me llamaba al sacerdocio, cosa que pude descubrir unos años más tarde, creo que desde ése tiempo Dios puso en mi corazón una gran admiración por los sacerdotes, y por lo que ellos hacían en la Misa. Me parecía fascinante saber que el pan común se convirtiera en el Cuerpo de Cristo, todo Cristo allí presente, misteriosamente. Veía a los sacerdotes como personas muy especiales, aquellos que podían hacer lo que no puede hacer nadie. Pienso que eso ha sido una semilla de la vocación en mi alma. Luego más concretamente vi el llamado de Dios cuando a los 12 años de edad fui a visitar a mi hermano, Marcelo, cinco años mayor que yo, que estaba en el seminario menor de nuestro Instituto, en San Rafael, Mendoza. Por esos cinco días que viví allí ya no pude dudar que debía ser sacerdote. Pude ver la alegría con la que vivían ellos, en medio de una vida muy sencilla, muy pobre. La alegría cotidiana y la seriedad en las cosas de Dios.
2 – ¿Desde cuándo lleva en Tanzania?
Llegué en enero de 2013. Estoy en Tanzania desde hace tres años y medio, muy poco tiempo todavía, pero con el deseo de pasar mucho años aquí, si Dios quisiera regalármelo, sería dichoso de estar toda mi vida. Mi gran sueño es morir en misión.
3 – ¿Por qué decide llevar a cabo esta misión?
No es cosa que uno elija simplemente. Se trata de un llamado de Dios, como decimos, ya desde el principio. Como dijo Jesús: “No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca” (Jn15,16). Y lo mismo sucede con el lugar donde misionar. En concreto, en la práctica de nuestra Congregación, uno se puede ofrecer para ir a alguna misión a la que se sienta llamado. En mi caso me ofrecí en varias oportunidades a mi superior general para ir de misión a los países donde estaba nuestro instituto misionando, atraído por los lugares más pobres. Por eso no sólo me ofrecía para misionar en Tanzania, sino también en Guyana y Papúa Nueva Guinea, donde tenemos misiones. Sin embargo, también uno se pone en manos de los superiores, que saben mejor las necesidades, y conocen nuestras cualidades y límites. Finalmente ellos fueron los que me enviaron a Tanzania. El día que me lo comunicaron, casi no pude dormir de la alegría y emoción.
4 – ¿Cuál es su principal labor allí?
Mi principal labor, es ser sacerdote misionero. Es decir, el trabajo apostólico es tanto que casi no podemos dedicarnos a otras cosas, aunque también son necesarias, pero no tan importantes. Me explico. Podríamos también dedicarnos a construir escuelas y hospitales, hacer pozos de agua, y miles de obras que son muy necesarias. Pensamos que algún día podamos contar con más misioneros, y con medios materiales, y de esta manera ayudarles más con estas cosas. Sin embargo mi trabajo es el propio del misionero: celebrar la misa, confesar, y atender espiritualmente a la comunidad de las hermanas, que atienden una escuela y un hospital en la misión. Luego visitar las aldeas que pertenecen a mi parroquia. Tenemos 51 aldeas, dispersas en una extensión de 350 km2, con 100.000 habitantes. A algunas aldeas llegamos sólo en motocicleta, un par de veces al año. En otras celebramos la misa y visitamos la comunidad una sola vez al año. Muchas veces se dificulta esto en tiempo de lluvias, donde casi no es posible llegar en automóvil. La gente está feliz de ver venir al sacerdote, es una verdadera fiesta cuando llega, porque tendrán la Misa, recibirán a Cristo en la Eucaristía, y se pueden confesar. Los chicos se alegran también por los pequeños obsequios de caramelos, medallas, y algunos juegos. Se visita a los enfermos en sus casas, tal vez unas de las cosas más “fuertes”, en el sentido de que es muy duro ver cómo viven los pobres, y como sufren estos enfermos, muchas veces en el piso, sin ningún auxilio material.
5 – ¿Con qué peligros se vive en Tanzania?
Los mayores peligros pueden ser los de las enfermedades, a las que nosotros no estamos acostumbrados. Es común que el misionero se enferme de malaria, y alguna vez de fiebre tifoidea. Hay alimañas como escorpiones y víboras, pero con las debidas precauciones se puede reducir el peligro casi totalmente. No hay peligros de gran escala, digamos. Vivimos una vida muy tranquila y normal, por ser una parroquia de campo, en medio de un pueblo muy pacífico y trabajador.
6 – ¿Ha vivido algún atentado?
No, gracias a Dios. Tanzania no es un país peligroso en ése sentido. En estos casi cuatro años escuchamos de un solo atentado en una ciudad llamada Arusha, cuando pusieron una bomba casera en una iglesia católica. Alguna otra vez hemos oído de que han quemado iglesias católicas en el norte de Tanzania y otras en le región de Tanga. En la isla de Zanzíbar hace dos años mataron a un sacerdote, sin embargo la realidad de la isla es totalmente diferente a la del continente. En Zanzíbar son 98% musulmanes. Pero han sido hechos aislados, y el gobierno trata de mantener la paz y el orden en ése sentido. De todos modos, no estamos fuera de la realidad africana, y los peligros siempre van en aumento. Es verdad que siempre hay un riesgo, pero no tal vez en misiones como la nuestra, tan lejos de la ciudad, tan metidos en el campo.
7 – ¿Qué significa ser cristiano en Tanzania?
