MEDITACIONES PARA RECTIFICAR LA IDEA QUE TENEMOS DE NOSOTROS MISMOS
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Lo que soy: hecho a imagen de Dios
- Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, hombre y mujer los creó (Gn 1, 27). El hombre ocupa un lugar único en la creación: está hecho a imagen de Dios. «A imagen tuya creaste al hombre y le encomendaste el universo entero, para que, sirviéndote sólo a ti, su Creador, dominara todo lo creado» (Misal Romano, Plegaria eucarística IV).
- La imagen de Dios consiste en «ser capaz de conocer y amar a su Creador”» el hombre es la única criatura en la tierra a la que Dios ha amado por sí misma y el único llamado a participar, por el conocimiento y el amor, en la vida de Dios. Para este fin ha sido creado y ésta es la razón fundamental de su dignidad: «¿Qué cosa, o quién, fue el motivo de que establecieras al hombre en semejante dignidad? Ciertamente, nada que no fuera el amor inextinguible con el que contemplaste a tu criatura en ti mismo y te dejaste cautivar de amor por ella. Por amor lo creaste, por amor le diste un ser capaz de gustar tu Bien eterno» (Santa Catalina de Siena, Diálogo).
- Dios creó todo para el hombre, pero el hombre fue creado para servir y amar a Dios y para ofrecerle toda la creación: «¿Cuál es, pues, el ser que va a venir a la existencia rodeado de semejante consideración? Es el hombre, grande y admirable figura viviente, más precioso a los ojos de Dios que la creación entera; es el hombre, para él existen el cielo y la tierra y el mar y la totalidad de la creación, y Dios ha dado tanta importancia a su salvación que no ha perdonado a su Hijo único por él. Porque Dios no ha cesado de hacer todo lo posible para que el hombre subiera hasta Él y se sentara a su derecha» (San Juan Crisóstomo).
- Y por haber sido hecho a imagen de Dios, el ser humano tiene la dignidad de persona; no es solamente algo, sino alguien. Es capaz de conocerse, de poseerse y de darse libremente y entrar en comunión con otras personas; y es llamado, por la gracia, a una alianza con su Creador, a ofrecerle una respuesta de fe y de amor que ningún otro ser puede dar en su lugar.
Responde:
¿Entiendo mi profunda dignidad como imagen de Dios? ¿Comprendo que no soy menos que los demás por el hecho de ser distinto o tener menos capacidades en algunos aspectos? ¿Vivo comparándome con los otros (fuente de toda intranquilidad, de envidias y de orgullo)?
P. Miguel A. Fuentes, IVE