En nuestro obrar siempre existe un para qué… un proyecto planeado y pensado tiene siempre un objetivo determinado, pero también una simple acción cotidiana, no se realiza sin focalizar un fin concreto. Incluso este para qué muchas veces podría preguntarse de manera más acertada con un para quién.
En el post “Quiero ser santo” decíamos:
“Enseña la filosofía que la “causa final” es la primera en la intención y la última en la ejecución. Primero me decido a alcanzar tal o cual objetivo/fin, y luego, entonces, pongo en marcha toda la serie de medios y disposiciones necesarias para llegar a él. De ahí también que sea llamada “causa de las causas”, por la importancia que tiene –sin ella no hay ni el más mínimo movimiento hacia algún fin– y su omnipresencia en todo el proceso de la realización de una obra”.
Puede haber fines subordinados entre sí, pero siempre habrá uno que hará las veces de último y final, y por lo mismo, determinante y calificador de todas nuestras obras. Esta verdad ha sido inmortalizada por la filosofía perenne con latina frase: “omne agens agit propter finem”[1] (“todo agente obra por un fin”).
¿Por qué o para qué hago lo que hago? ¡Buena pregunta! Y mucho mejor y más importante es su respuesta… aunque muy difícil es responderla de modo certero, ya que nuestro amor propio impregna hasta el tuétano cada átomo existencial de nuestro efímero vivir terreno y puede camuflar de rosáceos –e incluso devotos– colores hasta la más vil de las intenciones.
El para qué hago esto o aquello, y su correspondiente respuesta, vale igualmente aplicado al para qué o por qué no hago esto o aquello… y al menos a modo de tentación ¡qué rastreras motivaciones encontramos en nuestras introspecciones al respecto!… muchas veces más vale reírse de uno mismo… Como decía Chesterton: “eso de tomarse en serio es una inclinación o falla natural, porque es la cosa más fácil de hacer… Satanás cayó por la fuerza de su seriedad”. En consecuencia, “hay que elevarse hasta el alegre olvido de sí mismo”[2] para sobrevivir…
También, como decíamos, a veces la respuesta es más veraz si responde a la pregunta para quién. Muchas, muchísimas cosas se realizan por alguien más que por algo: un hijo, una madre, la familia, un amor… como el de Don Quijote, que tanto hizo por su Dulcinea, ya que “no puede ser que haya caballero andante sin dama, porque tan propio y natural les es a los tales ser enamorados como al cielo tener estrellas”[3].
Este para qué sufre en nuestros días una crisis que en muchos casos lo ha llevado a la desaparición por aniquilamiento; es decir, muchos no saben para qué hacen lo que hacen, y cuando esto abarca toda la existencia, entonces no saben para qué vivir…
Como refiere un autor[4], es fácilmente observable que amplios sectores de la sociedad moderna, de manera más o menos intensa, están afectados por diversos trastornos psíquicos, que se traducen en diversas anomalías mentales, como pueden ser: determinados tipos de ansiedades, complejos, depresiones, angustias, desesperanzas, aburrimiento, tedio… etc. y que les lleva a recorrer largos y costosos peregrinajes por el intrincado mundo de psiquiatras y psicólogos, como señala Víctor Frankl:
“Los pacientes acuden al psiquiatra porque dudan del sentido de su vida o desesperan de poder encontrarlo”[5].
Esto ya tiene sus años, como la misma modernidad; lo afirmaba hace casi 70 el P. Hurtado:
“La enfermedad de moda en nuestros días es la neurastenia. Una de las profesiones que más trabajo tiene es la de psiquiatra… Muchos de los que se creen atacados por neurosis, no tienen neurosis, sino vaciedad de vida: No tienen nada que hacer (…) ¡Es tan triste vegetar! ¡Ver que los años pasan y que no se ha hecho nada!, que nadie la mira con ojos agradecidos… que no tiene dónde volverse para encontrar amor”[6].
Y con un poco más de crudeza:
“Y la locura es el patrimonio de nuestro tiempo. Cada día crece su número. He visitado un hospital de 19.000 locos, y, en las calles, muchos que ambulan sienten comprometido su equilibrio interior. ¡Cuántos, en nuestro siglo, si no locos, se sienten inquietos, desconcertados, tristes, profundamente solos en el vasto mundo superpoblado, pero sin que la naturaleza ni los hombres hablen de nada a su espíritu”[7].
¿Por qué le pasa esto a nuestro querido mundo moderno (o post moderno)? ¿Acaso no pasó en otras épocas? Parecería que no; ¿por qué? Porque en ningún otro momento de la historia se ha dado un ateísmo tan craso, desnaturalizador, aberrante, sacrílego, abominable, execrable, visceralmente despreciable… y cuantos adjetivos peyorativos se les venga a la mente. Y si lo digo así es justamente porque nos hemos acostumbrado a que Dios “no cuente”, “no esté”, “no exista” en la vida pública, en la sociedad, en las leyes, en la familia, en el interior del hombre, etc… ¿qué pasaría si mañana en un discurso un presidente antes de comenzar hiciera la señal de la cruz? ¡¿Qué sorpresa sería no?! Y si llega a rezar un padrenuestro… quedamos boquiabiertos; y si reza un Ave María… nos caemos de espaldas.
