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En el año 2001, diez años después de la caída del gobierno soviético en Ucrania, esta nación fue honrada con la visita de San Juan Pablo II. Este viaje era uno que el Pontífice había deseado profundamente, como manifestó en reiteradas ocasiones, pero que se demoró debido a la resistencia de las autoridades de la Iglesia Ortodoxa de Moscú.

Finalmente, gracias a la invitación del mismo presidente del país, el 23 de junio de ese año el Papa pudo besar suelo ucraniano, dando inicio a un viaje inolvidable que dejó una huella en la historia de Ucrania. Mons. Borys Gudziak, al finalizar la visita del Papa, decía: «Ha sabido tocar las cuerdas más sensibles del alma ucraniana, conectando la historia pasada con las tareas del futuro. Desde 1991, desde los tiempos de la reconquistada independencia, no he visto tal euforia en nuestro país».

La visita del Papa a este país estuvo llena de momentos inolvidables que podrían ser descritos y narrados, pero preferimos dejarlos para otro momento. Ahora quisiera centrarme en lo que considero el consejo más importante que el Papa dio a la nación ucraniana.

Este consejo al que me refiero, tuvo lugar durante el encuentro que sostuvo con los jóvenes en Lviv. Anteriormente a lo largo de sus discursos y sermones, el Papa había hablado reiteradas veces sobre la identidad ucraniana, una identidad que encuentra su fundamento en la fe cristiana. Una y otra vez, el Papa insistía sobre esta idea, haciendo además hincapié en que nos encontramos frente a una Iglesia martirial.

Sin embargo, esa noche con los jóvenes, el Papa dio un consejo fundamental, que conserva gran actualidad. Para comprender plenamente el peso de estas palabras, debemos recordar que quien las pronunció había sufrido en su propia nación vicisitudes similares a las del pueblo ucraniano.

En aquella ocasión, Juan Pablo II expresó:
«La libertad exige conciencias fuertes, responsables y maduras. La libertad es exigente y, en cierto sentido, cuesta más que la esclavitud (…) No paséis de la esclavitud del régimen comunista a la del consumismo, otra forma de materialismo que, sin rechazar a Dios con palabras, lo niega en los hechos, excluyéndolo de la vida».

Debemos interpretar estas palabras, a la luz de todos los demás discursos pronunciados por el Papa. El mensaje es muy claro. Según Juan Pablo II, Ucrania será un país verdaderamente libre en la medida en que conserve su propia identidad, una identidad que, como repitió incansablemente, es cristiana y martirial. El Papa era consciente de que, tras sufrir las calamidades de la Unión Soviética, surgiría fácilmente la tentación de volcarse hacia el liberalismo y el consumismo de Occidente. Es que, evidentemente, tal como advirtió el Papa, ambos extremos, por tener una común raíz anticristiana, terminan en el ateísmo.

En la visión del Papa, Ucrania no debe ser esclava ni del comunismo ni de Occidente que se ha vuelto anticristiano, sino que debe ser ella misma. Es decir, una Ucrania cristiana, que conserve sus raíces, su cultura y su propia identidad. En definitiva, una Ucrania fiel a su historia, una historia marcada por la fe y la fidelidad a Cristo.

P. Francisco Javier de Igarzábal, IVE

 

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Comentarios 1

  1. María Victoria Cano Roblero dice:

    Señor Dios Padre ruega por la paz del mundo entero.

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