(crónica al cumplirse un año de guerra)
Considerad como un gran gozo, hermanos míos,
el estar rodeados por toda clase de pruebas
(Sgo 1, 2)
Hace unos meses que pude regresar a mi querida misión en Gaza. Ya que, al explotar la guerra, que nos tomó a todos por sorpresa, me encontraba en Belén, esperando unas medicinas para una Religiosa.
La Parroquia de la Sagrada Familia es la única parroquia católica de toda la Franja de Gaza. Pertenece al Patriarcado Latino de Jerusalén y está confiada a la cura pastoral de los Sacerdotes y a las Hermanas de mi Familia Religiosa del Verbo Encarnado.
Esta terrible guerra comenzó hace casi un año. Y la situación general ha ido de mal en peor, desde aquel fatídico 7 de octubre hasta los terribles hechos cotidianos en toda la región.
En la Franja de Gaza vivimos 2.300.000 personas. De las cuales, unas 400.000 personas estamos en la misma Ciudad de Gaza.
Durante este año, al terrible número de muertos en Israel y Cisjordania, en esta parte de Palestina que es Gaza hay, al menos, 41.000 muertos. Entre ellos, 16.000 niños muertos. Y hay más de 95.000 mil heridos.
Una hora más de guerra aumentará el número de muertos, de niños muertos por las bombas, de casas destruidas, de jóvenes amputados, de ancianos y enfermos con más necesidad. Y llega el invierno con sus lluvias, frío… y más enfermedades.
El número de personas encarceladas y sin juicio, sigue creciendo. Los rehenes secuestrados siguen sufriendo la injusticia del encierro, la soledad y la muerte.
Y las bombas… siguen cayendo, noche y día. Cada día, decenas de ‘nuevos’ muertos y heridos…
“El Espíritu del Señor (…) [nos] ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón”. (cf. Lc 4,18)
La mayoría de la población es pobre, incluso la que no lo era antes del 7 de octubre. El sistema de agua potable es deficiente, y gran parte de él está contaminado. La electricidad está cortada desde el comienzo de la guerra. Llega algo de comida. Falta de todo. Falta combustible para los generadores: gasoil/diesel. A la población en general le falta de todo, ropa, techo, lugares seguros, artículos de higiene, tiendas de campaña y casas, vasos, platos, servilletas y papel… sillas y baños, camas, colchones y sábanas… un año viviendo sin nada, gente que tenía una casa y un trabajo, lugares donde estudiar y jugar… un año… y ahora, no tienen nada. Ni siquiera la seguridad de que no serán bombardeados. “Quien tenga oídos, que oiga” (cf. Mt 13,9)
Entre toda la población, los cristianos éramos hasta el 6 de octubre de 2023, 1.017 personas. Es decir, un 0,044 %. 43 de nuestros cristianos han muerto. Casi la mitad de ellos fueron matados por un bombardeo; dos señoras católicas, fueron muertas aquí adentro de nuestra parroquia por un francotirador del Ejército (como consta en la página oficial de la Diócesis lpj.org), y el resto murió, en su mayoría, por falta de medicinas y tratamiento… Aquí, cualquiera que cae gravemente enfermo está como condenado a muerte… Los centros médicos apenas funcionan, y los que funcionan, no funcionan adecuadamente.
Todo ha cambiado en Gaza en tan sólo un año. El cansancio general, las necesidades básicas más acuciantes, las heridas de los heridos y, sobre todo, el hecho de que nadie sabe qué pasará, cuánto durará esta guerra y qué pasará después, hace que haya mucha gente deprimida y con pocas fuerzas para vivir el día a día. “Llorad con los que lloran” (Rm 12,15), nos pide el Espíritu Santo.
Nosotros seguimos ayudando, gracias a Dios y a sus generosos instrumentos. En primer lugar, el Patriarcado Latino de Jerusalén y otros amigos y benefactores.
Tenemos unas quinientas personas aquí: la mayoría de los cristianos de Gaza están refugiados aquí, en nuestra propiedad, y más de cincuenta niños, musulmanes, con discapacidades, viven aquí con nosotros, en el Hogar de las Hermanas de la Madre Teresa. Atendemos a casi cuarenta ancianos cristianos, que viven con nosotros. Y ayudamos a todos los cristianos sin ninguna distinción: ortodoxos, protestantes y católicos. Además, ayudamos a más de cuatro mil familias de nuestro barrio, civiles musulmanes: con comida, agua y medicinas.