No tengo mucho conocimiento de geopolítica pero al parecer el único que estaría en condiciones de hacer “semejante” cosa es el presidente de Polonia, católico de verdad, quién por ejemplo en la Solemnidad de Corpus Christi, al caerse una Hostia al suelo fue presurosamente a recogerla y se la entregó al Cardenal que presidía la Santa Misa… y, por supuesto, hoy en día eso ¡sorprende! y por tanto fue noticia (en nuestros ambientes, claro, pero noticia al fin[8]).
Volviendo al ateísmo: por algo el Papa Pablo VI en su primera Encíclica, afirmaba que “el ateísmo es el fenómeno más grave de nuestro tiempo”[9]. Y como el hombre está creado para Dios y solo en Él se sacia plenamente –aquí en la tierra cuanto se pueda y totalmente en la Patria–, al dejarLo de lado, su vida se transforma en un “sinsentido”. El P. Hurtado, luego de hablar de la locura del hombre de hoy, se pregunta “¿Por qué?” Y responde: “Porque Dios está ausente de nuestro siglo”.
Hablando del ateísmo de nuestro tiempo, el P. Cornelio Fabro[10], gran filósofo, perito conciliar y director del Instituto de Historia del ateísmo de la Universidad Urbaniana, en una entrevista a la RAI en tiempos del mismo Concilio, afirmaba lo que podría ser un comentario al satánico seréis como dioses (Gen 3,5):
“El ateísmo expresa el resultado de todo un proceso de cultura (…) Pero lo que es importante notar es que el ateísmo de hoy no quiere ser ateísmo. No se presenta con tal etiqueta de ateísmo sino en raras formas (…): quiere ser un humanismo.
No estamos más frente a los tipos antiguos, a los tipos de medio siglo atrás, aquella forma de ateísmo negativo, demolitivo, polémico. El ateísmo de hoy quiere ser constructivo, positivo. El ateísmo del hombre que ha encontrado principios originarios de la propia cultura, de la propia moral, las dimensiones nuevas del hombre. Por lo tanto, prefiere el término “humanismo”, humanismo existencialista, humanismo marxista.
(…) El humanismo de hoy, es decir, el ateísmo operante de nuestro tiempo, es un humanismo que envuelve, que encadena todas las fuerzas productivas del hombre, y quiere dar la nueva definición del hombre contemporáneo: el hombre es tal, que tiene en sí mismo el principio del propio desarrollo; el hombre debe autenticar las propias posibilidades; el hombre debe ser el fundamento del hombre como de hecho dice Feuerbach; “El hombre debe ser el salvador del hombre” es el principio marxista. El hombre debe verificar él mismo…
Esto obliga a los cristianos en sus responsabilidades, en sus deficiencias. Un acto de acusación, de reconocimiento de los propios defectos, de los propios errores, de las propias faltas, es decir, dar el ejemplo al mundo, y sobre todo a aquellos que no conocen a Dios y que niegan a Dios; de dar el ejemplo de que el pensamiento de Dios es constructivo, es fuente de alegría, fuente de verdadera justicia (…)”.
No hay otra… o reconocemos que Dios es Dios, o tarde o temprano estaremos perdidos… aquí, y probablemente también allá, o en el más allá… Y reconocer que Dios es Dios, con férrea coherencia, hará que vivamos para Él, qué Él sea la causa final de todas nuestras obras, y solo así tendrá verdadero sentido nuestra vida. Viene bien recordar la inmortal sentencia de aquel que dijo: “Nos has creado Señor para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti” (San Agustín).
Y como ese Dios se Encarnó, termino con un hermoso texto de la Madre Teresa; texto que, además de inspirar este post, es un excelente examen de conciencia para todos, pero especialmente para quienes vivimos/trabajamos en una obra de misericordia.
El padre Edward Le Joly, en su libro sobre la Madre Teresa de Calcuta, relata el momento en que obtuvo el permiso de la beata para escribirlo y las palabras pronunciadas por ella.