Significa tener un honor muy grande. Pero de verdad que es muy diverso en las ciudades grandes respecto de los pequeños poblados, como en el que estamos nosotros. Es decir, en las ciudades, y especialmente en la costa, hay mayor concentración de musulmanes, y puede ser que sea un poco más difícil, pero en general hay buenas relaciones. En donde estamos nosotros, hay una gran proporción de cristianos, la mayoría católicos. Los misioneros siempre han sido bien estimados. La iglesia católica se destaca por su obras de bien, por el progreso que trae en todos los aspectos, incluyendo la educación y la salud. Eso nos da una cierta autoridad. Los cristianos en general, al menos en nuestra realidad de Ushetu, deben luchar mucho contra las costumbres paganas.
8 – ¿Cuál ha sido el momento más duro que ha vivido en su vida misionera?
La verdad que han habido varios, pero me limito a señalar dos, tal vez los más importantes.
Uno de ellos fue cuando mi compañero de misión, el P. Johntin Lokang, ugandés, al regresar de la visita a unas aldeas tuvo un accidente grande con la motocicleta, y por milagro salvó su vida, pero la pierna izquierda fue destrozada. Pasamos días de angustias, hubo que hacer peripecias para que a los dos días estuviera en un hospital de la capital, y así no perdiera su pierna. Fue duro para mí también perder al compañero de misión, ya que debió trasladarse a Egipto a continuar su recuperación. En ese tiempo quedé solo, casi sin hablar la lengua (el swahili), y vi delante mío un futuro de grandes dificultades. Ante todas estas cosas, siempre me ayudó la fe. La fe es la salida para todos los problemas. Cuando todo está oscuro, siempre hay una claraboya por donde entra la luz, y es la fe. Y también me ayudó el pensar que en toda misión debe haber dificultad, sino no habría aventura misionera. Y la cruz fecunda todo lo que toca, por eso es que me animaba pensando en los frutos y en las almas que nos están esperando, y que nosotros debemos salvar, no otro. Me iluminó lo que nos enseñaron siempre desde nuestro seminario, que el misionero siempre tendrá la Virgen y el Sagrario, y con esas dos cosas, no hay prueba que no se pueda pasar.
La segunda fue que en ese tiempo en que estaba solo en la misión, mi padre comenzó a estar mal, y su salud se arruinó hasta estar muy grave. En nuestro Instituto siempre cuidan mucho que podamos estar cerca de nuestra familia en esas ocasiones. Mis superiores me preguntaron si quería viajar a mi patria, Argentina, para acompañarlo en los últimos momentos. En mi casa somos tres hijos, dos varones (sacerdotes ambos), y una mujer, que es religiosa. Les pregunté a ellos qué les parecía, y ellos me alentaron: “No Diego, tu deber está allá en la misión, allá te necesitan mucho”. Y me dieron el “permiso”, y me alentaron, a hacer este sacrificio por las almas de la misión. Un mes después recibí la noticia de que había fallecido, acompañado de mis hermanos, y fue un consuelo grande. Pero también, no lo niego, un poco difícil. De todos modos, siempre hay que ofrecer algo y sacrificarse por las almas, es el único modo de dar fruto. Fue una preciosa oportunidad.
9 – ¿Cómo anima a sus feligreses?
Como nos lo enseña Cristo. El único consuelo para las personas que sufren proviene de la fe, como ya dije. En el evangelio está todo. ¡Y vaya si no se animan! Son muy alegres, en medio de la carencia y pobreza. Son un gran ejemplo en muchos casos, porque muestran que “una sola cosa es necesaria”, y que “de los que son como ellos es el Reino de los Cielos”.
10 – ¿Cómo se explica la alegría cristiana, en medio de tanto sufrimiento? De África se ha destacado siempre el drama de la pobreza y ahora del yihadismo.
Debe ser muy difícil en los lugares donde se viven situaciones extremas, como en Sudán del Sur, o en lugares donde el yihadismo está presente. En nuestro caso es más fuerte la dificultad de la pobreza. De todos modos, en un caso como en otro, la alegría cristiana se explica por la cruz. De la cruz brota alegría, alegría profunda y verdadera. Es increíble que en sociedades donde no hay pobreza y tampoco peligros de atentados, generalmente no se vive una alegría profunda, se vive un gran egoísmo y libertinaje. Modos de buscar un sentido a la vida y de llenar el vacío espiritual. En cambio esta gente vive plena. Están contentos, es decir, contenidos, están contentos con lo que tienen, y agradecidos a Dios. Muchas veces los mismos enfermos, y viejitos achacosos, me responden con una sonrisa, diciendo “¡Dios nos ha dado tanto!”
11 – ¿Qué santo es su modelo para sobrellevar el día a día?
Como miembro del Instituto del Verbo Encarnado, busco tener siempre como modelo a Jesucristo, el gran modelo del misionero. Él se encarnó, se anonadó, tomó la condición de esclavo, para mostrarnos su amor, redimirnos, y elevarnos a Dios. De todos modos hay otros santos de mucha devoción, en particular San Francisco Javier, patrono de las misiones, y su maestro, San Ignacio. Y si puedo elegir a otro más (ya son tres en vez de uno como ud. me pidió) nombro a San Juan Bosco, patrono de los jóvenes, sacerdote y misionero, que nos ilumina con sus escritos y ejemplos. Sus enseñanzas no sólo se aplican a la educación de los jóvenes, sino en toda ocasión, para las comunidades religiosas, para las comunidades parroquiales. Y ya abusándome del espacio que me dan, permítanme decir que hay un misionero, que todavía no es santo ni beato, el P. Segundo Llorente, jesuita, español, que estuvo misionando 40 años en el Polo Norte, que con sus crónicas y escritos me ha dado muchas luces para seguir este camino.
P. Diego Cano, IVE.
Ushetu – Kahama – Tanzania
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