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📖 Ediciones Voz Católica

Nuestro Señor en el Evangelio de hoy nos habla muy claramente acerca de la posibilidad de condenarnos, habla de llanto y rechinar de dientes. Si uno va pasando las hojas del Evangelio nuestro Señor más de una vez con muchísima claridad habla de esta posibilidad. Él vino a salvarnos del pecado y salvarnos también, por supuesto, sobre todo salvándonos del pecado de la condenación eterna.

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Se escuchan voces ya hace años ¿no? de que el infierno no existe, de que está vacío, de que parece que el pecado no es tan pecado. Basta leer el Evangelio con un poquito de sinceridad intelectual y de deseo de convertirse para encontrarse con que el Señor lo dice tan claro que imposible negarlo.

También podemos ir al Catecismo de la Iglesia y encontramos por supuesto exactamente lo mismo. Podemos ir a los Santos Padres, podemos ir a los santos de todos los tiempos. La teología, la doctrina de la Iglesia no ha cambiado. Y uno puede enfrentándose a ese texto tener un poco miedo, es bueno, dice la Escritura “Principio de la Sabiduría es el Temor del Señor” ya lo hemos dicho.

Y san Pablo va a decir que velemos por nuestra salvación con “temor y temblor”, que, en algunas traducciones, algunas Liturgias de las Horas dice “con respeto y seriedad”, por qué cambiar el texto “con temor y temblor”. Por supuesto nosotros tenemos que movernos por amor, pero como tan claramente va a decir san Ignacio de Loyola cuando nos hace meditar en los santos Ejercicios sobre el infierno dice “tengamos en cuenta las penas del infierno porque si del amor al Señor me olvido por mis faltas, al menos las penas del infierno me ayuden a no pecar”. Es el amor que es defendido por el temor. El temor defiende al amor que a veces puede ser débil, pero obviamente siempre tenemos que apuntar a no pecar por amor a Dios.

No tengamos miedo de pensar en el infierno que nos puede hacer muy bien decía san Bernardo “atemorizado atemorizo”. Pio Nono le decía a un misionero “predicad mucho sobre el infierno sin tapujos” y san Juan Pablo II en una entrevista que después se transformó en un libro va a decir que “se han perdido, el hombre está perdido , el hombre moderno porque se han perdido los predicadores por el miedo a hablar del infierno”.

Por eso siempre mirando la Cruz de Cristo que ahí se nos explica todo porque, en definitiva ¿Qué más va a hacer Dios para salvarnos que hacerse hombre y morir en una cruz? No olvidemos que tenemos la posibilidad por nuestros actos de rechazar esa Cruz, de desperdiciar esa Sangre Divina y de condenarnos y que esto nos ayude a convertirnos de verdad a buscar el Cielo, a buscar la santidad y a buscar amar a Dios con todo nuestro corazón que es el objetivo que tenemos en nuestra vida.

Le vamos a pedir a María Santísima esa gracia y la gracia de no dejar de repetirle a Ella todos los días y ojalá cincuenta veces en el Santo Rosario “ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte”, ya que tanto nos jugamos en ese momento la Eternidad. Nuestra Madre nos ampare.

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