Él pidió a la Madre autorización para escribir una biografía de ella y de las Misioneras de la Caridad; la Madre le respondió:
“Está bien. Escríbalo. Usted nos conoce bien, ha estado con nosotras desde el principio. Tenemos las mismas ideas… Conoce nuestras Constituciones, pero sobre todo, diga a la gente lo que nos lleva a hacer lo que hacemos. Dígales –añadió la Madre, y su tono se hizo apasionado, suplicante, elocuente- que no estamos aquí por lo que hacemos, sino por Jesús- todo lo que hacemos lo hacemos por Él. Somos, sobre todo, religiosas, no asistentes sociales, maestras, enfermeras o doctoras. Somos monjas. Servimos a Jesús en los pobres. Es a Él a quien cuidamos, visitamos, vestimos, alimentamos y confortamos cuando atendemos a los pobres, a los desheredados, a los enfermos, a los huérfanos, a los moribundos… Todo, todo lo que hacemos – nuestra oración, nuestro trabajo, nuestro sufrimiento – es por Jesús. Nuestra vida no tiene otra razón de ser, otra motivación. Es algo que mucha gente no entiende. Servimos a Jesucristo las veinticuatro horas del día, todo lo que hacemos es por Él y para Él. Y Él nos da la fuerza necesaria para hacerlo. Pero siempre el Señor es lo primero… Cuando alguien visita esta casa, le llevo antes que nada a la capilla, para que rece, y le digo: “Vamos a saludar en primer lugar al Dueño de la casa… A Jesús, que está aquí, y es por quien trabajamos y a quien estamos consagradas. A Él, que es quien nos da la fortaleza necesaria para llevar la vida que llevamos y vivir con alegría. Sin Él no podríamos hacer lo que hacemos, y menos a lo largo de toda una vida. Un año, dos, tres, quizá, pero no siempre, sin pensar en la recompensa, sin esperar otra cosa que padecer con Él, que nos amó tanto que entregó su vida por nosotros. Sin Jesús, nuestra vida sería incomprensible, no tendría sentido. Sólo Él puede explicarla…”[11].
Hacer todo para Él, no quita que hagamos todo para Ella; es más, no hay mayor plenitud en nuestras obras de siervos inútiles (Lc 10,17), que hacerlas, no solo para Ella, sino más aún, con Ella, por Ella y para Ella; solo así serán totalmente por, con, en y para Él.
P. Gustavo Lombrado, IVE
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Recomendados
- Miguel Á. Fuentes, IVE, Educar los afectos, Ediciones del Verbo Encarnado, San Rafael (Mendoza) Argentina, 2007, pp. 212-217 (Aquí)
- Marcos Pizzariello, Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, Causa final del hombre, (video, 9m)
- Cornelio Fabro, entrevista citada en el Post completa (texto) (video, 4m)
- «Nuestra Responsabilidad Cristiana ante el ateísmo», Miguel Á. Fuentes, IVE, Revista Diálogo n 44, Ediciones del Verbo Encarnado, San Rafael (Mendoza) Argentina, (Aquí)
- Bernardino Montejano, El ateísmo militante, Revista Diálogo n 38, Ediciones del Verbo Encarnado, San Rafael (Mendoza) Argentina, (Aquí)
Ver todas las lecturas recomendadas, AQUÍ.
[1] Santo Tomás de Aquíno, Summa Theologiae, Iª q. 44 a. 4 co.
[2] Chesterton, Ortodoxia, cap. VII. Citado en Miguel Á. Fuentes, IVE, Naturaleza y educación de la humildad.
[3] Miguel de Cervantes Saavedra, El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, cap. XIII, Donde se da fin al cuento de la pastora Marcela, con otros sucesos.
[4] Lluís Pifarré: El sentido de la vida en Frankl © ASOCIACIÓN ARVO 1980-2005.
[5] Victor Frankl, El Hombre Doliente, Ed. Herder, Barcelona, 1984, p. 36.
[6] San Alberto Hurtado, “Cómo llenar la vida”; en La búsqueda de Dios, Ediciones Universidad Católica de Chile, Santiago de Chile, 20052, p. 84.
[7] San Alberto Hurtado, “La búsqueda de Dios” Artículo en La Revista Mensaje, Septiembre 1952 (póstumo); en La búsqueda de Dios, Ediciones Universidad Católica de Chile, Santiago de Chile, 20052, p. 121.
[8] El presidente electo de Polonia recoge ipso facto del suelo una Hostia consagrada que se había caído
[9] Ecclesiam suam, n 45.
[10] Información y obras del autor (en Italiano): http://www.corneliofabro.org/
[11] Le Joly, Edward, La Madre Teresa, Lo hacemos por Jesús, Ediciones Palabra, Madrid, 19966, pp. 14-15.
Comentarios 3
El sinsentido de la existencia humana es la constante en el hombre actual, Espíritu Santo derrámate sobre tus hijos y danos el don de la Ciencia para poder comprender que nuestra razón primera y última es el estar unidos al Creador y así poder transitar con la confianza que nuestra existencia no es vana.
Gracias Padre, Dios me ayude y a todos sus hijos a andar por su camino. Que busquemos la unión y el amor. Que encontremos (los perdidos) el para que y nos aferremos a Él, que nos amó primero.
Padre Gustavo buenas tardes
Contento Señor contento
Muy cierto lo que dice la Madre Teresa
Todo todo lo que hacemos nuestra oración nuestro trabajo y nuestro sufrimiento, es por JESÚS
No hay otra razón de ser todo por EL en ÉL y para EL
Que bello mensaje, ojalá lo practicaramos sería muy bueno
Padre Gustavo que Dios cuide su vída íntegra 💓😔🤗👏