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Dios hizo a María Madre de bondad.

María es buena porque doblegó su voluntad a la voluntad de Dios que le pedía el favor de que fuera su Madre. Ella con actitud humilde y sincera se entregó totalmente a la obra de Dios: “hágase en mí según su palabra”[1].

María es Madre de bondad porque jamás hubo en ella algo malo. Jamás cometió pecado, que es el mal entre los males. Quizá personas buenas cometen el pecado por debilidad o por ignorancia. María jamás tuvo alguno de estos defectos que la llevaran a hacer algún tipo de mal.

El mal existe, pero es menor que el bien porque el mal existe porque existe el bien, de lo contrario, no existiría y es una carencia de bien debido.

Donde falta el bien debido allí existe el mal y donde hay mal no puede decirse que haya absoluta bondad.

Sólo en Dios se da perfecta bondad. Bondad esencial, bondad perfecta. “Nadie es bueno, sino sólo Dios”[2], pero las criaturas participan de la bondad de Dios en mayor o menor grado, de acuerdo a su voluntad y a la jerarquía que les haya dado en su creación.

María, entre los seres creados es la que más participa de la bondad de Dios. Así lo ha querido Dios. Él se ha hecho de María la madre más bondadosa entre las madres. Él se ha hecho una Madre de bondad.

El diablo es malo y quiere el mal para todos los hombres; él organiza el mal, de tal manera que aparece grande, extraordinario, a veces, agobiante, para nosotros. Y el mal organizado por el diablo nos puede hacer dudar de la bondad de Dios.

Dios es infinitamente bueno y es capaz de sacar bien del mal y este favor ha concedido a su Santísima Madre. Ella es poderosa, con el poder de Dios, y puede hacer que nosotros venzamos nuestros males con su favor. Los males físicos porque ella realizó milagros entre los hombres, en especial, con sus hijos. El mal moral porque por su mediación vencemos al diablo y al pecado.

¡Oh feliz culpa que nos mereció tal Redentor! cantamos en el pregón pascual. Tal Redentor que mostró espléndidamente cómo Dios puede sacar bien del mal, tal Redentor nos vino por María, Madre de bondad.

Así como el diablo organiza el mal para hacerlo ver grande. María organizó el bien para dárnoslo abundantemente y no lo hace ver grande, sino que lo da con toda su grandeza. María da bienes a sus hijos y los distribuye con profusión en la medida de nuestra fidelidad a Jesús.

María se ha manifestado Madre de bondad en su vida terrena.

Es la virgen buena que acepta ser Madre de Dios. Madre buena que lo cuida durante nueve meses en su seno. Madre buena que va a cuidar a Isabel, la anciana, durante su embarazo para servirla. Madre buena que calla la causa de su embarazo ante José por su fidelidad al secreto divino. Madre buena que pare a su Hijo en un pobre pesebre contenta con su pobreza y humildad. Madre buena que escucha a los simples. Escucha con regocijo el relato de los pastores y guarda sus palabras en su bondadoso corazón para sacar de allí las bondades de su revelación a todos los deseosos de conocerlas. Madre buena que recibió a los magos en Belén y les mostró al rey que andaban buscando. Que emprendió silenciosa con José la huida a Egipto. Que cuido a su hijo en el destierro. Que lo crió para Dios en Nazaret. Madre buena que cumplió todas las leyes religiosas y dio al Niño una educación religiosa. Madre buena que buscó al Niño cuando se extravió en la subida a Jerusalén y con bondad escuchó la desconcertante respuesta del Hijo ante su reclamo y el de José. Madre buena que en Caná consiguió para los esposos el vino que les faltaba. Madre buena que fue a buscar a su Hijo condescendiendo con sus parientes y su clan. Madre buena que acompañó a su Hijo en su vida pública y en su pasión. Que quiso sufrir con su Hijo por la salvación de los hombres; que estuvo al pie de la cruz y recibió a Juan como hijo y en él a todos los hombres. Madre buena que acompañó y sostuvo a los apóstoles en el dolor y luego hasta Pentecostés. Madre buena que intercede por cada uno de nosotros y por nuestras necesidades desde el cielo.

Madre de bondad fuiste con tu Hijo y lo eres para con nosotros tus nuevos hijos. Si las madres terrenas son buenas, ¡cuánto más esta Madre celestial! Eres ejemplo de bondad para las demás madres. Porque no sólo te muestras buena dando bienes a tus hijos sino también corrigiéndolos cuando se apartan del camino de la virtud, cuando se extravían por sendas de maldad. Es que una madre buena tiene mano dulce para dar, pero también para corregir cuando el hijo lo necesita.

Madre de bondad que nos cargas en tus brazos para que avancemos seguros. Caminando solos nos caemos, nos desviamos del camino, nos entretenemos en bagatelas, corremos temerariamente al peligro, nos comportamos caprichosamente. Pero yendo en tus brazos caminamos amparados, avanzamos con facilidad, seguros, con perfección, con rapidez, por el camino hacia la Patria.

Nuestro error es que cuando vamos creciendo queremos soltarnos de tus manos, buscando independencia, como si no te necesitáramos y erramos porque, aunque seamos grandes, más bien, aunque nos creamos grandes, te necesitamos. Necesitamos de tu ayuda y nos conviene seguir siendo niños, Madre buena, para que lleguemos en tus brazos a la patria del cielo.

P. Gustavo Pascual, IVE.

[1] Lc 1, 38

[2] Lc 18, 19

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Comentarios 1

  1. Diana Peregrina Carrizo dice:

    Que meditación infinita y profunda , en la que me pierdo cada vez que la hago , me pierdo porque es profunda , inmensa interminable de tanto infinito amor, para nuestra pequeñez e imperfección incomprensible, como el amor de Dios con el hombre, hermoso texto gracias.

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