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                 «[A esto tiende] la doctrina, totalmente contraria al derecho natural, del llamado comunismo; doctrina que, si se  admitiera, llevaría a la radical subversión de los derechos, bienes y propiedades de todos y aun de la misma sociedad humana».  Pío IX, , Qui pluribus.

     «El comunismo es la mortal enfermedad que se infiltra por las articulaciones más íntimas de la sociedad humana, poniéndola en peligro de muerte».  León XIII, Quod Apostolici numeris

En el año de 1937, su santidad el Papa Pio XI con la Encíclica Divini Redemptoris solemnemente condenaba el así llamado “socialismo científico” o comunismo. Solemnemente recordaba el Santo Padre que frente al acecho de este sistema ideológico y de su praxis política, la Iglesia, Madre y maestra de los pueblos, no podía permanecer en silencio: “Frente a esta amenaza, la Iglesia católica no podía callar, y no calló. No calló esta Sede Apostólica, que sabe que es misión propia suya la defensa de la verdad, de la justicia y de todos aquellos bienes eternos que el comunismo rechaza y combate. …”. La santa Iglesia no calló ante este sistema; ante este dragón rojo que ha devorado la vida y las almas de mas de 100000 millones de seres humanos.

En aquella Encíclica, su santidad Pio XI exhortaba a los señores obispos a desengañar a los hombres que quieren colaborar con el comunismo bajo capa de “buenas intenciones”; intenciones disfrazadas de justicia social, de liberación y hoy podemos también decir de ecologismo. No existe posible cooperación entre los católicos y los que aceptan la doctrina materialista promulgada por el socialismo científico o marxismo:

“Procurad, venerables hermanos, con sumo cuidado que los fieles no se dejen engañar. El comunismo es intrínsecamente malo, y no se puede admitir que colaboren con el comunismo, en terreno alguno, los que quieren salvar de la ruina la civilización cristiana”. (Divini Redemptoris, 60) 

Algunos años mas tarde, Pio XII repetía la tal condena. Entre la gran cantidad de radiomensajes, destaca el que pronunció el día de Navidad del año 1955: “Col cuore aperto” donde expone el pensamiento de la Iglesia sobre el comunismo: “Nosotros rechazamos el comunismo como sistema social, en virtud de la doctrina cristiana, y debemos afirmar particularmente los fundamentos del derecho natural. Por la misma razón, rechazamos igualmente la opinión de que el cristiano de hoy deba ver el comunismo como un fenómeno o una etapa en el curso de la historia. Como necesario momento evolutivo de la misma, y por consiguiente aceptarlo como decreto divino”

San Pablo VI, en su encíclica Ecclesiam Suam volvía a recordar esta condena: “Por estas razones, nos sentimos obligados, como se han sentido obligados Nuestros Predecesores, como cuantos estiman la excelencia y el valor de la religión, a reprobar los sistemas ideológicos que niegan a Dios y oprimen a la Iglesia. Estos principios están conectados a veces con la formación económica, social y política de los gobiernos, como sucede con el comunismo ateo. Pudiera decirse que no somos tanto nosotros los que condenamos este sistema sino más bien el sistema mismo y los gobiernos que lo siguen porque rechazan radicalmente la doctrina y nos oprimen mediante el empleo de la violencia. Este nuestro lamento debe considerarse una queja por las víctimas”. (n.105)

San Juan Pablo II, manteniendo las distintas condenas de la Iglesia a este sistema inicuo, agrega una importante observación sobre el marxismo, no solo desde un punto de vista meramente ideológico y político sino en su esencia y en su carácter teológico donde la resistencia al Espíritu Santo llega al máximo. Escribe en la Encíclica Dominus et vivificantem:

“Por desgracia, la resistencia al Espíritu Santo, que San Pablo subraya … encuentra en las diversas épocas históricas y, especialmente, en la época moderna su dimensión externa, concentrándose como contenido de la cultura y de la civilización, como sistema filosófico, como ideología, como programa de acción y formación de los comportamientos humanos. Encuentra su máxima expresión en el materialismo, ya sea en su forma teórica —como sistema de pensamiento— ya sea en su forma práctica —como método de lectura y de valoración de los hechos— y además como programa de conducta correspondiente. El sistema que ha dado el máximo desarrollo y ha llevado a sus extremas consecuencias prácticas esta forma de pensamiento, de ideología y de praxis, es el materialismo dialéctico e histórico, reconocido hoy como núcleo vital del marxismo”. (n.56)

La condena de la Iglesia al dragón rojo del socialismo científico, como los marxistas gustan de llamarlo, ha sido constante. No existe posible cooperación entre católicos y marxistas. Carlos Sacheri, un laico comprometido asesinado por el socialismo ateo en la argentina, en su obra magna “El orden natural”, resume claramente la posición de antagonismo que existe entre la Iglesia de Cristo y el nefasto sistema comunista: “La doctrina católica es todo lo opuesto del «odio social» [del comunismo]. Supone una actitud integradora, armonizadora de todos los sectores en sus legítimos intereses. Parte del respeto de la persona y sus derechos esenciales, de la vitalidad de las familias, de la coordinación de los grupos intermedios y las asociaciones profesionales. Y todo ello bajo la supervisión del Estado como procurador del bien común y de la Iglesia siempre atenta al bien de las almas. La Iglesia no condena sólo al comunismo porque es ateo. Lo condena además por ser una teoría y una praxis destructora de todo orden social y económico de convivencia (Pio XII, Alocución del 13-5-50).

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Comentarios 1

  1. Nelly Rochel dice:

    Muchas gracias por la información. No tenía claridad del sustento de nuestra Iglesia católica.

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