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Somos hijos de nuestro tiempo y como tales tenemos que reconocer que vivimos en un mundo, en un momento de la historia donde la idea de pecado, la noción de pecado, que si bien siempre es un misterio que nos supera, está totalmente obnubilada, muy y profundamente opacada, ya no se habla de pecado en lo social, en los grandes medios de comunicación ¿Qué es el pecado para el mundo? Hace unos días decía con mucha sabiduría monseñor Aguer un obispo de aquí nuestro país Argentina que se está haciendo natural lo antinatural, o sea incluso los pecados contra la naturaleza se están haciendo como parte de algo normal, algo de todos los días, algo que incluso que se impulsa, que se defiende, que hay orgullo detrás de eso. En este sentido nosotros tenemos que seguir formándonos, seguir rezando espiritualmente, hacer ese trabajo necesario para no ser hijos de nuestro tiempo, es decir para tener esas ideas que Dios quiere que tengamos de las cosas y no que el mundo nos quiere convencer día a día de que pensemos como él piensa.

Tenemos un ejemplo hermoso en la Primera Lectura de este día domingo en los Macabeos, son siete hermanos, aunque la lectura es más breve, son siete hermanos que mueren por la Ley de Dios, por no pecar y la madre que los va animando a dar la vida, incluso después ella misma muere por esa Ley, por el amor de Dios, por no faltar a la Ley de Dios.

Pensar que evitar el pecado hasta la disposición de que se nos quite la vida, o decir que no a cualquier cosa que se nos ofreciere es algo que si bien a simple vista pareciera que sería de pocos, de los mártires, de gente, de los santos, pero es algo que exige la naturaleza misma del amor a Dios, el amor pide eso entregarlo todo antes que ofender al amado de una manera tan grave, incluso ofenderlo en cosas pequeñas, pero estamos hablando sobre todo de lo que es el pecado grave.

Pensar entonces que uno si quiere vivir bien su fe y su amor a Dios, vivir bien como un bautizado tenemos que estar dispuesto a eso, no es algo que tendría que ser una cosa para algunos “genios de la santidad” como diría san Juan Pablo II, es más aquí por ejemplo en Argentina cuando rezamos la oración en la confesión que se llama el pésame decimos, sí,  que “preferimos morir antes que pecar…”si es que estamos dispuesto a eso y a veces lo decimos de una manera con mucha liviandad, pero en realidad tenemos que decirlo con la conciencia de quien quiere eso, puede ser que después fallemos y que volvamos a caer y que bueno nos volvemos a levantar, pero al menos tenemos que considerarlo como algo a lo que tenemos que aspirar y que es propio de nuestra vida de fe, nuestra vida espiritual. Y nos ayudan también los Macabeos a no pecar con el pensamiento que ellos tienen cuando dan la vida, que piensan en el Cielo, piensan en la retribución, piensan en lo que Dios les va a dar por eso que están haciendo por Él. Que es en definitiva Dios mismo, no es una cosa egoísta, “a ver yo te doy esto para que vos me des esto”, no, se hace algo por Dios para alcanzar el mismo Dios.

Tenemos también el Evangelio de hoy que nuestro Señor Jesucristo nos invita a pensar también en el Cielo. Es un gran pensamiento la Eternidad `para evitar el pecado, es un gran pensamiento pensar en ese Cielo que nos espera, estar dispuesto a perder la vida porque perder la vida es recobrarla.

El dies natalis , el día del nacimiento de los santos es el día de su muerte, el día que nacen a la vida eterna. San Ignacio de Loyola cuando habla de los tres niveles o los tres grados de santidad que los llama “tres maneras de humildad” en los Ejercicios, en la primera manera de humildad nos habla de ese “estar dispuesto a morir antes de cometer un pecado mortal”, uno dice empieza por ahí y empieza por algo realmente muy exigente, pero es lo que debemos vivir como cristianos, como personas de fe, por eso lo pone en un lugar del Ejercicio donde ya hemos meditado otras cosas muy importantes y muy profundas entre las cuales está la meditación de la eternidad, la meditación de esa vida eterna que nos espera y que tenemos que ganarnos porque el amor no puede ser obligado, Dios nos ama, pero quiere que lo amemos porque si nos obliga a amarlo se destruye el amor.

La vamos a pedir a nuestra Madre del Cielo la gracia no sólo de ser hijos de nuestro tiempo en el sentido de tratar de reconocer que vivimos una época muy difícil y sacar esos pensamientos que nos apartan de Dios y pensar como Cristo pensaba, tener la misma idea que tiene Dios de las cosas en cuanto podamos, una idea de fe una idea que vive la caridad y la esperanza de la vida eterna, pidamos a María la gracia de llegar a estar verdaderamente dispuestos a morir antes que pecar.

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