En la actualización de hoy, compartimos la reflexión de la Hna. Maravilla de Jesús, SSVM, con motivo del primer aniversario de su llegada a la misión. Continuemos pidiendo por nuestros hermanos.
Nos dieron una calurosa acogida
Ya ha pasado un año desde nuestra llegada aquí, a Gaza. Realmente se pasó volando, me recuerdo cuando me confirmaron que iría a Gaza. Con un poco de nervios y entusiasmo se emprendió el nuevo viaje el día 15 de mayo de 2024. Comenzaba nuestra aventura pero por algunos inconvenientes se tuvo que postergar para la mañana siguiente. El día jueves 16 de Mayo pudimos ingresar a Gaza. Contábamos con una gran compañía, el Patriarca de Jerusalén Pierbattista Pizzaballa. Para mí era la primera vez que venía aquí. Una vez que cruzamos fue otra aventura, esos dos días fue como estar dentro de una película de acción. Aunque, no era una película y cuyos detalles conservo en la memoria.
Gracia a Dios, no nos pasó nada en el camino.
La visita del Patriarca les había devuelto la alegría y esperanza a esta gente.
En el camino, se comenzaba a ver solo escombros, destrucciones por todos lados, lo cual no fue tan chocante para mí como sí lo fue para los Padres y el Patriarca. Ya que ellos, sí habían estado antes y, por lo tanto, sabían cómo era la Franja antes y cómo estaba ahora.
Seguro que todos nos preguntábamos lo mismo, ¿Qué es lo que pasó acá?, ¿Cuántos habrán quedado debajo de los escombros ? ¿Cuántos dolores y miedos sufrieron esas gentes? Y que, lamentablemente, siguen sufriendo,
y ¡sólo Dios sabe hasta cuando!
¡Cuántas lágrimas, cuánto dolor y al mismo tiempo cuánta fortaleza para mantenerse de pie y firmes en la fe, aun en medio del mayor peligro, riesgo, dolor, tristeza, pérdidas y de ver que ya sus casas ya no existen, que su padre, madre, hijo, hermano, amigo o tal pariente ya no están más, que ya no los acompañan. Ver a las personas, verlos con las caras sucias, flacos, vagabundos y esa impotencia de que mucho no podemos hacer….
Sí, rezamos para que todo se acabe. Dios deberá estar sacando, misteriosamente, bienes espirituales, a pesar de la maldad de los hombres. Y estará tocando corazones a almas que nosotros no sabemos, y aquellas almas, ¡y qué almas! Será tanto bien como para permitir tanto daño.
Quizás, para que todo el mundo busque la verdadera paz. No sabemos los planes de Dios pero sí sabemos que es Padre y es Misericordioso.
La gente nos recibió con gran alegría, con brillos en sus ojos al ver al Patriarca. los niños se acercaban sin miedo, alegres, los grandes como los jóvenes no se hicieron esperar, el Patriarca contento y ni hablar el Padre Gabriel , su Párroco, alegre de estar con su gente y de haber ingresado. Sin olvidar al Padre Carlos o al Padre Davide.
La verdad me han recibido con los brazos abiertos, dándonos una calurosa acogida.
Después de identificar y conocer los nuevos sonidos, que uno sí sabía de su existencia, más en películas, o que lo habrá escuchado en otras misiones, y que ahora serían parte de nuestra vida cotidiana. Miedo no tuve ya que, este año no he experimentado lo que la gente aquí sí pasó al inicio, que fue muy pero muy duro.
Nos encontramos en las manos de Dios.
Se pudo comenzar a realizar clases de apoyo, eso sí fue otra alegría, verlos con que estusiasmo (para algunos) ayudaban a limpiar y trasladar las mesa y sillas para las aulas correspondientes, y luego se pudo comenzar con el año académico.
Cuando llegó el momento de la tregua hubo diversos sentimientos, de alegría, tristeza, soledades, desesperación, de recuerdos, de pérdidas. Algunos pocos, los que aún tenian algo de sus hogares, pudieron regresar a sus casas, comenzar las reparaciones, a limpiar, a sacar escombros o solo para ver si podían rescatar algunas cosas personales. Despues de casi un año, se pudo comer algo de carne, de queso, de frutas y verduras. para los niños, ¡golosinas!, las primeras gaseosas en un año.. y pensar… que, quizás la guerra habría de terminar pronto…
Realmente fue tiempo de consolación que, lamentablemente, no duró mucho.
Hay situaciones que nunca quisiéramos que sucedan, pero se dan. Días de dolor, de sufrimiento, de enfermedad, de muertes… Es, precisamente, en los difíciles momentos en que no podemos ceder y nos tenemos que abandonar entera y confiadamente a Dios. Son los momentos fuertes en que debemos pedir la firmeza necesaria para que nada ni nadie nos arranque de las manos de su Hijo, a fin de que podamos aprovechar tantas gracias. Es Jesús mismo quien nos enseña a invocarlo cuando «nos sintamos cansados y atribulados» para que Él nos dé descanso.
Les pedimos que recen por esta gente, por sus familias, por la salud de todos ellos, para que tengan fe y tengan paz en sus hogares, y que de esa manera Dios les pague con creces por su ayuda. Se que rezan y que siempre estuvieron y están acompañando. Sus oraciones fueron y son nuestras fortalezas.
Hna. María Maravillas de Jesús, Ssvm
Misionera en Gaza
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