(Fiesta de la Visitación de María santísima a su prima santa Isabel)
Queridos hermanos:
En este día dedicado a la Virgen, nuestra tierna madre, la invitación es a considerar diversos aspectos de este hermoso acontecimiento que estamos conmemorando, como, por ejemplo:
– La presteza de la Virgen: que, apenas recibido el anuncio del ángel, y la Encarnación del Hijo de Dios en su vientre purísimo, fue “con prisa” a las montañas de Judá a cuidar a santa Isabel que estaba embarazada y era ya mayor, porque las almas buenas siempre toman la iniciativa cuando se trata de hacer el bien;
– O la actitud del precursor del Mesías aun antes de nacer, quien, desde el vientre de su madre, podríamos decir que realizó su primera predicación, que fue la alegría de recibir al Hijo de Dios y a su Madre que llegaban a su casa, siendo la joven de Nazaret al mismo tiempo el más perfecto sagrario y templo para el Salvador;
– O incluso podríamos detenernos en la plenitud de gracia de María, concebida sin pecado por una gracia única y exclusiva del Padre, justamente para que pudiera recibir y resguardar en su vientre al Verbo eterno, y encargarse luego de darle todos los cuidados que solo las buenas madres saben dar.
Ahora bien, teniendo todo esto presente, nos detendremos brevemente en el nobilísimo rol de María santísima en nuestra vida espiritual, ya que es ella quien mejor que nadie -como enseñan los grandes santos-, quien nos trae a Jesucristo y por medio de quien podemos llegar más cerca de Él.
Escribía san Ambrosio: “Pronto se declaran los beneficios de la venida de María y la presencia del Señor, pues sigue: “Y cuando Isabel oyó la salutación de María, la criatura dio saltos”. Advierte en esto la diferencia y la conformidad de una y otras palabras. Isabel oyó la voz primero y San Juan recibió primero la gracia. Ella oyó según el orden de la naturaleza y éste saltó de gozo por razón del misterio. Aquélla sintió la venida de María, éste la venida del Señor.” En estas palabras del santo podemos ver claramente figurada la participación fundamental de María santísima para la santificación de todas aquellas almas que a partir de la cruz su Hijo le encomendaría como hijos adoptivos, ya que Jesucristo quiso ir donde el Precursor por medio de su madre, en quien podemos ver prefigurados a sus elegidos, al mismo tiempo que ver ya no en figura sino en perfecta realidad, a la mujer por medio de la cual mejor podemos llegar a la unión con Él, el Dios encarnado: “En nuestra peregrinación terrenal María es la bíblica «columna de fuego» que nos ilumina –escribe el Papa–, es la «estrella que nos guía» hacia la patria celestial, el «puerto seguro» en el que encontrar consuelo y refugio. Guiados por ella, los creyentes avanzan con confianza, conscientes de su presencia dulce que constantemente lleva a Cristo.” (san Juan Pablo II). Esto significa que debemos hacer todo:
1º – Buscando agradar a la Virgen: en otras palabras, ser fieles a nuestra filiación espiritual, es decir, vivir una vida realmente mariana, no limitada a rezar el Ángelus y el Rosario y punto; se trata de una actitud continua de devoción, especialmente en la oración y renovación del ofrecimiento de nuestras obras a la Virgen que forma parte de nuestra vida…
2º – Evitando todo cuanto pueda entristecerla: Porque no debemos nosotros ponerle obstáculos a la Virgen en su misión de Madre, como por ejemplo ser hijos indiferentes, descuidarla, no honrarla, etc., pero sobre todo no dejándola mal delante de los demás por medio del mal ejemplo (somos católicos: ¡hijos de María!), porque somos hijos de tan santa Madre y debemos defender su imagen y oficio de formadora de los corazones mediante la práctica de las virtudes.
3º- Alegrarla buscando la santidad… Así como un niño comparte lleno de alegría sus logros, sus metas, sus triunfos y sus conquistas, de la misma manera nosotros en cuanto hijos de María, debemos alegrarla presentándole constantemente lo esfuerzos por alcanzar la virtud, y todo aquello de bueno que por su mediación hayamos conseguido.
No descuidemos jamás a María santísima, aquella que moldea a los hijos de Dios. Su rol en nuestras vidas es fundamental; encomendémonos constantemente a nuestra buena madre, como rezaba tiernamente el santo: Señor, ayúdame a sostener el timón siempre al cielo, y si me voy a soltar, clávame en mi rumbo, por tu Madre Santísima, Estrella de los mares, Dulce Virgen María. (san Alberto Hurtado)
P. Jason.
Comentarios 1
Gracias Padre Jason Jorquera quiero buscar siempre agradar a mi Madre Santísima aprendiendo de Su Grande Amor, usted me lo ha enseñado en este bello artículo. Dios lo siga inspirando y bendiciendo su experiencia de Ella. Mil gracias