La Iglesia, con la ayuda de Dios y de los hombres y mujeres de buena voluntad, seguirá estando presente en Gaza, incluso después de esta guerra atroz. Habrá que ver qué hay que hacer en concreto para seguir dando testimonio del Amor de Cristo en esta parte de Tierra Santa.
“Querido, no imites lo malo, sino lo bueno. El que obra el bien es de Dios; el que obra el mal no ha visto a Dios”. (3 Jn 1,11)
La paz requiere muchas causas y condiciones que se resumen en la justicia.
La ausencia de agresiones externas no indica necesariamente que haya paz, pero, por otra parte, la verdadera paz excluye la agresión. El alto el fuego es necesario y ayudará a crear las condiciones para la justicia. Ciertamente no es suficiente, pero es extremadamente necesario.
¿Hay esperanza? Ciertamente que, en nuestro corazón, de amadores de Cristo, existe la Esperanza sobrenatural, aquella que el mismo Dios puso en nuestros corazones desde el día bendito de nuestro santo Bautismo. Esa virtud que consiste en esperar el Cielo y todo lo que nos conduce allí. Es ese dulce esperar a Dios, en ese gran encuentro para toda la eternidad. Y Dios, en su bondad, nos dará cuanto necesitamos para llegar allí.
Y, en cuanto a la intervención de Dios en la historia, esperamos como toda la población, que Él haga justicia ante tanto sufrimiento, sobre todo ante el sufrimiento de los inocentes, de los niños y de toda persona que ha sufrido y sufre sin tener parte ni arte en todo este asunto, sea nacido, criado o viva en Palestina o en Israel.
La otra esperanza, la esperanza en los seres humanos, puede estar presente o no, y puede ser verdadera o falsa. Puedo esperar de un ingeniero que me cure, pero es una esperanza errada, porque él no sabe de medicina. Puede ser que yo tenga hambre y haya un panadero, pero que yo no quiera ir a buscar su pan. La esperanza en los seres humanos puede llegar a ser, y muchas veces lo es, muy falible.
¿Existe para Gaza una esperanza humana? ¿un porvenir mejor? A corto plazo, es difícil sinceramente responder afirmativamente, aunque todo puede suceder. A largo plazo, creo que sí. Creo que la mayor parte de la sociedad humana presente en Tierra Santa se rendirá un día ante la evidencia que podemos, y debemos, vivir juntos en esta parte del globo terráqueo. No será fácil la solución. Pero tampoco es imposible. “La Esperanza no defrauda” (Rm 5,5)
Como religioso, me toca rezar y hacer rezar, ayudar a todos sin distinción, sembrando el Amor de Dios, respetando a cada ser humano que sufre, sea de la religión que sea, y esté en la condición que esté. Debo predicar con el ejemplo y, si puedo, con las palabras, que el amor de Cristo, quien pasó junto a la Virgen Santísima y San José por Gaza cuando huyeron hacia Egipto, es lo que vence al mundo. Vence sin armas mundanas, ni principios mundanos. Vence con la Fe, la Caridad, la Esperanza, la longanimidad, la paciencia, la generosidad, la justicia, la compasión y misericordia, el amor sufriente, la cortesía, la magnanimidad y, si Dios lo pide, la magnificencia.
Sí, hay Esperanza en Dios y sí, hay esperanza en los buenos seres humanos. Y esperamos que ha de venir con el tiempo una generación que de las lanzas hagan podaderas (cf. Isaías 2,4) y basados en la reconciliación y el perdón, puedan vivir, con el auxilio de la Gracia, en una sociedad humana más parecida al proyecto inicial del Padre Eterno.
A Él le rezamos para que, cuanto antes, termine esta guerra, y todas las guerras, y conceda la justicia y la paz a esta Tierra bendita.
Dijo Jesús: Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura. Así que no os preocupéis del mañana: el mañana se preocupará de sí mismo. A cada día le basta su afán” (Mt 6, 33-34)
Padre Gabriel Romanelli, IVE
Párroco de Gaza
7 de octubre de 2024
Memoria litúrgica de Nuestra Señora del Rosario
Comentarios 1
❤️🙏🏽❤️🙏🏽❤️🙏🏽